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Chapter 14 - Capitulo 12: Se acerca algo

"Lista para la siguiente lección, maestra", susurró con voz grave. Sin previo aviso, su miembro invadió la intimidad de su maestra, y al mismo tiempo, reclamó sus labios con un beso posesivo.

La noche anterior, la prisa no les había permitido disfrutar el acto como se merecían.

Pero hoy, él se tomaría su tiempo. La acariciaría con lentitud y devoción, sin dejar de atender cada uno de los placeres que le provocaría. Le haría el amor de forma lenta, profunda y dolorosa, asegurándose de que jamás olvidara su toque. Cada caricia y cada beso quedarían grabados en su memoria para siempre.

La penetró a un ritmo pausado, pero con tal insistencia que ella sintió cómo su cuerpo era invadido por completo, tocando cada uno de sus puntos sensibles. A pesar de que ella se resistía e intentaba empujarlo, él no se detuvo. Los gritos y gemidos de su maestra, una mezcla de dolor y éxtasis, eran silenciados por sus labios, que no dejaban de reclamar los de ella. Esa noche, para Roxy, fue una agonía suspendida entre las puertas del cielo y el infierno.

La Rutina Secreto continúo entre estudiante y maestra

Con el paso del tiempo, aquella noche no fue más que el inicio de una nueva rutina. Cada vez que tenía la oportunidad, se colaba entre las sábanas de su maestra, sin importar si ella estaba despierta o sumida en el sueño, para hacer suyo aquel cuerpo esbelto.

Por supuesto, esa dinámica no podía ser diaria, pues no sería prudente para alguien de su edad. Por eso, solo se deslizaba en su habitación cuando la presencia de nadie más pudiera notarse. La lluvia, que ocultaba cualquier ruido, o los gritos de sus padres, que parecían no tener fin, eran la coartada perfecta.

Sin importar si a su maestra le gustaba o no, él siempre se aseguraba de mantener su boca ocupada, ya fuera con la suya o, en ocasiones, con una mordaza improvisada para evitar que sus gemidos se escucharan.

Para Roxy, esta rutina se había convertido en una tortura emocional. Consciente o inconscientemente, ella lo esperaba en su habitación, o despertaba sintiendo el peso de él sobre ella. Con el tiempo, generó en ella una mezcla de apego y dependencia. Por un lado, estaba el sexo, que la llenaba de una satisfacción innegable; por el otro, la forma en que él la abrazaba al dormir, haciéndola sentir querida y segura.

A pesar de su apariencia juvenil, ella era una mujer adulta que nunca había buscado una pareja. Y ahora, su alumno la sometía a un juego de poder y pasión, con y sin su consentimiento, a través de sesiones de sexo que, irónicamente, eran más que satisfactorias. La llenaba de placer, la obligaba a hacer cosas que en el fondo no quería, pero al mismo tiempo la trataba con una ternura inesperada. Sus palabras la llenaban de calidez, sus caricias le daban una sensación de bienestar, y la forma en que la abrazaba al dormir la hacía sentir protegida.

Una Confusión de Emociones llenó su interior.

El cariño y la seguridad que él le proporcionaba opacaban por completo lo negativo de la situación.

El sexo, las caricias, las palabras tiernas y el calor de la situación generaron en ella una necesidad profunda de tenerlo a su lado. Lo odiaba, lo necesitaba y lo deseaba, todo al mismo tiempo que despreciaba la confusión que él le hacía sentir. Era una situación frustrante y contradictoria.

Nunca había sido buena con los sentimientos ni las relaciones románticas, así que esta situación la tomaba por sorpresa. Y Rudy, con astucia, se aprovechaba de ello.

¿Acaso era eso el amor? Una mezcla caótica de todo y de nada, sin saber qué sentía realmente. Disipó sus pensamientos mientras volvía su mirada a su estudiante y continuaban con su almuerzo en un silencio aparente, ya que dentro de ella el caos mental no cesaba.

Sin que ella lo supiera, o incluso se diera cuenta, era víctima del síndrome de Estocolmo.

Ese día, acompañó a Rudy al pueblo para poner a prueba su destreza con la magia. Juntos, ayudaron a la gente, sanando cultivos marchitos y curando uno que otro animal herido.

Roxy no podía entender cómo ese descarado actuaba con tanta normalidad, incluso después de que la noche anterior la hubiera obligado a hacerle cosas tan íntimas. Sin embargo, el mocoso vivía su día a día como si nada de eso fuera fuera de lo común.

"Maestra", la voz de Rudy la sacó de sus pensamientos. Él dejó de comer para hacerle una pregunta: "¿Por qué tu cabello es azul?".

De todas las posibles preguntas, fue esa. Roxy solo pudo suspirar mientras contestaba, sintiendo una punzada de ansiedad al esperar su reacción.

"Soy un demonio. Creí que eso había quedado claro desde el primer día", respondió con cautela.

"Comprendo", dijo Rudy, y sin más, continuó con su almuerzo.

"¿Es en serio?", casi gritó Roxy, estupefacta. Esperaba alguna reacción, algo de sorpresa o interés. Pero solo recibió una respuesta simple, como si la revelación no fuera nada.

"Bueno, eres un demonio. No le veo ningún problema", respondió Rudy, y su simpleza inexplicablemente quitó un nudo de la garganta de Roxy, haciéndola sentir más tranquila. "Además, creo que eres un demonio muy hermoso, en todo caso".

Rudy le sonrió, y lo único que ella pudo hacer fue bajarse el sombrero para ocultar el rubor en su rostro. "Idiota", murmuró con una pequeña sonrisa.

Antes de que pudiera levantar la mirada, Rudy estaba frente a ella y la besó de forma inesperada.

Al principio, la besó con pasión, metiendo la lengua y acariciando su cuerpo con sus manos. Pero poco a poco, la intensidad disminuyó hasta convertirse en un ritmo lento y cálido. Sus besos se llenaron de ternura y suavidad, mientras la abrazaba con delicadeza.

"Puha", exhaló ella, separando sus labios. Rudy le dio un último beso antes de hablar:

"Tú eres mi maestra y yo soy tu alumno. Somos tú y yo. Nada cambiará eso".

Antes de que ella pudiera decir una palabra, él se levantó. "Creo que es momento de regresar, ¿no, maestra?".

Ella solo suspiró y se puso de pie, aunque una pequeña sonrisa iluminó su rostro. Recogieron sus cosas y tomaron el sendero de regreso a casa.

Caminaron en un silencio cómodo, con las manos entrelazadas, a pesar de que ella se había negado al principio. A Rudeus no le importó su opinión y la sujetó sin dudar. Y esa era una de las razones por las que a veces lo detestaba: la obligaba a hacer cosas que no quería, solo para que, al final, ella terminara disfrutándolas y aceptándolas.

Suspiró de nuevo mientras caminaban de la mano. Pero cuando la casa de sus padres apareció en el horizonte, se dio cuenta de algo. Se suponía que debían llegar más tarde. Ella debía retener a Rudeus el mayor tiempo posible para evitar que viera la sorpresa que le habían preparado.

Miró a Rudy, luego al camino, sin saber qué hacer. Suspiró, una idea que sabía que funcionaría se formó en su mente. Echó un vistazo a su alrededor, buscando si había alguien cerca.

Sin decir nada, tomó la mano de Rudy y lo guió hacia la densa vegetación a un lado del sendero. Rudy quiso protestar, pero la curiosidad sobre lo que tramaba su maestra lo hizo quedarse en silencio.

Guiados por su maestra, llegaron a un claro rodeado de vegetación tan alta que los arbustos a su alrededor parecían muros. Un lugar perfecto para su siguiente "lección".

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