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Chapter 20 - Capítulo 20

 

El grupo de personas caminaba al borde del bosque cuando,

entre el aullido del viento y el retumbar de los truenos en la oscuridad de una

noche perpetua, se escucharon gritos de espanto y terror de criaturas que no parecían

humanas.

01, que lideraba de su grupo, apretó los dientes. Osiris bufó

con desprecio después de inspeccionar sus alrededores para asegurarse de que

las bestias demoníacas no se dirigieran hacia ellos siguiendo los gritos.

—Esos Wraith no tienen dignidad —murmuró Osiris con

desprecio. 01 solo pudo escucharle porque estaba a menos de un paso de él.

—¡Cállate! —reprendió Set en otro susurro aún más bajo.

Set les seguía caminando de espaldas junto a Hathor y Olokun

para vigilar la retaguardia, mientras que 01 caminaba de frente, y Osiris e

Isis caminaban de lado para vigilar sus flancos.

01 no dijo nada; el aire escaso, concentrado a altas

temperaturas y con poco oxígeno disponible, hacía que sus doloridos pulmones no

sintieran ganas de sobreesforzarse en decir tonterías. Él hizo señas para que

guardaran silencio, pero comenzó una pelea de señas cuando Isis le recordó que

ella era una reina y no recibía órdenes de una chatarra con patas. Los cuerpos

de todos eran biológicos, pero a ella no le importaba. Hathor también habló

para decirle que ella también era una reina y estaba por encima de cualquier

reina menor como Isis, quien se apresuró a recordarle a Hathor que solo era un

trofeo de Ra.

01 suspiró; él era el líder de este grupo de insensatos

porque ninguno de ellos aceptaría el liderazgo de sus enemigos, y tampoco

aceptarían hacer equipo con los Goa’uld menores. Aunque estuvieran en el

infierno, ponerse al mismo nivel de un Goa’uld menor era inaceptable para estos

señores Goa’uld. 01 no estaría de acuerdo en ser parte de este grupo que ya lo

había traicionado en varias ocasiones, arrojándolo a las bestias demoníacas

mientras ellos salían corriendo, pero los Wraith, que eran más unidos, eran

xenófobos y no se juntaban con nadie que no tuviera cara de pescado escarabajo

como ellos; los humanos eran tan traidores como los Goa’uld, pero con mucha

menos experiencia en cuestiones infernales que estos. Los terroristas reetou le

consideraban responsable por su encierro en el lugar, por lo que para ahorrarse

sufrimiento, 01 solo podía hacer equipo con los Goa’uld…

Un rayo cayó a tres metros del grupo, electrocutándolos a

todos y mandándolos a volar varios metros. 01 se arrodilló mientras luchaba con

el dolor y su cuerpo entumecido. No era la primera vez que le golpeaba un rayo,

aunque esta vez no habían tenido suerte, y todos parecían seguir con vida…

—¡Blanco! —gritó Set, el primero en levantarse, y salió

corriendo hacia las praderas.

—Rojo —dijo Olokun y se internó en el bosque.

—¡Azul… —las palabras de 01 se vieron interrumpidas cuando,

al levantarse y tratar de salir corriendo, descubrió que uno de sus pies estaba

sujeto por enredaderas.

—¡Ya están aquí! —chilló Hathor y salió corriendo sin decir

nada, porque Isis y Osiris estaban inconscientes, así que ya nadie correría, y

no importaba que supieran en qué dirección correría ella.

—¡Mátame! —rogó 01, pero Hathor ya había corrido sin mirar

atrás. 01 tampoco había pensado que ella lo ayudaría, pero al salir volando,

había perdido su espada y no le era posible terminar con él mismo.

01 se retorció en un intento fútil de liberarse de las

enredaderas, que parecían cables de acero. Mientras 01 luchaba, Isis despertó,

y al ver las enredaderas cubriendo su cuerpo, sacó su espada y la usó en

Osiris. Luego, iba a blandirla contra sí misma, pero las enredaderas actuaron y

sujetaron sus manos, quitándole la espada.

Las enredaderas soltaron a Osiris y envolvieron a 01 e Isis,

mientras a su alrededor, la oscuridad se materializaba en tentáculos, ojos y

dientes. 01 sintió un escalofrío recorriéndole el cuerpo, pero apretó los

dientes; gritar atraería las bestias de los alrededores, y eso significaba que

los que salieron corriendo serían capturados.

El acuerdo era resistir al menos dos horas antes de empezar a

gritar. Por supuesto, esta criatura de horror cósmico, con la que no podía

pensar en luchar o comprender, no esperaría ese tiempo para darles sus

atenciones…

El cuerpo de 01 empezó a desmaterializarse.

—01, bienvenido a la ciudad de la luz. Si deseas algo para

hacer tu estancia más agradable, por favor, no dudes en notificármelo —dijo una

voz suave y amable en su mente, mientras 01 observaba una fuente de cristal

ubicada en la plaza de una gran ciudad, con edificios y casas que parecían

tallados por la mano de un escultor.

Frente a 01, al otro lado de la fuente, estaban tres personas

que le miraron con sorpresa y ya caminaban hacia él.

01 les reconoció, porque él había participado en su rescate

en el pasado, en lo que a él le parecían siglos. Sin embargo, su mente se

estaba conectando a la computadora principal de la matriz de simulación, y esta

le informó que su percepción del tiempo fue alterada.

01 llevaba poco más de cuatro años en la simulación. La IA

también lo puso al corriente de todo lo sucedido hasta ahora, desde que por

accidente él quedó atrapado en una cápsula de animación suspendida al realizar

una investigación junto a 00.

00 lo había notificado al ser Supremo, y este le encargó

sacarle de allí, pero 00 lo había olvidado. Ahora había una guerra, y

necesitaban a todos, por lo que la atención del ser Supremo volvía a él.

01 se estremeció de pies a cabeza y cayó de rodillas,

echándose a llorar a moco tendido, e ignorando a los Alterans que le

preguntaban si estaba bien. 01 accedió a su propia mente, borró un noventa por

ciento de sus recuerdos en las últimas décadas, alteró sus conexiones neurales

y reinició su cerebro para borrar todos los datos almacenados en su cuerpo de

las experiencias vividas en las últimas décadas.

Luego, 01, sin esperar a que el proceso terminara, saltó de

la simulación, despertando en una cápsula y rompiéndola con prisas para salir

de allí. Caía de rodillas al suelo, sufriendo un ataque de ansiedad, y

sintiendo que no podía respirar y le dolía el pecho, aunque él no tenía

pulmones, y sus receptores de dolor estaban apagados.

—¡Bienvenido de vuelta, 01! —dijo una voz indiferente frente

a él, pero al escucharla, 01 saltó y cayó de culo mientras trataba

desesperadamente de arrastrarse hacia atrás.

La persona que hablaba era una chica muy joven, con cabello

azul claro, ojos de iris escarlata algo brillantes, y leves rasgos asiáticos. A

los ojos de 01, no había una criatura más aterradora en toda la existencia.

—01, ¿estás bien? —preguntó 00 con una pequeña sonrisa—. Lo

siento, no me di cuenta de que tu cápsula se había conectado a la simulación

—agregó acercándose a él con lentitud—. ¿Puedes perdonarme? Fue un pequeño error

—dijo 00.

01 saltó y se puso de pie, adoptando una expresión serena.

—¡No hay nada que perdonar! Fue un error —dijo 01, tragando

saliva, mientras se preguntaba qué le haría ella si llegaba a contradecirla.

—Bien, si tú lo dices, entonces no hay problema —dijo 00

deteniéndose a tres pasos de él. 01 sintió todo su cuerpo ligero, tan ligero

como una pluma—. Anubis ha comenzado su ataque contra los señores del sistema,

y por su tecnología, estos creen que es el Creador el que los ataca. Por eso,

el Creador ha acordado reunirse con ellos y exponer a Anubis. Así tendremos a

los señores del sistema de nuestro lado, pero esto es peligroso, porque Anubis

puede actuar y matarlos a todos, creando más caos.

»El Creador nos envía a asegurar el sitio de reunión, junto

con los demás enviados de los señores del sistema, y también proporcionarles un

retorno seguro a sus territorios —explicó 00.

01 volvió a sentir que era aplastado en el suelo, y su cuerpo

no podía moverse debido al espanto.

Maybourne cruzó el Stargate para llegar al SGC. Él miró a su

alrededor.

Maybourne estaba al fondo de una gran sala de quince metros

de altura, doscientos metros de largo y cincuenta de ancho. Toda la sala estaba

blindada por dieciocho capas de una aleación de trinium y naquadah, que los

científicos asegurarían resistirían varias explosiones nucleares directas, y

armas de plasma como cañones, apenas dejarían una marca ennegrecida; las bombas

de naquadah apenas serían más efectivas que las nucleares, y los cañones de

plasma más potentes apenas dejarían algunos agujeros.

Este blindaje no era la única protección; la sala también

tenía generadores de escudos Alterans, alimentados por generadores de

naquadriah, y muchos otros sistemas secundarios de defensa.

Maybourne miró el Stargate, que también mostraba algunos

cambios, rodeado de una armadura que era el blindaje de varios artefactos

comprados a sus aliados, con la condición de no intentar estudiarlos. Estos

artefactos eran un escudo de fase, para evitar que la tecnología tollan se

abriera camino por su portal, un identificador de llamada, para obtener las

coordenadas de cualquier Stargate que se conectara al suyo, y un mecanismo de

anulación de emergencia que cerraría el Stargate a la fuerza sin importar nada.

Maybourne sonrió; aunque no esperaban ningún ataque, el

Stargate seguía siendo el mayor punto débil en las defensas de la Tierra, y la

seguridad extra nunca estaría de más…

—¡Maybourne, deja de vanagloriarte y avanza de una vez!

—reprendió Jack, y Maybourne puso los ojos en blanco, pero avanzó, y con un

pensamiento suyo, una plataforma de anillos se activó y lo transportó a la

entrada de la sala del portal, que era una puerta de diez metros de diámetro y

diez de ancho. Solo se abrió una puerta de dos por dos, y dos guardias lo

inspeccionaron de arriba abajo para luego saludarle.

Esta inspección a ojo era mero protocolo, porque en cuanto él

llegó, decenas de miles de sensores estudiaron su cuerpo a nivel atómico para

detectar cualquier anormalidad.

Maybourne asintió a los guardias y caminó por los pasillos

del comando, que aún estaban siendo remodelados. La sala del portal era una

prioridad, y las modificaciones a la base comenzaron por allí; el resto del

comando era la parte secundaria del proyecto. Por fortuna, todos los materiales

de construcción venían del Planeta Base, y los desechos también iban allí,

usando el Stargate como medio de transporte, por lo que este proyecto no tenía

repercusiones en la superficie.

Maybourne llegó a la sala de control del Stargate, que ahora parecía

el puente de una de sus nuevas naves espaciales, y el general Hammond tenía el

mando, sentado en su silla de capitán, mientras unos veinte oficiales, técnicos

y operadores se encargaban de operar toda la base bajo su mando. Ya fuera

activar defensas, armas o personal, todo era administrado desde allí.

—Coronel Maybourne, por favor, pase a mi oficina —dijo el

general Hammond al verlo.

Maybourne saludó y el general Hammond se levantó para guiar

el camino.

En la sala de reuniones, estaba el SG1 y algunos enviados del

Pentágono y la Casa Blanca. Todos ellos se levantaron cuando ellos entraron.

Los oficiales saludaron, y los civiles se apresuraron a

estrecharles la mano al general Hammond y a él. Maybourne les devolvió sus

saludos y elogios con una sonrisa, dejando a un lado alguna que otra invitación

a cenas privadas. Desde que él regresó del planeta del Señor del Sistema

Goa’uld, Korr, hace cinco meses, y dio su informe, su ascenso ya era una

realidad, pero solo era un mero trámite porque ahora cualquier general, con

excepción del general Hammond, estaba por debajo de él. Si él aprobaba un proyecto,

ascenso o cualquier asunto, se empezaría a ejecutar de inmediato, y las cabezas

de quienes se interpusieran rodarían. Por otro lado, si él rechazaba un

proyecto, ni siquiera el presidente podría aprobarlo…

Bueno, el general Hammond y el SG1 podrían oponerse, pero

Maybourne ya les consideraba parte de su propio equipo.

Después de los saludos y lamidas de pies correspondientes,

Maybourne ocupó su lugar en contra posición al general Hammond, y a pesar de

haber cinco miembros del alto mando allí, ninguno de ellos dijo nada al

respecto.

—Señores, los Goa’uld están en guerra —declaró Maybourne. Él

conectó su mente con la computadora de la base y un holograma de la galaxia se

mostró entre ellos, dividiéndola en varias partes. Estas partes tenían marcas

de los señores del sistema Goa’uld.

—Estas divisiones son los territorios de los señores del

sistema, tal y como estaban antes de esta guerra. Como ven, el territorio de

Apophis ocupaba la mayor extensión, debido a su conquista sobre Herur-ur.

Nuestro propio sistema solar también está en este territorio.

»Como podemos ver, le siguen el señor Yu, Baal, Korr,

Morrigan y Cronos —dijo Maybourne señalando los territorios más grandes—. Estos

son los señores del sistema que lograron obtener los mayores recursos después

de la muerte de Ra, y su poder y flotas solo han crecido desde entonces.

»La situación entre los señores del sistema era tensa, pero

se mantenía una relativa paz, hasta la aparición de Anubis, que ha empezado un

asalto furtivo sobre los señores del sistema, usando tecnología tan avanzada

como la que poseemos nosotros gracias a nuestros aliados.

»Con esta tecnología superior, a pesar de sus números

inferiores y los pocos recursos de los que dispone, Anubis se está haciendo con

grandes cantidades de recursos y naves, atacando todos los territorios de los

señores del sistema y asimilando sus fuerzas. Los señores del sistema han

empeorado esto, respondiendo a los que ellos creen que son sus rivales…

Maybourne continuó explicando la situación actual de la

guerra, brindando algo de la información proporcionada por los Tok’ra y sus

propias investigaciones, aunque había mucho que era información sensible, y él

no la diría.

—En resumen, nuestros aliados serpientes enfrentan una guerra

total con los señores del sistema serpientes —dijo Jack.

—Señor, considerando que los señores del sistema saben de la

tecnología que posee Korr, este es el más sospechoso ante ellos, por estos

ataques furtivos —dijo la mayor Carter, cuyo ascenso también estaba pendiente.

Maybourne asintió ante su análisis de su situación.

—Por esto, el señor del sistema ha convocado una reunión.

Esto intensificará la guerra porque se crearán bandos definidos, aumentando su

alcance, y es posible que este conflicto pronto nos involucre, porque Anubis no

parece estar por detrás de nuestros aliados en cuanto a tecnología, y no

queremos que él llegue a los extremos —explicó Maybourne, pero pocos

entendieron a qué se refería.

—¿Creen los del NID que Anubis también tenga acceso a la

tecnología de los replicadores? —preguntó la mayor Carter. Maybourne asintió.

—No tengo que explicar lo desastroso y peligroso que sería la

posibilidad de que esta tecnología sea empleada en esta guerra —dijo Maybourne,

y el resto de personas, que ya estaban al tanto de la tecnología de los

replicadores, comprendió las apuestas en esta guerra.

—¿Coronel Maybourne, propone que nos unamos de forma activa a

esta guerra? —preguntó el General Hammond. Maybourne negó con la cabeza.

—Si los señores del sistema se enteran de que uno de ellos es

nuestro aliado y nos ha cedido tecnología, todos los Goa’uld se unirán en su

contra, como hacen ahora contra la Tok’ra.

»Sin embargo, no podemos permitir que Anubis gane esta guerra

o que llegue a sentirse tan desesperado como para usar a los replicadores

—explicó Maybourne.

—Así que planean una operación de desaparición forzada —dijo

Jack con una sonrisa, lo que hizo que todos le miraran. Jack parpadeó al darse

cuenta de lo que había dicho.

—No estoy de acuerdo con él; de hecho, es Maybourne quien se

está copiando de nosotros, desaparecer serpientes ha sido siempre nuestro

departamento —se quejó Jack.

El general Hammond carraspeó para llamar la atención de

todos.

—Coronel Maybourne, si Anubis posee la misma tecnología de

nuestros aliados, ¿qué le hace pensar que podremos infiltrarnos tanto entre sus

filas como para ejecutar su plan? —preguntó el general Hammond.

—Señor, asumimos que Anubis posee la misma tecnología, pero

él es del tipo de Goa’uld más tradicional. Por lo que hemos visto hasta ahora,

no pondrá sus conocimientos en manos de sus sirvientes, a los que sigue

considerando esclavos. Por esto, que él llegue a tener la misma seguridad que

nuestros aliados es poco factible, y eso lo deja expuesto a un ataque sorpresa.

»Sin embargo, en caso de que fallemos, debemos prepararnos

para lo peor, y es por eso que solicito la aprobación de todos para empezar el

traslado de personal militar y científico al planeta base. También es urgente

la liberación de la información sobre el proyecto Stargate —informó Maybourne;

si llegaban al punto de enfrentar una guerra directa, con su actual personal,

perderían en el primer ataque.

La reunión continuó por tres horas más en que el equipo del

presidente por fin accedió a liberar los recursos militares solicitados y

establecer un tiempo no mayor a un año para informar al resto del planeta sobre

el proyecto Stargate; los políticos todavía necesitaban preparar todo para las

futuras negociaciones y establecer las mejores estrategias.

A Maybourne no le interesaban sus planes; él se conformaba

con haber obtenido acceso a los recursos militares. Por lo que apenas abandonó

la sala de reuniones, fue a su propia oficina y envió varias solicitudes que su

equipo había estado preparando desde hacía meses.

Con los ataques furtivos de Anubis, el NID tenía mucho

trabajo pendiente, y él debía asegurarse de que la Tierra recibiera los mayores

beneficios en esta guerra entre los Goa’uld, pero para eso, Maybourne

necesitaba mucho más personal del que ahora tenía.

Una semana después, y como era de esperar, los políticos y

militares de otros países estaban escandalizados debido al movimiento de tropas

y personal científico por todo su territorio y fuera de este. Maybourne supuso

que no había comenzado una guerra porque todo este movimiento se hacía hacia su

propio territorio.

Los demás países no entendían por qué sus flotas abandonaban

las aguas internacionales y volvían a casa. También se habían filtrado videos

en la red de cómo flotas enteras eran desarmadas, y su personal montado en

transportes con destino desconocido. Estos videos habían sido filtrados por

ellos mismos para que la gente fuera enterándose de las cosas, y luego fuera

más fácil dar explicaciones.

Maybourne había movido al personal de la marina de guerra

porque serían los más innecesarios en el futuro; un simple dron podría

encargarse de toda la vigilancia en los océanos. Para aquellos que quisieran

aprovecharse de la falta de vigilancia, los Asgard les habían prestado su

tecnología de transporte.

Ellos no podían transportar armas con ella, pero sí tropas,

siempre que fuera en respuesta a un ataque no provocado. No tenían permitido

usar esta tecnología para conquistar, mantener o ejercer presión sobre ningún

territorio que no les perteneciera, y esas condiciones favorables solo eran

porque ellos comprendían la situación actual del planeta.

Hasta el momento, los países estaban más confusos que

enojados, y estaban más interesados en la situación del continente africano y

el imperio africano, que había declarado todas sus fronteras abiertas, y

ofrecían darle vivienda, trabajo y seguridad social a todo el que quisiera

mudarse allí. Esto había puesto de los nervios a sus vecinos de Asia, incluso

Europa y Oceanía, que no comprendían qué demonios estaba pasando allí, y cómo

en cuatro años, se habían creado ciudades enteras, y el imperio más grande del

planeta, con cifras absurdas de desempleo del uno por ciento, cero por ciento

de analfabetismo, salud pública, educación gratuita y obligatoria hasta nivel

de secundaria, y lo más absurdo, un ejército con 0 presupuesto nacional, lo que

significaba que el nuevo imperio no tenía nada para defenderse, solo fuerzas de

seguridad pública.

Maybourne vio los últimos informes que le llegaban y suspiró

porque la gente en su planeta seguía igual de idiota que siempre, y había

países dispuestos a probar cómo se defendía un imperio con un ejército de 0.

Maybourne descolgó el teléfono rojo.

—Señor presidente, buenas tardes, le envío un informe de la

situación actual en la frontera del imperio Africano; como pensábamos, ellos

tendrán una guerra entre manos en unos días más —informó Maybourne.

—Coronel Maybourne, ¿está seguro de esto? —preguntó el

presidente después de unos segundos; él, al igual que Maybourne, contaba con

una sinapsis digital integrada que le permitía manejar grandes volúmenes de

información en segundos.

—Señor presidente, esta gente hace aparecer complejos

industriales completos en un par de semanas; ni siquiera nosotros somos capaces

de hacer eso con la tecnología que manejamos en la Tierra. Es evidente que, al

igual que nosotros, el imperio africano ha obtenido un buen trato de nuestros

aliados, aunque ese trato, no parece incluir armas. Esto podría cambiar si

enfrentan una guerra —explicó Maybourne.

Sus aliados no dejaban pistas que ellos pudieran seguir, pero

como Maybourne no creía en la magia ni los milagros, para él era evidente que

el continente africano era una forma de control para su propio país, un seguro

por si ellos mismos rompían su alianza. Y en opinión de Maybourne, el imperio

africano debía seguir siendo solo eso, un seguro; en el momento en que

permitieran que ellos también blandieran armas para defender el planeta,

Estados Unidos perdería todo su liderazgo ganado con suerte, pero también mucho

esfuerzo.

—Y recomienda usted un ataque preventivo. ¿No viola eso

nuestro acuerdo con nuestros aliados ya sean Goa’uld o Asgard? —preguntó

Maybourne.

—Señor presidente, ¿cree usted que haya alguna posibilidad de

que estos países no declaren la guerra al imperio africano? ¿O que esta guerra

no afectará los intereses de la Tierra, y también los nuestros? —preguntó

Maybourne.

—Coronel Maybourne, aunque se equivoque usted, y el imperio

africano no esté aliado con los Asgard o los Goa’uld, las consecuencias de una

guerra en la región serían terribles para una futura colaboración para defender

el planeta —dijo el presidente.

—Entonces no tenemos nada que temer; nuestro trato en ningún

momento nos obliga a quedarnos sin hacer nada mientras otros intentan ponernos

el pie —dijo Maybourne, y el presidente pensó por varios segundos.

—Coronel Maybourne, actuaremos con decisión, pero esperaremos

veinticuatro horas para realizar una acción bélica —dijo el presidente, aunque

su tono era de dudas, más una solicitud de aprobación.

—Señor presidente, serán veinticuatro horas entonces, pero

recuerde, ningún ejército debe pisar esas fronteras —dijo Maybourne y colgó la

llamada.

Una hora después, el presidente salió en cadena nacional,

anunciando un tratado de libre comercio con el imperio africano y un tratado de

defensa mutua, donde cualquier ataque al suelo del imperio africano se

consideraría un ataque a su propio país.

Maybourne solo pudo reírse de las reacciones de incredulidad

a nivel mundial y las acusaciones en la ONU sobre una conspiración mundial

entre Estados Unidos y el imperio africano, que en los últimos años habían

ignorado por completo a la ONU.

Maybourne dejó esta situación en manos de los políticos,

aunque estaba preparado para intervenir si sus negociaciones fracasaban.

En la sala oscura, cuyo centro estaba iluminado, estaban ocho

tronos de mármol negro, ubicados en círculo. Estos tronos eran ocupados por

ocho personas, cuya apariencia física recordaba a dioses griegos, con excepción

de una de ellos.

Las personas sentadas en los tronos de mármol eran dos diosas

rubias que usaban túnicas blancas, sandalias, y brazaletes dorados. Sus nombres

eran 05 y 06. Les seguía un hombre de piel oscura, rostro en forma de triángulo

invertido y ojos dorados que vestía un traje ejecutivo de saco y corbata. Este

era 04.

Seguía un hombre de cabellos negros y ojos azules, que

llevaba un traje casual. Su nombre es 03. Seguido de 03, estaba 01 de ojos

verdes y cabellos blancos, que llevaba un traje negro ajustado al cuerpo, por

su espesor, se podría intuir que era algún equipo tecnológico.

Al lado de 01 estaba 00, de cabellos azul claro, baja y

esbelta, con ojos de iris rojo algo brillantes y rasgos suaves ligeramente

asiáticos. La figura de su cuerpo era como la de una adolescente y no destacaba

entre las otras mujeres presentes. Seguido de 00, estaba Korr, cuya apariencia

era la de un dios griego de cabellos más blancos que grises, y ojos blancos,

que llevaba una falda egipcia, pechera semicircular, sandalias, brazaletes,

perneras y corona de escorpión dorado. Le seguía 02, una mujer de ojos azules y

largos cabellos negros, que llevaba la misma indumentaria.

—00 y 01 serán los encargados de nuestra seguridad e

inteligencia en esta guerra. 02 comandará la flota, 05 y 06 se encargarán de la

logística, planificación, modernización y construcción de naves. Por último, 03

y 04 se quedarán en la Tierra, y verán que nuestros planes allí sigan avanzando

—dijo su dios. 03 hizo una mueca.

—Mi dios, quisiera trabajar con 00 en esta guerra —replicó

03, pero 00 y su dios negaron al mismo tiempo.

—03, no hay lugar para las buenas intenciones en esta guerra

—dijo su dios.

—Nuestro enemigo nos iguala en tecnología; tu misericordia

será nuestra derrota —dijo 00.

Ambos hablaron con diferentes palabras, pero su significado

era el mismo: consideraban que él no podía luchar una guerra.

—Yo creo… —00 miró a 01 con interés, y este agachó la cabeza.

03 supuso que 01 no quería trabajar al lado de 00, pero 01, a

pesar de sus habilidades, era él más despreocupado de ellos, y 03 no esperaba

que él se enfrentara a 00.

03 miró al resto. 04 se encogió de hombros para indicar que

no tenía nada que decir. 05 y 06 le sonrieron con amabilidad, y 02 le miró con

indiferencia.

—No estás hecho para la guerra, y nuestro enemigo no dudará

en aprovecharse de tus buenas intenciones —dijo 02.

03 comprendió que la decisión era unánime, por lo que solo

pudo apretar los puños.

—03, tu labor en la tierra es muy importante para nuestros

planes —consoló 05 con una sonrisa—. Deja la guerra en nuestras manos, no

haremos sacrificios innecesarios —agregó. 03 no dijo más durante el resto del

tiempo que duró la reunión.

Al terminar, 03 estaba sentado en el trono de su bionave,

mirando el amplio puente que dejaba ver una vista de la tierra. Él desapareció

de su trono y apareció sobre el casco de su bionave, observando el planeta

azul.

—¿Soy débil? —se preguntó 03, pero en el espacio, el sonido

de sus palabras era inexistente.

—¡¿Por qué han hecho esto?! —reprendió 03 con ira, pero de

nuevo, sus palabras eran silencio.

03 no se dio por vencido y dio un paso para aparecer frente a

un pequeño templo, a media galaxia de distancia. Él había usado la tecnología

alteran de hiperespacio instantáneo.

Un hombre con traje de monje se apresuró a salir de allí,

pero 03 pasó a través de él y cerró las puertas, que no se abrieron para dejar

entrar al hombre.

—¿También me ignorarás? —preguntó 03 mirando al fondo de la

habitación, donde estaba una criatura hecha de luz, que al ver que él la

miraba, tomó la forma de una mujer de cabellos negros para mirarle con

sorpresa.

—¿Puedes verme? —preguntó la mujer.

—Oma Desala, he estado leyendo y escuchando historias sobre

ti de los jaffa. Entre los ascendidos, pareces dispuesta a escuchar razones

—dijo 03.

—Entre los ascendidos, soy yo a quien debes culpar de la

guerra que se aproxima —dijo Oma Desala con tristeza.

—¿Has sido tú quien ha dejado libre a Anubis? —preguntó 03.

Oma Desala negó con la cabeza.

—He sido yo quien ha ayudado a ascender a Anubis, porque

estuve dispuesta a creer en él y he sido engañada —explicó Oma Desala.

—Ese pudo ser tu error, pero no es la razón de que Anubis

esté libre ahora, y no son tus manos las que se hacen a un lado para dejarle

libre.

—¿Por qué lo han hecho? —preguntó 03, y miró a un lado, a

otras dos criaturas de luz que aparecieron en el lugar. Oma Desala retrocedió y

no siguió hablando. 03 apretó los puños.

—No estamos aquí para reprimirla. Ven con nosotros y tus

dudas serán resueltas; las criaturas del plano material nunca podrán comprender

tu forma de pensar —dijo uno de los ascendidos.

—No, ustedes no entienden mi forma de pensar. Si lo hicieran,

no habrían liberado a un genocida en esta galaxia, dándole la oportunidad de

causar miles de millones de muertes —replicó 03.

—¿Hay vida más allá de esta galaxia? ¿No importan de igual

forma ellos? —preguntó el ascendido.

—Todos importan —dijo 03 sin dudar.

—Entonces entiendes nuestra decisión; sus planes son una

amenaza —dijo el ascendido.

—¿Amenaza? ¿No pueden ver el futuro? ¿También eso está

prohibido? —preguntó 03.

—¿Puede el tiempo afectarles? —preguntó el ascendido. 03

parpadeó—. Así es, para ti, el tiempo es una herramienta en tus manos. También

lo es para aquellos a los que planeas enfrentarte. 03, no hay diferencias entre

nuestra forma de pensar y la tuya. Eres diferente a las otras partes que

conforman tu alma, y el que puedas vernos significa que también eres uno de

nosotros; eso ya deberías haberlo entendido. Solo debes dar un paso adelante

—concluyó el ascendido.

03 pensó en su Dios. Él no quería ascender, porque estaba

apegado a este mundo. También los demás. En cuanto a él, este mundo y toda la

existencia le parecían algo hermoso y maravilloso… Pero.

—No pensamos de la misma forma —dijo 03 con seguridad—. No

estoy de acuerdo con las personas que creen que solo ellos son capaces de

gobernar, pero dejar todo de lado no es mejorar las cosas. Vivir sin interferir

no es lo mismo que mirar y no interferir. Su inacción, también es una acción;

si hicieran lo que predican, en verdad se harían a un lado —dijo 03 y se dio

media vuelta.

—El camino que has elegido solo te traerá dolor —advirtió el

ascendido.

—No temo al dolor, temo a la indiferencia, porque para mí, no

es diferente a la crueldad —dijo 03 sin mirar atrás.

03 dio un paso y ahora estaba en la tierra, frente a una gran

biblioteca. Él se sentó en un banco en una pequeña plaza y observó a la gente

pasar.

Los ascendidos habían dicho que él, sus hermanos y Korr eran

lo mismo. 03 ya sabía esto; él mismo lo sentía. Una vida pasada, su dolor,

alegría, incluso parte de sus recuerdos. No eran algo plantado en él; eran

parte de él. ¿Era lo mismo para los demás? 03 estaba seguro de que era así,

pero a la vez no, porque ninguno de ellos era como él. Entonces, todos ellos

eran una parte de él mismo. 03 supuso que él sería la parte humana y, sin duda,

00 y 01 serían su parte Goa’uld; ellos, en verdad, eran despiadados y egoístas.

04… él sin duda amaba vivir más allá de los límites. 02, 05, y 06, parecían ser

la representación de la excelencia, y eso convertiría a Korr en lo que quedaba

detrás, menos que todos, más que uno.

—No, no puedo ver cómo esto pasa sin hacer nada al respecto

—sentenció 03 y desapareció de su lugar.

03 se transportó a la oficina de Maybourne, haciendo sonar

las alarmas en el comando SGC, pero Maybourne se apresuró a anularlas y a

notificar que era una visita aceptable.

Korr vio la estación espacial donde se realizaba la reunión

de los señores del sistema, acercándose en una pequeña nave de carga, que

apenas salió del hiperespacio, fue inspeccionada, y su control tomado por la estación,

que la dirigió a uno de los muelles. A su llegada, le esperaba un sirviente

humano que lo llevó a una gran sala de reuniones.

En la sala le esperaban la mayoría de señores del sistema que

él había invitado: Ba’al, Cronos, Morrigan, Amaterasu, Camulus, Ares, Bastet,

Moloc y Kali. Yu no había llegado, Nirrti estaba exiliada, y Apophis y Heru-ur

eran polvo espacial.

En la sala había catorce tronos, con las marcas de cada señor

del sistema, situados en círculos. Los señores del sistema presentes estaban de

pie y mantenían sus propias conversaciones entre ellos y sus esclavos humanos.

No había jaffas, porque nadie podía traer tropas o armas.

Ba’al fue el primero en acercarse a Korr, y frunció el ceño

al mirar a su acompañante, que era un hombre joven de piel morena y cabellos

cortos. Él llevaba una indumentaria similar a la de Korr.

—Harcesis —dijo Ba’al llamando la atención de todos, mientras

sus ojos brillaban.

—¡Herejía! —reprendió Yu entrando a la sala, sus ojos

brillaban de ira.

—Supongo, pero esta es una Herejía de Apophis, pueden ir a

reclamarle a él —dijo Korr, sentándose en su propio trono, e indicándole al

resto que tomara asiento.

Las palabras de Korr no pudieron ser contradichas porque

Long, que era como Korr había llamado al hijo de Apophis, se parecía al

anfitrión de este.

—El harcesis debe morir —sentenció Yu.

—Long es uno de mis sirvientes más confiables, y el tener la

memoria de Apophis me ha ayudado; sus opiniones al respecto me dan igual, y sus

tradiciones no las comparto, porque él no es una amenaza para mí —dijo Korr con

despreocupación.

—Entonces, te crees con el derecho de cambiar nuestras

tradiciones y leyes —dijo Yu. Korr simplemente asintió, y miró a cada uno de

los señores del sistema presentes.

Long era su declaración de intenciones; en el futuro, las

leyes serían rehechas, y las tradiciones podrían ser cambiadas. Sin embargo,

todo lo demás era un teatro, porque Anubis ya estaba por interrumpir esta

reunión; él no permitiría que Korr se nombrara señor supremo.

Ba’al y Morrigan le sonrieron. Cronos, Ares, Amaterasu y Kali

le miraron con ira. Camulus, Bastet y Moloc no dijeron nada; ellos apenas

tenían nada ya; al ser los más débiles, fueron las primeras presas de Anubis, y

ahora eran fugitivos en sus propios territorios. Ares y Cronos estaban a punto

de caer también; ellos no hacían más que replegarse cada vez más.

—¿Qué sentido tienen tus ataques furtivos sobre nuestras

flotas, si tu objetivo era nombrarte señor supremo? —preguntó Yu.

—Mi objetivo nunca fue nombrarme señor supremo. Este enemigo

que nos ataca ahora y su propia incapacidad para defender sus territorios ante

su ataque me ha obligado a ello —explicó Korr.

—Por supuesto, es un asunto de necesidad —dijo Ba’al—. ¿Y

quién es este señor Goa’uld que dispone de tu misma tecnología? ¿Nirrti?

—preguntó.

—Interesante —dijo Korr y miró a una de las entradas de la

sala, por donde después de unos segundos, Nirrti apareció sin ninguna escolta.

—Nirrti, ¡tu cabeza tiene un precio! —dijo Cronos, a quien

Nirrti intentó asesinar, pero no era por eso que fue exiliada, sino porque su

intento de asesinato fue en una reunión con los asgard.

—Mi sentencia solo habla de su debilidad y cobardía —dijo

Nirrti, y todos le miraron a él.

—Necios, no le represento a él; debimos matarle antes cuando

se atrevió a ignorar nuestras leyes y a liberar a los humanos —reprendió

Nirrti, pero no avanzó hacia su asiento, sino que se quedó de pie—. Represento

a un verdadero Goa’uld, que defiende nuestro estatus divino, y no tolera la

desobediencia de aquellos nacidos para ser nuestros esclavos, ¡Anubis! —declaró

Nirrti, y Yu aporreó el reposabrazos de su trono.

—¡Anubis está muerto! —reprendió Yu.

—Anubis está vivo, y es su única esperanza de librarse de

este impostor —replicó Nirrti.

—Anubis, ¡no tiene honor! —reprendió Yu. Los demás señores

del sistema hacían silencio cuando el anciano hablaba, pero eso no evitaba que

hicieran sus propios planes.

Korr no intervendría en esta presentación porque él

necesitaba saber sobre quién ejercer fuerza bruta en esta guerra.

—¿Honor? Somos dioses, estamos por encima de tales cosas;

solo importa nuestra voluntad y el poder para ejercerla —replicó Nirrti, y miró

a los demás señores del sistema—. Anubis posee el poder para enfrentarse a

Korr; él no es un señor supremo. Por esto, Anubis solicita su retorno a su

antiguo puesto como señor del sistema —dijo Nirrti.

—Anubis ya fue expulsado de los señores del sistema

—sentenció Yu.

—Desde que eso sucedió, pocos señores sobreviven hasta ahora

—dijo Nirrti, descartando las palabras de Yu—. Propongo someterlo a votación

—agregó, y todos miraron a Korr.

—Anubis posee una tecnología similar a la mía, pero no es mi

igual. Sin embargo, admito no poseer el dominio para asegurar mi posición de

señor supremo.

»Aun así, como ha dicho el señor Yu, Anubis no tiene honor ni

palabra; es la decadencia absoluta de nuestra raza. Lo que yo les ofrezco es un

futuro de gloria —dijo Korr.

—Solo nos ofreces arrastrarnos ante esclavos y someternos a

nuestros enemigos; careces de la dignidad de un dios —dijo Nirrti con

desprecio. Korr ni siquiera la miró, y ninguno de los señores se pronunció en

contra de sus palabras o a favor de estas.

—Entonces, votaremos —gruñó Yu con molestia y se levantó de

su asiento; ellos debían tomar una decisión y volver.

Korr suponía que Anubis trataría de sobornar a varios de

ellos para ganar sus votos, por lo que también se retiró a sus propias

habitaciones, para darles tiempo a decidir.

Nirrti apretó los dientes mientras caminaba hacia la

habitación de Yu. Ella planeaba darle toda su atención a Cronos en cuanto le

pusiera las manos encima, pero esa larva arrogante de Korr también besaría sus

pies después de esta guerra. ¿Qué era esa pequeña larva arrogante? Un recién

nacido que tuvo suerte, se atrevía a mirarla hacia abajo a ella, una diosa que

había vivido por miles de años, y ese viejo Yu les cuestionaba a ellos sobre

esta larva, que se inclinaba ante los humanos…

Nirrti respiró hondo porque ya había llegado a la habitación

de Yu. El viejo, de alguna forma, había logrado escapar a sus ataques furtivos

sobre su flota. Nirrti sabía que sus naves no eran menos rápidas que las suyas

porque esa larva metiche les había entregado la tecnología para explotar todo

el potencial del naquadriah a los señores del sistema. Pero fuera de esto, sus

naves eran muy superiores, pudiéndose enfrentar en desventajas numéricas de

cinco a uno, y aún así, el viejo estaba logrando plantarles cara y mantener sus

territorios a salvo, retrocediendo cuando ellos reunían naves, y avanzando

cuando estas partían a saquear otros territorios. Era un tira y afloja que

estaba mermando sus recursos y no les daba ningún resultado.

—Márchate, no tengo nada que hablar contigo —dijo el viejo

apenas Nirrti entró a su habitación.

El viejo estaba sentado en un trono mientras su lo’taur

servía té para él.

—Yu, ¿acaso apoyas a Korr? Él no es un Goa’uld, se arrastra

ante los humanos y suplica por su adoración. Sus jaffas se atreven a llamarnos

falsos dioses, y no está dispuesto a seguir nuestras leyes y tradiciones; ha

traído a un Harcesis ante nosotros —dijo Nirrti.

—Hablar de tus oponentes a sus espaldas no te hace a ti y a

aquel al que sirves más dignos de mi respeto —dijo Yu, descartando todas sus

palabras y haciéndole un gesto desdeñoso para que se largara.

Nirrti tuvo que hacer acopio de toda su paciencia para no ir

hasta el viejo y ahorcarle con sus propias manos.

—Entonces, hablemos de nuestros enemigos. Amenazas que los

Goa’uld actuales eligen ignorar y hasta someterse, como los asgard —dijo

Nirrti, insinuando una solución. Yu pensó unos segundos y le indicó que se

sentara.

—Los asgard poseen un gran poder —dijo Yu.

—Ellos no están fuera del alcance de Anubis. Incluso ahora,

si reunimos nuestras flotas, los asgard no pueden hacernos nada; su supuesto

poder es falso. Están en peores condiciones que nosotros, y nuestras flotas y

ejércitos son superiores. Ellos estarían en nuestras manos si Korr no hubiese

tratado con ellos e intervenido en su destrucción —dijo Nirrti. Sus palabras

solo eran una sospecha de Anubis, pero eso era suficiente.

—Palabras —dijo Yu. Nirrti asintió; de todas formas, era

cierto.

—¿Qué hay de los Tollan? Ellos han migrado a otro planeta, y

sabemos que están en colaboración con los asgard y la Tok’ra. ¿Cuántos de los

nuestros han caído en manos de la Tok’ra?

»¿Qué hay de los humanos? Ellos también colaboran con la

Tok’ra. Antes de su muerte a manos de Korr, Apophis cayó ante ellos al querer

destruir su planeta.

»Tenemos más enemigos, en mundos humanos que se han librado

de nuestro dominio, en los territorios de señores del sistema débiles, que

prefieren dejar crecer las amenazas en lugar de luchar por nuestra supremacía.

»Anubis nos ofrece la victoria sobre estos enemigos, y como

prueba de sus palabras, los Tollan serán una amenaza menos en cuanto termine

esta reunión. Anubis también ha puesto en marcha sus planes en contra de los

Tau’ri —dijo Nirrti.

—Tales amenazas siempre han existido, y Anubis ahora es una

de ellas —dijo Yu, negándose a escuchar razones. Nirrti lo miró con frialdad.

—Korr también es una amenaza ¿Acaso no has visto cómo

nuestras leyes no le importan? ¿Por qué eliges ignorarle? —preguntó Nirrti—.

¡Él es como la Tok’ra! —reprendió Nirrti, cuando el viejo solo la miró con

indiferencia.

—No, Korr es un Goa’uld. Y sigue el camino Goa’uld imponiendo

su voluntad a la fuerza. Esa es la tradición Goa’uld. Todo lo demás es nuestra

propia voluntad. Es Anubis quien nos avergüenza, con sus ataques furtivos,

actuando en las sombras como los cobardes Tok’ra. No tiene honor, y eso

significa que su voluntad es débil, pues un dios que no es leal a sus propias

palabras, carece de voluntad, sigues a un cobarde…

Nirrti se levantó, interrumpiendo las palabras de Yu.

—Viejo, ¡recordaré tus palabras! —dijo Nirrti, y se dio media

vuelta para ir a tratar con Ba’al.

Dos horas después, los señores del sistema volvieron a la

sala de reuniones, y esta vez, Nirrti ocupaba su lugar.

—Votemos —dijo Korr.

Korr no pensaba dar discursos políticos ni tratar de

convencer o negociar con nadie. No había negociación posible en sus planes, y

estos se cumplirían según lo que él había establecido; todo lo que se

interpusiera, sería apartado del camino.

—Voto en contra —dijo Korr.

—Anubis posee un gran poder y está dispuesto a enfrentar a

nuestros enemigos. Voto a favor —dijo Ba’al con una sonrisa.

—Anubis es un cobarde, y sus seguidores también lo son; solo

arrastrará el nombre de los señores del sistemas. ¡Voto en contra! —reprendió

Cronos, mirando con ira a Ba’al y a Nirrti.

—Voto en contra —dijo Amaterasu sin dar razones.

—Voto a favor —dijo Kali.

—Voto en contra —dijo Camulus.

—Voto en contra —dijo Ares.

—Voto a favor —dijo Moloc.

—Voto a favor —dijo Bastet.

Korr sabía que Anubis ya había puesto en fuga a la mayoría de

los que votaron a favor; el resto estaba por emprender la huida, por lo que

Anubis solo tenía que concederles un respiro para obtener su voto, excepto a

Ba’al, que de seguro los había vendido por algunas ganancias…

—Voto en contra —dijo Morrigan, interrumpiendo los

pensamientos de Korr, porque él esperaba que ella votara a favor, y que al

igual que Ba’al fuera comprada.

—Voto en contra —dijo Yu, concluyendo la votación.

Cronos miró a Nirrti con una expresión sombría.

—Tu cabeza y la de Anubis seguirán teniendo un precio —dijo

Cronos mirando a Nirrti.

—Necios —dijo Nirrti y se levantó para retirarse. Korr

levantó la mano cuando Cronos pretendió seguirla.

—Ella está aquí porque lo he permitido, e igual que todos

ustedes, puede marchar en paz a su territorio —sentenció Korr.

—Korr, mientras no puedas deshacerte de Anubis, no reconoceré

tu autoridad como señor supremo —gruñó Cronos, pero siguió en su puesto.

—Eso es razonable —dijo Korr—. Aun así, exijo liderar las

fuerzas de los Señores del Sistema, en contra de Anubis —agregó.

—No posees la experiencia necesaria para enfrentar a Anubis

—se opuso Yu.

—No estoy de acuerdo, pues esa es mi principal ventaja. En

cambio, Anubis ya sabe qué esperar de cada uno de ustedes —replicó Korr y el

resto de señores del sistema, pensaron unos segundos.

La reunión duró tres días más, y Korr terminó haciéndose con

el control de la flota y los recursos de los señores del sistema.

Un par de días después, Morrigan se puso sobre una rodilla

ante Anubis.

—Mi señor, ¿por qué dejar que Korr nos gane la votación ante

los señores del sistema? —preguntó Morrigan.

—Porque así, la traición será un arma que podemos blandir en

su contra en cualquier momento. Él nunca sabrá quién me apoya, a menos que así

lo decida —dijo Anubis, y Morrigan sonrió en acuerdo.

Nota del Autor 1: en el siguiente capítulo veremos cómo se

desarrollan las cosas en Tollana.

Nota del Autor 2: para los que querían saber por qué Korr no

guarda a todos en un artefacto de conversión de materia en energía y se ahorra

el espacio de las bodegas de carga, ya tienen su respuesta.

 

 

 

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