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Chapter 158 - Capítulo 3: Los Sueños del Sabio Arcano

La quietud de la noche se cernió sobre el bosque ancestral, un manto de sombras y sonidos sutiles. El fuego del banquete había menguado a brasas brillantes, y los miembros de la Operación Kisaragi, agotados por el viaje, las presentaciones y el peso de sus propias existencias, comenzaron a retirarse a sus campamentos improvisados cerca del claro. La revelación de la base secreta, una tortuga gigante bajo la tierra, colgaba en el aire como una promesa de seguridad y misterio para el día siguiente.

Ryuusei no buscó el descanso de inmediato. Había algo en la tranquilidad de la noche, en la presencia imponente del bosque y la inminente oscuridad del futuro, que lo impulsaba a buscar respuestas. Y sabía a quién preguntar.

Localizó a Arkadi sentado junto a la orilla de la laguna. El agua negra reflejaba las estrellas con una frialdad distante. El anciano mago, con su barba blanca y túnicas oscuras, parecía fundirse con la propia noche, una figura antigua meditando a la luz de la luna. No había rastro de la ironía o el sarcasmo que había mostrado en el banquete; solo una profunda contemplación.

Ryuusei se acercó en silencio y se sentó a cierta distancia, respetando el espacio del anciano. El aire junto a la laguna se sentía diferente, cargado con una energía sutil, quizás la magia latente de Arkadi o simplemente el aura del lugar.

Arkadi abrió los ojos sin girar la cabeza. Parecía saber que Ryuusei estaba allí.

—La noche trae consigo sombras, joven líder —dijo Arkadi, su voz rasposa resonando apenas sobre los murmullo nocturnos del bosque—. Y a veces... ecos del mañana.

Ryuusei miró el agua oscura. Esta era su primera conversación real y privada con el Sabio Arcano. Había esperado este momento.

—Vine a buscar sabiduría, Arkadi —dijo Ryuusei. Su tono era directo, sin pretensiones—. He... oído que usted ve cosas. Que sus sueños... no son solo descanso.

Arkadi sonrió ligeramente, una expresión que no llegó a sus ojos.

—Ah, los rumores vuelan incluso en los rincones del mundo, ¿eh? —murmuró—. Sí. Mis sueños... a veces son... más que sueños. Son ventanas. Fragmentos del tapiz que se teje sin descanso. Visiones. Profecías, si quieres ponerles un nombre grandilocuente.

Dirigió su mirada a Ryuusei. —Supongo que por eso me buscaste. El líder pragmático... buscando respuestas en el éter. ¿Tus propios sueños son inquietos, muchacho?

Ryuusei dudó un instante. No le gustaba admitir vulnerabilidad, ni siquiera en algo tan inasible como los sueños. Pero últimamente había estado soñando cosas extrañas, combinada con la sensación de que Arkadi compartía esa misma visión (o parte de ella), lo impulsó a la honestidad.

—Mis sueños... a veces muestran cosas —dijo Ryuusei, evitando la palabra "profético" para sí mismo—. Pero son confusos. No los entiendo completamente. Sin embargo... sé que usted ve con más claridad. O ve cosas diferentes. He oído... cosas. Sobre el futuro. Guerras. Seres... que no deberían existir.

Hizo una pausa, el peso de las revelaciones de Lara cerniéndose sobre él. —Quiero que me hable de sus sueños, Arkadi. De lo que ha visto. De su sabiduría sobre estas... profecías. Necesito entender a qué nos enfrentamos.

Arkadi se giró para mirar a Ryuusei. Sus ojos, antiguos y profundos, parecían contener la sabiduría y el cansancio de las eras que había vislumbrado. Respiró hondo, el aire del bosque llenando sus viejos pulmones.

—Sentado junto a esta laguna, joven líder... es un buen lugar para hablar de lo que yace bajo la superficie —dijo Arkadi—. Tanto en el agua... como en el tiempo. Mis visiones... no son un regalo cómodo. Son cargas. Ecos de dolor por venir.

Comenzó a hablar de sus sueños. Su voz, baja al principio, creció en intensidad al describir las imágenes que plagaban su descanso.

—He visto la Tierra del Sol Naciente... bañada en sangre —dijo Arkadi, sus palabras pintaban un cuadro sombrío —. Ciudades en ruinas, héroes que caen como marionetas rotas. He visto tu máscara, Ryuusei... una sombra danzando entre la carnicería. Es la Guerra de los Marginados. Una declaración brutal al mundo. Y será... muy sangrienta.

La descripción coincidía con el objetivo inmediato de Ryuusei y el tono que buscaban. Arkadi continuó, sus visiones avanzando más allá de la guerra inicial.

—He visto cielos que se abren... y cosas que no pertenecen a este mundo descienden con sed de venganza —dijo, aludiendo al ser espacial —. Un poder... frío y ajeno. Buscará algo. O a alguien. Y arrasará todo a su paso.

La imagen de una amenaza cósmica añadió otra capa de peligro al futuro.

—He visto el encuentro... con alguien... diferente —continuó Arkadi, y sus ojos parecieron brillar con una luz arcana—. Más joven que tú. Pero... una fuerza que te superará. Alguien que caminará a tu lado... y de quien nacerán... hijos. Hijos con la fuerza de muchos dioses. Un linaje que podría... cambiarlo todo.

Esta visión coincidía con la profecía de Lara sobre la chica más fuerte y la descendencia. Era un vistazo a un futuro personal para Ryuusei, entrelazado con el destino del mundo.

—Y he visto... la culminación —dijo Arkadi, su voz cargada con el peso de la visión más grande—. Una batalla de una magnitud que hará temblar los cimientos de la realidad. Dos seres montados en dragones colosales. Poderes divinos desatados. Es la Guerra del Castigo Divino. El cielo... arderá. Y solo uno... quedará en pie. Después de eso... un largo suspiro. Trescientos años de paz. Un ciclo completado.

Las profecías de Arkadi se alineaban notablemente con las de Lara. Eran fragmentos de un futuro épico y aterrador.

—Y en todo esto... —Arkadi pausó, su mirada se volvió melancólica—. Veo a otros caer. Aliados. Enemigos. El precio del destino... es alto. Veo... mi propio final. Una luz suave. Alguien... especial.

La profecía de la propia muerte de Arkadi resonó en el silencio de la noche, haciéndose eco de la visión de Lara sobre su propia partida.

Ryuusei escuchó cada palabra. No con miedo paralizante, sino con una seriedad sombría. Sus propios sueños dispersos, las advertencias de Lara, y ahora las visiones claras de Arkadi... todo pintaba un futuro brutal y lleno de conflictos de escala cósmica.

—¿Qué significa todo esto, Arkadi? —preguntó Ryuusei. No buscaba consuelo, sino comprensión estratégica—. ¿Son inevitables? ¿Podemos cambiarlos?

Arkadi suspiró de nuevo. —El destino es como un río, joven líder. Puedes nadar contra la corriente... o dejarte llevar. Puedes intentar desviarlo... pero a menudo, el río encuentra su camino. Las visiones... son advertencias. Puntos en el mapa. Te muestran lo que podría ser. O lo que será si no se altera nada. La sabiduría... reside en cómo navegas esas aguas. Cómo eliges luchar. O cuándo eliges adaptarte.

Miró a Ryuusei, sus ojos penetrantes. —Tu camino... es central para muchas de estas visiones.

Eres un punto de inflexión. Una anomalía. Tu Operación... es una fuerza que puede... empujar el río en una dirección. Pero no puedes controlarlo por completo. Prepárate para el dolor, Ryuusei. Las profecías... a menudo requieren sacrificios terribles para que se cumplan... o para que se eviten.

La conversación continuó por un tiempo más bajo la luz de las estrellas, Arkadi compartiendo más matices de sus visiones y su filosofía arcana, y Ryuusei absorbiendo cada palabra, sopesando las implicaciones para él y para su equipo. La noche, que había comenzado con la quietud del bosque, ahora estaba cargada con el peso del destino.

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