Hay voces que susurran; que se desvanecen en la nada como las luces verde neón de las firelights. Así mismo, los gritos de un niño resuenan en las profundidades de un oscuro lugar, un lugar donde la sangre salpica incesante, agonizante y dolorosamente.
Las luces parpadean, una y otra vez. Los gritos aumentan y las lágrimas se derraman.
Al final, la muerte lo abrazó para llevarlo lejos de su sufrimiento. Cuando eso pasó, Midas abrió los ojos. Se encontró al lado de la fogata, respirando con dificultad. El sudor frío le cayó por la frente en el momento que se sentó para tomarse un respiro y la luz tenue de la fogata le iluminó el rostro. En ese momento, un par de lágrimas cayeron por su rostro y un dolor agudo y punzante le envolvió el cuerpo entero.
Ese dolor todavía se sentía real, tanto que fue suficiente para que él dejara salir algunas lágrimas. Fue una pesadilla horrible. No… Eso era más que una pesadilla. Se trataba de un recuerdo.
De repente, se escuchó algo cerca que interrumpió la expresión perturbada que Midas tenía en la cara.
—Jejeje… Hm…—Era Briar, durmiendo plácidamente al lado de una roca. Ella estaba acostada en el suelo y se reía como si nada importara. Esa risa calmó un poco los nervios de Midas.
Aún estaba oscuro, la luna estaba en su punto más alto y el frío viento empujó el cabello de Midas.
Ha pasado ya un tiempo desde que tuve ese sueño… Midas miró al suelo, con los ojos apagados. Los gritos aún resonaban en su mente y el dolor punzante lo molesto un poco. Al agachar la mirada, Midas notó que la cicatriz en su pecho se había hecho más pequeña y que ese extraño color gris seguía allí, es más, se había extendido unos dos centímetros más por encima de su piel. Tal vez recordé ese momento porque Briar dijo el nombre de esa persona. Vlad… Vladimir…
Con un suspiro, se levantó del suelo. Sus manos atadas y su cabello largo que cubría su rostro le hacían parecer un loco que merodeaba por el bosque en la noche.
—Ya no importa. Yo ya no estoy en ese lugar. No volveré a ese lugar…—cerró los ojos con fuerza, mentalizando su deseo y fundiéndolo con hierro en su mente.
Su único objetivo permanecerá en su mente. Se ha liberado de su prisión. La tristeza no es una opción. Creció como un hombre solitario en una celda así que en este momento actuará como tal. Hace ya mucho tiempo dejó de ser un niño, es tiempo de ser más fuerte…
Cuando terminó de mentalizarse, Midas se sentó en el suelo junto a la fogata y miró a Briar en silencio. Pasaron algunos minutos así, lo que al final hizo que él se diera cuenta de que no podía dormir.
—No sé cómo puedes dormir tan tranquila… Ninguna de las muertes que provocaste se han vuelto pesadas para ti, a diferencia de mi.
La diferencia entre los dos seguía ahí…
***
Al día siguiente, Midas y Briar se encaminaron para subir una montaña. Era más rápido subir y bajar la montaña en lugar de rodearla. Con todo preparado, la fogata apagada y los rastros que dejaron borrados, estaban listos.
Caminaron entre una senda rodeada de árboles. El sol está abrasador esta mañana, por lo que sentir mucho calor era lo normal. De hecho, Midas estaba sudando a mares mientras caminaba. Con Briar pasaba lo contrario. Ella seguía tan fresca y amigable como siempre.
—Dar patadas es así como uno de mis talentos. Te sorprendería las cosas que puedes aprender a hacer con los pies cuando tienes las manos ocupadas.
—Huh, ¿en serio? Porque creo que me pasa lo mismo. Aunque patear cosas no es lo mío.
—Si pudieras aprender a pelear, sería algo muy bueno, Midas. No solo podrás patear a tus enemigos, también podrás defenderte de los animales salvajes. Hasta podríamos pelear juntos contra todo lo que se nos cruce, como algo que los verdaderos amigos hacen.
—Yo tengo mi propia especialidad. No me hace falta pelear cuerpo a cuerpo.
—¿Hablas de tu magia? ¿Qué tiene de bueno tener magia si no puedes usarla?
Midas frunció el ceño. —No es que no pueda usar magia, es solo que mi magia es… inestable.
Eso era una mentira. Midas es inestable, no su magia. La magia de este tipo era perfecta y misteriosa a su modo, sin embargo, debido al trauma que él se llevó hace diez años, cada vez que se ve las manos e intenta liberar su magia, los recuerdos de las personas solidificadas en oro regresaban.
—Hm… Qué complicada es la magia. Una vez leí un libro que tenía muchos garabatos chistosos y de repente me sentí más poderosa. Creo que fue después de eso que aprendí que, lanzando el hemolito a algo, podía salir volando en esa dirección.
—La cosa que le hiciste al vendedor de pergaminos…
Midas no quería recordar eso, pues fue una escena tan gráfica que sintió que iba a vomitar.
—Si. Eso mismo. Ya sabes. Tal vez, si lees uno de esos libros raros, puedas aprender a controlar tu magia, o tal vez puedas aprender nueva magia. Yo no soy una bruja ni nada parecido así que no podría recomendarte nada.
—... Aprender…—pensativo, Midas apresuró el paso.
—Así que, ¿cómo supiste que podías usar magia?
Interesante pregunta. Midas no hubiera sido traído a Noxus si no fuera un hombre de magia. ¿Cómo descubrió Midas que el maná fluye por su cuerpo? La respuesta era fácil, realmente.
—No es que yo haya sabido de mi magia de buenas a primeras. Cuando tenía ocho años, unos idiotas me encerraron en una caja para reírse de mí. Mi hermana apareció y les pateó el trasero, obviamente. Cuando ella me ayudó a salir de la caja fue donde tuve mi primer acercamiento a la magia. Y… existen dos versiones de la historia. La mía y la de mi hermana. En mi historia, yo sentí que algo estaba iluminando la caja, pues en ese entonces le temía a la oscuridad. Creí que era una especie de artefacto que los de Piltóver tiraron a la basura, pero mi hermana vio algo diferente. Cuando ella me sacó de la caja, me dijo que había una pequeña bola de luz siguiéndome. La luz se apagó cuando salí de la caja. No sabía que eso era magia hasta un tiempo después.
—Entonces, ¿esa luz era tu magia?
Midas se quedó callado, recordando lo que pasó después. —Se supone que así era, pero…
Una imagen pasó por su mente. La expresión que tenía Maissa cuando eso pasó. En esa época, Midas no entendió la expresión en el rostro de su hermana. Ahora que lo recordó, él pudo ver la preocupación y el miedo en el rostro de esa chica.
—¿Pero?
Midas negó. Con un suspiro respondió. —Olvídalo. Dejemos el tema para después.
—¿Qué? Pero yo quería saber.
—Te lo diré otro día. Continuemos con el viaje. A este paso tardaremos muchísimo más en llegar a Zaun así que debemos concentrarnos. Ahorra tu energía. Conseguiremos algo de comer cuando el sol esté en su punto más alto.
—Oh, comida. Tu sabes lo que me gusta.
—Si… Claro…
***
Pasaron tres días hasta que pudieron subir la montaña. Recorrieron la cima por dos días más hacía el este cazando animales y aves pequeños para comer. Aprovecharon el agua de las constantes lluvias para hidratarse y la sombra de los árboles para descansar. En este breve lapso de tiempo, hubo dos ocasiones en las que Briar casi mata a Midas. Briar no puede controlar del todo el tiempo en el que pierde el control. Ella sigue diciendo "Yo decido cuando pierdo el control", pero era justo eso lo que casi mata a Midas en esas dos ocasiones.
Imagina a Midas, un hombre delgado y débil, corriendo entre los árboles mientras una loca con cara de monstruo lo persigue. Realmente fue horrible para Midas, pues no ha podido dormir bien por culpa de eso. Él ha tenido algunas pesadillas al respecto.
Hubo muchos momentos parecidos que no merecen la pena ser mencionados. La vida de estos dos en los últimos días se basaba en caminar, comer y dormir. De vez en cuando había una que otra cosa que Briar hacía que provocaba una leve sonrisa en la cara de Midas. Está ese momento en el que Midas miró una fruta silvestre en un árbol, pero que no pudo alcanzarla debido a que sus manos estaban atadas. Briar aprovechó eso y le dio una poderosa patada al árbol, haciendo que la fruta cayera. Midas estaba sorprendido y, al ver a Briar celebrando el poder de su patada, él sonrió como si ya estuviera acostumbrándose a tener una amiga.
Al cuarto día, por la mañana, el paisaje en las alturas cambió. Una vasta extensión de agua llena de vida se mostró, una playa y un asentamiento costero en las faldas de la montaña.
—¡Mira, Midas! ¡Es el mar! ¡Jajaja! ¡Es enorme!
Briar saltó apuntando el mar con su afilada uña y Midas observó el océano con nostalgia.
Después de recordar las aguas cercanas a su ciudad natal, Midas se arrodilló en el suelo y con dificultad sacó el mapa. —Estamos cerca de la llanura de Rokrund. Cerca de aquí hay tres asentamientos costeros: Qualthala, Rokrund y Stonewall, siendo el tercero el más lejano. Aunque ahora estemos más cerca de Zaun y Piltóver, seguimos en territorio noxiano así que no podremos acercarnos a los asentamientos. Si alguien que sepa de nosotros nos ve, nos meteremos en problemas y los soldados que están por aquí vendrán a cazarnos.
—Pero eso es muy aburrido. Seguimos caminando sin parar, día tras día. No hay nada de malo en visitar a la gente..
—¿No oíste lo que dije? Somos fugitivos, experimentos que escaparon del laboratorio. A menos que salgamos de Noxus, tenemos prohibido acercarnos a otras personas. Además, ya es una suerte que no nos hayan atacado ladrones en el camino, es mejor mantenernos al margen.
—A veces pienso que eres el rey de lo aburrido.
Cansado por la insistencia de Briar, Midas guardó el mapa y suspiró cansado. Había muchas cosas para hacer, pero ambos deben bajar de la montaña sin alertar a los lugareños y así entrar al territorio de Piltóver. La mejor opción era ir por el mar, pero las costas de esta parte del mundo siguen siendo de Noxus.
—Aah… Sé que es aburrido, pero no tenemos otra opción. Sería mejor ir a Rokrund y conseguir a alguien que nos lleve cruzando el mar en dirección a Piltóver en barco, pero eso cuesta mucho dinero y, como te dije antes, somos fugitivos.
—Eso no nos impide hacer lo que queramos. Vamos, Midas, no seas un gallina. ¿Cuántas veces estuvimos a punto de morir de camino acá?
—¿Tu? Dos veces. ¿Yo? Cinco veces, y la mayoría de esas fueron tu culpa.
—Jajaja. Es que no sabía cuando parar. Pero lo que importa ahora es lo que vamos a hacer. Ahora mismo iremos a una de esas ciudades y conseguiremos un barco. ¡Cruzaremos el mar, marinero!
La idea era buena, si, pero Briar no entendía lo riesgoso de esto. Si bien pueden jugarse la vida yendo a una de las ciudades, rezando para que nadie sepa sus identidades, eso no les asegura que saldrán de ahí sin levantar sospechas.
Mientras Briar ve a Midas, el hombre está pensando seriamente en esto. Podrían acortar mucho el camino si van en barco, pues ese viaje de un mes podría ser reducido a una semana más en altamar.
—Tú puedes, Midas. Yo te cubriré la espalda, te lo prometo. Te protegeré como tu lo hiciste conmigo en ese momento.
—¿Ese momento?
Briar asintió y Midas levantó las cejas recordando la pelea contra Darius. La derrota aberrante que este hombre y Briar recibieron no tenía sentido, al menos no para estos dos tontos. Eso fue algo que Midas a veces recordaba. De hecho, él piensa que jamás va a poder olvidar el dolor de ser golpeado con el filo de un hacha en el pecho. Sin embargo, a pesar de las consecuencias, Midas se lanzó al ataque sin dudarlo solo para proteger a Briar.
—Fue genial… Aunque eres jodidamente débil y no lograste hacer nada. Pero tu sangre nos ayudó a escapar.
—... Si… Ya es algo…
La vergüenza se encendió en el corazón de Midas. Él intentó actuar como un héroe para salvar a una chica solo porque le recordaba a su hermana mayor. Decir que eso era más que un simple acto de egoísmo era poco.
Pero en ese momento intentó ser alguien que no es, algo muy diferente a lo que él siempre ha hecho… Eso era más que simple egoísmo, ¿no?
—Entonces cállate y vamos a por un barco.
…
…
Esta mujer es terriblemente testaruda… Al borde del colapso y sabiendo que Briar podría matarlo en cualquier momento, Midas aceptó ir a por un barco. El objetivo es Rokrund. Si los dos parten desde ese lugar, podrían llegar a Piltóver más rápido de lo que se esperaba en un comienzo, pero como siempre, el camino no será fácil. En este momento, un extraño ser del tamaño de cuatro barcos de carga se mueve en las aguas cercanas a Noxus. Sus ojos brillan con un púrpura misterioso y está completamente hambriento.
—Cuando consigamos un barco, llegaremos a tu casa tan rápido, que no te dará tiempo a darte cuenta. Ah. Y cuando lleguemos, quiero comer algo de la comida de tu ciudad.
—Si, si. Eso haremos…