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Chapter 21 - Curchacos

Son esas cosas asquerosas llamadas Curchacos decía Pax en su mente.

—¿Qué son los Curchacos? —dijo una voz.

—Ah, eres tú, Golden dijo Pax.

—Vaya, fue buena idea después de todo colocar un enlace psíquico solamente contigo —indicó Golden.

—¿Qué son esas cosas a las que nos enfrentamos exactamente, Pax?

—Bueno, los Curchacos son insectos parecidos a las cucarachas. Botan una sustancia viscosa que deja inmóvil a su objetivo para capturar presas destinadas a alimentar a su reina. Trabajan como una colmena, tienen seis patas, ojos rojos llenos de furia y unas antenas con las que se comunican. Además, son atraídos por objetos brillantes. Son pequeños, pero increíblemente fuertes.

—Eso es asqueroso —indicó Golden, arrugando la nariz—. Parece una aberración de la naturaleza, como los monstruos anteriores.

—Lo es —respondió Pax con gravedad—. Fueron creaciones fallidas de mi jefe, Tejod.

—¿Y cómo los vencemos? —preguntó Golden.

—La única forma de derrotarlos es acabando con la reina. Sin reina, no hay Curchacos.

—Excelente. Entonces Paltio debe acabar con esa cosa.

—Pues buena suerte con eso —indicó Pax, tratando de cruzarse de brazos, pero no podía por estar inmóvil.

—¿Por qué? —preguntó Golden, levantando una ceja.

—Porque la reina está fuertemente protegida y sigue produciendo más de estas criaturas sin parar. Su instinto es expandir territorio con sus crías hasta dominarlo todo.

—Eso suena interesante —dijo Golden, con una leve sonrisa—. Bueno, el chico podrá hacerlo. Paltio puede con esa cosa. Solo dime dónde estás.

—En una cueva. Y aquí están todos, incluso los amigos de Paltio. Si quieres rescatarlos, debes hacerlo ya. Ya van a darles de comer a la reina.

—De acuerdo. Paltio estará ahí, y verás que los salvará. Nos vemos pronto —indicó Golden con seguridad.

Mientras tanto, Pax pensó para sí mismo: Aquí estamos condenados. Moriré aplastado bajo las patas de un insecto.

En tanto esto pasaba...

Golden le comunicó a Paltio lo que les esperaba y que todos estaban atrapados en una cueva brillante.

—Qué bien —dijo Paltio, intentando sonar optimista.

—Pero… —añadió Golden, dejando la frase suspendida.

—Pero ¿qué? —preguntó Paltio, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

—Deberás vencer a la reina. No será una tarea fácil, pero tú puedes hacerlo, muchacho. Suerte.

—¿Cómo que "suerte"? ¿No me vas a ayudar? —protestó el chico.

—Claro que sí, seguro —respondió Golden con sarcasmo—. Además, no me queda otra opción. Estoy adherido a ti.

—Bien. Regresemos por este camino.

Caminaron de regreso hacia donde estaban las carrozas. Golden le indicó a Paltio que apagara su luz.

—Pero ¿cómo voy a ver? —preguntó Paltio, confundido.

—Tranquilo, tengo todo preparado —dijo Golden, sacando nuevamente a Toco-Toco del holograma. Pero esta vez, el gato no salió solo: llevaba puesto un collar con una correa.

—¡Qué denigrante! —exclamó el gato al ver aquello en su cuello.

—Bueno, como casi dejas caer al príncipe desde lo alto, ahora tendrás tu castigo, Toco-Toco. Serás el gato lazarillo del príncipe —indicó Golden, señalando al felino con gesto severo—. Dale la correa al príncipe.

El gato entregó la correa a regañadientes, y Paltio la tomó con algo de vacilación.

—Bien, muchacho, sigue mi voz y no te apartes de mí —dijo el gato en tono serio, colocándose sobre sus cuatro patas.

Ambos caminaron por el extenso bosque hasta llegar a lo que parecía una especie de cueva.

—Es aquí —indicó el gato, activando su ojo rojo para iluminar la entrada.

Ahora deben ir con cuidado. Recuerda, Paltio: debes acabar con la reina si quieres recuperar a tus amigos, le indicó Golden.

—Bien —dijo Paltio, apresurándose con Toco-Toco hacia la entrada.

Antes de llegar, Toco-Toco detuvo al chico.

—Espera un momento. Déjame inspeccionar el área. Volveré enseguida.

El felino salió disparado como un relámpago y pronto divisó a los amigos de Paltio. Sin embargo, también notó que los Curchacos estaban sacando a los aldeanos de las paredes, haciéndolos rodar como rocas hacia una especie de habitación central.

Toco-Toco regresó rápidamente y le informó a Paltio:

—Aquí están tus amigos, y no solo eso: ya sé dónde está la reina. Pero será mejor que nos apuremos, miau —dijo el gato, moviendo nerviosamente la cola.

Paltio tragó saliva y se aferró con fuerza a la correa de Toco-Toco. Entraron por un pasadizo que el gato había descubierto previamente. Caminaron por el angosto túnel hasta llegar a una cámara iluminada por una luz tenue. En el centro, algo enorme y brillante llamó su atención.

De pronto, varios Curchacos se acercaron a la cosa brillante y exclamaron:

—¡Despierte, despierte, Su Majestad! Es hora de comer.

La criatura comenzó a moverse lentamente. Era un monstruoso Curchacos, pero diferente: en lugar de dos antenas, tenía una larga y alargada en el centro de la cabeza, similar a un látigo. Además, poseía unas alas translúcidas que emergían de su espalda y un aguijón venenoso en la punta de su cuerpo, del cual nacían nuevos Curchacos.

—¿Crees que podremos contra esa cosa? —preguntó Paltio, tragando saliva nuevamente.

—Bueno, eso es tu rollo —respondió Toco-Toco, soltándose de la correa—. Ya puedes soltarme; aquí hay suficiente luz.

—Vamos, gatito, ayúdame —insistió Paltio.

—No, oh… —protestó el felino, cruzando las patas.

—Vamos, Toco-Toco. Ayúdame; debemos salvar a mis amigos. Además, ya puedes quitarte ese collar. A Alita y Ron les pareceres, encantador con eso —dijo Paltio, intentando convencerlo.

—¡Ni me los menciones! —gruñó el gato, colocándose sobre sus patas traseras mientras se tocaba el mentón con una pata delantera—. Está bien, te ayudaré, príncipe, pero quiero que tu mayordomo me prepare carne como la otra vez. ¿Tenemos un trato?

—Sí, creo que eso se puede arreglar. Trato hecho —indicó Paltio, extendiendo la mano para sellar el pacto.

En ese momento, la reina despertó completamente y bostezó, haciendo temblar toda la cueva. Miró a dos de sus súbditos y ordenó:

—Tráiganme comida. Es hora de crear más Curchacos para dominar este lugar y hacer pagar a ese Tejod por desecharme.

La reina se acercó a uno de los huevos que contenían a una persona y lo devoró de un solo bocado. Instantes después, de su aguijón surgió un nuevo Curchacos, retorciéndose antes de caer al suelo.

—Bien, es ahora o nunca —pensó Toco-Toco, saltando directamente al pecho de la reina y clavando sus garras profundamente.

La reina rugió de dolor y agitó su cuerpo frenéticamente.

—¡Qué cosa es esta! ¡Guardias, acaben con esa criatura!

—Bueno, chico, es tu turno —indicó Toco-Toco, lanzándose nuevamente hacia el pecho de la reina para distraerla—. ¡Adelante!

Oye, ¿qué haces? ¡Íbamos a atacarla juntos, gato tonto!, le recriminó Paltio al ver que Toco-Toco saltaba y daba una elegante voltereta en el aire.

—¡No sin antes he de decirte que me llevaré a sus guardias! El resto dependerá de ti, joven príncipe —respondió el felino con una sonrisa arrogante antes de desaparecer perseguido por los Curchacos.

El gato logró distraer a todos los Curchacos del lugar, llevándoselos tras él mientras la reina rugía furiosa:

—¡Vayan tras esa cosa horrenda! ¿Cómo osa hacerme daño? —exclamó la reina, cuyos ojos rojos brillaban con ira mientras agitaba su cuerpo gigantesco.

—Bueno, chico, es tu oportunidad de enfrentarla tú solo —indicó Golden desde la mente de Paltio.

—Pero ¿cómo lo hago? ¿Con qué? —preguntó Paltio, tragando saliva nerviosamente.

—Solo ve y enfrenta a la reina —respondió Golden con firmeza.

Sin pensarlo demasiado, Paltio tomó una piedra del suelo y se la lanzó a la cara a la reina. La criatura rugió de dolor y sorpresa.

—¿Y tú quién eres? ¿Cómo osan hacerme daño dos veces en el mismo día? —bramó la reina, furiosa, mientras clavaba sus ojos llenos de odio en Paltio—. Si no atrapan a esa cosa, tú pagarás por los dos lo decía por Toco-Toco.

La reina extendió su antena hacia donde estaba Paltio, moviéndola como un látigo letal.

—Bueno, chico, creo que es tu fin —indicó Golden con tono preocupado.

Pero en ese preciso momento, Paltio sintió cómo su corazón latía con fuerza. No podía rendirse ahora. Respiró hondo y dio un paso adelante, decidido a enfrentar a la criatura que amenazaba con destruirlo todo.

Mientras la reina volvía a lanzar su antena látigo hacia Paltio.

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