LightReader

Chapter 2 - Capítulo 2: Nacer Dos Veces, Morir Ninguna

Cuando nació en este nuevo mundo, Kael fue abandonado como un trapo viejo. Lo dejaron envuelto en una manta rasgada en los escalones de un edificio deteriorado, oculto entre las sombras de un callejón de mala muerte. Fue recogido por una mujer de aspecto severo que lo llevó a lo que parecía un orfanato… pero no lo era. Era una casa de subasta de niños. A los ojos del mundo, ese lugar era un refugio para huérfanos. Pero en realidad, cada niño era una inversión. Los "cuidadores" no educaban, ni alimentaban por bondad; lo hacían para venderlos al mejor postor.

Kael, sin embargo, no era un niño ordinario.

Los niños mayores desaparecían sin regresar. Las palabras de los adultos se volvían más codiciosas cerca de los compradores. Y cuando comenzó a ver cómo se preparaban documentos con nombres falsos y sellos ajenos, supo que estaba en peligro.

Había encontrado, en medio de los desperdicios, componentes rotos, piezas de relojería desechadas, fragmentos de mecanismos oxidados. Por la experiencia, su mente entendía cómo unirlos. Con un trozo de alambre, una tuerca y una bobina arruinada, fabricó una cerradura que abría casi cualquier puerta del lugar. Con más materiales robados, creó una especie de pistola de impulso que funcionaba con aire comprimido. Simple, pero funcional. Así, a los cinco años, escapó en una noche de lluvia.

Robó algo de dinero del fondo oculto del orfanato antes de huir. Dinero que debía usarse para "trámites" de venta, y que no extrañarían hasta días después. Con ese dinero, llegó a la República de Alzer.

Era un niño sucio, con una bolsa de tela y una mirada que pesaba como si llevara más años vividos que la mayoría de adultos.

Durante un tiempo, vivió con relativa tranquilidad. Compró comida, alquiló una cama barata en un almacén de mercaderes, compraba materiales para sus proyectos, observaba y escuchaba en las calles. Pero el dinero no duró. Era su primera vez siendo libre, y con esa libertad vinieron errores. No sabía presupuestar, ni entendía del todo el valor de las cosas en este nuevo mundo.

Kael sabía que su intelecto lo distinguía. Podía ver una trampa y saber cómo desactivarla, leer el patrón de movimiento de un reloj y entender su lógica. Pero eso no bastaba para sobrevivir. No tenía fuerza física, ni aliados, ni un apellido. Las armas que había creado con los materiales que encontraba eran funcionales, pero primitivas. Apenas servían para intimidar a ladrones de poca monta. Y construir mechas, su verdadero sueño, aquellas máquinas de guerra que había imaginado incluso en su vida pasada, era imposible. Costaban fortunas. Necesitaban metales que jamás vería como plebeyo.

Su vida pasada fue igual de cruel. Desde niño, fue secuestrado por una organización que lo utilizó como sujeto de pruebas. Su cuerpo fue marcado, modificado, su mente exprimida hasta el límite. Durante años, vivió en un laboratorio subterráneo, sin luz solar, sin afecto, solo números, ecuaciones, planos. Creó maravillas sin saber si algún día vería el cielo. Cuando el mundo por fin lo reconoció, ya era demasiado tarde: los gobiernos, temerosos de su potencial, lo encerraron. Le quitaron todo. Y cuando vieron que no podían controlarlo más, lo envenenaron. Murió solo, en su celda, con tinta en los dedos y rabia en el corazón.

Por eso, cuando renació en este mundo, decidió vivir diferente. Hacerlo bien.

Pero la tranquilidad no duró.

Una tarde, mientras trataba de conseguir algún tipo de trabajo para ganar unas monedas, fue abordado por un grupo de señoras nobles. Sonreían como serpientes, con vestidos caros y ojos que miraban a una presa. Querían "adoptarlo", o eso decían. Pero Kael sabía leer las intenciones. Y cuando se resistió, los guardias que las acompañaban intentaron capturarlo. Corrió, huyó por callejones y mercados, dejando atrás la multitud, el ruido, la civilización.

Agotado, temblando, con los pulmones ardiendo, se recargó contra una pared de piedra… y cayó hacia dentro.

Lo siguiente que vio fue blanco absoluto. Una habitación sin eco, sin sombras, sin ruido.

Al fondo había una cubo celeste que brillaba.

Kael, confuso pero guiado por una intuición extraña, se acercó. Extendió la mano. En el momento en que sus dedos tocaron el cubo, este pulsó con energía.

Una esfera rosa surgió del interior, flotando frente a él. Su superficie era cristalina, casi viva. Entonces, una voz suave y femenina habló en su mente.

"Reconocimiento completado. Activando protocolo de asistencia. Bienvenido, Kael."

Y así, conoció a S.E.R.A.

More Chapters