LightReader

Chapter 3 - Capítulo 3

LEONARDO.

 

—Trata de hombro, el brazo no es problema ahora —le dije a Pleto.

 

—Está bien, pero te advierto que el dolor en el brazo te llegará cuando la adrenalina acabé —advirtió y yo solo asentí.

 

Selene entro a la carpa médica, mirándome fijamente, —¿Cómo estás? —Me preguntó.

 

—Herido y jodidamente enojado, ¿Cómo ocurrió este ataque? 

 

—La central dijo que fue una trampa, y que los soldados de ahora sin la fuerza real y los antes solo eran para desgastarnos. 

 

Sentí palpitar una vena en mi ceja del enojo, pero un piquete de Pleto en mi hombro me hizo reaccionar. 

 

—Con esto puedes volver a tu lugar, solo asegúrate de no recibir otro disparo, que Cherry va a llorar de nuevo—. Pleto golpeó levemente mi hombro mientras Selene y April me ayudaban con el vendaje. 

 

—¡Selene, seis convoyes se dirige hacia acá! —Informo Hexa. 

 

—Vamos para allá, ¡Preparen las armas pesadas! —Ordenado Selene mientras salía de la carpa médica. 

 

—¡Jackal y Cherry, preparen los dulces, voy para con ustedes, hay que jugar, —dije por el comunicador, mirando el bosque alrededor de la base y abajo de la montaña estaba la ciudad.

 

—Sensei dame direcciones.

 

—Sigue a medio kilómetro en la misma dirección en la que vas, solo ten cuidado, hay minas rodeando el lugar —advirtió.

 

—Gracias, dales mi posición a Jackal y Cherry para que sepan de desde donde llegare en unos minutos —baje por un cúmulo de rocas, dando un santo y una vuelta en el suelo, con la herida del brazo, hombro y pierna latiendo. 

 

Se escuchó el clic del arma detrás de unos árboles.

—No mientras estoy aquí inútiles —dije mientras apuntaba mi arma a los árboles y disparé a quemarropa, del árbol cayó uno de cabeza y otros dos al fondo.

 

—Tu eres el inútil aquí —hablo una voz femenina, fría y sádica.

 

Voltee hacia atrás y una mujer rapada me apunto con su arma, su dedo en el gatillo lista para disparar mientras yo apenas pude reaccionar y su cabeza de movió bruscamente y cayó al suelo, muerta.

 

—No te detengas, Leto, te cubro desde aquí —escuché la voz de Camila en mi oído.

 

—Gracias, linda —dije mientras me movía de nuevo, tres más aparecieron, disparé a tiempo, pero una bala me rozo la pierna, pero no me hirió, otra bala justo en el blindado del chaleco cuando una bala claramente de camilla de llevo la cabeza de uno de ellos.

 

—¡Leto! —Grito Cherry, cuando me vio caer sobre uno de esos tipos y disparándole en la cabeza, —Cherry, los dulces —dije mirándolo rápidamente.

 

Notando que tiene una herida en su costado izquierdo, —bueno, no fui el único herido hoy —la ironía saliendo de mi con naturalidad.

 

—Aquí están, llévalos, te cubro desde aquí —me entrego la mochila con explosivos, —ten cuidado, los árboles que tiene marcas azules significan que tienen minas enfrente, así que con cuidado virgen—. Me palmeó justo en el hombro donde me dispararon.

 

—De acuerdo, tarado, solo ten cuidado, te vez pálido —dije antes de alejarme.

 

—Sensei, puntos.

 

—A tus tres, doce, ocho, una y once. Esas son las ubicaciones donde los mierdas vienen, así que dales una probadita de tus dulces, Leto. 

 

—Date por bien servida querida. 

 

Me moví más rápido, mirando los árboles con detenimiento, buscando los árboles marcados y por suerte no había ninguno. 

 

—¡Leto! —La voz de Raúl me detuvo. 

 

—¡Raúl! —Dije yendo hacia él, tenía la pierna derecha herida y su abdomen sangrando.

—Si estás así significa que son numerosos o muy buenos —dije mientras lo analizaba y lo ayudaba a sentarse, me quité algo de vendajes innecesario y se la puse en la pierna.

 

Hice presión mientras Raúl cerraba los ojos y apretaba los dientes. Lo que me provocó una risa, —Duele, ¿verdad? —Pregunté con diversión. 

 

—Cállate niño, no es la primera vez que me pasa —dijo algo enojado y nervioso. —A mí tampoco me paso por primera vez, pero no me ando burlando como tú. 

 

—Dime la situación. 

 

Raúl suspiró cansado.

 

—Son al menos cincuentas según mis números, pero hay mucha oscuridad así que no logre ver bien, y vienen de diferentes direcciones—. Señaló a la izquierda por dónde el apareció.

 

—Bien, tengo los explosivos, vete de aquí y yo me encargo de colocarlos —le dije dándole un golpe en la pierna, creándole algo de dolor, pero me divirtió verlo así. 

 

—Ten mucho cuidado, Leonardo—. Su voz era sería, y una mi nombre completo.

—Así de seria es la situación—. Afirme sin verlo. 

 

—Vete Jackal, me encargo yo ahora, llévate a Cherry que está más arriba en la montaña, —lo mire antes de darme media vuelta e irme corriendo, aun con la punzada en sus heridas. 

 

Agarré el collar algo oxidado de mi cuello y susurré—: dame fuerza, Luis, la voy a necesitar.

 

Los disparos se escucharon a mí derecha, dándome tiempo para cubrirme con un árbol, —sigan, el soldado 'Spectro' está por aquí, —escuché decir a uno de los hombres que me acaba de atacar.

 

Al parecer me buscan, saben que estoy aquí, y esto, no es coincidencia. Saque una granada de mi bolsillo, quite el seguro y espere, 1 segundo, 2... Escuché pasos, 3... Lance la granada. 

 

—¡Granada! —Grito uno de ellos, pero la granda explotó, causando que una mina estalle al mismo tiempo. 

 

Salí de dónde estaba y disparé, los casquillos volaban mientras las balas impactaban en esos idiotas, escuché pasos rápidos detrás de mí, y me di media vuelta, justo para esquivar a un idiota que casi me apuñala por la espalda, di una vuelta y le golpee la cara con la culata, o eso creo haber hecho, hasta movió su cabeza y esquivo el golpe. 

 

Se movió rápidamente, alzando se brazo izquierdo con el cuchillo y entonces, en un destello instintivo, levanté mi rifle y disparé directo al torso. 

 

El tipo cayó, pero no sin antes dejar una marca: un corte superficial sobre mi abdomen. Respiré agitado, apretando la mandíbula. No podía detenerme. 

 

—Spectro a central, área comprometida. Repito, estoy comprometido. Solicito fuego de cobertura en coordenadas marcadas por Sensei. Voy a colocar los dulces—. Dije entre jadeos mientras buscaba en mi mochila. 

 

—Entendido, Spectro. Mantente vivo, Leto. Ya va camino Silva contigo —respondió Valeria, con ese tono frío que usaba solo en combate. 

 

Me detuve un segundo. Todo el dolor, todo el caos, todo el fuego cruzado. Pero aún podía sentir mi corazón golpeando fuerte, como recordándome que seguía ahí. Vivo. Guerrero. Un jodido Spectro entre sombras. 

 

Me impulsé hacia la derecha, ocultándome detrás de una roca grande, jadeando. Saqué los explosivos de la mochila y comencé a preparar el primer paquete. Mis manos temblaban un poco, no por miedo, sino por la pérdida de sangre. La herida del hombro estaba sangrando de nuevo, pero eso podía esperar. 

 

—Leto, a tu seis, dos hostiles acercándose en patrón irregular, —dijo Sensei en mi oído, con calma casi molesta. 

 

Me giré de inmediato, disparé en ráfaga corta y uno cayó. El segundo corrió a cubrirse, pero no lo dejé. Di media vuelta alrededor de la roca y le disparé en la pierna, luego en la cabeza. 

 

—Explosivo uno colocado, —informé, respirando con dificultad.

 

—Buen trabajo, niño, —la voz de Jackal sonó lejana, quizás ya lo estaban evacuando junto a Cherry. Me alegraba, aunque no lo diría en voz alta.

 

Avancé a rastras por el terreno empinado, buscando el siguiente punto de colocación. El frío de la noche comenzaba a calar, pero lo ignoré. Era solo el ambiente ayudando a recordarme que seguía en el infierno. 

 

Un silbido cortó el aire. Me agaché justo a tiempo para esquivar un proyectil que estalló cerca, mandándome al suelo con los oídos zumbando. 

 

—¡LETO! —La voz era de Camila. Su silueta apareció entre los árboles, disparando hacia los enemigos mientras corría a mí.

 

—Estoy bien... más o menos —alcancé a decir, incorporándome como pude.

 

—Pareces un trapo usado —. Me ayudó a levantarme mientras me pasaba su cantimplora con agua.

 

—Gracias por el cumplido.

 

—Calla y colócala ahí. Yo cubro —. Señaló el tronco viejo donde debía ir el siguiente paquete.

 

Coloqué el explosivo número dos y nos separamos. Camila volvió a la línea de fuego. Yo seguí. 

 

Mi cuerpo comenzaba a flaquear. Las heridas me pesaban, pero no iba a caer todavía. 

—Spectro, —dijo Hexa desde la torre de vigilancia. —Movimientos a gran escala al este. Hay uno… no sé, es más grande que los demás. No es normal. 

 

—¿Qué tan grande? —Pregunté mientras colocaba el tercer explosivo. 

 

—Del tipo que haría llorar al Cherry sin decirle una palabra. 

 

Me detuve. Eso no sonaba bien. 

 

—Valeria, necesito que Moonshade lo vea. Si esto es lo que creo que es… no vamos a tener una noche tranquila. 

 

—Entendido, —respondió Selene enseguida.

 

—Spectro… ten cuidado. Si es lo que creo, no te acerques. Aún no —. Añadió con un dejo de preocupación en su voz.

 

Tragué saliva, observando el oscuro sendero que bajaba hacia el Este. 

 

Un rugido grave y metálico retumbó desde el bosque. 

 

—Ah mierda…— susurré.

Y corrí.

 

El rugido sacudió los árboles como si fueran hojas al viento. Mi corazón se detuvo un segundo, como si mi cuerpo entendiera antes que mi mente el peligro que se acercaba. 

 

Corrí con todo lo que me quedaba en el cuerpo. Cada paso me ardía en la pierna herida, pero la adrenalina mantenía mi mente enfocada. 

 

—Hexa, ¿viste algo? ¿¡Qué demonios fue eso!? —grité por el comunicador.

 

—No lo sé, Spectro. Tiene gran tamaño, pero se mueve como un maldito tanque con patas. Y brilla. Esa cosa tiene blindaje y una puta máscara negra brillante... nunca había visto algo así—, respondió con voz temblorosa.

 

—Moonshade, ¿lo tienes en visual? —Pregunté.

 

—Sí. No es humano... o al menos. Parece modificado, y tiene armas integradas. Está liderando a los demás. No está disparando... está cazando—, Selene respondió con un tono que pocas veces usaba. Miedo. 

 

—Pleto, ¿puedes evacuar a los heridos ahora? —Pregunté rápidamente.

—Estoy en eso, jodido niño. Pero si no lo retrasas, esta base no pasa la media hora—, dijo Stitch mientras escuchaba el zumbido de los vehículos médicos moverse.

 

Me detuve entre los árboles, recuperando algo de aliento, y abrí la mochila con los explosivos. Solo quedaban dos. 

 

—Cherry, ¿Estás con Jackal? 

 

—Sí, sí, lo tengo conmigo. Ya está a salvo, solo un poco adolorido, como siempre. Voy hacia ti—, respondió con esa voz nerviosa pero firme. 

 

—No, tú cúbreme desde donde estás. Necesito que prepares el detonador. 

 

—¿Vas a detonar sin terminar de colocarlos todos? 

 

—No. Voy a terminar, pero si no regreso en cinco minutos, lo haces tú. 

 

Silencio. 

 

—Entendido.

 

Me moví. Más rápido de lo que creí que podía. Salí al claro donde debía ir el penúltimo explosivo, lo clavé en el suelo rocoso y lo fijé al temporizador. Quedaba uno. 

 

Y entonces lo vi. 

 

Bajando lentamente por el borde de la montaña. Una figura enorme, vestida con una armadura oscura, como metal vivo. Su rostro era una máscara negra con un brillo rojo en los ojos. Caminaba como si el terreno no existiera. 

 

El líder enemigo. 

La cosa. 

 

Detrás de él, los demás se movían como sombras, sin ruido, siguiendo su paso.

 

—Moonshade, ¿puedes darle desde tu posición? 

 

—Podría, pero no va a ser suficiente. Esa cosa está hecha para resistir. Necesitamos usar los explosivos. Todos. Incluido el que está cerca de ti. 

 

—Entendido. Voy por el último.

Me giré para moverme, pero una voz sonó desde la oscuridad, justo detrás de mí:

—¿A dónde vas, pequeño Spectro?

 

Me congelé. 

 

Sentí el frío del cañón de un arma tocarme la nuca. 

 

Pero antes de que pudiera hacer algo, un disparo silenciado estalló a mi izquierda. El cuerpo detrás de mí cayó como trapo sin que yo hiciera nada. 

 

—Dije que te cubriría —, la voz de Camila volvió a sonar, y esta vez, más cerca. 

 

La miré brevemente, con una mezcla de alivio y rabia. 

 

—Gracias, linda—, le dije mientras me incorporaba. 

 

—Te debo un trago cuando salgamos de esto. 

 

—Me debes más que uno—, sonreí con dificultad.

 

Corrí hacia el último punto. Ya se escuchaban disparos detrás de nosotros. Ellos estaban cerca.

Muy cerca. 

 

Coloqué el último explosivo y respiré hondo. 

 

—Cherry... ¿me escuchas?

 

—Listo cuando digas, Spectro. 

 

—Dales una bienvenida ardiente. 

 

Y apreté el botón del comunicador. 

 

Las montañas temblaron. 

 

Los árboles se elevaron en llamaradas. 

 

Las minas escondidas detonaron en cadena. 

 

El cielo nocturno se iluminó como si el infierno hubiese abierto la boca para escupir fuego.

Silencio. 

 

Pero algo… algo dentro de mí decía que no había terminado. 

 

—Selene, dime que cayó. 

 

—No lo sé. Hay mucho humo. Pero… algo sigue moviéndose.

 

—¿Qué cosa sobrevive a una emboscada como esa?

 

La voz de Sensei respondió por todos:

—Algo que no quiero enfrentar.

 

El humo se arremolinaba entre los árboles y rocas fragmentadas. Las llamas crepitaban, iluminando siluetas deformes que yacían entre los restos. El zumbido del comunicador se mantenía constante, como un pulso tenso. 

 

—Selene, ¿lo ves o no? —Pregunté, con la voz más baja, más tensa. 

 

—Sí… sí, ya lo veo —respondió.

—Pero, Leto, no… no tiene sentido. 

 

—Habla claro —, exigí.

 

—Es una máquina del infierno.

 

Tragué saliva.

 

La figura emergió entre el humo, caminando como si nada lo hubiera tocado. Las placas de su armadura chispeaban, negras y brillantes, con las marcas de la explosión aun humeando sobre su superficie. El rojo intenso de sus ojos seguía encendido. Más que una simple luz… parecía rabia artificial. 

 

—Cherry, dime que viste eso. 

 

—Lo vi. Y me estoy cagando de miedo. 

 

—Pleto, ¿eso es tecnología humana?

 

—¡Por supuesto que sí, idiota! Solo que eso… eso no es nuestro. Esa ingeniería ni siquiera se parece a lo que hacen en Europa o Asia. Eso parece… hecho a mano. Como si alguien lo construyó pieza por pieza con odio—, gruñó Stitch por el canal. 

 

La máquina se detuvo en medio del claro calcinado. Giró lentamente la cabeza en dirección a mi escondite, y por un segundo… lo juro… sentí que sonreía. No con la boca, claro. Con la forma en que inclinó el rostro, como si dijera—: ¿Eso era todo?

 

—Cherry, necesito que me cubras mientras retrocedo. Esa cosa no se va a detener. 

 

—No, pero yo sí puedo ralentizarla —, respondió, y segundos después, el eco de un disparo de francotirador cruzó la noche. 

 

La bala impactó justo en el cuello de la armadura. Un chispazo, un giro violento de su torso... y luego, nada. Ni un paso atrás. 

 

—Ni siquiera se tambaleó… —murmuró Selene. 

 

La máquina levantó el brazo derecho, y algo se desplegó de su antebrazo: una hoja curva, tan negra como la noche, con bordes que vibraban con energía. 

 

—Moonshade… ¿cuál es el protocolo cuando un blanco resiste una emboscada completa y sobrevive sin daño? 

 

—Rezar.

 

Me giré. No podíamos enfrentarlo ahora. No sin más equipo, no sin un plan.

—Stitch, evacúa ya. No hay tiempo. Sácalos a todos.

 

—¿Y tú?

 

—Voy a retrasarlo. No por mucho, solo lo suficiente.

 

—¡No seas estúpido, niño! —gritó Stitch.

 

—Ya estoy aquí. No pienso dejar que alcance a los demás.

 

La máquina comenzó a avanzar. Un paso a la vez, firme, pesado. No corría. No lo necesitaba. 

 

Se sabía invencible. 

 

Tomé el último cargador que me quedaba y respiré hondo. El calor del fuego se mezclaba con el sudor en mi frente. Mi corazón palpitaba como si intentara escapar de mi pecho. 

 

—Moonshade… si no salgo de esta… dile a Dante que si mire tetas. 

 

—Dile tú mismo, idiota. No te mueras. 

 

Me levanté del escondite. Frente a frente con la bestia. 

 

—¡Hey, chatarra! ¡Vamos a bailar!

 

Y corrí hacia él. 

 

Los pasos de la máquina retumbaban contra la tierra. Cada zancada dejaba un cráter donde antes había pasto y rocas. El casco de mi armadura vibraba con cada golpe de su marcha pesada. 

 

Me arrojé detrás de un tronco caído cuando su ametralladora giratoria empezó a escupir fuego. 

 

—Leto, tienes dos segundos para moverte o te convierten en carne molida. 

La voz de Silva entró por el comunicador, fría y precisa.

 

—¡Dale al visor, al visor maldita sea! —grité, rodando hacia una zanja.

 

Un estruendo seco y metálico se oyó en la lejanía. Un disparo de alta potencia. El proyectil de Silva impactó justo sobre la cabeza de la máquina, haciendo que su sistema girara erráticamente por un segundo.

—Impacto en zona crítica, no lo detuve, pero lo desorienté.

 

—Bien hecho, Francotirocaos. bromeé entre jadeos, arrastrándome hacia una roca cercana.

 

En el aire, dos drones revoloteaban, lanzando ráfagas de cobertura. Eran los de Dante. 

 

—Uno de mis niños cayó, pero el otro aún aguanta. Le rompí uno justo en la pierna izquierda. —informó, su voz entrecortada. 

 

—¿Estás bien?

 

—No del todo. Uno de esos bastardos me rebanó el costado mientras colocaba la estación de enlace. Pero no me voy a morir todavía, Leto. No hasta ver cómo le vuelas la cabeza a esa porquería. 

 

El visor de la máquina volvió a enfocarse. Esta vez sobre mí. 

 

La ametralladora giró. 

 

Corrí. 

 

Las balas rompían árboles, lanzaban tierra al aire y destrozaban lo que quedaba de cobertura natural. Mi chaleco vibraba con cada impacto cercano. 

 

—Dante, dime que tu dron aún puede volar. 

 

—Solo una orden, Spectro. 

 

—Córtale la puta pierna. 

 

Un rugido eléctrico, una explosión, chispas y humo. El dron impactó de lleno en la articulación izquierda de la máquina. Esta cayó de rodillas, y yo aproveché el momento.

 

Salté sobre una roca, me impulsé con la pierna buena y aterricé de golpe frente a la máquina. Le lancé uno de los explosivos que me dio Cherry directo en el pecho blindado. Casi no me dio tiempo de alejarme.

 

—¡Granada adherente, explota en tres... dos... uno!

 

El estallido fue ensordecedor. 

 

Fragmentos de metal volaron por todas partes, y el torso de la máquina se dobló hacia atrás, humeante, sin moverse más. 

 

Me quedé ahí, arrodillado, jadeando, con el brazo colgando y la sangre bajando por mi pierna. 

 

—Moonshade... —susurré, antes de que todo se volviera borroso por el humo y el dolor. 

 

—Objetivo neutralizado —. Anunció Silva con calma desde la cima. 

 

—Si estas sangrando mucho, Leto. Quédate quieto, ya vamos —. Dijo Dante, su voz apenas audible.

 

Pero yo solo me dejé caer de espaldas y miré al cielo... esperando que no cayera otra cosa más sobre nosotros. 

 

El cielo estaba gris, no por nubes, sino por el humo, el polvo y el olor a metal quemado. Cerré los ojos solo un segundo. Uno. Y en ese maldito segundo, lo escuché. 

 

Un zumbido. No de dron. De artillería pesada. 

 

—¡Leto, al suelo! —gritó Silva por el comunicador, justo cuando el silbido se convirtió en estruendo. 

 

El impacto fue a unos treinta metros, pero suficiente para levantarme del suelo como si fuera un muñeco. Salí volando, otra vez. Otra puta vez. 

 

Aterricé con el hombro herido, mi cuerpo gritando de dolor, y rodé por pura inercia hasta detenerme de cara al fango. 

 

—¿Cuántas veces puedes casi morir en una hora, cabrón? —murmuré, escupiendo tierra. Mi casco ya ni servía. Un lado estaba completamente hecho pedazos. 

 

—Leto, ¿sigues ahí? ¡Respóndeme! —Dante sonaba más tenso esta vez. 

 

—Estoy… respirando. Más o menos, —contesté, intentando levantarme. 

 

Y claro, porque la vida no puede darme un solo respiro, una lluvia de disparos empezó a sonar a mi derecha. 

 

—¡Contactos nuevos! ¡Infantería de asalto a doscientos metros, flanco norte! —anunció Sensei.

—¡No mames! ¿Más? ¿Qué, me odian personalmente o qué? —Me empujé como pude para cubrirme tras una piedra humeante.

 

—Es posible. Tu expediente no les cayó en gracia, —respondió Sensei sin rastro de sarcasmo.

 

—Te odio, Sensei.

 

—Sentimiento compartido.

 

Vi sombras entre los árboles. Se movían rápido, con precisión. Y todos venían hacia mí. No hacia el campamento. Hacia mí. 

 

Silva lo notó primero. 

 

—Eso no es un asalto normal. Van directo por Spectro. 

 

Hexa confirmó al segundo—: Intercepté sus señales. Tienen su firma marcada. Están cazándolo.

 

—Perfecto —. Dije mientras recargaba mi arma con manos temblorosas. —Un día normal en la oficina.

 

—¡Leto, retrocede a la zona de extracción! ¡Ya viene apoyo! 

 

—Apoyo mis huevos —. Dije mientras tomaba la mochila de explosivos que casi quedó enterrada en el barro. 

 

Me incorporé, cojeando, la sangre chorreando por mi pierna. 

 

—¡Leto, no seas idiota, vuelve! —gritó Silva. 

 

—Si ya me están cazando, entonces que se atraganten conmigo. Yo no corro. 

 

Una explosión a mi lado me mandó al piso de nuevo. 

 

Y mientras todo ardía, mientras el mundo temblaba y el dolor me comía, solo pude reír. Porque claro, la mala suerte nunca me suelta. Es mi sombra fiel, mi ex que nunca supera la ruptura, el karma disfrazado de guerra. 

 

Y, aun así, ahí seguía. Apretando los dientes. Cargando mis explosivos. 

 

Y listo para hacerlos volar a todos. 

More Chapters