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Chapter 50 - Capítulo 49: Defender

*LAURA*

Habíamos llegado al hospital, cada minuto más pesado que el anterior. El aire estaba cargado, y el sentimiento de incertidumbre crecía con cada paso que dábamos hacia la entrada. No había tiempo para pensar, solo para actuar. Nos dirigimos rápidamente hacia urgencias, casi como si el tiempo se estuviera escurriendo entre nuestros dedos.

Al llegar a la sala de espera, nuestras miradas se encontraron con las de Anni, que estaba sentada junto a dos personas. El estrés en su rostro era palpable, y su cansancio parecía igual de profundo que el nuestro. Pero lo que más me sorprendió fueron los otros dos, los padres de Daniel. Mi estómago se encogió al verlos. No podía negar que la presión se acumulaba cada vez más, y ese encuentro era todo menos fácil.

Anni, al notar nuestra presencia, se levantó inmediatamente y se acercó a nosotros. Sin embargo, antes de que pudiéramos reaccionar, la madre de Daniel levantó la mirada y nos estudió con una frialdad helada, como si nos estuviera evaluando de arriba a abajo, buscando algo en nosotros. No fue hasta que la madre de Daniel, con un tono cargado de furia, rompió el silencio con una pregunta que me dejó sin palabras.

"¿Quiénes son ustedes?" Su voz resonó en la sala, el peso de su mirada dirigida a cada una de nosotras. La presión de sus palabras era tan fuerte que por un segundo pensé que me iba a desmayar. El corazón me latía a toda velocidad.

Mariana, sin dudarlo, se adelantó. "Somos las novias de Daniel," dijo, con una determinación que no esperaba. El ambiente en la sala pareció congelarse, y la madre de Daniel se levantó de su asiento con rapidez, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

No hubo advertencia, no hubo tiempo para procesar lo que estaba pasando, antes de que supiera lo que sucedía, la madre de Daniel ya estaba frente a Mariana, abofeteándola con una fuerza que resonó en la habitación. El sonido de la bofetada fue tan fuerte que pude sentirlo en mis propios huesos, y por un momento, mi mente quedó en blanco. ¿Qué acababa de suceder?

Mariana, atónita por el golpe, no retrocedió ni un paso, y la madre de Daniel, furiosa, la fulminó con la mirada. "¡Ustedes malditas!" su voz salió quebrada, cargada de rabia. "¿Qué le metieron en la cabeza a mi hijo? ¡Por culpa de ustedes está en ese estado! ¡Todo esto es culpa de ustedes!"

El ambiente se volvió aún más tenso, y cada palabra de la madre de Daniel parecía estar destilando veneno. Yo sentía el aire pesado, como si todo fuera a explotar en cualquier momento.

La mujer, después de lanzar esas palabras, se detuvo un momento, mirando de manera desafiante a todas nosotras, hasta que su mirada se centró en Sofía. "¿Quién de ustedes es Sofía?" preguntó, con la voz llena de desprecio.

Sofía, al escuchar su nombre, dio un paso al frente, sin titubear, y se paró frente a la madre de Daniel. La tensión en la sala aumentó, y su mirada firme se encontró con la de la madre de Daniel. No me atreví a respirar, temía que el mínimo sonido pudiera hacer que la situación estallara aún más. Sofía, con la fuerza que había estado callando durante todo el día, no apartó la mirada, y sus palabras, cuando finalmente las escuché, fueron claras, directas y firmes.

"Soy Sofía," dijo, sin titubear, enfrentando la furia de la madre de Daniel. En su rostro no había temor, solo una determinación tranquila, pero al mismo tiempo, había una mezcla de rabia contenida por todo lo que había sucedido.

La sala se mantenía en un silencio espeso después de que Sofía dio un paso al frente. Podía escuchar el sonido de mi respiración, el de Mariana y Valeria, que parecían estar tan tensas como yo, y el sonido de los pasos de Anni acercándose a nosotras, seguramente buscando una forma de mediar. Pero nadie decía nada, el aire estaba cargado de tensión, y los ojos de la madre de Daniel no dejaban de estudiar a Sofía.

Sofía no apartó la mirada, aún firme frente a la madre de Daniel. Yo sabía que, en el fondo, Sofía era fuerte, pero también podía ver la pequeña grieta de incertidumbre en su rostro. Nadie podría estar preparado para algo así. La mujer frente a ella, tan llena de furia y dolor, parecía representar toda la resistencia de la familia de Daniel.

La madre de Daniel, aún en su postura desafiante, se cruzó de brazos, mirando a Sofía como si intentara perforarla con la mirada. La voz que salió de su boca fue aún más cargada de desprecio, como si las palabras pudieran cortar como cuchillos.

"¿Así que eres Sofía, la que está embarazada de mi hijo?" La pregunta salió como un golpe directo, pero con la frialdad de alguien que ya ha perdido toda esperanza de comprensión.

Sofía permaneció en silencio un momento, dejando que las palabras de la madre de Daniel se calaran hasta lo más profundo. No era fácil, lo sabía, pero finalmente respondió, su voz ahora más suave, pero sin perder la firmeza.

"Sí, soy Sofía. Y sí, estoy esperando un hijo de Daniel," dijo, y en ese momento, el ambiente cambió.

La madre de Daniel, al escuchar la respuesta de Sofía, se quedó en silencio por un momento, su rostro ya más pálido, como si todo lo que temía ahora estuviera frente a ella, dándole la realidad que ya no podía ignorar.

"¿Qué quieres que te diga?" La madre de Daniel finalmente habló, su voz casi quebrada por la desesperación. "¿Qué quieres que te diga? ¿Que todo esto está bien? ¿Que te felicito por el embarazo? No puedo… No puedo hacerlo, Sofía. Mi hijo está siendo arrastrado por todo esto, y no sé si va a salir bien."

Sofía, aún con calma, respondió con una voz llena de sinceridad y, en el fondo, un dejo de tristeza.

"No quiero que me felicites," dijo. "Solo quiero que entiendas que este bebé y yo no somos un error. Y tampoco lo es nuestra relación. Daniel no está 'perdido' por nosotras, y no lo está por ser parte de nuestra vida. Todos estamos tratando de hacer lo mejor que podemos en una situación que nadie esperaba, ni nosotros ni ustedes."

La madre de Daniel no parecía saber qué decir, y aunque intentó mantener la compostura, su rostro mostraba el dolor que no había podido ocultar. Miró a Sofía por unos segundos, pero la furia no había desaparecido de sus ojos. Era obvio que aún no entendía, ni quería entender.

El padre de Daniel, más callado que su esposa, finalmente habló, pero su voz estaba llena de incertidumbre.

"Entonces, ¿realmente crees que esto va a funcionar? ¿Que esta… esta relación va a durar?" preguntó, su tono cargado de dudas.

Daniel aún no había aparecido, y la presión aumentaba con cada segundo que pasaba. ¿Cómo responderíamos cuando todo esto se desbordara completamente? ¿Cómo íbamos a enfrentar la realidad de la familia de Daniel cuando nos sentíamos tan perdidas y atrapadas en la misma tormenta?

La madre de Daniel seguía observando a Sofía con una mezcla de furia y desdén. Estaba clara su incapacidad para procesar la situación, para aceptar que su hijo estuviera involucrado en algo que ella veía como un error, algo que rompía todas las normas, todo lo que conocía y había enseñado. Su voz sonó nuevamente, fría y cortante.

"¿Y qué piensa tu familia de esta asquerosidad de relación?" La pregunta fue directa, sin rodeos, como un reproche lanzado con desprecio.

"Mi familia… aceptó nuestra relación," comenzó, con la voz firme pero sin dejar de transmitir la vulnerabilidad de la situación. "No fue fácil, no fue algo que tomaron a la ligera, pero al final, comprendieron lo que somos, lo que compartimos. Y lo aceptaron."

Hubo un largo silencio, y aunque las palabras de Sofía no parecían generar el impacto esperado, todos los presentes sentían la tensión crecer en el aire. La madre de Daniel frunció el ceño, y de su lado, el padre de Daniel dejó escapar una risa amarga, que resonó de forma desconcertante en el cuarto.

"¿Aceptaron lo que ustedes hacen?" El padre de Daniel habló finalmente, y su voz estaba llena de desdén. "No, no lo hicieron. Lo que hicieron fue amenazarlos. Amenazaron con quitarle a su hijo si no encontraban 'estabilidad' en esta relación inmunda."

Las palabras cayeron como una losa pesada. Podía ver cómo la risa del padre de Daniel aumentaba la incomodidad en el aire, haciendo que las respiraciones se volvieran más tensas. El padre de Daniel no se detuvo ahí, su tono ácido se profundizó, como si disfrutara el hecho de hacer que la situación fuera aún más difícil para todos.

"Lo que hicieron fue presionar a mi hijo. Dile a tu familia que me dejen de hacer ese favor, porque esto no tiene nada de bueno, y ni tú ni ellos pueden decir lo contrario," añadió, mientras su risa se desvanecía en un gesto de desdén.

Sofía, que aún mantenía la compostura, apretó los puños levemente, como si tratara de mantener el control de sus emociones. Miró al padre de Daniel, sin apartar la mirada, y su voz salió cargada de firmeza, sin titubeos.

"Lo que mi familia hizo fue tratar de entender lo que estábamos viviendo," respondió. "Y sí, aceptaron que esta relación no es convencional, pero eso no la hace inmunda. Nadie quiere ver a Daniel destruido, ni yo quiero que lo esté. Pero si alguna vez los amenazaron, fue porque no entendían lo que realmente somos, ni cómo nos apoyamos entre todos."

Las palabras de Sofía resonaron con la misma sinceridad con la que las había dicho antes, pero esta vez, sentí que algo había cambiado. Había un tono de desafío en su voz, una reafirmación de su posición, como si la incomodidad que se había formado ya no fuera suficiente para detenerla.

La madre de Daniel no estaba dispuesta a ceder. Podía ver el fuego arder en su mirada, esa mezcla de rabia y desesperación. Pero el padre de Daniel, ahora más tranquilo, parecía estar pensativo.

"¿Y las familias de ustedes?" preguntó la madre de Daniel, su tono venenoso no podía esconderse. "¿Qué piensan ellas de esta locura? ¿Están de acuerdo con todo esto, con lo que le están haciendo a mi hijo?"

Mariana, que aún podía sentir el ardor de la bofetada en su mejilla, se mantuvo firme.

"Bueno, la próxima familia a la que nos enfrentaremos será la mía," dijo, con una voz que a pesar de su tensión, se mantenía firme. "Mi madre no va a estar nada feliz. Ya lo sabemos, no le va a gustar nada de lo que está pasando. Pero es lo que es, y no vamos a dejar que esto destruya a Daniel. Es lo último que queremos."

La madre de Daniel soltó una risa sarcástica, que sonó casi como un grito de desesperación contenida. "¡La próxima familia, dices!" exclamó, con incredulidad. "Esto va a ser aún peor entonces, si esto ya es un desastre, imaginen lo que va a pasar cuando empiecen con la familia de ustedes. Si tan solo no hubiera un embarazo de por medio, tal vez las cosas no se habrían acelerado tanto. Pero ahora, todo se está volviendo mucho más grande de lo que había planeado. Todo esto se está convirtiendo en un caos mucho más grande, y es lo último que Daniel necesita. Cada vez que haya 'confrontado' a sus familias, esto va a acumular más y más dolor, más y más estrés para él."

Las palabras de la madre de Daniel hicieron eco en la habitación. Era como si cada frase que decía estuviera clavando una daga en el corazón de todos los presentes. El estrés acumulado, las mentiras, los malentendidos… Todo eso se estaba volviendo insoportable. Y mientras ella hablaba, algo en mi interior se agitaba. Sabía que no importaba cuánto lo intentáramos, nunca habría forma de hacerla entender lo que realmente estaba sucediendo. Nada de lo que dijéramos iba a ser suficiente.

"Y aquí estamos," continuó la madre de Daniel, esta vez sin reprimir el dolor. "Aquí, en el hospital. ¿Por qué? Porque él está a punto de destruirse por completo, y todo esto es culpa de ustedes. ¡De todas ustedes! Y de ese estúpido embarazo que ha hecho todo esto tan… tan urgente."

El tiempo parecía ralentizarse mientras las palabras de la madre de Daniel flotaban en el aire, como una amenaza oculta que todos trataban de evadir. La verdad era que lo que ella decía no estaba tan alejado de la realidad. Sin el embarazo, tal vez Daniel habría tenido más tiempo, tal vez podrían haberlo hecho a su manera, sin presiones, sin amenazas de por medio. Pero ahora todo estaba fuera de control. Y el caos se desbordaba de una manera en que ya no podían detenerlo.

Pero no íbamos a dejar que eso pasara. Ninguna de nosotras iba a retroceder. Era el momento de demostrar que no éramos solo las chicas que Daniel había elegido, éramos algo más, mucho más.

La madre de Daniel no podía entenderlo. Estaba atrapada en su visión de lo que era "correcto", de lo que ella consideraba que debía ser su hijo, su familia. Pero nosotras no íbamos a permitir que nos arrodilláramos ante su juicio, ni ante nadie más.

Mariana fue la primera en alzar la voz, y su tono estaba lleno de convicción, de fuerza. "No vamos a permitir que esto termine solo por miedo. Sabemos lo que implica esta relación. Sabemos los problemas que vendrán, las diferencias, los celos, las peleas… Todo eso va a suceder. Pero ninguna de nosotras va a hacer sentir menos a las otras. No vamos a permitir que eso pase, no importa lo que digas, no importa lo que pienses."

Su voz resonó en el aire, y al instante, Sofía dio un paso adelante, sus ojos brillando con determinación. "Lo que mi padre me enseñó," dijo con voz fuerte, "es que cuando alguien te da su confianza, tú debes darlo todo por esa persona. Si Daniel nos protege con fuerza y voluntad, ¿por qué no habríamos de hacerlo nosotras por él? Si él lucha con todo lo que tiene, ¿por qué no habríamos de hacerlo también? Yo sé lo que somos capaces de hacer por él, y ninguna de nosotras se va a rendir."

El corazón me latía con fuerza. Esta no era solo la lucha de Daniel, esta era nuestra lucha, la lucha de todas nosotras. No importaba lo que los padres de Daniel pensaran, ni lo que dijeran. No íbamos a permitir que nos destrozaran. El amor que teníamos por él no se iba a borrar por unos cuantos gritos ni por unas amenazas vacías.

Entonces, miré a los ojos de la madre de Daniel, la rabia y el dolor reflejados en su mirada. Pero mi voz no vaciló. "Sé que esto no es fácil para nadie. No solo para ustedes, sino para nosotros también. Sabemos que no va a ser un camino perfecto. Que habrá momentos difíciles, que las cosas van a estallar, que las diferencias van a ser grandes. Pero no vamos a rendirnos. No vamos a dejar que todo esto se destruya porque las circunstancias no son como las esperábamos. No vamos a dejar que el miedo gane. Daniel no lo haría. Y por él, nosotras tampoco lo vamos a hacer."

La madre de Daniel no decía nada. Su rostro estaba más tenso que nunca, pero la furia y el dolor que sentía por dentro se reflejaba en sus ojos. Cada palabra que decíamos la golpeaba, pero también podía ver que no había manera de detenernos. No estábamos pidiendo permiso. No estábamos buscando su aprobación. Estábamos diciendo la verdad, nuestra verdad. La única que importaba en ese momento.

"Nosotras luchamos por él," concluí, sintiendo el peso de las palabras en el aire. "Luchamos por Daniel, y no nos vamos a rendir, no importa lo que pase."

Al escuchar mis palabras, Mariana, Valeria y Sofía asintieron, unidas en nuestra causa, en nuestra determinación. Las cuatro nos manteníamos firmes, enfrentando a los padres de Daniel, como un solo frente. No íbamos a permitir que su desconfianza nos destruyera. Estábamos dispuestas a todo para seguir adelante, porque sabíamos que lo que teníamos era verdadero, y no iba a ser destruido por la mirada crítica de una sociedad que no podía entendernos.

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