En la mansión de Murim, Lira y su esposo se entregan a un juego de placer y sumisión. Con palabras obscenas y acciones atrevidas, Murim lleva a Lira al límite, marcándola con su semen y exigiéndole que obedezca. ¿Hasta dónde llegarán en esta noche de lujuria y humillación?
La mansión privada de Murim, con sus formaciones mágicas que la aislaban del mundo exterior, se convirtió en el escenario perfecto para sus deseos más oscuros y lujuriosos. Las frías paredes de piedra y las cortinas de terciopelo rojo creaban una atmósfera de opulencia y decadencia. Lira, con el cuerpo aún tembloroso por el encuentro anterior, se quitó el vestido con movimientos lentos y pausados, revelando su lencería de encaje negro que apenas cubría sus curvas. La delicada tela realzaba su piel pálida, y el contraste hacía que su cuerpo luciera aún más tentador.
Murim, sentado en un sillón de cuero, observaba con ojos hambrientos cómo su miembro se endurecía bajo la ropa. No dijo nada, pero su mirada lo decía todo. El esposo de Lira, ya acostumbrado a este juego perverso, se acercó con una sonrisa lasciva. Sin perder tiempo, se colocó detrás de ella, recorriendo su cuerpo con sus ásperas manos antes de penetrarla con una embestida brusca. Lira gimió; sus piernas temblaron al abrirse para recibirlo.
Murim no pudo resistirse. Se acercó a ellos, guiando con las manos el ritmo del marido de Lira, asegurándose de que cada embestida fuera más profunda y placentera. Con cariño, besó los labios de su amada Lira. "Recuerda, estamos jugando a las palabras sucias. Disfrútalo. Tu amo te hará sentir bien. Puedo decir que te gusta lo sucio, además de lo tierno". "Así, pequeña zorra caliente", murmuró Murim con voz baja y ronca. "Toma esa polla como la chica buena que eres". Lira gimió, con los ojos cerrados, absorbiendo cada palabra, cada insulto, como si fueran caricias. Su cuerpo respondió con un calor que solo Murim podía evocar.
Sin previo aviso, Murim se arrodilló frente a Lira, con el rostro apretado contra sus medias. El aroma a sudor y lujuria lo envolvió, e inhaló profundamente, saboreando la humillación y el placer que esto le proporcionaba. Besó sus pies, recorriendo con la lengua la suave tela antes de que Lira, con un movimiento audaz, colocara su trasero sobre su rostro. Murim no se resistió. Su lengua se movió ávida, lamiendo y saboreando cada centímetro de ella mientras el esposo de Lira continuaba follándola sin piedad.
"Eres una buena chica, Lira", gruñó Murim entre lamidas, apretando con fuerza sus nalgas. "Una puta a la que le encanta que la usen". Lira solo pudo gemir en respuesta, con el cuerpo atormentado por el doble placer de ser penetrada. El esposo de Lira aceleró el ritmo, sus caderas chocando contra las de ella con un sonido húmedo y obsceno. Murim, sin dejar de lamer, deslizó un dedo dentro de ella, sintiendo su cuerpo apretarse a su alrededor.
"Córrete", ordenó Murim, con la voz amortiguada contra su piel. "Quiero sentir cómo te derrites alrededor de esa polla". Lira obedeció, tensándose antes de que un orgasmo la recorriera por completo, haciéndola gritar de placer. Su marido no paró, continuando sus embestidas hasta que, con un gruñido, se corrió dentro de ella, llenándola de su semen.
Murim, con una sonrisa satisfecha, se levantó y se acercó a Lira, con su miembro duro y palpitante en la mano. «Abre esa boquita», le ordenó, y Lira, sin dudarlo, obedeció. Murim se corrió por toda su cara, marcándola con su semen, cubriendo sus labios, su nariz, sus mejillas. Lira cerró los ojos, sintiendo el calor de su amo en la piel, saboreando la humillación y el placer que le proporcionaba.
El esposo de Lira, aún convaleciente, observaba con una mezcla de lujuria y sumisión. Sabía que este era el juego de Murim, y aunque a veces se sentía como un simple espectador, no podía negar el placer que sentía al ver cómo utilizaban a su esposa de esa manera. Murim, satisfecho, se limpió las manos en el cuerpo de Lira antes de darle una palmada en el trasero. "Buena chica, serás una buena zorra", murmuró con voz llena de aprobación.
Lira, con el semen aún goteando por su rostro, sonrió. Se sentía feliz, completa, en este juego pervertido que Murim había creado para ella. Sabía que este no era el final, sino solo el comienzo de una noche llena de placer y sumisión. Murim, con una sonrisa en los labios, volvió a sentarse en su silla, con su miembro aún erecto y listo para más. "Ahora, mi hermosa Lira,
Beso tus labios carnosos con fuerza, saboreando sus pliegues besando con ternura esos labios de mi querida lira, se escuchan sus gemidos por mis besos expertos y morbosos
Recuerda, querida, soy tu señor y me encanta que me cuides —dijo en voz baja—. Ahora quiero ver cómo te comes a tu marido. Tu amo siente placer al verte ser penetrada por otro hombre. Ya sabes cuánto me gusta verlo todo.
. Lira con la cara sonrojada por los. Besos de su amado maestro murim , sin dudarlo, se arrodilló frente a su marido, abriendo la boca para recibirlo nuevamente, mientras Murim comenzaba a masturbarse, disfrutando del espectáculo ante él.