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Chapter 3 - Capítulo 3 — La Carroñera de Tres Ojos

La tercera jornada no comenzó con movimiento.

Comenzó con un olor.

Un hedor denso, amargo, que flotaba en el aire como una amenaza sin cuerpo. No era simplemente la peste de la descomposición. Era algo más… ácido, penetrante, lleno de intención.

Zhu Xian abrió los ojos desde su caverna. Había dormido apoyado contra la roca, envuelto en un trozo de piel seca de una bestia menor que había cazado la noche anterior. Su estómago crujía, y sus manos seguían agrietadas, pero su mente estaba más clara.

El olor volvió a soplar, esta vez más fuerte.

Había algo afuera.

No una bestia común.

Él lo sabía porque la neblina también había cambiado. Ahora se agitaba suavemente, como si la roca misma contuviera el aliento. Las criaturas del abismo sabían cuándo correr.

Zhu Xian salió de su caverna sin prisa. Caminó descalzo sobre el polvo, dejando huellas leves entre los huesos rotos y los restos petrificados. El ambiente era más oscuro de lo habitual. No por la ausencia de luz, sino por la presencia de algo vivo que no debía estar allí.

Y entonces, la vio.

Una criatura encorvada, del tamaño de un león, con patas delgadas y huesudas, piel grisácea pegada a los músculos. Tenía alas rotas, como si alguna vez hubiera volado, pero ahora solo se arrastraba con desesperación y orgullo.

Y en su cabeza... tres ojos.Uno al centro, más grande, inmóvil, color violeta.Los otros dos, más pequeños, giraban lentamente, como los de un cuervo buscando carroña.

Zhu Xian no se movió.La bestia tampoco.

Estaban a diez metros uno del otro, separados por una grieta de piedras negras.

Un zumbido sutil emanaba del tercer ojo. No era un sonido audible. Era como una presión mental que empezaba a arañar las paredes del alma.

Una criatura espiritual. Parcialmente inteligente.

Zhu Xian la reconoció por las descripciones antiguas de su memoria alquímica.Una Carroñera de Tres Ojos.Una bestia que no cazaba por hambre…Sino por emoción.

Y lo más importante: era una bestia que podía sentir el alma.

—¿Vienes por mi carne… o por mi destino? —preguntó él, como si conversara con alguien.

La criatura se agachó levemente. No rugió. Solo observó.

Zhu Xian cerró los ojos y flexionó los dedos. No tenía Dou Qi. No tenía espada.Solo tenía su cuerpo templado… y una voluntad que no sabía inclinarse.

La carroñera se lanzó sin aviso.

Sus garras cruzaron el aire como cuchillas secas, golpeando directamente hacia su cuello.

Zhu Xian giró sobre su eje. La técnica pasiva de absorción y respuesta en su cuerpo ya comenzaba a sincronizarse. Su movimiento fue fluido, natural. Como si el ataque hubiera sido parte de una coreografía ya ensayada.

El golpe no fue perfecto, pero suficiente.

Su codo impactó contra el costado de la criatura, haciéndola girar. Un grito agudo escapó de su boca.

Pero antes de que pudiera recuperar el equilibrio, el tercer ojo brilló.

Zhu Xian sintió un pulso helado golpear su mente.Una visión.Un recuerdo.Un momento de su vida pasada: el día de su muerte. La ciudad envuelta en llamas. El sonido de la detonación.Y su cuerpo cubriendo a un niño que lloraba bajo una banca de madera.

Su respiración se agitó. Dio un paso atrás. El corazón le latía como un tambor roto.

—...Esa memoria no es tuya para usarla —murmuró, apretando los dientes.

El tercer ojo parpadeó. Casi burlón.

Zhu Xian cerró su mente. No con fuerza. Con calma.

La técnica del alma sagrada lo protegía.

Su conciencia giró hacia adentro, creando una barrera de imágenes propias:el templo de su infancia, la risa de un monje anciano, la voz de la deidad…y luego, un rostro femenino, aún sin nombre, aún por aparecer.

La bestia chilló. No entendía por qué su poder espiritual no funcionaba.

Zhu Xian se lanzó hacia adelante. Esta vez no para evadir, sino para golpear.Su rodilla impactó el pecho de la criatura.Su palma, su cuello.Y con una torsión del cuerpo, empujó a la bestia al suelo.

La tercera garra de la criatura salió repentinamente desde su vientre.

Cortó el costado de Zhu Xian.

Sangre.

Pero también furia.

Zhu Xian no gritó. No retrocedió.

Se dejó caer con todo su peso sobre la criatura, clavándole una roca puntiaguda en la base del cráneo.Un estallido de luz violeta inundó el entorno.

La carroñera se estremeció. Su tercer ojo se apagó lentamente.No murió al instante. Lo observó… como si finalmente hubiera encontrado a alguien que no podía devorar.

Luego, su cuerpo se volvió polvo.

Zhu Xian, jadeante, se llevó una mano al costado herido. La sangre manaba a borbotones, pero el calor que subía por su pecho no era dolor.

Era orgullo silencioso.

—Entonces… también mi alma puede matar —susurró.

Y al volverse, encontró algo inesperado entre los restos de la criatura.

Un fragmento de núcleo espiritual.Pálido. Casi translúcido.Pero innegablemente puro.

Lo tomó en sus manos.La primera ofrenda del abismo.

No era un cultivador aún.

Pero ese día, el abismo le había reconocido como uno de los suyos.

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