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Chapter 60 - capítulo 60

Capítulo 60

( este capítulo es de vida cotidiana y algunas escenas divertidas, no es importante para la trama en general. Despuésde esto la historia avanza mas rápido. )

El sol apenas comenzaba a trepar por encima de los tejados de Konoha cuando el grupo se reunió en la entrada oeste de la aldea, justo donde el bullicio de la ciudad aún no devoraba los sonidos de la mañana.

—¿Todos listos para celebrar nuestra casi-graduación? —preguntó Minato con energía contagiosa, estirándose como si se preparara para una misión.

—¿Celebrar o recorrer la aldea entera como vagabundos? —murmuró Rei, con los brazos cruzados. Mikoto le lanzó una sonrisa apenas visible.

—Vagabundos glamorosos, eso sí —agregó Ren, mientras ajustaba una cinta ridícula con plumas que había encontrado en algún puesto callejero esa semana. Akita estalló en carcajadas al verlo.

—Esa cosa grita: ‘no me tomen en serio’, pero te queda sorprendentemente bien.

Kaoru los observaba a todos en silencio, manos en los bolsillos, mientras Kushina discutía con Shizune sobre la ruta que debían seguir.

—Yo digo que pasemos primero por el centro. Hay más tiendas y movimiento —propuso Kushina.

Nadie se opuso a la idea.

—Centro, entonces —dijo Kaoru al fin—. Y si vemos algo interesante, nos desviamos. ¿Alguien se opone?

Todos comenzaron a moverse sin responder. Decisión tomada.

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El grupo avanzó por las calles adoquinadas mientras el día se desplegaba a su alrededor. Algunos niños jugaban con shuriken de madera, un par de ancianos discutían sobre cuál era la mejor variedad de té, y una pareja joven peleaba en voz baja cerca de un puesto de dango.

—Konoha sigue siendo tan tranquila como siempre —comentó Saya, caminando con las manos en los bolsillos.

—Me pregunto si cambiará debido a los conflictos recientes—murmuró Kaoru sin sarcasmo.

—¿Sabes algo al respecto? —preguntó Saya con genuino interés.

—No sabemos nada, además de lo dijo el Tercer Hokage a todos. —intervino Mikoto.

Akita, aburrida del ritmo tranquilo, saltó sobre una baranda y comenzó a caminar sobre ella como si fuera una cuerda floja.

—¿Nadie más quiere hacer algo divertido?

—¿Arriesgar tu integridad física por entretenimiento cuenta como divertido? —preguntó Himiko, preocupada.

—Sí —respondió Akita y saltó de la baranda justo frente a un vendedor de frutas, que casi deja caer sus manzanas.

Más adelante, un carruaje decorado con banderas metálicas captó su atención. Un grupo de comerciantes y artistas del País del Hierro había instalado una pequeña caravana ambulante con juegos, comida y demostraciones marciales. La zona recreativa improvisada estaba atrayendo a niños y adolescentes de toda la aldea.

—¡Miren! ¡Una competencia de equilibrio con lanzas de entrenamiento! —exclamó Minato.

—¿Es seguro subir ahí sin firmar nada? —preguntó Ren.

—Dudo que firmar algo sea de alguna utilidad aquí —comentó Saya con tono seco.

Kushina no esperó. En un instante ya estaba sobre la tarima.

—¡¿Quién me reta?! ¡Vamos, gallinas!

Ren se subió con ella, sin dudar.

—¡Hora de que la gallina te dé una paliza, dattebane!

La frase fue tan confusa que todos estallaron en carcajadas. Incluso Rei sonrió.

Mientras tanto, Kaoru se quedó junto a Mikoto, Rei y Saya observando. Mikoto susurró algo a Rei, quien asintió y luego miró a Saya.

—¿No quieres probar? —le preguntó.

—¿Yo? No me gustan los juegos que dependen del equilibrio. La gravedad siempre gana.

—Eso es exactamente lo que diría una experta —respondió Rei, cruzando los brazos—. ¿Conoces algunas trampas que funcionen con este principio?

—Ahora que lo mencionas —Saya lo contemplópor unos momentos. Finalmente negó con la cabeza.

Más tarde, Ren cayó de espaldas al suelo tras un empujón torpe de Kushina.

—¡Trampa! ¡Eso fue trampa! —protestó él desde el suelo.

—¡Tú me tiraste primero una manzana al ojo!

—¡Estrategia avanzada! ¡Nadie la vio venir!

Akita se tiró junto a él.

—Esto sí que es entretenimiento. ¿Alguna regla sobre usar la lengua como cuerda de escape?

—No —respondió Shizune desde un rincón, dándole un susto.

—¡Maldita sea, deja de aparecer así!

Mientras caminaban entre algunas carpas con cintas rojas, se toparon con un anciano encorvado bajo un sombrero de paja. A su lado, un cartel de madera decía: “¡Adivina y gana mochi gratis!”

—Gratis... —musitó Minato, con brillo en los ojos.

—Te tiene atrapado desde esa palabra —comentó Kaoru.

—¡Voy primero! —gritó Kushina, acercándose al anciano con los brazos cruzados y la frente arrugada.

—Muy bien, pequeña pelirroja, si responden a todas ganarán un premio cada uno —dijo el anciano con voz cascada—. Escuchen con atención:

"Si lo tienes, quieres compartirlo.

Si lo compartes, ya no lo tienes.

¿Qué es?"

Kushina frunció el ceño. Se rascó la cabeza. Miró a Ren. Lo señaló.

—¿Una bofetada?

—¡¿Qué?! —Ren retrocedió, indignado.

—¡No! ¡Un secreto! —gritó Shizune desde atrás.

—Correcto —

—¡Eso ni siquiera era tu turno! —protestó Kushina.

—Lo importante es ganar —comentó Shizune, mordiendo el dulce sin expresión.

Vamos con la segunda

"No tengo rostro, pero muchos me usan.

Puedo ocultar tu voz o darte otra.

Soy arte, pero también estrategia.

¿Quién soy?"

—¿Un jutsu? —preguntó Minato.

—Eso es muy amplio —dijo Mikoto, cruzando los brazos—. Puede ser un genjutsu.

—Pero lo de la voz y el arte... suena a transformación —opinó Ren—. ¿El Henge no Jutsu?

—Es cierto —añadió Kaoru—. “No tengo rostro” encaja. El Henge oculta tu apariencia y hasta tu voz.

—Y se usa mucho en infiltración —dijo Rei, asintiendo con elegancia.

—¡La respuesta es el Jutsu de Transformación! —anunció el grupo al unísono.

El anciano sonrió.

—Correcto.

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"Caza sin garras, ve sin ojos,

habla sin palabras, viaja sin moverse.

Está en el cuerpo, pero no es un órgano.

¿Quién es?"

—Eso suena raro... —murmuró Shizune.

—¿Un insecto? —intentó Kushina—. Aunque eso de “viaja sin moverse” no encaja.

—¿Un espíritu animal? —sugirió Akita, con un gesto de duda—. Como los que usan algunos invocadores.

—No —interrumpió Saya con voz suave—. Creo que se refiere a un familiar... pero aún más específico. ¿Podría ser... el olfato de un perro ninja?

—¿Los ninken? —dijo Himiko—. ¡Puede ser!

—Viaja sin moverse... tal vez se refiere al sentido del olfato como tal —añadió Kaoru.

—Es como “una herramienta invisible que se mueve contigo” —concluyó Minato.

—Entonces... ¿la respuesta es el sentido del olfato?

—Correcto —dijo el hombre, sorprendido—. ¡Muy bien! Esta era una difícil.

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"Sin ser shinobi, te roba el aliento.

Sin ser arma, puede matarte.

Sin jutsu, cambia tu camino.

¿Quién soy?"

—¡El amor! —gritó Kushina sin pensar.

—Eso fue rápido… —dijo Rei, arqueando una ceja.

—Lo pensé desde “roba el aliento”, obvio —respondió Kushina.

—“Puede matarte”... eso es dramático —rió Ren.

—Pero no falso —murmuró Saya, mirando al cielo con expresión neutral.

—Estoy de acuerdo con Kushina esta vez —dijo Mikoto—. No hay otra cosa que encaje mejor.

—Confirmamos: el amor —dijeron en coro.

El hombre asintió con teatralidad.

—Una respuesta peligrosa, pero correcta. ¡Han ganado dulces de azúcar con forma de corazón!

—¡Voy a dárle el mío a Himiko! —dijo Ren, poniéndoselo en la mano.

Ella lo miró y luego lo guardó, sonrojada.

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Adivinanza final

"No soy soldado, pero protejo.

No soy maestro, pero enseño.

No soy padre, pero guío.

¿Quién soy?"

El grupo quedó en silencio. Esta parecía distinta.

—…¿Un sensei? —aventuró Minato.

—Podría ser —respondió Kaoru—, pero suena a algo más simbólico.

—¿El Hokage? —preguntó Shizune.

—¿La voluntad del fuego? —dijo Mikoto.

—Esa encajaría —asintió Saya—. “No soy nada tangible, pero soy guía”.

—Me gusta —comentó Akita—. Muy poético.

Kaoru levantó la voz, tranquilo:

—La respuesta es: la voluntad del fuego.

—¡Correcto! —dijo el hombre, emocionado—. No todos responden esa con tanta claridad. Konoha tiene futuro.

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Al terminar, el grupo aplaudió entre risas. Algunos niños que estaban alrededor comenzaron a seguirlos, murmurando que querían ser como ellos.

—¿Vieron las caras de esos chicos? —dijo Minato—. Ahora parecemos celebridades.

—¿Y si organizamos una adivinanza ninja entre nosotros algún día? —propuso Ren.

—Solo si tú no haces las preguntas —respondió Kushina—. Tus enigmas seguro terminan con todos explotando.

—¡Más divertido así!

La partida de shōgi

En una esquina de la plaza, un tablero de shōgi pintado sobre una mesa de piedra atrajo la atención de Rei y Saya.

—¿Recuerdas la última vez? —preguntó Saya, sentándose con calma.

—Claro —respondió Rei, ya barajando las piezas—. Te gané en quince movimientos.

—Fue suerte —dijo Saya, aunque una sonrisa cruzó su rostro.

Los demás se arremolinaron alrededor, curiosos.

—¿Quién va a ganar? —preguntó Himiko en voz baja.

—Es difícil decirlo—respondió Mikoto— Yo nunca logré derrotar a Rei en shōgi.

Las piezas comenzaron a moverse con rapidez. Rei jugaba agresiva, con movimientos que parecían ataques frontales constantes. Saya, por su parte, era paciente, usando formaciones defensivas que absorbían cada embate.

A los cinco minutos, todos miraban en silencio. Incluso Kushina.

—¿Cómo puede este juego ser tan... emocionante? —susurró Ren.

—Silencio, están concentradas —dijo Mikoto.

De pronto, justo cuando Rei estaba a punto de coronar una pieza, Kushina estornudó con tal fuerza que golpeó la mesa con el codo.

—¡Aaah, rayos! ¿Moví algo?

El tablero se desacomodó ligeramente.

—Kushina... —dijeron Rei y Saya al unísono, mirándola con expresiones idénticas de juicio.

—¿Fue empate entonces? —intervino Minato, riendo nervioso.

—Sí. Empate por interferencia de enemigos externos —sentenció Saya, divertida, mientras Rei bufaba.

Un poco más adelante, un joven comerciante del País del Hierro tenía un pequeño micrófono shinobi conectado a una bocina. Ofrecía dulces a quien cantara una canción tradicional del País del Fuego.

Ren se adelantó.

—¿Aceptan talento puro?

—No, pero puedes intentarlo —dijo el vendedor con sarcasmo.

Ren subió al pequeño cajón de madera y se aclaró la garganta como un profesional. Luego, entonó una melodía con voz temblorosa, nasal, y absolutamente fuera de ritmo:

🎵 “En las montañas del fuego nacíiiiii…

Con el viento de otoño crecíiiii…

Mi corazón hace jutsu por tiiii…” 🎵

La gente comenzó a cubrirse los oídos.

—¡¿Qué es eso?! —chilló Kushina.

—¡Un genjutsu sonoro, escóndanse! —gritó Akita riendo.

El comerciante corrió hacia él.

—¡Por favor, por los dioses del ramen, aquí tienes un pastel! ¡Pero baja ya!

Ren bajó orgulloso, con el dulce en mano.

—La belleza es subjetiva —dijo, masticando con dignidad.

—Sí, claro... —Kaoru suspiró.

Cerca del atardecer, se sentaron en una plaza tranquila, junto a una fuente que lanzaba chorros en forma de abanico.

—¿Y ahora? —preguntó Minato.

—Podríamos organizar entrenamientos —sugirió Mikoto, estirando el cuello—. Cada cinco días. Así no nos saturamos, pero mantenemos el ritmo.

—¿Eso es con combate físico o con daño emocional? —bromeó Akita.

—Podemos incluir ambas cosas —dijo Kaoru.

—Me parece perfecto —respondió Saya—. Siempre y cuando nadie llegue tarde.

—¡Tú serás la primera! —acusó Ren, señalándola con dramatismo.

—Tonterías — Afirmó Saya con rostro inexpresivo.

Y asi terminó esta pequeña aventura.

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