LightReader

Chapter 5 - Orientation (Eliza)

El sol se filtraba entre las hojas del árbol, creando diminutas chispas doradas que danzaban sobre la hierba. Eliza cerró los ojos un instante, dejando que la brisa le acariciara el rostro con la delicadeza de un amante. Había algo en el aire, algo que no podía explicar: una sensación que le hormigueaba la piel y le decía que ese día no sería como ningún otro. Rió suavemente ante el comentario de su amiga, una broma tan trivial como inofensiva, pero que logró arrancarle una sonrisa cálida y despreocupada.

Y entonces lo sintió.

Primero, un escalofrío le recorrió la espalda, lento y gélido, como si dedos invisibles le recorrieran la espalda. Luego sintió un peso en el pecho, un calor abrasador que la obligó a abrir los ojos bruscamente. Su risa se apagó al instante, como si alguien le hubiera robado el aire de los pulmones. Miró a su alrededor, inquieta, buscando el origen de aquella extraña sensación que la envolvía. Todo parecía igual, pero algo era diferente.

Y entonces lo vio. Estaba a pocos metros de distancia, como si el mundo entero le perteneciera. Sus miradas se cruzaron, y en ese instante, el universo dejó de existir. Los sonidos del campus se desvanecieron, las risas de los estudiantes se esfumaron, incluso la brisa pareció detenerse. Solo quedaron sus ojos. Dorados como el fuego, profundos como un abismo infinito. La intensidad de esa mirada la golpeó como una ola imparable, derribando cualquier barrera que pudiera haber construido a su alrededor. Era como si esos ojos pudieran ver más allá de su piel, más allá de sus pensamientos. Como si pudieran llegar a lo más profundo de su ser y extraer cada secreto que había guardado con tanto esmero.

Eliza sintió que el corazón le daba un vuelco antes de que empezara a latir descontroladamente. La lógica se desvaneció; no había razón para sentir lo que sentía, pero no podía ignorarlo. ¿Quién era él? ¿Por qué la miraba así? Esa mirada no era normal. No era casual. Había algo en ella que la reclamaba, algo feroz y primario que le erizaba la piel.

Tragó saliva con dificultad, intentando recuperar el control de su cuerpo. Le temblaban ligeramente las manos, así que las escondió en su regazo, esperando que nadie notara su repentina vulnerabilidad.

Al principio, no se movió. Permaneció inmóvil, como una estatua tallada en mármol, pero la tensión en su postura era evidente: puños apretados, mandíbula rígida, músculos tensos bajo la tela de su camisa. Irradiaba una energía cruda y salvaje, una fuerza invisible que llenaba el aire entre ellos. Intimidante y seductor a la vez, como un depredador acechando a su presa.

"¿Lo conoces?" preguntó su amiga, rompiendo el silencio con una voz despreocupada.

Eliza negó con la cabeza lentamente, sin apartar la vista de él. No podía. Algo en su interior le decía que si lo hacía, si rompía el contacto visual, perdería algo importante. Algo esencial.

Entonces hizo algo inesperado: dio un paso adelante.

Fue un movimiento pequeño, casi insignificante, pero suficiente para acelerarle la respiración. Su cuerpo reaccionó antes que su mente; quiso levantarse y correr, alejarse de aquella presencia abrumadora, pero sus piernas se negaron. Estaba atrapada bajo el peso de aquellos ojos dorados que la reclamaban sin decir palabra.

Y entonces ocurrió algo aún más extraño.

Una voz resonó en su mente.

"Compañero…"

Eliza parpadeó rápidamente, buscando desesperadamente a alguien que pudiera haber pronunciado la palabra. Pero nadie pareció notarlo; su amiga seguía hablando de algo trivial, ajena al caos que la consumía.

"¿Qué demonios fue eso?", pensó, llevándose una mano a la sien, intentando borrar el eco perturbador que aún resonaba en su cabeza.

Pareció reaccionar al instante. Se detuvo bruscamente, como si algo lo hubiera detenido de golpe. La furia en su rostro era palpable; sus ojos ardían con una intensidad peligrosa mientras la miraba fijamente. Era como si librara una batalla interna, como si cada fibra de su ser quisiera acercarse a ella, pero algo lo detenía.

Eliza no entendía por qué estaba tan molesto. ¿Había hecho algo que lo ofendiera? ¿Por qué la miraba con esa mezcla de ira y fascinación? Era una contradicción que no podía descifrar.

Pero antes de que ella pudiera encontrar respuestas, él giró sobre sus talones y se alejó con pasos firmes y decididos.

Lo vio desaparecer entre la multitud, sintiendo que una parte de sí misma se quebraba al verlo partir. Era absurdo; ni siquiera lo conocía, pero ya sentía ese extraño e inexplicable vacío en el pecho. Algo en su interior quería seguirlo, exigir respuestas a las preguntas que le rondaban la cabeza. Pero el miedo la mantenía clavada en el sitio.

El resto del día transcurrió como un sueño borroso. Las palabras de sus profesores eran como un ruido blanco; las conversaciones con amigos carecían de sentido. Todo parecía insignificante comparado con esos ojos dorados que seguían ardiendo en su memoria.

Esa noche, mientras intentaba dormir, los recuerdos regresaron con una claridad inquietante: la intensidad de su mirada, la energía salvaje que irradiaba de él, ese extraño susurro que había resonado en su mente.

"Compañero…"

La palabra seguía dando vueltas en su cabeza como un eco persistente, cargada de un significado que no podía comprender del todo pero que sentía en lo más profundo de sus huesos.

Algo había cambiado ese día.

Y aunque no lo comprendía del todo, una cosa sabía con certeza: ese hombre no había llegado a su vida por casualidad.

Había algo en él, en esos ojos dorados llenos de furia y deseo, que parecía reclamarla como si ya le perteneciera.

Y eso fue lo más aterrador de todo; una parte de ella no quería resistirse.

More Chapters