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Chapter 1 - 01: algo inesperado

*La vida no es justa*

Eso lo aprendí con el paso de los años… y lo aprendí demasiado bien.

Lo único que realmente importa es el control que tienes sobre los demás.

Nunca debes confiar en nadie más que en ti mismo.

Morí. No sé cómo sucedió, ni me interesa recordarlo. Tal vez fue un accidente, tal vez un castigo. De lo único que estoy seguro es que nadie me lloró. Nadie me esperó.

Y, siendo sincero… no me importa.

Desperté en un callejón oscuro, húmedo y frío. El olor a óxido y basura impregnaba el aire. Mi ropa estaba manchada de sangre, y el cuerpo que ahora habitaba dolía como si hubiera sido golpeado hasta el cansancio.

No tardé en entenderlo: el cuerpo que ocupaba ya estaba muerto.

No sabía quién era, ni cómo había llegado allí. Pero eso no importaba. Lo esencial era descubrir dónde estaba y qué había pasado.

Revisé mis bolsillos en busca de alguna pista, y entonces lo encontré: un pequeño diario, manchado y arrugado.

Al abrirlo, comprendí que no era mío....pertenecía al dueño original de este cuerpo.

Se llamaba Kang Woo, un adolescente que había perdido a sus padres a temprana edad y vivía solo en un pequeño departamento.

Leí unas cuantas páginas más. Su vida era tan vacía como la mía: días grises, trabajos ocasionales, una soledad que casi podía tocarse.

Quizás no era tan diferente de mí.

Me puse de pie tambaleándome. Las personas pasaban cerca sin siquiera mirarme. Nadie parecía notar a un desconocido cubierto de sangre.

Pensándolo bien, eso era una ventaja. Cuanta menos atención, mejor.

Tomé aire y me dirigí hacia el lugar donde Kang Woo vivía, siguiendo la dirección anotada en su diario.

El departamento estaba en un edificio viejo, con paredes descascaradas y pasillos silenciosos.

Al entrar, un olor a polvo y humedad me recibió. Solo había una cama, una mesa de estudio y un par de libros. Nada más.

Pero era suficiente. Por ahora.

Me dejé caer sobre la cama, intentando ordenar mis pensamientos. Sin embargo, antes de poder hacerlo, un dolor punzante me atravesó la cabeza. Era como si miles de agujas se clavaran dentro de mi mente.

Caí al suelo, sujetándome la cabeza, y todo se volvió negro.

Entre flashes y gritos lejanos, una voz resonó en mi mente.

No era la mía.

Ni la de Kang Woo.

—"Recuerda…"—susurró.

Y entonces perdí el conocimiento.

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El sonido de la lluvia golpeando la ventana me despertó.

El dolor seguía allí, agudo pero soportable, como si mi mente aún se resistiera a aceptar algo.

Me incorporé lentamente y me llevé una mano a la cabeza; los recuerdos comenzaron a filtrarse poco a poco, como fragmentos de un sueño que no quería recordar.

Imágenes, nombres, lugares…

Y entonces lo entendí.

—¿Héroes? —murmuré, incrédulo.

Una sensación fría recorrió mi espalda.

No estaba en mi mundo.

Había reencarnado en el universo de El Extra de la Novela.

Un mundo donde existían torres y mazmorras repletas de monstruos, criaturas que cazaban a los humanos sin piedad.

Un mundo donde la humanidad había sido llevada al borde de la extinción, hasta que surgieron los llamados "Héroes": individuos bendecidos con dones y habilidades sobrenaturales que lograron empujar a las bestias de vuelta a la oscuridad.

Pero la paz nunca fue eterna.

El equilibrio siempre se rompía.

Para evitar un nuevo desastre, Corea del Sur fundó una institución destinada a entrenar a la próxima generación de héroes.

Una academia que mezclaba magia y tecnología avanzada, el orgullo de la humanidad: El Cubo.

Recordé cada detalle.

Había leído esta historia antes… sabía exactamente lo que ocurriría.

Y el final no era nada feliz.

El mundo se sumiría otra vez en el caos.

La guerra entre humanos y demonios destruiría todo.

Y lo peor de todo… el "extra" en cuyo cuerpo me encontraba no sobrevivía mucho tiempo.

Mi corazón se aceleró.

No podía permitir que la historia siguiera su curso.

—Tengo que cambiarlo… —susurré.

No importaba cuán pequeño fuera mi papel en este mundo. Si quería seguir con vida, debía convertirme en alguien capaz de sobrevivir al desastre que se avecinaba.

Y para eso, había solo un camino posible: entrar en Cubo.

Allí podría entrenar, obtener habilidades, y si tenía suerte, mantenerme con vida cuando el caos comenzara.

Mis posibilidades eran mínimas, lo sabía.

Pero después de todo… ya había muerto una vez.

Y no pensaba hacerlo de nuevo.

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¡DING! El sistema de supervivensia se activo.

*El sistema so logro cargar con exito.*

*El paquete de regalos par prinsipiantes esta activo*

*Quiere habrirlo?*

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Frente a mí apareció un resplandor dorado.

Mi trampa.

Mi ventaja.

Ahora tendría más posibilidades de sobrevivir.

Sin pensarlo dos veces, respondí: "Sí."

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*Abriendo el paquete de regalo*

* Felicidades acabas de optener la plantlla habilidades de Samuel T. Owen*

*Fenlicidades anfitron*

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Me quedé atónito.

¿Por qué?Porque acababa de obtener algo muy cercano a la inmortalidad, junto con las habilidades, la mentalidad y la resistencia de Samuel T. Owen, también conocido como Satō.

Entonces.

Tranquilamente dije: "Estado."

Y frente a mí apareció una pantalla translúcida con mis estadísticas.

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Nombre: Kang woo

Estado:

Fuerza: 40 (+78 )

Velocidad. 35 (+82)

Reflejos: 45 (+90)

Resistencia: Infinita

Inteligencia Táctica: 30 (+100)

Sangre Fría: 20 (+100 )

Control IBM : 0 (+95 )

Moral: Ninguna

Plantilla: Samuel T. Owen (Satō) Ajin

Clase: Operador Ajin / Terror Táctico

Rango: SSS — Jefe Final

Estilo: Estratega Mortal / Combate Realista

Habilidades Pasivas:

Inmortalidad Ajin:

Revive siempre que muere.

Calma asesina:

Nunca entra en pánico, siempre calcula.

Mente militar

+100% precisión táctica y lectura del entorno.

Sin remordimientos

+50% eficiencia en decisiones brutales

Activas.

Habilidad:

Respawn Táctico:

Se mata para reposicionarse con ventaja.

IBM Dominion:

Invoca sombra para ataque sigiloso o defensa.

Fire & Reset:

Sacrifica cuerpo para limpiar enemigos cercano.

Emboscada Perfecta:

Ataque sorpresa con 200% daño si planea antes.

Modo Masacre:

Sube velocidad + agresividad temporal

Talentos Especiales:

◇Maestro en armas.

◇Experto en infiltración.

◇Manipulador carismático.

◇No conoce el miedo.

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Me quede atonito, no podia desir si mis estadisticas eran buenas o malas para los estamdares de este mumdo.

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¡Ding! Descargano la experiencia de vida de Samuel T. Owen (Sato)

10% de descarga

20% de descarga

50% de decarga

100% de descarga

¡Descaga finalisada!

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Esa noche no pude dormir.

Las imágenes del mundo que ahora habitaba giraban sin cesar en mi cabeza: héroes, monstruos, academias… y el nombre que resonaba con fuerza en mis recuerdos: El Cubo.

Sabía lo que debía hacer, pero antes de siquiera dar el primer paso, algo más ocurrió.

Un sonido agudo retumbó en mi mente, como el eco de un metal rasgando el aire.

De pronto, una torrente de información me golpeó sin aviso.

Miles de imágenes, movimientos y pensamientos ajenos se mezclaron en mi conciencia.

Tácticas de combate.

Técnicas letales.

Estrategias militares.

Y, sobre todo, la forma exacta de usar las habilidades de Satō con precisión mortal.

No sentí dolor.

No sentí miedo.

Solo vacío.

Así que… ¿esta era la resistencia al dolor de Satō?.

Era algo impresionante. Inhumano.

No había angustia, ni duda, ni remordimiento. Solo una calma gélida que me envolvía, como si algo esencial en mí hubiera desaparecido sin dejar rastro.

Pero no me importó. De hecho, aquella indiferencia era… liberadora.

Mientras más se desvanecían mis emociones, más clara se volvía mi mente.

Pude analizar cada recuerdo, cada detalle, cada posibilidad, con una precisión casi mecánica.

Mi mente procesaba todo: los patrones de ataque, la debilidad de los monstruos, las rutas hacia el Cubo, los nombres de los héroes futuros… todo estaba ahí, grabado con exactitud.

Y entonces lo comprendí.

El viejo "yo" ya no existía.

Murió junto con mi mundo anterior, y lo que emergió en su lugar era algo nuevo.

Algo más fuerte.

Más frío.

Más decidido.

—Así que este… soy yo ahora —susurré, mirándome las manos, sintiendo el leve temblor que aún quedaba.

En ese momento, algo cambió dentro de mí.

No era solo una reencarnación, era un renacimiento.

Uno que marcaría el inicio de un camino del que no habría retorno.

El mundo que conocía ya no existía.

Y el que tenía frente a mí… jamás volvería a ser el mismo.

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