Al entrar en la habitación, inspeccioné cada rincón con calma.
Era un espacio modesto, pero funcional. Silencioso, sin distracciones. Ideal para pensar… y recordar.
Comencé a ordenar mis pertenencias una a una. Ropa, documentos, armas desmontadas.
Cada objeto en su sitio. El orden es la base del control.
Entonces, algo rodó desde el fondo de una caja y cayó al suelo con un sonido metálico suave.
Una esfera negra, con grietas brillantes que pulsaban débilmente, como si tuviera un corazón.
La observé durante unos segundos, inmóvil.
—Así que sigues viva… —murmuré apenas, sin emoción alguna.
Aquella esfera era el único recuerdo tangible de lo que ocurrió hace un año.
Un entrenamiento que terminó convirtiéndose en una masacre.
------------------
Recuerdo el lugar.
Un bosque olvidado, al norte de la ciudad, donde nadie se atreve a entrar por las anomalías de mana.
Estaba allí para mejorar mi control y aumentar mis estadísticas.
Era un proceso lento, frustrante… pero necesario.
Durante una práctica de Manipulación de Mana, el terreno se quebró bajo mis pies. Caí.Desperté en la oscuridad.
Una masmorra.
El aire era denso, saturado de una energía hostil.
Podía oír los gruñidos, los pasos pesados, los ecos lejanos de criaturas hambrientas.
Ajusté mi respiración y avancé. Sin miedo. Sin emoción.
Los primeros monstruos aparecieron pronto: sombras deformes con dientes de hueso y ojos rojos como brasas.
Su velocidad era brutal, su número, abrumador. Pero en la oscuridad… yo era peor.
Mi sombra —mi IBM— emergió detrás de mí, una figura espectral de pura agresión.
Cada movimiento suyo era una extensión de mi pensamiento.
Atacamos juntos: precisos, sincronizados, silenciosos.
Los gritos de las criaturas resonaron como una sinfonía de muerte.
Uno tras otro cayeron, hasta que solo quedó el silencio y el olor metálico de la sangre.
Pero entonces el suelo tembló.
Del fondo de una cámara emergió el jefe de la masmorra.
Una bestia colosal, con una piel como hierro fundido y ojos que ardían en un fuego infernal.
Su presencia distorsionaba el mana a su alrededor. Cada rugido hacía vibrar los huesos.
Por primera vez en mucho tiempo, tuve que pensar con rapidez.
"Demasiado grande para matar directo. Necesito colapsarlo desde dentro."
Activé Respawn Táctico.
Me disparé a mí mismo en la cabeza sin dudar.
La muerte fue instantánea.
Segundos después, reaparecí detrás del monstruo, en un punto ciego que había calculado antes de morir.
Mi IBM lo sujetó, y yo canalicé todo el mana acumulado.
Fuego y Reinicio.
El cuerpo ardió. El estallido cubrió la caverna con una luz blanca cegadora.
El rugido del monstruo se mezcló con el crujido de su carne derritiéndose.
Cuando el humo se disipó, ambos cuerpos —el suyo y el mío— yacían destrozados.
Y luego… respiré otra vez.
Reviví entre los restos del fuego, caminando con calma entre los fragmentos del jefe derrotado.
En su corazón latía aquella esfera negra.
La tomé sin decir palabra. Sentí su energía fluir, salvaje, insondable.
------------
Ahora, esa misma esfera descansaba en mi mano.Silenciosa, inerte.
Pero algo en su interior… seguía observándome.
La coloqué en el cajón del escritorio y me dejé caer en la silla, mirando el reflejo del mar a través de la ventana.
"Incluso el caos tiene una forma de orden… solo hay que saber moldearlo."
--------------
El amanecer filtraba una luz pálida por la ventana.
Abrí los ojos sin necesidad de alarma; mi cuerpo estaba acostumbrado a despertar a la misma hora exacta cada día.
Me levanté, con movimientos lentos pero precisos. Cada acción, calculada.
El baño estaba silencioso, salvo por el sonido del agua cayendo.
Frente al espejo, observé mi reflejo.
Cabello blanco, piel tan clara como el mármol, y unos ojos carentes de cualquier brillo.
El rostro de alguien que ha visto morir más veces de las que puede recordar.
"Perfecto. Inexpresivo. Indescifrable."
Ese era el rostro ideal para sobrevivir.
Ni demasiado amable para ser recordado, ni demasiado frío para ser temido.
Solo… neutro. Invisiblemente humano.
Después de asearme, me vestí con el uniforme recién entregado.
El ajuste era impecable, aunque sabía que eso se debía más a mi control corporal que al sastre de Cubo.
Tomé una respiración exacta de tres segundos y salí hacia la pequeña cocina.
Cocinar era otro tipo de entrenamiento.
Cada movimiento medido al milímetro: cortar, sazonar, hervir, servir.
Una rutina perfecta para afinar la coordinación entre cuerpo y mente.
Mientras comía, mi mente analizaba.
Rutas de acceso al edificio principal, tiempos promedio de patrullaje, cámaras de seguridad y los nombres de los estudiantes con mayor influencia social.
Todo un tablero que ya empezaba a formarse en mi cabeza.
Entre cada bocado, revisaba mis estadísticas mentales con calma.
Había aprendido que incluso un desayuno podía ser un campo de pruebas para el autocontrol.
Nada de emociones, nada de distracciones.
"Control absoluto. Invisibilidad total."
Activé por un instante Calma Asesina, ajustando mi respiración hasta el punto en que mi ritmo cardíaco se volvió casi imperceptible.
El cuerpo se relajó, la mente se agudizó.
Era una técnica útil para pasar desapercibido; los sensores térmicos y detectores mágicos no captaban un cuerpo cuya energía vital estaba bajo control total.
Terminé de comer, lavé los utensilios, los coloqué exactamente en el orden en que los había encontrado.
El orden era un lenguaje que solo los obsesionados con el control entendían.
Antes de salir, abrí el cajón del escritorio y miré la esfera negra.
Seguía ahí, dormida, esperando.
Por un momento creí notar un pulso débil, como si me respondiera.
Sonreí apenas. Una mueca fría, breve, casi inexistente.
"Aún no. Pero pronto."
Tomé mi mochila y salí del cuarto.
Cada paso era silencioso, cada mirada, medida.
-----------------
El pasillo de Cube estaba silencioso, inundado por esa calma previa a las clases.
Mientras caminaba, cada paso resonaba con precisión casi artificial. No había prisa; la puntualidad no era una virtud, sino una herramienta para medir al entorno.
Mi destino: la clase Truth.
Un grupo peculiar.
Antagonistas, villanos, rivales... y entre ellos, el protagonista de esta historia: Kim Hajin.
El aula donde convergen el caos y el futuro del mundo.
Un lugar perfecto para un espectador que mueve hilos desde las sombras.
Al cruzar la puerta, mi presencia se disolvió.
No hubo miradas, ni curiosidad.
Nadie notó que había entrado.
Todo gracias a la combinación de mis habilidades: Manipulador Carismático ajustado al mínimo —para generar una presencia neutra— y Calma Asesina, que reducía mi ritmo cardíaco y flujo de mana al punto de volverme indistinguible del aire.
Me moví entre los asientos con pasos suaves, casi sin emitir sonido, hasta ocupar el lugar más discreto del aula: tercera fila, esquina izquierda.
Desde allí podía observarlos a todos sin ser observado.
El primero que llamó mi atención fue Shin Jonghak.
Cabello blanco, porte noble, una mirada cargada de orgullo y una mente cegada por su propio ego.
Un potencial útil… demasiado confiado, demasiado emocional.
Y su mirada insistente hacia Chae Nayun, la pelirroja de temperamento explosivo, lo confirmaba.
"Debilidad emocional detectada. Variable manipulable."
Todo encajaba. Cada gesto, cada mirada que le daba, era una línea de código que comenzaba a descifrar.
El tiempo transcurrió y, finalmente, la puerta se abrió.
Entró Kim Hajin.
El protagonista.
El verdadero motor de esta historia.
Mientras los demás apenas reparaban en él, yo ya lo observaba con detenimiento.
Su postura, su respiración, la manera en que evaluaba el aula con disimulo… No era un simple cadete. Había algo más, algo… familiar.
Mis ojos lo siguieron por unos segundos.
Y entonces ocurrió.
Su mirada se cruzó con la mía.
Por un instante, el aire pareció tensarse.
Una fracción de segundo que se sintió más larga de lo normal.
"¿Me vio? No… imposible. La habilidad está activa."
Sin embargo, sus ojos…
Eran los de alguien que entiende más de lo que aparenta.
Giré la cabeza con calma, desviando la vista hacia la ventana, como si nada hubiera ocurrido.
Una maniobra mínima, perfectamente ensayada, para romper la tensión sin dejar rastro de sospecha.
Mi respiración permaneció estable.
El cuerpo, relajado.
Ni un solo músculo se movió fuera de cálculo.
"Interesante… así que puedes verme."
Una ligera sonrisa apenas curvó mis labios.
Nada más que una sombra de expresión.
