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Chapter 1 - Capitulo 0-Primera pesadilla

El frío cortaba como cuchillas de cristal. Sobre el banco de metal, un joven de complexión frágil se encogía de hombros, tratando en vano de escudarse del viento helado. A su alrededor, la nieve caía en espirales silenciosas, acumulándose en un manto blanco e impuro que ahogaba el sonido de la ciudad. Entre sus manos, casi amoratadas por el frío, una taza de plástico barato despedía un tenue vapor. El aroma amargo y engañosamente reconfortante del café se filtraba en el aire gélido, atrayendo miradas envidiosas de los transeúntes que recorrían las calles con prisas.

Era, en teoría, un café muy bueno. Carísimo. La última indulgencia de un condenado.

Sunny lo miró con una expectativa que pronto se tornó en amarga decepción. Condujo la taza a sus labios y tomó un sorbo. En el instante en que el líquido hirviente tocó su lengua, un espasmo incontrolable recorrió su cuerpo. Lo escupió en la nieve, manchando la blancura con un borrón marrón y repugnante.

"Qué estafa", masculló entre dientes, una mezcla de rabia y desilusión atenazándole el pecho. "Esta cosa sabe a cenizas y desesperación."

Se levantó con movimientos entumecidos y se dirigió hacia una papelera cercana. Sin embargo, una duda perversa se instaló en su mente. Antes de desechar la taza, la contempló con un profundo disgusto y, acto seguido, bebió otro trago, más pequeño y decidido. Esta vez, logró tragar el líquido negro. Una oleada de calor artificial se expandió desde su estómago, y por un brevísimo instante, la niebla de fatiga que nublaba sus pensamientos pareció aclararse. Era un alivio agrio y efímero.

Con un suspiro, Sunny desechó el café, sorprendido por la contradictoria sensación. Un pensamiento último y mundano cruzó por su mente: "Hubiera preferido carne de verdad. Una buena hamburguesa grasienta." Pero el arrepentimiento era un lujo que no podía permitirse. Aquel café había costado los ahorros de literalmente toda su vida. ¿Quién iba a decir que moriría sin haber probado una comida decente?

Su destino no estaba en un restaurante, sino en un lugar mucho más sombrío. Con los hombros caídos y los pasos pesados, Sunny empujó la puerta de la comisaría. El calor artificial del interior le golpeó la cara, pero no logró ahuyentar el frío que llevaba dentro. Un policía con rostro cansado y una taza de café idéntica a la que él acababa de tirar levantó la vista de su comunicador.

"¿Te perdiste, chico?" preguntó el agente, con una voz que denotaba más fastidio que genuina preocupación.

Sunny lo miró directamente a los ojos, sin un atisbo de emoción. "Presento síntomas del hechizo de pesadilla."

Seis palabras. Solo seis. Fue como si alguien hubiera desconectado el sonido del mundo. El murmullo constante de las máquinas, las conversaciones a media voz, el tecleo de los terminales… todo cesó de golpe. El silencio que llenó la sala era más pesado y aterrador que cualquier estruendo. Las miradas de los pocos agentes y civiles presentes se clavaron en él, cargadas de un miedo primitivo, mezclado con una lástima horrible. Se había convertido en un apestado, en la encarnación de la maldición que todos temían.

El agente que lo había interpelado se puso de pie de un salto. Su rostro había palidecido. Con un movimiento furtivo, pero que Sunny atinó a ver, su dedo índice se deslizó hacia un botón oculto bajo el borde del escritorio.

"Chico… ¿estás absolutamente seguro?" Su voz era ahora tensa, urgente.

"Sí", respondió Sunny, y fue la verdad más cruda que había pronunciado. Una pesadez letal trepaba por sus miembros, y una presión insoportable se cernía sobre sus párpados. "Creo que estoy por dormirme."

No hubo más preguntas. El hombre cogió su comunicador y una alarma aguda y estridente, diseñada para ser discreta pero imposible de ignorar, resonó en cada rincón del edificio. "Código negro, repito, código negro en recepción."

El mundo se convirtió en un torbellino de movimientos eficientes y despersonalizados. En segundos, tres agentes con equipo de contención empujaron una camilla de acero con gruesas correas de sujeción. No hubo explicaciones, ni consuelos. Sus manos, expertas e impersonales, lo sujetaron y lo ataron a la camilla con una firmeza que no admitía resistencia. Sunny no luchó. ¿De qué servía?

Fue transportado a través de pasillos estériles y descendió en un ascensor que se movía con una lentitud agónica, hacia las profundidades del edificio. Llegaron a una habitación subterránea, fría y escasamente iluminada, que más parecía una celda de almacenamiento que una sala médica. Los otros agentes se retiraron con rapidez, evitando su mirada. Solo quedó el oficial original, cuyo nombre, Sunny se dio cuenta, nunca llegaría a saber.

El hombre se acercó, su expresión era una máscara de profesionalismo forzado sobre una base de puro terror. "Escucha con atención, porque no hay tiempo. ¿Sabes algo del hechizo de pesadilla? Más allá de lo básico, de las leyendas."

Sunny negó con la cabeza, un movimiento casi imperceptible. La presión en su conciencia era ahora un peso de plomo, arrastrándolo hacia un abismo. Cada parpadeo era una batalla perdida.

"Cuando entres, no serás tú. Es como… poseer un cuerpo. Un eco de alguien que existió, o que podría haber existido. Se le llama anfitrión." El oficial hablaba rápido, con urgencia. "Si tienes la suerte de los condenados, podrías despertar en la piel de un poderoso guerrero o de un noble. Pero también podrías ser un mendigo, un esclavo… o algo peor. Cada anfitrión tiene sus fortalezas, sus debilidades, sus recuerdos fragmentados. Úsalos. Sobrevive. Es tu única oportunidad."

Las palabras resonaban en la mente de Sunny, cada vez más lejanas, como ecos en un túnel infinito. El mundo tangible se desdibujaba, los contornos de la fría habitación se volvían líquidos.

"Recuerda," fue lo último que oyó, la voz del oficial ya apenas un susurro, "la Pesadilla es una ilusión del hechizo de pesadilla.Y si mueres allí…"

La frase quedó incompleta. Los párpados de Sunny, tras una lucha final y fútil, se cerraron para siempre sobre el mundo que conocía.

La oscuridad lo envolvió, y luego, una nueva y aterradora conciencia comenzó a nacer. Había entrado en la Pesadilla.

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