LightReader

Chapter 2 - Un encuentro inesperado

PERCY

El sueño fue reparador, pero aún se sentía un poco cansado por la larga travesía, Poseidón parecía ser un buen dios, pero aún no se me sentía en confianza como para llamarlo padre. Me desperté pensando en aquel jardín que se veía en el horizonte y que desde la copa del árbol en el que estaba se podía ver con claridad. Tal vez en otro momento podría darme un paseo por ese jardín extraño, es momento de seguir con mi travesía. Poseidón me dio algunas cosas para mi viaje, me dijo que tenía que ser muy cuidadoso con compartir lo que llevaba en la bolsa, además dijo que me ayudaría a sanar rápidamente, pero que solo era para semidioses y dioses, algo asi como néctar y ambrosia, comida de los dioses. Se veía como algo común, pero me dijo que me serviría para mantenerme fuerte para ejecutar el plan que tenía. Poseidón me dijo que ahora que sabía varias cosas sobre los dioses mi vida no sería la misma, tendría que enfrentarme a cosas que nunca antes pensé, asi que debía estar preparado. Empecé a alejarme de los bosque poco ya había pasado como una hora cuando empecé a escuchar el típico sonido de flechas y cuchillas blandiéndose en batalla, mis sentidos se pusieron alertas sobre alguna posible incursión persa, ya que estamos cerca del camino escondido que conduce a las termopilas. Si los persas saben de este camino será nuestro fin.

Me acerqué sigilosamente para poder ver de qué se trataba, no quería llamar demasiado la atención asi que solamente desenvaine mi espada, esta espada era diferente ya que fue un obsequio de Poseidón, me dijo que me serviría para el viaje de regreso, pero que no la usara a la hora de estar con el ejército, era visualmente una espada común, pero que pronto le hallaría una razón de ser. Dejando a un lado el escudo y la lanza. Y por las rocas me escondí hasta que llegué a la fuente del ruido y los gritos. Un grupo de niñas estaba luchando contra una horda de perros, pero no cualquier clase de perros, estos perros parecían salidos del mismo tártaro. También había alrededor de 5 monstruos, mitad humanos y mitad orcos que llevaban el emblema del imperio persa. Pude percibir un poder similar al que había percibido cuando hablaba con Poseidón era un aura demasiado fuerte como para ser ignorada.

El grupo de chicas luchaba con fiereza y agilidad, cortando y lanzando flechas con destreza y precisión, pero también lo hacían los monstruos y empezaban a prevalecer a causa de que algunas cazadoras caían heridas. Había una niña en particular, no tendría más de 12 años, su cabello castaño que se mecía al viento con cada movimiento, pero que estaba herida en uno de los brazos con un rasguño profundo, llamo mi atención y empezó a replegarse, dando órdenes a las demás niñas, asi que supe que era ella quien guiaba este grupo, pero no se dio cuenta que los monstruos y orcos la estaban rodeando mientras su grupo se replegaba sin darse cuenta de que dejaban atrás a su líder. Respiré hondo, preparándome para el combate, como si un interruptor se activara dentro mío y corrí hacia la roca más cercana y tome impulso para saltar con todas mis fuerzas con la espada en mano, era tan ligera que pensé que se rompería al primer choque contra una armadura, pero para mi sorpresa el primer golpe que di fue contra la cabeza de uno de los orcos, la cual rodo por el suelo desprendiéndose de su cuello ante el asombro de la niña de 12 años y la rabia de los otros orcos.

—Tus hermanas se replegaron, no tiene sentido llamarlas, pero podemos encargarnos de estas bestias —le dije una vez que llegué a su lado, ella solo asintió rápidamente y se puso en posición de batalla. Dos hermosos cuchillos de caza estaban en sus manos y brillaban con el sol que estaba próximo a estar en todo su esplendor.

—Yo me encargo de los perros, te dejo los orcos —susurró ella antes de arremeter contra los 3 perros que restaban, mientras yo me encontré cara a cara con 3 orcos amargados que gruñían y lanzaban toda clase de palabras en un idioma que yo no conocía. Luchamos alrededor de 30 minutos contra esos monstruos que nos acechaban en cuanto nos distraíamos, pero finalmente pudimos contra ellos, aunque yo no pude salir del todo librado, ya que tenía una herida en el costado que estaba empapando toda mi pierna, pero trataba de no concentrarme demasiado en eso, ya que la niña que estaba a mi costado jadeaba con agotamiento y también tenía una que otra herida, entonces lo supe, era una inmortal porque su sangre era dorada como el icor que fluye dentro de los dioses.

—Espera un segundo… —le dije mientras a rastras empecé a correr rumbo hacia donde había dejado mi lanza y mi escudo, en busca de mis provisiones dentro de las cuales tenía ambrosia y néctar, supongo que eso ayudaría en algo. Regrese corriendo para ver a la niña recostada en un árbol a unos pocos metros y algunas niñas más que habían vuelto a verla, me acerqué cojeando un poco, porque estaba empezando a desangrarme un poco, pero ya habría tiempo para poder atender mi herida. En cuanto me vieron tomaron sus arcos y apuntaron hacia mí y no pude hacer menos que tomar mí escudo y mi lanza y cubrirme y colocarme en posición de combate, dispuesto a defenderme si fuera necesario.

—Alto... esperen —susurró la niña que estaba recostada sobre el árbol y automáticamente sus acompañantes empezaron a bajar sus arcos, pero con cierto recelo. —Acércate —me dijo con cierto fastidio en su voz.

—Toma, bebe esto —le acerqué el pequeño recipiente en el cual tenía el néctar para que pudiera usarlo, supongo que solo me quedara algo de ambrosia para mi propio uso.

—¿Cómo es que tienes esto? —preguntó una de las niñas… un poco sorprendida, tal vez tendría que dar alguna clase de respuestas.

—No temas responder, estas en presencia de Artemisa y su grupo de cazadoras —escuche una voz particular en mi mente que termine por entender que era Poseidón.

—Yo soy… un semi… semi —la palabra todavía me costaba pronunciarla era como aprender algo nuevo que no puedes usarlo fácilmente si es que no forma parte de tu vocabulario.

—Semidiós —dijo una de las niñas que aún mantenía su arco en sus manos atenta a que algo pudiera pasar. Eso me gusto, quiero decir soy un completo desconocido, no tienen por qué confiar en mí.

—¡Exacto! —respondí con entusiasmo, mientras todas me miraron de manera extraña.

—¿Hijo de quién eres? Espero que no seas de Apolo o Ares porque podría ser tu condena de muerte —preguntó Artemisa. Apolo era patrón de Esparta, hubiera sido un honor ser hijo de nuestro patrón, pero gracias a los dioses no lo era, porque hubiera sido malo para mí. Se supone que Artemisa y Apolo son hermanos y los hermanos se llevan bien ¿no?

—No, soy un reciente hijo de Poseidón —dije con un poco de recelo, no quería exponerme demasiado, pero tampoco podía ir por el mundo mintiendo. Las chicas me miraron asombradas como si fuera alguna clase de bicho raro, pero no me preocupo demasiado, yo me sentía más o menos de esa forma, hace unos días era solamente un soldado que quedó huérfano y que no tenía una perspectiva clara de la vida, pero ahora estaba ligado al mundo de los dioses, asi que si me sentí un bicho raro.

—¿Reciente? —preguntó una cazadora, mientras empezábamos a caminar hacia el bosque de donde yo había salido, supongo que hacia un pequeño campamento donde sus otras cazadoras estarían reponiéndose de sus heridas, las pocas cazadoras que estaban con nosotros escuchaban atentamente la conversación que Artemisa y yo manteníamos.

—Si, no fue sino hasta hace 12 días que me enteré de mi filiación con Poseidón —era verdad llevaba un poco más de una semana desde que se me apareció Poseidón.

—¿Pero también eres espartano? —preguntó Artemisa, mientras las demás esperaban mi respuesta con orgullo levanté la cabeza cuando ello mencionaron que era espartano, les mostré mi escudo con la V invertida grabada en mi escudo que nos identificaba como tal, asi como mi lanza.

—Si, señora Artemisa —me dirigí a la niña de 12 años, la cual se sorprendió que supiera su nombre.

—¿Cómo sabes quién soy? —dijo con un toque de peligro en sus palabras, como si la respuesta incorrecta podría causarme la más dolorosa de las muertes.

—Poseidón —respondí con franqueza señalando mi sien.

—¿Qué haces por estos sitios? —me preguntó tratando de indagar porque un espartano se encontraba a 10 días de su ciudad sin un motivo claro.

—De regreso a Esparta, Poseidón me pidió que me encontrara con él a un día de aquí, pero me advirtió que había una banda de persas por donde vine asi que me dijo que rodeara, asi que eso hice —más tarde le preguntaría porque estaban esos perros y esos orcos por estos lados, pero por ahora me concentraría en responder sus preguntas, no quiero a una diosa enfadada conmigo.

—Y porque te necesitaba Poseidón —que debo responder? No puedo mentir, pero tampoco puedo contarle los planes que Poseidón tiene, porque podría ser peligroso y podrían interferir y echarlos a perder. Yo quería hacer lo correcto y lo correcto era correr el riesgo que Poseidón me pedía.

—Solamente quería presentarse apropiadamente, después de 22 años —sonaba como una excusa valedera asi que no tendría por qué dudar de la sinceridad de mis palabras, tampoco estaba mintiendo, porque si habíamos podido hablar un poco, y aunque las cosas no eran fluidas entre nosotros se podría decir que empezamos a trabajar en eso.

—¿Tan lejos de Esparta? ¿porque tan lejos? —¿Qué debo decir ahora o que media verdad debo decir?

—Oh, supongo que no quería levantar sospechas sobre mi verdadera naturaleza, asi que me hizo venir —si en Esparta se enteraran que soy un semidiós todo se volvería una locura, ya es una locura cuando el mundo griego se enteró de Hércules y sus hazañas

—Gracias —dijo reflexivamente Artemisa y eso si me preocupo un poco, pero también me dio un poco de miedo, ella era una diosa orgullosa que odia a los hombres vaya a saber porque, al igual que sus cazadoras… no tendría ni porque estar caminando a su lado y además de eso me agradece ¿es esto real? ¿Alguien me creerá que caminé paso a paso con Artemisa y que ella me agradeció porque combatí a su lado? Esto era demasiado para un día.

—No hace falta mi señora, yo solo hice lo que cualquiera hubiera hecho —dije con rapidez para no dejar que terminara, no necesitaba que me agradeciera, normalmente debería ser un honor estar al servicio de alguno de los dioses.

—En eso te equivocas —dijeron algunas cazadoras susurrando. Las historias decían que Artemisa había rescata a sus cazadoras de control de hombres malvados y abusadores y que por eso la idea de odiar a los hombres y renunciar a su compañía les resultaba tan fácil y les daba una oportunidad de encontrar en la caza una nueva familia.

—No todos los hombres piensan como tú… —Artemisa se paró y yo automáticamente seguí su ejemplo.

—Perseo… mi nombre es Perseo —dije con orgullo, mi madre dijo que me puso ese nombre por el héroe, curiosamente era hijo de Zeus, pero eso no importaba mucho ahora.

—Yo soy Artemisa, diosa de la luna y la caza y ella son mis cazadoras —dijo señalando a las chicas que nos rodeaban y al frente estaba el campamento con tiendas donde supongo era donde se alojaban.

—Un placer —dije haciendo una reverencia prolongada.

—No hace falta —me dijo haciéndome una seña para que me levantara

—Pero —replique, yo conozco el valor del respeto por las personas que son tus superiores, es parte de la lealtad y respeto que le enseñan a todo espartano.

—Si digo que no hace falta… no hace falta —sus palabras sonaban un poco cansadas, asi que decidí que no diría nada más al respecto.

—Camina con nosotras, tengo interés en saber más sobre ti hijo de Poseidón —me dijo mientras las otras cazadoras se adelantaron dejándonos solos a Artemisa y a mí, mientras hacíamos nuestra entrada al centro del campamento.

—Solo podré acompañarlas por un día o dos mi señora, luego tengo que volver, tengo una misión que cumplir —le confesé, yo tenía que volver a presentarme nuevamente a servicio, asi que no podría retrasarme demasiado, aun tenia de 10-12 días de camino.

—Con un día será suficiente —me sonrió mientras, las niñas empezaron a salir de las tiendas y me miraban como si fuera alguna clase de intruso al cual querían atravesar con sus lanzas. —¡Atención niñas! —todas las niñas guardaron silencio y se congregaron junto a nosotros —Él es Perseo hijo de Poseidón, mientras ustedes se replegaban me ayudó a combatir a los monstruos. Ahora, nosotros tenemos un reglamento sobre los hombres, pero mientras Perseo se comporte adecuadamente será bien tratado entre nosotras en señal de agradecimiento por la ayuda… pero si no se comporta bien —los murmullos no se hicieron esperar mientras Artemisa les explicaba quién era yo y porque estaba de repente en su campamento cuando ningún hombre jamás logro estar en compañía de las cazadoras.

—No se preocupe señora me comportare, es sabida la fama de las cazadoras y no provocare ningún problema —dije con sinceridad, mirando a los ojos color plata de la diosa niña, la cual trato de buscar alguna clase de anomalía en mi mirada como si a través de mis ojos pudiera dejarle alguna clase de indicio de que estaba mintiendo.

—Más te vale chico —susurró una cazadora con mirada amenazadora, pero yo no me atemorice ni cedi ante su mirada, porque los espartanos no tememos a nada.

—¿Que dije sobre tratarlo bien? —replicó Artemisa en mi defensa mirando a la cazadora de la cual salió la amenaza.

—Lo siento… más te vale Perseo —dijo con una sonrisa burlona que me hizo sonreír un poco, su fama les hacía justicia, eran chicas rudas, pero tenían derecho a actuar de esa manera, no me quiero ni imaginar la clase de cosas que cada una tuvo que pasar en su anterior vida. Aquí tenían una familia y Artemisa cuidaba de ellos, eso no merecía ser roto por ningún intruso. Mientras pensaba eso cerré los ojos por el dolor repentino que me invadió, la herida que tenía no había sido del todo sanada.

—¿Que te sucede? —preguntó la cazadora que anteriormente me había hecho el comentario amenazador.

—Nada —dije restándole importancia mientras trataba de distraer la atención para no preocuparme en la herida.

—¡No mientas! —me gritó como si realmente estuviera interesada en lo que me estaba pasando, las cazadoras se tensaron ante su repentino cambio de humor, pero Artemisa solo la miraba con curiosidad para ver qué es lo que haría.

—Una pequeña herida —le respondí mientras rebuscaba mi alforja para ver si tenía alguna clase de vendaje.

—Déjame ver —me dijo arrodillándose a mi costado y haciéndome sentar en un tronco.

—No es necesario, deja que me vende y luego podremos seguir —reste importancia a la herida, pero parce que ella no se rendiría demasiado fácil.

—¡Vas a dejar que te atienda o qué! —gritó con enfado mientras ponía su mano sobre mi hombro para impedir que me levantara.

—Está bien lo siento… —respondí con un poco de vergüenza, desde que mama murió no estaba acostumbrado a que nadie tuviera esta clase de preocupación por mí.

—Será mejor que no hagas enfadar a Phoebe, puede ser peligrosa —Artemisa dijo con algo de simpatía, lo más cercano a una broma. Phoebe.

—Ahora levanta el brazo y Aria… tráeme unos vendajes y un poco de néctar —ordenó a una cazadora, mientras yo mantenía mi brazo en alto dejando ver la verdadera magnitud de mi herida.

—Enseguida —le respondió Aria y luego empezó a correr hacia una de las tiendas.

—¿Se les perdió algo? —Phoebe giró su cabeza para enfrentar al grupo de cazadoras que miraban asombrados la interacción entre ella y yo, supongo que eso la hizo sentir incomoda.

—Preparen todo, salimos en 15 minutos —anunció Artemisa para que luego todas las cazadoras salieran corriendo a desarmar las tiendas y prepararse para avanzar.

—Lo siento —susurró Phoebe bajo la atenta mirada de Artemisa, quien no salía de su pequeño asombro por la forma en que Phoebe se desenvolvía conmigo.

—¿Por qué? —pregunte un poco confundido, ella no me había hecho nada, al contrario, se estaba comportando de manera atenta.

—Por gritar y todo eso —confeso en medio de susurró, mientras observaba con detenimiento mi herida. Empezaba a sentirme un poco debilitado, supongo que por la pérdida de sangre.

—No hace falta… yo supongo que debes tener tus razones —no quería que ella se expusiera asi delante mío, yo era prácticamente un extraño.

—Si las tengo… yo… yo —su voz sonaba como si tuviera nervios de decir lo que estaba pensando y sus palabras eran pesadas.

—No hace falta que digas nada —trate de quitarle la obligación de decir algo al respecto por haber gritado y por la forma atípica en la que actuaba.

—¡Si, si lo hace! Ahora déjame hablar —ahí estaba nuevamente, con esos cambios de humor que podían dejar desconcertado a cualquiera.

—Lo siento —murmure casi inaudiblemente.

—Yo tenía un hermano, el murió en manos de mi padrastro que nos maltrataba. En cierta ocasión lo golpeo tan fuerte que su cabeza empezó a sangrar, corrí con él por el bosque en busca de ayuda… cuando encontré a la señora Artemisa ya era demasiado tarde, es por eso que cuando veo a alguien herido no puedo dejarlo simplemente sangrar —su historia me hizo tragar saliva tan pesadamente que dolía.

Yo sabía que todas las cazadoras de alguna u otra forma habían tenido una experiencia fuerte con el sexo masculino y que por eso se habían unido a las cazadoras para odiar a los hombre y tener las armas para vengarse de ellos y hacer pagar a aquellos que maltrataran a las mujeres. Pero su historia me rompió el corazón de una manera diferente, me sentí hasta culpable de infligir esta clase de aflicción sobre ella. Ver a alguien mal herido y que no es atendido debió ser difícil. Hice algo tan osado que pensé que podría ser lo último que haría en mi vida, pero primero vi a los ojos de plata de Artemisa, quien asintió suavemente y entonces procedí. Abrí mis brazos para abrazar a Phoebe. Su cuerpo temblaba como una hoja seca que era envestida por el viento y se tensó de manera tan fuerte que pensé que explotaría en mis brazos.

—Shhh, está bien —le dije susurrando mientras no la soltaba de mi abrazo, estuvimos asi por un rato, hasta que finalmente la solté, solo para ver su ojos rojos e hinchados por algunas lágrimas contenidas y otras que se soltaron en el camino.

—Phoebe —le dije susurrando, sus ojos se fijaron en mí de manera penetrante como si la fortaleza y la dureza de su carácter hubieran vuelto después de este periodo de debilidad.

—Si Perseo —dijo firmemente

—Gracias —le susurre y entonces algo cambio, algo se rompió, no sé qué, pero la mirada de Phoebe no volvió a ser la misma, era como si sus ojos hubieran tenido una carga tan pesada durante este tiempo y ahora finalmente se despojaron de dicha carga para mostrar el alma de una niña que quería vivir nuevamente. Phoebe asintió cerrando los ojos y soltando una lagrima, para luego salir corriendo.

—Tienes algo especial Perseo —me dijo Artemisa sonriendo después de todo lo que paso entre Phoebe y yo.

—Espero que tenga razón mi señora —suspire con cansancio. Espero que eso especia que Artemisa ve en mi me sirva para poder hacer lo que debo hacer.

Luego de que Phoebe regreso se dedicó a curar mi herida por un par de minutos mientras los cuales le conté un poco acerca de mí, no quería que solo ella se abriera, sino también yo le dejaría saber un poco acerca de mi vida. Pasados los 15 minutos que Artemisa dio como plazo para preparase empezamos a caminar, yo iba al frente con algunas cazadoras, con las cuales tuve oportunidad de compartir un poco más de vivencias, ellas me contaban algunas anécdotas de la caza y como luchaban contra los monstruos y de cómo solo una vez habían estado en el Olimpo. Yo por mi parte les contaba sobre la vida de un soldado espartano y de cómo me inicie antes de ser elegido para el entrenamiento. La brutalidad de mi entrenamientos las dejo un poco sorprendidas, pero a la vez se notaba que admiraban la disciplina y la rudeza con éramos formados. Durante la noche me ofrecí a hacer guardia y Artemisa no hizo ninguna objeción, lo cual me pareció extraño, pero decidí no hacer darle demasiadas vueltas a esa idea.

Al día siguiente llegamos cerca de donde yo había descansado la noche anterior, cuando pregunté qué lugar era ese que se podía ver en el horizonte me informaron que él era el famoso jardín de las Hespérides y fue entonces que me di cuenta lo lejos que estaba de casa. No me informaron demasiado sobre lo que había allí, solo que no debía acercarme demasiado porque había un monstruo que vigilaba el jardín y que nadie había logrado vencer jamás. Seguimos avanzando hasta que estábamos muy cerca de dicho jardín, pero las cazadoras no querían pasar por allí asi que rodeamos un poco para que ellas pudieran continuar, hasta que finalmente ya no pude seguir acompañándolas. Me despidieron con un poco de tristeza, Phoebe me deseo suerte en mi viaje y los deseos de que algún día podamos volver a encontrarnos. Cuando empecé a alejarme Artemisa me detuvo.

—Perseo —su voz sonaba un poco lejana, asi que me detuve y empecé a caminar hacia dónde venía la voz.

—¿Si mi señora? —le respondí cuando estuvimos cerca.

—Dentro de 5 días nos moveremos cerca de Esparta, por los bosques. La gente común no pude vernos gracias a la niebla, pero tu podrás encontrarnos, por si deseas pasar a saludar, las cazadoras parecen haber encontrado en ti al único hombre respetable, asi que… —sonaba como que querían que fuera a visitarlas y no iba a negarme ya que había logrado hacer un vínculo con ellas.

—Será un placer —dije sonriendo, mientras me acomodaba el escudo en la espalda.

—Buen viaje Perseo —dijo mientras saludaba con la mano y empezó a volver hacia sus cazadoras

—Gracias mi señora —alcé un poco la voz para que pudiera escucharme y luego empecé a caminar por el camino que habíamos venido, y luego seguir rumbo a casa. Aún tengo 10 días de camino solitario hasta Esparta. Espero no tener que encontrarme con otros orcos o perros en el camino.

More Chapters