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Chapter 28 - capítulo 28 Fin

Un mes después de la derrota de Anubis y la limpieza de la

galaxia, Korr revisaba los informes de sus ganancias tras la guerra.

En primer lugar, estaba el personal humano. Todos los

goa'ulds capturados, incluidos los Señores del Sistema, habían sido puestos en

animación suspendida en su bodega: el viejo Yu, Cronos, Nirrti, Baal y Morrigan

los principales de estos.

Los goa'ulds más antiguos tenían dificultades para

adaptarse, pero los jóvenes estaban dispuestos a colaborar, siempre que se les

permitiera participar en la administración del imperio. Por ello, fueron

tratados y preparados para ocupar puestos en los gobiernos de los nuevos

mundos.

Korr había reclamado los territorios de Yu, Baal, Svarog,

Olokun, Morrigan, lo que expandía su imperio hasta ocupar un tercio de la

galaxia.

Los jaffas fueron otro gran añadido. A pesar de que la

Alianza Jaffa ofrecía libertad y autogobierno, la mayoría de los que conocían

su imperio preferían seguir sirviendo a los goa'uld. Incluso aquellos que se

mantuvieron fieles a Anubis hasta el final —a pesar de haber sido abandonados

por él— llegaban en masa a través del portal, solicitando servir como guerreros

de Korr, quien había derrotado a su dios.

Hasta ahora, su ejército jaffa se contaba por millones. Korr

había aumentado el número de mundos jaffa a 50, asegurándose de que tuvieran

suficiente espacio para vivir y desarrollarse.

Sin embargo, los humanos eran los más numerosos. Con los

Señores del Sistema capturados y sin ningún goa'uld que los detuviera, apenas

unos días después de su liberación —y gracias a la propaganda que una vez

impulsó Egeria— millones de humanos abandonaron sus planetas y migraron hacia

los territorios de Korr. Como Korr tenía a miles de goa'uld sin funciones

específicas, esto no fue un problema. Aprovechando sus nuevos territorios, Korr

inició la construcción de ciudades para reubicar a estos nuevos súbditos.

El funcionamiento del imperio no cambió demasiado con estas

anexiones. Los goa'uld menores que le servían ya lo habían hecho antes para

otros Señores del Sistema, y se adaptaron rápidamente a sus nuevas reglas: nada

de esclavitud, pago justo a los sirvientes y prohibición de reclutamiento

forzado. Para vigilarlo todo, se apoyaba en su sistema administrativo, la red

de satélites y cuerpos de seguridad. Para motines o rebeliones, contaba con el

ejército jaffa mejorado más grande de la galaxia.

Para este ejército de millones, Korr disponía de más de diez

mil Ha'tak, que había acumulado desde su llegada a este universo. La mayoría

fueron capturadas a Anubis antes de la batalla final, en la que gran parte de

su flota fue destruida. Sin embargo, Anubis había enviado miles de naves a

atacar Dakara, y Korr logró reunir más de tres mil naves, de las cuales dejó

mil quinientas para ser repartidas entre la Tierra, los Tok'ra y los Tollan.

Estas naves ya habían sido reparadas por los replicadores mejorados y

entregadas a la Alianza para que decidieran cuántas correspondía a cada uno.

Korr se quedó con mil quinientas Ha'tak sin preguntar a

nadie qué parte le correspondía. Nadie se lo cuestionó.

En lo personal, Korr había negociado un tratado con la

Tierra para intercambiar derechos de uso de algunas de sus tecnologías, así

como recursos y materias primas, a cambio de poder integrar su red de satélites

al internet terrestre. En realidad, ya lo había hecho años atrás, pero ahora el

internet estaría disponible para todos los planetas y habitantes de su imperio.

Era imposible mantenerlo en secreto, y los propios goa'uld ya no deseaban

seguir navegando en la clandestinidad.

El internet traería muchas ventajas tanto para los humanos

como para los jaffas en su territorio, ya que facilitaría el acceso a todo el

conocimiento y tecnología terrestre. Esto, sin embargo, también implicaba

riesgos: los humanos, con sus ambiciones comparables a las de los goa'uld,

aprovecharían cualquier oportunidad para imponerse a sus gobernantes. Para

prevenir que los goa'uld fueran superados, Korr contaba con el ejército jaffa y

con nuevas reinas goa'uld, extraídas de su mundo de origen y mejoradas para

adaptarse a este nuevo entorno.

En teoría eran reinas campesinas, pero Korr les había

concedido conocimientos tecnológicos superiores a los de los antiguos goa'uld e

incluso a los Tollan, junto con abundantes memorias genéticas repletas de

tramas e intrigas políticas. No carecía de material: tenía en su poder las

memorias de todos los Señores del Sistema y sus reinas. Esto garantizaría que

los nuevos goa'uld no fueran menos ambiciosos ni menos astutos que sus

predecesores.

Por si todos sus planes de contención fallaban, Korr —fiel a

su principio de "seguridad ante todo"— tenía un plan de respaldo. Y ese plan

estaba justo delante de él en ese momento, luciendo humildes y respetuosos,

esperando a que él declarara sus intenciones. Veinte jaffas vigilaban sus

espaldas.

—Baal, Morrigan —dijo Korr, haciendo brillar sus ojos.

Korr estaba sentado en su trono, atendido por sus

sirvientes, mientras una exhibición de niños adornaba las escaleras, posando y

soltando alguna risita tras un chiste susurrado, animando el ambiente.

Baal y Morrigan observaban todo con envidia. Korr los había

mantenido dormidos durante un mes, tras capturarlos y someterlos a un

tratamiento para la locura, borrando de su memoria genética las incontables

atrocidades, torturas y genocidios que habían acumulado. Sin embargo, sus

recuerdos personales de vida permanecieron intactos. En cuanto a castigarlos

por aquellos crímenes, Korr no tenía ninguna intención de hacerlo. Nunca estuvo

en sus planes, del mismo modo que tampoco pretendía exterminar a los Aschen,

que aún permanecían aislados en su planeta de origen, a la espera de su

decisión.

Korr los miró de arriba abajo. Baal había elegido un

anfitrión mejorado, basado en su cuerpo anterior. Se veía más joven, con un

físico inmaculado, aunque seguía siendo delgado. Su estilo también permanecía:

un traje entre moderno y antiguo, con un aire punk. Entre los goa'uld, Baal era

quien vestía más parecido a la moda terrestre.

Morrigan era diferente. Ya antes era una pelirroja

atractiva, pero ahora parecía una diosa griega: alta, de 1,80 metros, con un

vestido negro adornado con plumas.

—¿Qué les parecería si les devuelvo sus territorios?

—preguntó Korr con tono tentativo. Baal y Morrigan parecieron competir por ver

quién se arrodillaba más rápido.

—¡Estoy dispuesto a servir! —dijeron ambos con humildad.

«Quien no conozca a este par, hasta sentiría lástima por

ellos», pensó Korr. Pero no temía demasiado una traición. A pesar de su

ambición, los antiguos Señores del Sistema ya habían servido a Ra, y este

deambulaba por la galaxia en una nave desvencijada sin que nadie atentara

contra él.

Mientras Korr les dejara claras las consecuencias de una

traición, y mostrara su poder, se comportarían en consecuencia.

—La razón por la que les ofrezco sus antiguos territorios es

porque necesito personas con su experiencia y habilidades políticas. Cada día

llegan más humanos al imperio, y no quiero enfrentarme a rebeliones o motines.

Quiero que tengan claro que si se extralimitan, su destino será el exilio.

»Necesito que ustedes dos vigilen a la población y aumenten

el número de goa'ulds. Con ese fin, los nombro mis primeros Señores del

Sistema. Siempre que cumplan mis leyes y se mantengan dentro de los límites,

podrán hacer lo que deseen. Además, tengo más planes, y ustedes actuarán como

mis ministros, formando parte del poder central de lo que planeo construir en

el futuro —ofreció Korr.

—Obedezco al Señor Supremo —dijeron Baal y Morrigan al

unísono. Korr supuso que le habrían dicho lo mismo a Ra.

—El sistema administrativo les informará de sus deberes,

responsabilidades, tecnologías y conocimientos disponibles, además de los

territorios asignados. Pueden retirarse —dijo Korr, y Shak'l los escoltó fuera,

trayendo al siguiente grupo.

Este nuevo grupo incluía a Osiris, Isis, Set, Hathor,

Camulus, Olokun, Amaterasu, Yu, Cronos, Svarog, Moloch, Atenea, Afrodita, entre

otros antiguos Señores del Sistema que una vez ostentaron los más altos cargos.

Eran más de veinte, pero todos guardaban silencio.

—Tengo un trabajo para todos ustedes, si demuestran ser

dignos de él —dijo Korr, esperando ver si alguno se resistía para enviarlo de

vuelta a la bodega de carga. Pero todos estaban expectantes ante la descripción

del trabajo, aunque no parecían contentos. Korr asintió.

—En esta galaxia ya no hay lugar para ustedes —dijo, y los

goa'uld lo miraron, sin entender aún sus intenciones. Korr no ocultó nada, y

desplegó un mapa holográfico con la Vía Láctea, seguido por las miles de

millones de galaxias que la rodeaban.

—Quiero que cada uno de ustedes tome una galaxia como su

nuevo territorio. Les daré naves, guerreros y recursos para que inicien la

conquista de este universo y extiendan el Imperio Goa'uld por toda la

existencia conocida. Esto puede tomarnos miles de millones de años, pero todos

aquí gozamos de juventud eterna.

»Como pago, les ofreceré —solo a ustedes— conocimientos

tecnológicos a nivel Asgard —concluyó Korr.

Tras unos segundos de asombro, todos los goa'uld se

apresuraron a arrodillarse, aceptando el trato y mostrando la debida

reverencia.

—Isis, Hatok, requeriré más de ustedes. Como reinas goa'uld,

la población de nuestro imperio depende de ustedes. Así que no quiero que

ignoren sus ciclos reproductivos. También les informo que me encargaré del

desarrollo de los simbiontes y vigilaré las cosas que se implanten en su cabeza

—advirtió Korr—. En cuanto a quién elijan para la muestra genética, me da igual

—agregó. Hatok e Isis asintieron.

Korr miró a Isis y a Osiris. Ella siempre se mantenía a su

lado, pero él había examinado sus memorias, para confirmar lo que se decía en

la historia original sobre ellos. Para Osiris, Isis era una necesidad para

escalar en poder. En esa historia, cuando se enteró de su muerte, al tipo le

dio igual.

Korr suspiró por dentro, pero no pensaba entrometerse en su

relación. Era imposible que Isis no se hubiera dado cuenta después de miles de

años juntos. Lo suyo era más bien una relación de negocios.

—Mi sistema administrativo les informará los detalles —dijo

Korr, despidiendo a sus nuevos Señores—. Recuerden: mi imperio se basa en la

meritocracia. Los estoy colocando en estos puestos porque creo que están

calificados. Si hacen alguna tontería, tendrán suerte si les dejo administrar

un planeta agrícola —advirtió antes de que se marcharan.

---

—Así que se hacen llamar Aschen —dijo Jack.

Daniel, sentado a su lado en la sala de reuniones, asintió.

Frente a ellos estaban Omoc de los Tollan, Lia de los Nox, Thor de los Asgard

proyectado en su trono, 03 representando al nuevo imperio goa'uld, Selmak por

los Tok'ra, y ellos dos por la Tierra. Jack fruncía el ceño cada vez más

mientras leía el informe.

—Así que exterminaron a las especies vecinas, convirtieron

sus mundos en planetas agrícolas y esclavizaron, de forma disimulada, a lo que

quedó de sus poblaciones originales —Daniel asintió nuevamente—. Entonces, Korr

los descubrió, retiró los Stargates de sus mundos conquistados, destruyó sus

naves y los encerró en su planeta —Daniel volvió a asentir—. ¿Y ahora se mueren

de hambre y piden ayuda desesperadamente porque no tienen qué comer? —Daniel

asintió otra vez. Jack apretó los dientes—. ¿Y qué nos impide dejarlos morir de

hambre? —preguntó, levantando una ceja. Daniel suspiró.

—Ellos alegan que no mataron a nadie, solo evitaron que se

reprodujeran. Era, según ellos, un control poblacional. Luego, el resto de los

habitantes eligió ser sus granjeros por voluntad propia. Por otro lado, si no

los ayudamos, se verán obligados a implementar un nuevo control poblacional por

medios más… radicales —explicó Daniel.

—¿Radicales? —preguntó Omoc.

—Eliminarán a la mitad de su población, que supera los

cincuenta mil millones —dijo Daniel—. Y advierten que esa es solo una cifra

preliminar —agregó. Jack y Omoc apretaron los dientes. Lia pareció

entristecerse, y Selmak hizo una mueca.

—¿En serio tenemos que ignorar estas cosas? ¿Qué pruebas

tenemos de que no usaron alguna plaga contra las poblaciones que subyugaron?

Según el informe, son expertos en ese campo —dijo Selmak.

—De hecho, hay pruebas en las muestras genéticas que tomamos

de los sobrevivientes. Además, coinciden con algunas historias locales: sí, lo

hicieron —informó Daniel, compartiendo los detalles del informe con los demás

presentes.

—¿Crees que cumplirán sus amenazas? —preguntó Jack.

—Debemos tener en cuenta que los Aschen han realizado

"mejoras genéticas" en su población y, en su mayoría, sus emociones están

suprimidas. Creo que sí, podrían ejecutar su plan si no reciben ayuda

—respondió Daniel.

Jack apretó más los dientes.

—Ya habíamos estudiado a esta población antes, y debo decir

en su defensa que, aunque son despiadados con los demás, su nivel de vida

interno es superior al de cualquier otro planeta en la galaxia. Tampoco podemos

dejarnos llevar por sus actos si buscamos la paz. Propongo seguir el ejemplo

del nuevo Imperio Goa'uld —dijo Thor, fijando su postura.

Daniel pensó en ese nuevo imperio. Korr se había

autoproclamado Señor Supremo, ocupando el puesto que antes tenía Ra. Desde

hacía un año, había subordinado a los antiguos Señores del Sistema, quienes

ahora actuaban como sus administradores. Sin embargo, las leyes del imperio no

habían cambiado. La esclavitud estaba prohibida, y los humanos que quisieran

marcharse eran libres de hacerlo en cualquier momento, llevándose sus

posesiones… aunque debían dejar atrás cualquier tecnología o conocimiento

adquirido de los goa'uld.

Para hacer esto, Korr ignoró todos los crímenes que

cometieron los goa'uld en el pasado y les otorgó amnistía total, a pesar de que

sus actos ya ni siquiera podían considerarse crímenes: eran abominaciones nunca

antes vistas.

—No queremos imitar a los goa'uld —se quejó Jack.

—No, queremos la paz, y evitar la muerte de miles de

millones —dijo Lia. Jack suspiró.

—¿Qué ofrecen y qué clase de comida piden? —preguntó Jack.

—Ofrecen compartir su tecnología, y piden cualquier tipo de

materia orgánica. Poseen sintetizadores de alimentos, y siempre que tengan

materia orgánica pueden fabricarse cualquier cosa. Por eso solo cultivaban un

tipo de semilla en los mundos de sus vasallos.

»En cuanto al aspecto diplomático, esta reunión puede

establecer condiciones que luego les serán presentadas. Pero su situación es

urgente, y al presentárselas, ya deberíamos haberles entregado parte del

alimento —explicó Daniel. Jack hizo una mueca.

—Sabes, Daniel… cuando mencionaste esos sintetizadores de

alimentos, tuve un pensamiento muy desagradable —dijo Jack. Parecía que su

estómago se había revuelto. Daniel no lo entendió, hasta que Thor habló.

—Usar los cuerpos de la mitad de su población para

sintetizar raciones mientras cultivan nuevos alimentos… debería ser una

solución razonable para ellos —dijo Thor, explicando los pensamientos de Jack.

Daniel quedó aturdido. Omoc se puso pálido, Lia parecía en

estado de shock, y Selmak no paraba de hacer muecas. 03 era el único que lucía

tranquilo; probablemente ya lo sabía.

—Hay que entregarles ese alimento, ahora mismo —dijo Jack.

—En cuanto a las condiciones, una de ellas es que no salgan

de su planeta por al menos los próximos dos años —dijo Selmak, que quería

tiempo para estudiar la situación.

Daniel estuvo de acuerdo, y el resto de la reunión aceptó.

También se propuso el desarme de cualquier arma de destrucción masiva que

tuvieran los Aschen, aunque esto era una medida irrisoria, porque sus armas

eran biológicas y podían sintetizarlas en sus laboratorios en cuestión de

meses.

---

Samantha Carter revisaba los datos aportados por los Aschen

sobre su tecnología, con el objetivo de explicarlos en un informe para el

general O'Neill y el consejo de Terran, cuando Daniel tocó a la puerta de su

laboratorio.

—Entra —dijo Samantha, mientras analizaba una pantalla

holográfica frente a ella. Daniel entró y miró la pantalla.

—Reviso las tecnologías Aschen para ver cuáles son nuestras

mejores opciones. Su tecnología médica es impresionante, y sus sintetizadores

orgánicos podrían solucionar muchos de nuestros problemas de producción

actuales. Ellos solo cultivan las semillas más eficientes, y luego los

sintetizadores se encargan del resto. Con esta tecnología, la Tierra ya no

tendría que preocuparse por criar animales o cultivar plantas de bajo

rendimiento —explicó Samantha. Daniel asintió en acuerdo.

—Creo que lo más lógico sería escoger estos sintetizadores

de alimentos, porque su otro gran avance son las armas biológicas que han

desarrollado —añadió Samantha.

—No creo que la gente permita eso —dijo Daniel. Samantha

estaba de acuerdo. Las armas biológicas eran un tabú en la Tierra; incluso la

manipulación genética generaba controversia.

—Yo preferiría sus tecnologías de manipulación genética. Hay

una investigación muy interesante sobre algo parecido a la memoria genética, y

me ha llamado la atención. Actualmente, con los nanitos, podemos descargar

información directamente al cerebro y avanzar en minutos en cualquier área del

conocimiento, pero seguimos dependiendo del cerebro humano y de nuestra

capacidad de retención.

»Si ocurre una calamidad en el futuro, o si se pierde algún

centro de almacenamiento de información, estaríamos en problemas. Pero si cada

persona en este planeta lleva los conocimientos de la especie en su sangre… eso

los haría parte de nosotros —explicó Samantha.

—¿Cómo los goa'uld? —preguntó Daniel.

—Tomaría tiempo de investigación, pero ese sería el

objetivo. Y si lo combinamos con la tecnología de nanitos para activar o

desactivar esos conocimientos, sería genial —respondió Samantha.

—Eso dejaría a los maestros sin trabajo y haría obsoletas a

las universidades —comentó Daniel. Samantha asintió.

—En realidad, cada tecnología que hemos obtenido cambiará el

mundo de forma radical. El costo de vida también se reducirá enormemente

gracias al avance tecnológico. Una computadora llegará a costar lo mismo que la

comida de un día —explicó Samantha—. En cuanto los sintetizadores de alimentos

estén operativos, no necesitaremos plantar diferentes cultivos. Usaremos la

planta que aporte la mayor cantidad de biomasa, y a partir de ahí obtendremos

todo lo demás, siempre que tengamos materia orgánica —concluyó.

Daniel hizo una mueca. Su expresión era de repulsión.

Samantha no entendió su reacción.

—No es nada… solo me hiciste recordar un asunto muy

desagradable que se planteó en la reunión —dijo Daniel. Lo que había escuchado,

relacionado con los sintetizadores, claramente lo había perturbado.

—Lo siento, prefiero no saberlo —se apresuró a decir

Samantha. Ella sabía que los Aschen eran unos genocidas. No al mismo nivel que

los goa'uld, pero cerca. 

No quería imaginar lo que podrían hacer con una tecnología

como los sintetizadores de biomateria. Las posibilidades eran infinitas… y

también grotescas. Era mejor no pensarlo.

—Sam, estaba pensando que, después de estas negociaciones,

voy a necesitar vacaciones. Thor nos ha informado que se está organizando una

expedición para ir en busca de los Alterans, que según Korr, están en la

galaxia Pegasus. Supongo que la Tierra también enviará a algunos diplomáticos

para conocerlos. Después de todo, según Korr, se supone que ellos nos crearon,

o sembraron la semilla para que naciéramos en este planeta —comentó Daniel.

—Daniel, por ahora no pienso ir a ningún lado. Este es el

mejor momento para cualquier científico en la Tierra: una era dorada para el

desarrollo tecnológico —dijo Samantha. Daniel suspiró.

—Jack dice que pronto formaremos una federación y que nos

invitará a su nave Enterprise, para explorar donde ningún hombre ha ido jamás

—dijo Daniel.

Samantha sonrió. Él ya estaba preparando los papeles para su

traslado, pero muchos aliados se oponían a que el general O'Neill dejara su

puesto en el Comando Stargate, que servía de enlace con los miembros de la

alianza. Siempre discutía con Omoc y molestaba a Lia, pero todos confiaban en

que, en cualquier negociación, él actuaría con honor. Era un digno sucesor del

general Hammond, y no querían perderlo. 

Pero el general O'Neill detestaba el papeleo. Su sueño

siempre fue tener una nave y llamarla Enterprise. Samantha sacudió la cabeza.

—Dudo que la alianza pueda retenerlo mucho más… —Sam

interrumpió sus palabras porque se dio de cuenta de algo—. Estás huyendo —dijo

Samantha, y Daniel se encogió de hombros.

—Maybourne me insinuó hace un par de días que, cuando Jack

deje la base, tal vez cambien al representante de la Tierra por un civil. Ya no

se discuten temas de una guerra secreta, sino asuntos diplomáticos. Sam, mi

trabajo no es la diplomacia. Soy arqueólogo. Estudio culturas, historias y

costumbres —se quejó Daniel—. No… me voy con los Asgard a buscar a los

Antiguos. Quizás en la misma nave de Jack. Quién sabe —añadió.

Samantha asintió. Ella ya había solicitado su traslado al

Área 51, donde se llevaba a cabo la mayoría de las investigaciones de punta en

física y tecnología aeroespacial de la Fuerza Aérea.

—Suerte —le dijo Sam.

—Aún me falta preguntarle a Teal'c, pero él está ocupado con

la alianza jaffa. Al parecer, que la alianza le haya confiado la mitad de los

Ha'tak entregados a los jaffa por su ayuda en Dakara, lo convirtió en un líder

prominente dentro de la Alianza Jaffa Libre. Los jaffa son simples en su

elección de líderes, pero entre Teal'c y el maestro Bra'tac, creo que pueden

llevarlos a crear su propio lugar en la galaxia —dijo Daniel.

Después de la batalla de Dakara, la Tierra recibió mil

Ha'tak, ya que eran quienes poseían los mayores ejércitos y podían emplearlos

para mantener la paz en la galaxia. La Tok'ra, los Tollan y los jaffa se

dividieron las otras quinientas, ya que los Nox no querían naves de guerra.

A los jaffa se les asignaron cien Ha'tak: cincuenta quedaron

en manos de Teal'c y los otros cincuenta, en manos de Bra'tac, lo que los

convirtió en los líderes naturales de la Alianza Jaffa Libre, y los ha

mantenido ocupados hasta el día de hoy.

—Debe de estar muy ocupado. Además, escuché que su hijo se

casará dentro de poco —comentó Samantha.

—Quizás quiera una boda en otra galaxia —bromeó Daniel.

Samantha sonrió, recordando que Teal'c les había insinuado

que no estaba en buenos términos con su futura nuera.

—Suerte con eso —dijo Sam, y volvió a concentrarse en

analizar las tecnologías Aschen, buscando si había algo que pudiera resultarle

útil.

---

Korr lanzó fuegos artificiales, y todos en el servidor y en

su gremio empezaron a felicitarlo cuando alcanzó el nivel cien con su personaje

principal. 

Un mes atrás se había lanzado una nueva actualización del

juego, con un aumento de nivel y tres nuevos mapas. Korr fue el primero en

llegar al nivel cien, tras pasar los últimos tres días subiendo de nivel sin

descanso. Incluso se había saltado las cacerías de jefes…

Korr frunció el ceño al ver dos mensajes del servidor. Estos

mensajes eran artículos de pago. 

Korr había retirado de la tienda todo el equipo relacionado

con el dinero real: armaduras, joyas de enlace, objetos especiales… Solo había

dejado elementos cosméticos como objetos pagos: cambios de apariencia, mensajes

al servidor, cambio de nombres, etc.

Eso quería decir que quienes lo felicitaban con mensajes al

servidor habían usado dinero real para hacerlo. 

Pero lo importante no era eso… sino los nombres de los

personajes que lo estaban felicitando.

El primero era Baal y el segundo, Morrigan. Sus mensajes

también daban pistas sobre su identidad, ya que decían: «Felicidades, Señor Supremo». 

Korr abrió comunicación con ambas cuentas y les envió una

invitación de alianza. Ambos aceptaron y, una vez estuvieron en su party, Korr

los convocó a su lado. Estaba jugando junto a 00, que se había creado un

personaje oráculo para apoyar a su guerrero.

—Baal, Morrigan… ¿qué hacen aquí? —preguntó Korr.

Por lo que veía, ambos usaban personajes nuevos, aunque ya

eran nivel 99 y llevaban equipos completos: armaduras, armas y accesorios. Esto

no era raro, ya que, aunque el juego no vendía este tipo de objetos

directamente, muchos jugadores sí lo hacían. Había gente que vivía de eso:

obteniendo o fabricando objetos para venderlos a personas adineradas como estos

dos señores del sistema, que seguramente ni siquiera negociaron nada. Eran tan

ricos que daban asco.

—Me interesaba ver este juego —dijo Baal por el chat de la

alianza—. Estuve investigando en internet y me enteré de que era creación de

nuestro Señor Supremo, y el juego insignia de su compañía. También supe que

pronto será el primer juego de realidad virtual inmersiva.

—Yo también tenía curiosidad —añadió Morrigan.

—¿Les cerraron las empresas que intentaron formar en la

Tierra? —preguntó Korr.

—Sí —admitieron ambos sin dar más vueltas.

Korr haría lo mismo si estuviera en el lugar de los

gobernantes de la Tierra. Estos dos eran demasiado sospechosos.

—Simplemente inviertan en algo que los gobiernos no vean

como una amenaza potencial. Nada de televisoras, empresas de

telecomunicaciones, redes sociales o películas. Inviertan en comida, moda… o

videojuegos. La verdad es que necesito algunas empresas filiales…

Korr les explicó a sus vasallos cómo hacer negocios en la

Tierra sin levantar sospechas, y cómo crear filiales para su compañía de

juegos, de modo que empezaran en un sector seguro.

La Tierra tenía un encanto natural para los goa'uld, porque

los humanos eran igual de hedonistas que ellos, y una parte importante de sus

motivaciones estaba ligada al placer.

Los goa'uld buscaban complacer cada uno de sus sentidos: lo

visual con la pintura, la escultura y otras artes; lo auditivo con la música;

lo gustativo con la comida; lo sensorial con masajes, sexo y muchas otras

cosas. 

Todo eso se encontraba en la Tierra, y en cantidades

abrumadoras. Era un paraíso para cualquier goa'uld. Pero ningún gobierno

terrícola permitiría que un goa'uld ganara influencia en sus círculos

políticos, del mismo modo que Korr no permitía que los humanos ganaran poder

dentro de su imperio.

Después de aconsejar a Baal y Morrigan sobre inversiones

seguras en la Tierra, Korr se desconectó del juego. 00, que jugaba a su lado,

se levantó y se acurrucó contra su pecho.

Korr buscó el informe que le había enviado 01, quien ya

regresaba de la galaxia Pegasus, después de reinstalar a los Alterans en

Atlantis y negociar la paz con los Wraith.

Tras pasar unos años —que para los Wraith habían sido

siglos— disfrutando de las "comodidades" de las bodegas de la bionave, habían

aprendido el valor de la paz y aceptado la propuesta de Korr con la debida

humildad.

Los Wraith también aprendieron a producir su propio alimento

sin necesidad de matar a nadie. Algunos se rebelaron, pero Korr tenía un plan

para ellos: los haría dormir por unas cuantas décadas y luego los despertaría

para preguntarles si querían aceptar el trato… o seguir durmiendo.

Con eso, los asuntos en la galaxia Pegasus podían

considerarse resueltos. Al conseguirles una fuente de alimento, se eliminaba el

centro del conflicto entre los Wraith y los habitantes de esa galaxia, ya que

su única motivación era alimentarse. 

Los Wraith no ansiaban gobernar como los goa'uld, ni tenían

vicios de poder o control.

Los Aschen también estaban casi resueltos, o lo estarían

pronto. Encerrarlos en su mundo sin recursos había hecho maravillas con su

disposición diplomática.

Solo quedaban los Ori, pero Korr ya tenía el tesoro de

Merlín guardado, y nadie pondría las manos sobre el artefacto de comunicación

con su galaxia.

Con la conquista de Korr sobre otras galaxias, los Ori

eventualmente sabrían de él. Pero cuando llegaran, no se encontrarían con una

galaxia envuelta en anarquía, sino con una región organizada, con ejércitos

masivos y una estructura sólida. 

Para cuando eso ocurriera, Korr ya habría encontrado a

Merlín, y tendría las armas necesarias para amenazarlos. Si se atrevían a poner

un pie en alguna de sus galaxias… serían ellos los que terminarían invadidos.

Por todo esto, Korr pensaba esperar cien años. Si los Ori no

venían, él mismo idearía un plan para atraerlos. Y cuando llegaran los Priores

y fracasaran las negociaciones de paz, declararían la guerra… y sería el fin de

los Ori.

Lo único que le quedaba por hacer ahora era aumentar el

número de ascendidos en su galaxia. Korr tendría que crear un plan de propaganda para

atraer a los abraza-árboles de toda la galaxia y enseñarles a ascender.

---

03 leía un libro, sentado en el puente de su bionave, que

permanecía en la Tierra. No estaba allí para vigilar en caso de problemas, sino

porque estaba de vacaciones y tenía un permiso diplomático para estar en el

planeta.

Frente a él, se materializó una mujer hecha de luz, y 03

sonrió.

—Ellos no están felices con lo que has hecho —dijo Oma

Desala.

—Es curioso… la felicidad o infelicidad de los ascendidos no

me parece un asunto importante —respondió 03 con sinceridad.

Oma Desala también sonrió.

—El futuro es… interesante —dijo, y 03 miró hacia el frente,

donde el tiempo y el espacio parecieron mezclarse.

03 vio batallas y guerras… pero también salvación, esperanza

y paz.

—Yo diría que es apropiado —dijo 03, mientras a un lado de

Oma Desala aparecía otra mujer, de cabellos y ojos negros.

—03, debes dejar de interferir con el plano mortal…

03 la interrumpió levantando la mano.

—Señora, no la conozco. Y si cree que no se debe interferir

con el plano mortal, es libre de irse. Porque yo aún no soy un ascendido —dijo

03.

—Sabes bien lo que quiero decir —replicó la mujer.

—No, la verdad es que no lo sé. Hace poco ustedes mismos me

dijeron que el futuro era variable e impredecible, que no debía interferirse ni

apostarse por él. Pero ahora parecen contradecirse. 

»Lo único que he hecho es proteger las vidas que ustedes

estaban dispuestos a desechar. Cualquier otra cosa no tiene que ver conmigo

—añadió, señalándole la salida.

La mujer no parecía querer obedecer, pero de las corrientes

del tiempo, alguien sopló… y ella salió despedida como una hoja azotada por una

tormenta.

—Tu yo futuro no parece tener demasiada paciencia —dijo Oma

Desala, alzando una ceja.

—Sospecho que esa mujer planea ponerse algo insistente

—respondió 03, encogiéndose de hombros.

Por supuesto, 03 ya sabía que los ascendidos no le habían

ayudado. Su ayuda venía de él mismo. Lo que los ascendidos temían no era a

Korr, que seguiría aferrado al plano material por la eternidad, sino a 03, que

eventualmente ascendería… y si el plan de Korr se concretaba, él obtendría

todos los beneficios del lado de los ascendidos.

03 puso los ojos en blanco. Nunca le interesó el poder, pero

si con eso podía evitar que estos supuestos "imparciales" siguieran metiendo

sus narices para causar desastres —como ya lo habían hecho con Anubis—,

entonces no se resistiría a ascender. 

Aunque tampoco tenía prisa: 03 se sentía muy cómodo tal y

como estaba.

—Oma Desala, hay muchas personas en esta galaxia que están

preparadas para otro nivel de existencia. ¿Te gustaría recibir mi protección y

servirles de guía? —preguntó 03, alzando una ceja.

—Pensé que para esos asuntos debía hablar con tu yo del

futuro —respondió ella.

—Esos son procedimientos burocráticos. No son necesarios

para las personas de bien —dijo 03. Oma asintió, y él hizo que la nave

materializara un asiento para ella.

—03, ¿por qué has apoyado este desarrollo de los

acontecimientos? —preguntó Oma Desala, sentándose.

03 miró a lo lejos.

—Nunca he estado de acuerdo con esa teoría de que el bien y

el mal no existen. Pero sí creo que los límites entre ambos no son claros, o

mejor dicho: ambos son parte de la vida. Siempre ha sido así, y así será. 

»Cuando eso cambie, la vida dejará de llamarse vida… y

pasará a ser solo un conjunto de máquinas de lógica absoluta, siguiendo normas

y leyes sin alma.

»Los goa'uld son ambiciosos y codiciosos. Pero esto puede

usarse a favor de la vida, si tienen la guía correcta… como ocurre en esta

galaxia. 

»Los ascendidos se niegan a permitirlo, porque lo que

realmente temen es que esto se convierta en una amenaza para ellos.

»Si se trata de mantener su seguridad, actuarán. Si no lo

es, pueden dejarlo pasar. Y en ocasiones, si por casualidad les interesa,

intervendrán.

»Antes dijeron que intervinieron en el caso de Anubis porque

los planes de Korr de expandirse a otras galaxias eran intolerables. Pero

hace miles de años, los replicadores salieron de la Vía Láctea e invadieron

otras galaxias. La de los Asgard es un ejemplo: estuvieron a punto de ser

exterminados junto a toda su civilización. Muchas galaxias cercanas corren el

mismo peligro. 

»Y eso solo aumentará con el tiempo. Los replicadores nunca

detendrán su avance. Y en comparación con los goa'uld —que al menos quieren

gobernar—, los replicadores son el fin absoluto de toda civilización avanzada.

Aun así, los ascendidos nunca intervinieron. ¿Por qué? Porque los replicadores

jamás serían una amenaza para ellos —explicó 03.

—Algunos de nosotros sí quisimos intervenir —dijo Oma

Desala, con pesar.

—Pero no lograron hacerlo. Y ese peligro, a escala

universal, campa a sus anchas… al menos hasta que los señores del sistema los

purguen de sus nuevos territorios —dijo 03 con una sonrisa, y le ofreció un

libro.

—Los goa'uld están interesados en el mundo cinematográfico.

Pero yo prefiero los libros. Este es uno de mis favoritos… trata sobre los

principios de la vida.

—¿La Fundación? —preguntó Oma Desala, leyendo el título.

03 asintió.

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Nota del autor 1: ¡Hola a todos! Este es el capítulo final

de la saga goa'uld. Después de esto sigue la saga Ori, pero aún no la he

escrito. Como los Ori no me entusiasman demasiado, puede que tarde bastante en

escribir la siguiente temporada. Quizás la continúe cuando me aburra de otras

historias.

Nota del autor 2: Si alguien tiene preguntas o dudas sobre

algún punto de la historia, puede dejarlas en los comentarios. Como ya saben,

no me gusta sobreexplicar las cosas en la narración, porque escribo para los

fans de la serie original, que ya conocen ciertos conceptos básicos del mundo

de Stargate.

 

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