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Chapter 159 - El Secreto Dormido

La limusina negra de Arthur Sterling desapareció tras el recodo del camino, sus neumáticos levantando una última nube de barro canadiense antes de perderse en la inmensidad del bosque. El silencio que quedó tras su partida no era el de antes; ahora el valle de las Rocosas vibraba con la certeza de un pacto de sangre y acero.

Ryuusei permaneció en la entrada de la base unos minutos más, dejando que el viento frío golpeara su rostro. Se sentía extraño. Por primera vez en su vida, su nombre no estaba solo en una lista de búsqueda, sino en un tratado oficial. Suspiró, sintiendo el hambre royendo sus entrañas tras un día de negociaciones agotadoras.

—Es hora de cenar —murmuró para sí mismo.

Caminó por los pasillos orgánicos de la base, donde las paredes de Genbu pulsaban con un tono azulado más cálido de lo habitual, casi como si la tortuga estuviera satisfecha por la visita. A mitad de camino, vio dos figuras moviéndose con calma por una de las arterias laterales.

Eran Amber Lee y Sylvan.

Sylvan, que ahora tenía la apariencia física de un niño de unos siete años, caminaba saltando sobre las protuberancias del suelo biológico, mientras Amber lo observaba con una calma maternal, su habitual mirada analítica suavizada por la compañía del pequeño elemental.

—¡Hey! —saludó Ryuusei, acelerando el paso—. Justo iba a buscarlos. Es hora de cenar.

Amber se giró y le dedicó un leve asentimiento. Sylvan, al ver a Ryuusei, corrió hacia él y le dio un fuerte abrazo en la cintura.

—¡Jefe! —exclamó Sylvan—. Mamá Amber me está contando cuentos de miedo.

Ryuusei miró a Amber, extrañado. —¿Cuentos de miedo?

—No exactamente —respondió Amber, caminando junto a ellos—. Le estaba explicando que, dentro de unas semanas, el ambiente en la base va a cambiar. Le estaba diciendo que todos nos iremos a una pelea... a una guerra. Creo que es importante que entienda que lo que viene no es un juego, y que lamentablemente tendrá que presenciar el lado más feo de nuestro mundo.

Ryuusei se detuvo y puso una mano sobre el hombro de Sylvan.

—No te preocupes por eso, Amber —dijo Ryuusei con firmeza—. No voy a llevar a Sylvan a la línea de fuego. Es demasiado joven. No necesita ver lo que los hombres se hacen unos a otros en el campo de batalla.

Sylvan, al escuchar eso, se soltó de Ryuusei y se plantó frente a él con las manos en las caderas, haciendo un berrinche que hizo temblar levemente el suelo bajo sus pies.

—¡Quiero ir! —protestó Sylvan—. ¡Quiero ir con mi mamá! ¡No me voy a quedar aquí solo con las ardillas!

—Sylvan, es peligroso —intentó razonar Ryuusei.

—¡Soy fuerte! —Sylvan infló el pecho y, de repente, levantó su mano derecha y extendió el dedo medio con una seriedad absoluta—. ¡Si me llevas, los mataré a todos! ¡Soy el más fuerte!

Ryuusei se quedó paralizado. Miró el dedo extendido de Sylvan y luego a Amber, que se cubría la boca para no reírse.

—¿De dónde... de dónde aprendió a hacer eso y a decir esas cosas? —preguntó Ryuusei, incrédulo.

Sylvan bajó el dedo y sonrió con orgullo.

—Me lo enseñó el tío Ezequiel. Dice que es un saludo especial para cuando alguien no me deja hacer lo que quiero. Él juega mucho conmigo, se teletransporta por toda la base y yo tengo que intentar atraparlo. ¡Él me dijo que soy un guerrero!

Ryuusei se frotó el puente de la nariz, suspirando con resignación.

—Tendré que hablar muy seriamente con Ezequiel sobre lo que le enseña al niño... Pero bueno, Sylvan, si tanto insistes y vas a estar haciendo gestos groseros, supongo que no tengo más remedio que llevarte bajo supervisión estricta.

Sylvan soltó un grito de alegría y volvió a correr por el pasillo. Ryuusei se quedó un momento a solas con Amber mientras caminaban hacia el comedor.

—Amber, tengo curiosidad —dijo Ryuusei—. ¿Por qué te llama "mamá"? Entiendo que lo cuidas, pero es una conexión muy profunda para él.

Amber miró sus propias manos, cubiertas por guantes finos.

—Creo que me ve como una figura materna por instinto biológico —explicó ella—. Paso casi todo el día con él, estudiando su crecimiento. Pero hay algo más: Sylvan es el único ser en esta base que no sufre cuando lo toco. Sabes que mi biología es... complicada. Si toco a cualquiera de ustedes directamente, su piel empezará a arder o a tener picazón por las toxinas que emano. Pero Sylvan es inmune. Su naturaleza vegetal absorbe mis toxinas y las neutraliza, o incluso las usa como nutrientes. Él siente mi contacto como algo puro, no como una amenaza.

Ryuusei asintió, comprendiendo la soledad de Amber y la bendición que Sylvan representaba para ella.

—Me alegra que se tengan el uno al otro —dijo él—. Iré a buscar a Arkadi. Nos vemos en la cena.

Encontró a Arkadi en una de las cámaras más profundas, donde las raíces de Genbu se entrelazaban formando un santuario natural. El anciano estaba sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, rodeado de un silencio que parecía pesar toneladas.

Ryuusei se detuvo a unos metros, esperando a que terminara su meditación. Se sentía avergonzado por la última vez que hablaron, cuando la ira por las noticias de Rusia lo hizo estallar.

—Arkadi... —dijo Ryuusei suavemente cuando vio que el mago abría los ojos—. Siento haberte gritado el otro día. Estaba... fuera de mí. No debí culparte por cosas que están fuera de tu control.

Arkadi le dedicó una sonrisa serena, levantándose con la ayuda de su bastón.

—No te preocupes, muchacho. La ira es una niebla que ciega incluso a los mejores líderes. El peso de un mundo que se desmorona es demasiado para cualquier hombre. No guardo rencor; el tiempo me ha enseñado que las palabras dichas con fuego se apagan pronto si el corazón es noble.

—Gracias —respondió Ryuusei, aliviado—. Sterling se fue impresionado. Y... me contó cosas sobre Genbu.

—Ah, la leyenda —dijo Arkadi, asintiendo—. Yo también he descubierto algo interesante en estas horas de silencio. He logrado hacer contacto con Genbu. No con palabras, sino con... esencia.

Ryuusei abrió los ojos de par en par. —¿Cómo lo hiciste? Aiko y yo apenas podemos entender los paneles de control.

—No se trata de máquinas, Ryuusei —explicó Arkadi, caminando hacia una de las paredes pulsantes—. Tienes que estar calmado. Tienes que vaciar tu mente del ruido de la guerra y la política. Si te concentras lo suficiente y dejas que tu pulso se sincronice con el de la montaña, ella te hablará. Es un niño, como dijo Sterling, pero un niño que tiene la memoria de los siglos.

Ryuusei puso su mano sobre la pared, intentando sentir lo que Arkadi describía.

—Lo intentaré —prometió—. Gracias por el consejo, viejo amigo. Es hora de cenar, el equipo nos espera.

La cena fue ruidosa y llena de una camaradería necesaria, pero para Ryuusei, el descanso fue breve.

Ya entrada la noche, cuando el silencio finalmente se apoderó de la base, Ryuusei se retiró a su habitación. Quería dormir, quería que su mente dejara de trazar mapas y rutas de suministro. Pero apenas cerró los ojos, el dolor regresó.

Fue una punzada en el estómago, seguida de un sabor metálico y caliente en la garganta.

Corrió hacia el lavabo y vomitó.

Nuevamente, no fue comida. Una masa de líquido negro, denso y brillante, mezclado con hilos de sangre carmesí, llenó el recipiente. El frío gélido recorrió su columna vertebral mientras la sustancia cobraba forma frente a él.

Snow emergió del líquido, sacudiéndose las sombras de su vestido negro con una elegancia que resultaba insultante para el dolor que Ryuusei sentía.

—Vaya, vaya —dijo Snow, con sus ojos negros fijos en él—. Realmente lo lograste. Un pacto con Canadá. Una firma en un papel. Quién diría que el pequeño error de Lara se convertiría en un estadista.

Ryuusei se limpió la boca, apoyándose en la pared, respirando con dificultad.

—¿Qué... qué quieres ahora, Snow? —jadeó—. No estoy de humor para tus juegos.

—No vengo a jugar, Ryuusei —respondió ella, caminando por la habitación sin tocar el suelo—. Vengo a cumplir mi parte. Lara no quiere que mueras de forma tan patética cuando te enfrentes a él. Voy a entrenarte. Voy a prepararte para que, al menos, puedas hacerle un rasguño antes de que te convierta en cenizas.

Ryuusei la miró con recelo. —¿Entrenarme? ¿Cómo?

Snow se detuvo frente a él y su expresión se volvió inusualmente seria.

—Para vencer a un monstruo, tienes que entender la magnitud de su existencia. Hablemos de Aurion. Ustedes creen que es solo un hombre muy fuerte con una armadura de luz. Se equivocan. Aurion es un sol caminante. Literalmente.

Snow hizo un gesto y unas sombras proyectaron una imagen de Aurion en la pared.

—Su poder no proviene de una batería o de una mutación simple. Su cuerpo procesa la energía de una manera que desafía la física. Se dice que posee el poder de Tres Soles. ¿Entiendes lo que eso significa para alguien como tú, que es... biológicamente normal?

Ryuusei negó con la cabeza, atento.

—El primer sol es el Sol de la Fuerza —explicó Snow—. Es su masa y su gravedad. Aurion puede aumentar su densidad hasta ser tan pesado como una estrella enana. Por eso, cuando te golpea, no es solo un puñetazo; es como si un continente cayera sobre ti. Sus músculos no son fibras, son filamentos de energía compactada.

Ryuusei recordó la imagen del Presidente ruso siendo atravesado.

—El segundo sol —continuó la entidad— es el Sol del Fuego. Es su radiación. No solo lanza rayos de luz; su mera presencia emite una frecuencia que desintegra los enlaces moleculares a su alrededor. Si te acercas demasiado sin preparación, tus células simplemente dejarán de sostenerse entre sí. Te derretirás antes de tocarlo.

—¿Y el tercero? —preguntó Ryuusei, con un nudo en la garganta.

—El tercero es el más peligroso: el Sol de la Voluntad. Es una presión psíquica y espiritual. Aurion emite una "luz" que doblega la voluntad de los que lo rodean. Por eso el mundo lo ama, por eso sus enemigos se paralizan. No es solo carisma; es una fuerza gravitacional mental.

Snow se acercó a Ryuusei, poniendo su mano fría sobre su pecho.

—Mi entrenamiento no será sobre cómo dar mejores patadas, Ryuusei. Será sobre cómo endurecer tu esencia para que no te desintegres en su presencia. Voy a enseñarte a usar la oscuridad que Lara puso en ti para crear un eclipse. Solo en la sombra absoluta podrás sobrevivir al calor de sus tres soles.

Ryuusei sintió el frío de Snow filtrándose en sus pulmones.

—Mañana empezaremos —dijo ella, desvaneciéndose en humo negro—. Prepárate. El sol está saliendo, y su luz no es para los débiles.

Ryuusei se quedó solo en la oscuridad de su cuarto, mirando sus manos. El miedo estaba allí, pero también una chispa de determinación oscura. Tenía un equipo, tenía un país, tenía una tortuga gigante y ahora, tenía a la Muerte enseñándole a pelear.

La guerra ya no era un plan en un mapa. Era un destino del que no podía escapar.

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