LightReader

Chapter 163 - Estrategia del Caos

El ronroneo constante de las hélices del helicóptero de transporte pesado se había convertido en el único latido del mundo para los ocupantes de la cabina. A miles de metros de altura, el paisaje canadiense se desvanecía para dar paso a la inmensidad gris del Océano Ártico. Dentro, la luz era tenue, teñida de un rojo táctico que hacía que las sombras de Snow parecieran mezclarse con el metal de las paredes.

Ryuusei estaba sentado cerca de la compuerta, con la mirada perdida en la bruma de las nubes. Por fuera, su rostro era una máscara de calma forjada en el entrenamiento de Snow, pero por dentro, una tormenta silenciosa lo estaba desgarrando.

"Soy japonés", pensó, apretando los puños sobre sus rodillas. La bandera del sol naciente era la misma que portaban los aviones que ahora bombardeaban las ciudades rusas. Los soldados a los que se iba a enfrentar hablaban su mismo idioma, compartían su historia y, en muchos casos, creían que estaban haciendo lo correcto bajo el mando de Aurion. Sentía una náusea amarga al pensar que la historia lo recordaría como un traidor a su propia sangre.

Pero Ryuusei no quería ser un traidor, ni un héroe, ni un conquistador. Solo quería la paz. Deseaba un mundo donde pudiera caminar por Tokio sin ser cazado como un animal, donde el nombre "Kisaragi" no fuera sinónimo de anomalía terrorista. No quería matar; quería que la persecución terminara. Pero el camino hacia la paz, irónicamente, estaba pavimentado con los escombros de una guerra que él no había iniciado.

Se puso en pie, sacudiendo esos pensamientos. Como líder, no podía permitirse el lujo de la duda frente a sus compañeros.

—¡Escuchen todos! —exclamó Ryuusei, alzando la voz por encima del ruido de los motores.

El equipo, que se encontraba revisando sus armas y ajustando sus nuevos trajes, se detuvo de inmediato. La autoridad en la voz de Ryuusei era magnética, una mezcla de su liderazgo natural y la presión que emanaba de su entrenamiento oscuro. Se acercó a una mesa plegable donde un mapa holográfico de la región de Siberia y el frente occidental ruso cobraba vida.

—Vamos a llegar a suelo ruso en unos días. El caos allí es total, y no tenemos tiempo para improvisar —dijo Ryuusei, señalando los puntos de incursión—. Este es el plan de despliegue. Escuchen sus nombres y sus roles, porque de esto depende que volvamos a casa.

Ryuusei dividió el holograma en secciones de colores, asignando a cada grupo una tarea específica para maximizar sus habilidades:

Equipo de Infiltración (Bradley, Kaira y Ezequiel): —Ustedes tres son nuestra punta de lanza —explicó Ryuusei mirando a Bradley y Ezequiel—. Su misión principal es una: proteger a Kaira a toda costa. Necesitamos que ella llegue a una distancia de influencia sobre los oficiales de alto rango de la Asociación de Héroes de Japón (AHJ). Kaira, usarás tu control para obligarlos a dar la orden de retirada inmediata. Bradley, tu velocidad despejará el camino; Ezequiel, tus saltos espaciales los sacarán de cualquier emboscada. Si logramos que los oficiales se rindan desde adentro, la guerra terminará antes de que el ejército se dé cuenta.

Soporte de Infantería (Brad y Charles): —Brad, tú trabajarás con las fuerzas rusas en tierra. Tu tarea es la defensa absoluta. Necesito muros de tierra y escudos de roca constantes para que las balas y la artillería japonesa no alcancen a los soldados convencionales. Charles, tú serás el caos. Usa tus nuevas capacidades explosivas para crear cortinas de humo densas que cieguen al enemigo. Si tienes la oportunidad de eliminar objetivos estratégicos para salvar a los nuestros, hazlo, pero prioriza la confusión.

Vanguardia de Asalto (Aiko y Ryuusei): —Aiko, estarás conmigo en la primera línea. Tu espada negra es nuestra mejor defensa contra blindados y metahumanos de bajo rango. Yo me encargaré de apoyarte y de interceptar cualquier "superhéroe" que Aurion haya enviado. Aunque dudo que Japón haya enviado a sus activos de Rango S; son demasiado caros y valiosos para desperdiciarlos en una ocupación terrestre, pero debemos estar listos para lo peor.

Soporte de Altura (Volkhov y Amber): —Ustedes dos buscarán posiciones elevadas —dijo Ryuusei dirigiéndose al veterano y a la bióloga—. Volkhov, tu francotirador debe eliminar a los tiradores enemigos y a los pilotos de drones antes de que nos vean. Amber, tu ballesta con toxinas es nuestra arma silenciosa. Si un enemigo se acerca demasiado a nuestras posiciones de retaguardia, necesito que los neutralices antes de que den la alarma. —Sylvan, tú eres nuestro escudo móvil —dijo Ryuusei con suavidad hacia el pequeño elemental—. Necesito que pongas muros de raíces y follaje reforzado donde Brad no pueda llegar. Tus plantas deben ser tan duras como el acero para soportar el fuego de las ametralladoras. Cuida de Amber y Volkhov.

 —Arkadi, tú te quedarás en la zona de triaje. Tu magia será la que mantenga a este equipo con vida. Necesito que cures las heridas de inmediato y que mantengas nuestras defensas místicas activas.

El silencio que siguió a la explicación del plan fue denso. Los miembros del equipo se miraban entre sí, asimilando la magnitud de sus responsabilidades. Fue Arkadi quien rompió el silencio, apoyándose en su bastón y mirando a Ryuusei con una chispa de preocupación en sus ojos antiguos.

—Es un buen plan, muchacho —dijo Arkadi en voz baja—. Pero hay una variable que no has mencionado, y que todos aquí estamos sintiendo en el fondo de nuestras almas.

Ryuusei lo miró fijamente. —¿A qué te refieres, Arkadi?

—¿Qué pasa si Aurion nos está esperando? —preguntó el mago.

La pregunta cayó como un bloque de hielo en la cabina. El aire pareció enfriarse de golpe. Bradley dejó de jugar con sus empuñaduras, Charles palideció y Ezequiel tragó saliva con dificultad. Nadie se había atrevido a verbalizar esa posibilidad. La idea de llegar a Rusia y encontrar al ser de los Tres Soles flotando sobre el campo de batalla era, básicamente, una sentencia de muerte.

Ryuusei sintió el pánico empezando a brotar en sus compañeros. Podía ver el temblor en las manos de Aiko y la mirada de incertidumbre en Kaira. Sabía que si no respondía con seguridad, la moral del equipo se desmoronaría antes de tocar tierra.

—Escúchenme bien —dijo Ryuusei, dando un paso hacia el centro del grupo—. No podemos planear para un dios si queremos ganar una guerra de hombres. Aurion es arrogante. Nos ve como hormigas que huyeron de su jardín. Su atención está dividida entre la política global y el control de Japón.

Ryuusei hizo una pausa, endureciendo su mirada.

—No sé si estará allí. Pero si lo está, se que nuestro entrenamiento no habrá sido en vano. Sin embargo, por ahora... tengan fe. Tengan fe en que no aparecerá, tengan fe en el plan y, sobre todo, tengan fe en que somos lo suficientemente rápidos y fuertes para cumplir la misión antes de que él pueda pestañear. No estamos yendo a morir; estamos yendo a ganar nuestra libertad.

Las palabras de Ryuusei calmaron un poco el ambiente, aunque la sombra de la duda permanecía. Arkadi asintió lentamente, aceptando la respuesta, aunque su expresión seguía siendo sombría.

El viaje continuó durante días. El helicóptero fue reemplazado por un avión de carga de largo alcance proporcionado por Sterling, volando a baja altura para evitar la detección por satélite.

Durante esa semana, el interior del avión se convirtió en una pequeña ciudad militar. Ryuusei pasaba las noches en un rincón, vomitando la oscuridad de Snow y entrenando su mente para el eclipse. Bradley practicaba su velocidad en los pasillos estrechos, mientras Kaira meditaba, fortaleciendo sus barreras mentales contra el ruido que sabía que encontraría en el campo de batalla.

Sylvan, ajeno a la gravedad de la guerra, jugaba con pequeñas semillas que hacía brotar en el suelo metálico, arrancando sonrisas fugaces a Amber y Aiko. Volkhov limpiaba sus armas una y otra vez, su rostro una máscara de piedra que solo mostraba la calma del guerrero que ha visto demasiados amaneceres de sangre.

Finalmente, en la madrugada del séptimo día, la voz del piloto canadiense retumbó por los altavoces.

—Atención, equipo. Estamos cruzando la frontera de los montes Urales. Entrando en espacio aéreo ruso en disputa. Detectamos firmas de calor de artillería a cincuenta kilómetros. Preparados para el descenso táctico.

Ryuusei se levantó, ajustándose todo su equipamiento y sintiendo el frío de su traje de combate contra la piel. Se acercó a la ventanilla. Abajo, el blanco inmaculado de la nieve rusa estaba manchado por enormes cicatrices negras de explosiones y columnas de humo que se elevaban desde ciudades que ya no tenían nombre.

—Es hora —dijo Ryuusei, mirando a su equipo—. Bienvenidos a la guerra.

La rampa trasera del avión empezó a abrirse, dejando entrar un viento gélido que traía el olor a quemado y a hierro. Uno a uno, se prepararon para el salto. La Operación Kisaragi había llegado a Rusia, y el mundo estaba a punto de descubrir que las sombras del norte no se rendían fácilmente.

More Chapters