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Chapter 64 - Capítulo 63: Legión

Welt apareció acompañado de Acheron en la plaza del Momento Dorado. El grupo se volvió hacia ellos casi de inmediato.

Himeko y los demás se acercaron para saludar.

"¿Es usted la Señorita Acheron? Bienvenida. Soy Himeko, la piloto del Expreso Astral." Dijo mientras extendía su mano.

Acheron pareció desconcertada por unos instantes.

"…¿No les inquieta verme aquí? Esperaba un recibimiento más… cauteloso o incluso hostil." Dijo finalmente.

Stelle le dio pulgar arriba

"Relájate. No lo pienses tanto. Yo casi nunca pienso y todo me sale bastante bien."

"¡No es cierto!" Dijo Marzo.

"Welt ya nos había advertido que vendrías con él de antemano." Comentó Himeko con una sonrisa.

Marzo se acercó con una sonrisa.

"No te preocupes por lo que Aventurino haya dicho. Confiamos en el juicio de Welt. Si él te respalda, nosotros lo hacemos también." Marzo sonrío juguetonamente mientras empujaba a Aleph delante de ella. "A propósito, Aleph fue el primero en oponerse a esas acusaciones acerca de que tu eras "La Muerte"."

Acheron ladeó la cabeza mientras le daba una mirada.

"Ya veo." Su expresión no cambió en lo más mínimo pero por alguna razón Stelle tuvo la impresión de que estaba un poco más animada que antes.

"¿De verdad tenías que decirlo así, Marzo?" Murmuró Aleph con una expresión incómoda.

Marzo se encogió de hombros con una sonrisa.

Aleph quiso acercarse a Acheron, pero Stelle se atravesó en su camino con gesto inexplicable. Él se detuvo, desconcertado.

"Escuchen. Lo que enfrentamos ahora es mucho más complejo que Belobog o Xianzhou." Su mirada se posó en Stelle y Aleph. "Debemos evitar la violencia salvo que sea absolutamente inevitable. Aquí hay demasiadas facciones involucradas, y un paso en falso podría traernos problemas."

Stelle se inclinó más cerca de Aleph.

"¿Por qué nos mira a nosotros? ¿Acaso el Sr Yang finalmente reconoció que merezco liderar por mi cuenta una aventura debido a lo responsable que soy?"

"... ¿Y por qué me preguntas a mi? Yo tampoco lo se."

Marzo suspiro y se llevó una mano a la frente.

Welt alzó la voz.

"Debemos enfocarnos. Lo que enfrentamos aquí es más complejo que lo que ocurrió en Belobog o en el Luofu. Aventurino…"

La seriedad en su tono bastó para callar a todos.

"…Sospecho que podría conocer la verdad de Penacony. Tal vez trató de guiarnos hacia ella, mantenernos unidos en un mismo bando. O, en el peor de los casos, solo intenta usarnos como piezas desechables."

Stelle se cruzó de brazos.

"Sea cual sea el motivo, la justicia no puede quedar a medias. No después de tantas muertes."

Aleph asintió.

"No me voy a quedar mirando mientras la gente paga por las decisiones de otros."

Marzo se adelantó, cruzándose de brazos.

"Yo también. No es solo por nosotros. Si miramos a otro lado, mucha más gente de Penacony podría terminar atrapada en este desastre."

Himeko sonrió.

"Resolver el misterio del Relojero y desenmascarar la verdad requerirá información de la Corporación. Y ya saben... la exploración implica riesgos. Retroceder ante el primer muro no ha sido nunca nuestro método."

Welt la miró, complacido, y luego giró hacia Acheron.

"¿Y tú? No importa lo que decidamos no podemos forzarte a actuar según nuestras decisiones."

Ella no vaciló.

"Los acompañaré."

Marzo dio un salto, al mismo tiempo que Aleph.

"¡Acheron salvaje fue capturada!" Grito Marzo.

Mientras Acheron parpadeaba con confusión Himeko se llevó una mano a la frente con un suspiro mientras le pedía perdón.

"Yay~..." Soltó Stelle con poca emoción.

"Bien…" Dijo Himeko entre risas. "Ahora tenemos impulso y coraje, pero queda la pregunta más complicada ¿por dónde empezar?"

Welt se giró hacia Himeko. Ella asintió.

"Si Aventurino nos preparó una trampa, tarde o temprano mostrará el cebo que quiere usar para atraernos."

"Antes era más simple. Mis peores problemas eran correr con Dan Heng o que mis flechas no dieran en el blanco." Marzo resopló con nostalgia.

"¿Por que siempre nuestras vacaciones terminan así?" Murmuro algo decaída.

Aleph le dio una palmadita en el hombro.

"Oye ¿que te parece esto?" Comentó con una sonrisa. "¿Y si más tarde cuando todo se solucione salimos de compras?"

'¿Lo dices en serio?" Los ojos de Marzo brillaron, ya había pasado un buen tiempo desde la última vez que tuvo la oportunidad de actualizar su guardarropas."¿De verdad no lo dices solo para animarme?"

Aleph levantó una mano con un rostro solemne, como si hiciera un juramento.

"Lo juro por la cola esponjosa de Pom-Pom. Es más, te prometo que me encargaré de llevar las compras y más tarde te pagaré un postre."

"¡Aleph, eres el mejor!"

Marzo lo abrazó con tanta fuerza que casi lo hizo caerse. Aleph rio, devolviéndole el abrazo. Cuando Stelle trató de escabullirse discretamente, él la sujetó de su abrigo.

"¿Y tú dónde crees que vas?"

"¡Suéltame! ¡Nos condenaste a todos! ¡No sabes lo que significa ir de compras con Marzo! ¡Dan Heng todavía tiembla con solo recordar esa vez que acompañamos a Asta y Arlan de compras!" La mirada desesperada que le dio era la de alguien que había visto el peor de los horrores y vivió para contarlo. "¡Fue una pesadilla sin fin!"

Himeko alzó la mano con tranquilidad.

"¿Puedo acompañarlos? Mis granos de café están escaseando. Sería buena oportunidad para reabastecerme."

Los cuatro giraron hacia Welt. Incluso Stelle, con la esperanza de arrastrarlo con ella al fango.

Welt se acomodó las gafas, un tanto pensativo.

"Supongo que también me vendría bien. Necesito un par de lentes de repuesto. Y quizá también pueda buscar un regalo para Dan Heng y otro para Pom-Pom."

Marzo parecía más feliz que nunca.

"¡Salida en grupo!"

Acheron se mantuvo a cierta distancia, observando en silencio la escena bulliciosa.

Aleph se acercó con naturalidad y le tendió la mano.

"¿Vienes con nosotros?" Dijo con una sonrisa.

Acheron lo miró y por unos instantes la figura de Aleph se desdibujo en un joven más bajo de cabello castaño joven con ojos de un ámbar ardiente, pero pronto la imagen frente a ella regresó a la normalidad.

Incluso antes de que pudiera siquiera notarlo su mano ya había tomado la de Aleph con una familiaridad que incluso a ella misma la desconcertó.

"Sí."

.....

El grupo apenas se disponía a marcharse cuando una voz retumbó en todo el Momento Dorado.

"¡Damas y caballeros! ¡Sean bienvenidos al espectáculo más maravilloso jamás creado en toda la historia de Penacony! De la mano de la Corporación para todos ustedes."

Era Aventurino.

"Este gran evento tendrá lugar en el parque temático de los Estudios Reloj. ¡No se lo pierdan!"

La transmisión se cortó con un chasquido.

Himeko soltó un suspiro.

"Y ahí está el cebo."

Welt acomodó sus gafas mientras su expresión se tornaba más resuelta.

"Entonces es hora de demostrar el espíritu de los Trazacaminos. Vamos."

Marzo frunció el ceño.

"No me gusta nada esto… siento que algo malo va a pasar."

"Estás exagerando." Stelle le dio unas palmaditas en la espalda. "Ya verás que no es para tanto."

Stelle, Marzo, Himeko y Aleph avanzaron juntos mientras Welt y Acheron se quedaron rezagados.

Ella rompió el silencio.

"¿Por qué no me delataste ante tus compañeros? Sobre mi condición."

"Tu misma lo dijiste, es una historia larga, muy larga. Y una que a mí no me corresponde contar, además, ya he decidido confiar en ti." Welt mantuvo un paso tranquilo, con las manos tras la espalda mientras avanzaba. "Incluso si se puede llamar a mi opinión sobre este tema, algo subjetiva. Creo que los demás también pensarían lo mismo."

Acheron observó de reojo a los demás.

"Son amables. Todos ustedes."

"Nos esforzamos en serlo." Welt soltó una ligera risa.

Ella bajó la mirada y murmuro.

"Entonces te daré algo a cambio. Si en el próximo encuentro las posibilidades están en contra de ustedes, intervendré para ayudar... Es decir, si mi poca fuerza es necesaria."

Se dispuso a acelerar el paso, pero la voz de Welt la detuvo.

"También me intriga otra cosa. ¿Por qué Aleph confía tanto en ti? ¿Y por qué tú también pareces ser más suave en su presencia?"

La mano de Acheron fue instintivamente hacia la funda de su katana. Welt no se inmutó; sabía que ese gesto era su manera de revolver memorias dormidas.

"...En la miríada de mundos que existen en el vasto cosmos no es extraño encontrar personas similares a quienes uno conoció en su pasado, sea la razón por la que sea, estas personas a veces no sólo guardan un parecido físico inmenso con quienes conocimos alguna vez, si no que incluso sus vidas hasta cierto punto siguen trayectorias similares. Tal vez es eso lo que ocurre entre nosotros."

Welt asintió, parecía bastante intrigado por una cosa.

"¿A quién te recuerda Aleph?"

Por un instante, la mente de Acheron se vio dirigida de nuevo a aquel primer encuentro. El muchacho la había mirado con los ojos muy abiertos y un solo nombre se le había escapado en un murmullo.

Mei.

Ah... Perdón, te confundí con alguien más.

La decepción en su rostro cuando entendió que ella no era esa persona aún permanecía grabada en su memoria.

Acheron apartó la vista.

"A un amigo muy querido de mi pasado."

Welt no preguntó más. Simplemente inclinó la cabeza y ambos reanudaron la marcha.

A lo lejos, Aleph y Marzo agitaban los brazos, llamándolos entre risas.

"¡Vamos, tortugas! ¡Muévanse un poco más rápido!"

.....

Tras algunos minutos llegaron al corazón del parque temático, los Estudios Reloj.

"¿Dónde está toda la gente?" Murmuró Marzo, desconcertada.

Himeko frunció el ceño.

"Hace unas horas cuando vinimos on Gallagher, la Familia Sabueso tenía el lugar acordonado. Ahora no hay ni un solo rastro de ellos."

Su tono se volvió más firme.

"Tengan cuidado. El enemigo está preparado."

Siguieron el camino hasta la sala de proyecciones al aire libre al final del pasillo. Tres pantallas gigantes los aguardaban. Las luces se apagaron de golpe; reflectores encendidos trazaron el camino ante ellos.

La voz de Aventurino volvió a llenar el aire.

"Bienvenidos, mis queridos invitados. Me temí que no aceptarían la invitación. Casi me rompen el corazón."

Los reflectores guiaron sus pasos hasta situarlos frente a las pantallas.

"Llegan tarde…" continuó Aventurino. "Casi se pierden el espectáculo. Y parece que han traído consigo a una invitada muy interesante."

"¡Basta de juegos!" Gritó Marzo. "Si estás aquí, da la cara."

Una risa resonó en los altavoces.

"Y lo haré, sin duda… pero antes, ¿cómo podría presentarme sin darles antes la bienvenida a los invitados de honor?"

Las luces se apagaron otra vez. Cuando regresaron, todos los reflectores apuntaron directamente a Aleph y Stelle.

"¡Un aplauso para el señor y la señora Stellaron!" Anunció Aventurino con teatralidad.

Aleph se cubrió el rostro con una mano, fastidiado.

"Qué ridículo…"

Stelle se cruzó de brazos con confusión y soltó un bufido.

"Ese no es tu apellido, mucho menos el mío."

Marzo no tardó en señalarla.

"¡Tú ni siquiera tienes apellido!"

Stelle infló su pecho con orgullo.

"Hmph por supuesto que sí tengo. Mi apellido es Avesta."

Aleph la miró sorprendido.

"Ese es mi apellido, no el tuyo."

"Lo tuyo es mío." Stelle alzó la barbilla con descaro. "Y lo mío también es mío."

Marzo se llevó en silencio una mano a la cara.

Welt soltó un suspiro.

"... ¿Deberia recordarles que este espectáculo y la propia identidad de Aleph y Stelle no tienen absolutamente ninguna relación con la del asesino en búsqueda?"

"¿Huh?" La voz confusa de Aventurino resonó en los altavoces, el ceño de Himeko se fruncio cuando percibió la gracia que ni siquiera se molestaba en ocultar dentro de su tono. "¿Pero como no tendrían relación? ¿No crees que es sospechoso que ambos hayan estado presentes en las tres escenas del crimen de los homicidios?"

"¿Tres?" Marzo ladeo la cabeza con confusión.

"Tch." Aleph chasqueo su lengua mientras el aire a su alrededor comenzaba a congelarse.

La voz risueña de Aventurino volvió a escucharse.

"Si, tres homicidios... después de todo, aquí van tener una grandiosa y gloriosa muerte."

Aleph apretó los dientes, con un ceño fruncido como si intentara perforar la pantalla con la mirada.

"¿Acaso entiendes lo que estás diciendo, Aventurino? ¿De verdad crees que vas a sobrevivir después de esto?"

Una risa áspera retumbó en los altavoces.

"No me subestimes. Mi piedra angular puede ser apenas una fracción del poder de Diamond, pero sigue siendo el poder de La Conservación. Mientras tenga ese poder, siempre encontraré cómo sobrevivir."

Su tono se volvió aún más exaltado.

"Con ese mismo poder haré detonar los dos Stellarons que arden en tu interior y el de Stelle. Y cuando Penacony estalle junto a ustedes, será el espectáculo de luces más hermoso que el cosmos haya visto jamás."

Acheron lo miró con calma.

"No engañas a nadie. Si realmente tuvieras ese poder, ya lo habrías hecho. No perderías el tiempo con palabrería inútil."

Aventurino estalló en carcajadas.

"¿Quieres apostar? Apostemos, entonces. Mi victoria será aplastante. Haré arder los cimientos de Penacony para demostrar que esa promesa de la Armonía… de que la muerte no existe en los sueños… no es más que un cuento para niños."

"No lo harías." Acheron se mantuvo firme, sin un rastro de duda.

"Claro que sí. Al final, es solo otra apuesta."

Las pantallas vibraron.

Se hizo un silencio breve antes de que él mismo lo rompiera.

"Vine desde los páramos de Sigonia. ¿Quieren saber mi precio? Sesenta monedas de cobre rojo. Eso valía mi vida. Vendido una y otra vez, tratado como un animal. Encadenado, golpeado, humillado… torturado. Pero ni el sol abrasador, ni la arena devoradora, ni mis crueles amos lograron arrebatarme la vida."

Un silencio incómodo cubrió al grupo. Aventurino lo rompió con burla.

"Dicen que dormir es ensayar para la muerte. ¿Saben qué significa eso?"

Nadie respondió. Aventurino mismo dio la respuesta.

"Que no están listos. Ninguno de ustedes. Cada noche practican. Cada dulce sueño es un placebo para ocultar el final que les espera y empujarlos a seguir viviendo en la mentira."

La ira de Aleph mientras escuchaba a Aventurino. Una vena hinchada le cruzaba la frente mientras se lanzaba hacia la pantalla central, con Marzo y Stelle forcejeando para contenerlo.

"¡Hijo de—! ¡Te voy a congelar el maldito trasero, pedazo de escoria!"

Las carcajadas de Aventurino aumentaron.

"Es inútil resistirse. La partida ya comenzó. Todas las fichas ya están sobre la mesa."

Stelle invocó su lanza envuelta en llamas.

Marzo tensó su arco, con el hielo de seis fases transformándose en flechas afiladas.

Himeko abrió su maletín con una mirada sería.

Welt sujetó con firmeza su bastón.

Acheron permanecío serena, con una mano descansando sobre la empuñadura de su katana.

Aleph, en cambio, como signo de su perdida de control, un fenómeno producto de su magia descontralada se hizo ver.

Torbellinos cortaban el aire a su alrededor; el suelo bajo sus pies estaba congelado y cubierto de escarcha; flamas verdosas espectrales ardían y chocaban contra su propio hielo generando un vapor sofocante.

Un resplandor eléctrico rojo surcaba su piel como venas encendidas.

Acheron lo observó de reojo con algo de curiosidad.

Había visto fenómenos imposibles incluso en los más fuertes andavias, pero lo que rodeaba al chico no encajaba del todo con eso.

Tal cantidad de energía emanando de un humano sin autodestruirse en el proceso era extremadamente raro.

Más aún de uno que no es un Emanador.

La pantalla principal se iluminó.

Aventurino apareció en la pantalla con su rostro oculto bajo el ala de su sombrero.

Un dado pequeño rodó por el suelo hasta detenerse cerca de Aleph.

Bastó un solo parpadeo para fuera congelado, reducido a cenizas y finalmente aplastado bajo su pie.

La voz de Aventurino siguió, independientemente de todo.

"Vengo a apostar."

Un resplandor dorado emergió detrás de las pantallas.

"Vengo a jugar."

La luz se expandió hacia el cielo.

"Vengo a ganar."

Descendió envuelto en ese resplandor.

Su traje se había fusionado con una armadura pétrea, su rostro estaba cubierto por una máscara negra con una visera hecha de aventurina que brillaba siniestramente.

"Gloria al Señor del Ámbar..."

Su voz, distorsionada por la máscara, resonó como un eco de ultratumba.

"Le asigné al destino la tarea de girar la rueda. Con esta apuesta y mi vida como ficha… estoy listo para renacer desde el borde de la muerte."

Una carcajada vibró en los altavoces. Sus ojos se fijaron en Aleph, en el caos desatado a su alrededor.

"Dime, muchacho… ¿estás listo para este juego? ¿Listo para ver quién ríe el último?"

Del cielo cayeron dados gigantes.

Marzo disparó flechas para interceptarlos, pero apenas logró retrasarlos. Una ráfaga helada salió de Aleph, congelando los dados, y con un vendaval los devolvió contra su dueño.

Chocaron contra una nueva lluvia de dados, destrozándose en pedazos.

La risa de Aventurino se filtró de nuevo.

"¿Saben por qué la gente sigue arrojando dinero a la mesa, incluso cuando solo pierde?"

"¡No me interesan los balbuceos que salgan de tu boca, maldito lunático con aspecto de juguete para niños!" Rugió Aleph.

"¡Que cruel!" Comentó Aventurino mientras fingía limpiarse una lágrima. "Y yo que ya creía que éramos amigos. Supongo que ahora dolerá menos tener que matarte ¿No es así?"

....

Un dado gigante descendió sobre Stelle.

Ella lo bloqueó con la lanza en lugar de destruirlo y el cubo giró en el aire, activando su efecto. La explosión la sacudió de lleno; su cuerpo quedó expuesto a una lluvia de cientos de dados y fichas comenzaron a llover sobre ella.

"¡Stelle!" Gritó Marzo.

El hielo de seis fases se alzó en un muro, resquebrajándose bajo el impacto, pero conteniendo lo peor.

"¡Levántate!" La animó, mientras la ayudaba a ponerse de pie.

Aleph giró la muñeca, y un vendaval surgió de su palma. Los dados se elevaron, arrastrados por el torbellino. Aventurino rio al verlos volver contra él.

"¿No te cansas de hacer esto? El mismo truco una y otra vez…"

Aleph no contestó. Aventurino alzó la mano y envió nuevos dados para chocar contra los que regresaban. El estallido iluminó el aire, y entonces lo comprendió.

El viento estaba cargado de electricidad.

Chispas rojas recorrieron la superficie de los cubos, y cuando Aventurino trató de apartarlos, el estallido lo sacudió con violencia.

Welt y Himeko aprovecharon el instante para flanquearlo.

"¡Ahora!" Himeko avanzó.

Welt la siguió, fijando al enemigo con el poder de su bastón.

En el suelo, Stelle volvió en sí tras el toque sanador de Aleph y la ayuda de Marzo. Su lanza brilló en llamas una vez más.

Aventurino recibió el asalto sin retroceder, su armadura aguantando golpes y llamas. Y aun así no dejó de hablar.

"¿Recuerdan mi pregunta?" Comentó por encima del estruendo. "¿Por qué la gente sigue arrojando dinero a la mesa incluso cuando solo pierde?"

"¡Porque son idiotas!" Espetó Stelle.

Marzo frunció el ceño mientras tensaba otra flecha.

"¿Ahora te pones filosófico?"

"No." Aventurino sonrió bajo la máscara. "

"Porque tienen esperanza. Y mientras exista una pizca de esperanza, una posibilidad aunque sea ínfima, siempre habrá un idiota dispuesto a intentarlo otra vez. ¡Eso es lo que hace a una apuesta tan deliciosa!"

Las esquirlas de hielo de Marzo y los rayos de Aleph lo alcanzaron por ambos lados. Welt lo fijó en el aire con su control de la gravedad, y cada vez que esquivaba un golpe, Himeko estaba ahí para cerrarle el paso con su fuego.

Stelle se cruzó delante de todos, con su lanza encendida como un faro. El choque contra Aventurino resonó como un trueno.

Un puño de piedra se estrelló contra la barrera de hielo de Marzo. Ella gruñó y reforzó la estructura con otra capa.

Welt alzó la voz.

"Tus palabras son solo humo. La esperanza no es una excusa conveniente para justificarlo todo."

"¡Oh, pero claro que sí!" Aventurino agitó la cabeza como un predicador. "La esperanza es la mentira más rentable del cosmos. Les quitas todo, y aun así sonríen, creyendo que la próxima jugada los salvará. ¡Esa es la verdadera esencia del juego!"

Aleph escupió al suelo.

"Te voy a meter esa 'esencia' por donde no entra la luz del sol, bastardo."

"Tan grosero." Aventurino fingió una lágrima bajo la máscara. "Y yo que intentaba darles un espectáculo digno…"

Aventurino observó el cruce de ataques, el ritmo perfecto en que se cubrían unos a otros.

Ni un titubeo.

Ni un temblor en sus rostros.

Lejos de sembrar miedo o duda, sus palabras no habían logrado arrancar nada.

Una sensación amarga lo golpeó.

Se suponía que debía ser memorable.

Se suponía que debía dominarlos desde el escenario.

Pero en sus miradas solo había concentración, como si él fuera apenas otro obstáculo.

... Para ellos es poco más que otro obstáculo en la expedición sin fin de los anónimos, en su viaje Trazacaminos no es más que otra piedra en el camino.

La revelación le arrancó una sonrisa amarga.

La risa volvió, aunque teñida de un dejo de melancolía.

"La gente puede perderlo todo… hijos, esposos, esposas, sustento, incluso su vida… y aún así apostar sonrientes." Su voz se quebró momentáneamente. "Entonces, ¿por qué yo no? ¿Por qué no puedo sentir esa libertad?"

El cielo se encendió en oro. Una cúpula radiante comenzó a extenderse, rodeando a todos.

"..."Siempre oculta tu as con un rostro impávido"…" Murmuró, mientras su figura comenzaba a elevarse. "… Ustedes empiezan a impacientarme."

"Vete al infierno." Gruñó Aleph.

Aventurino lo ignoró.

"Entonces… ¡apuesto todo!"

El resplandor a su alrededor se intensificó hasta enceguecer.

"Para conmemorar esta ocasión… y para saborear este momento…"

El domo se cerró en un resplandor total.

"¡Desataré todas mis fichas!"

El cielo entero se cubrió de fichas y dados gigantes, cayendo con la promesa de aplastarlos a todos.

.....

Las fichas doradas descendían, listas para aplastarlo todo.

En medio del caos, Acheron entrecerró los ojos y comenzó a desenvainar su katana.

Las figuras de sus acompañantes se congelaron como estatuas.

Todo fluyó con lentitud desde su punto de vista mientras un blanco y negro desesperante engullia todo color.

Solo el resplandor rojo de las corrientes eléctricas que brotaban de su cuerpo cortaba aquel lienzo apagado.

El cielo se había convertido en un agujero descomunal, y el suelo se deshacía en una marea oscura salpicada de un blanco lechoso, como si el mundo entero hubiera sido drenado hasta quedar reducido a una pesadilla monocromática.

Acheron levantó su espada con serenidad.

Bastaría un solo tajo para acabar con Aventurino.

Pero entonces, algo le arrancó el aliento.

"…¿Espíritus de venganza?" Murmuró.

Los vio.

Aferrándose al cuerpo de Aleph como parásitos hambrientos, una cantidad incalculable de figuras surgían del mar negro, trepando por sus brazos, clavándose en su torso, deslizándose por su espalda.

Había insectos colosales, como escarabajos de quitina iridiscente, algunos apenas del tamaño de un hombre y otros tan vastos que su silueta parecía rozar los cielos, retorciéndose y chirriando con sus mandíbulas de navaja se enroscaban en su piel como si quisieran devorarlo desde dentro o fundirse con él.

Guerreros acorazados en hierro viejo y marchito, con raíces trepando por sus extremidades y flores abiertas dentro de sus cascos, sustituyendo rostros por pétalos sangrientos lo sujetaban como cadenas vivientes.

Abominaciones, bestias con múltiples cabezas y órganos malformados, cuerpos que parecían haber nacido de un sueño enfermo donde cada animal posible había sido deformado hasta la pesadilla lo mordían y desgarraban mientras su propia carne se fundía en la suya.

Bestias blancas de huesos descubiertos y ojos sin pupilas, cubiertas de placas cristalinas que latían como corazones expuestos.

Demonios de fauces triples y alas desgarradas, piel ardida como carbón, arrastrándose con garras que aún supuraban fuego se amontonaban, arañando sus huesos como si buscaran grabar su odio en ellos.

Había también figuras humanas, sus rostros deformados por cicatrices y dolor, algunos con aureolas que flotaban tras sus cabezas y alas diminutas creciendo de sus cuellos.

Otros hermosos más allá de lo humano, con ojos como gemas, lo tocaban con devoción y rencor.

Pequeños con cuerpos infantiles y pompones que brotaban de sus coronillas, se aferraban a sus piernas con una mezcla de juego y condena.

Diminutas criaturas adorables como dulces vivientes, que reían y chillaban mientras desgarraban su carne con bocas llenas de dientes diminutos y crueles.

Cada uno estaba envuelto en bruma negra y destellos eléctricos rojos.

Las marcas dorado-anaranjadas trepaban por las extremidades de Aleph y se hundían en su torso, dibujando runas que se grababan en sus huesos y músculos. Su propia carne era desgarrada, tallada como un altar viviente. Los espíritus le ofrecían su energía, su fuerza, su vida.

Ya no tenían egos, pero sus sentimientos permanecían persistentemente.

Y Acheron podía sentirlos con claridad.

...Odio y desprecio.

Miedo y reverencia...

Amor y devoción.

Pero todas, estaban inconfundiblemente dirigidas hacía él.

Los murmullos escapaban de las innumerables bocas en un idioma indistinguible, pero la euforia en ellos era reconocible.

Su único deseo era entregarse completamente a él.

Entre aquella marea, una mujer de una inconfundible belleza flotaba cerca de su cuello.

Tenía el cabello corto y plateado, usaba una toga blanca con hilos dorados, su cabeza estaba adornada por dos laureles dorados sobre cada oreja.

Sus brazos lo rodeaban con suavidad, y su rostro se acercaba a su oído para susurrarle palabras de consuelo, inaudibles pero cargadas de ternura.

Los ojos de Aleph se abrieron.

Vacíos y vidriosos como los de un cadáver, de un carmesí que recordaba al ocaso. La pupila había sido sustituida por una figura geométrica extraña. Y aun así, aquellos ojos la seguían, fijos en cada uno de sus movimientos.

Acheron se detuvo. Nadie podía verla en este espacio salvo que ella lo permitiera. Y sin embargo, Aleph la estaba mirando fijamente.

Un peso inesperado se arremolinó en su pecho.

Una vieja sensación que tuvo por un tiempo se arremolino, tristeza.

Una punzada amarga que no tenía razón de estar ahí.

Respiró hondo y cerró los ojos.

Una promesa era una promesa.

Y ella jamás había faltado a su palabra.

Bastaba un solo tajo.

********

Aventurino abrió los ojos con desconcierto.

El mundo había desaparecido.

Solo quedaba un mar negro y blanco interminable, atravesado por la silueta de un agujero negro que giraba en lo alto como un sol muerto. La lluvia caía sin cesar, y cada gota parecía arrastrar un murmullo, el lamento de algo que ya no existía.

El eco de sus pasos sobre la superficie líquida era el único sonido que le pertenecía.

No había colores, no había calor. Solo ese paisaje monocromo, vacío y desesperante.

"…¿Tuve éxito?" Murmuró, aunque su propia voz sonó hueca, absorbida por la nada.

Recordaba haber desatado todas sus fichas, recordaba la tensión de la batalla.

La tripulación del Expreso, el resplandor dorado de su dominio… y después, nada.

Se llevó una mano al pecho, dudando de su propia memoria.

Las sombras comenzaron a materializarse a su alrededor. Rostros marchitos, figuras deformadas, fragmentos de seres que parecían arrancados del tiempo y obligados a vagar. Algunos caminaban como soldados petrificados, sus cuerpos atravesados por raíces; otros, con belleza imposible, miraban con ojos resplandecientes antes de desvanecerse como ceniza; había siluetas pequeñas y juguetonas que reían con bocas llenas de dientes.

Todos envueltos en la bruma negra y destellos de rojo eléctrico.

"…No puede ser…" Aventurino reconoció algunos, al menos en parte o al menos eso creía.

Al fondo, con la espalda descubierta y la katana en mano, alguien lo esperaba.

Acheron.

Pero no era la misma que ya había visto antes.

Su piel era tan pálida que parecía no haber conocido la sangre jamás. Su cabello, más blanco que la nieve recién caída, le caía sobre los hombros. Sus ojos ardían en un rojo profundo, inquietante, y desde su brazo y su pecho brotaban flores escarlatas que parecían abrirse con cada respiración. La espada que empuñaba era de un carmín oscuro, como si se hubiera forjado con pura sangre coagulada.

Él contuvo el aliento, sorprendido por la visión.

Ella no se movió, ni se volvió hacia él, solo habló con calma.

"Es una pena que este lugar no es el que estabas buscando."

Aventurino miró a su alrededor con confusión.

"Entonces… ¿qué es este lugar?"

"Una de sus tantas manifestaciones." Respondió ella sin apartar la vista del abismo. "Tal vez me creas solo una Emanadora que oculta su identidad...Pero lo divino y amorfo nunca mira a nadie. No tiene rostro, ni forma, ni voluntad. La Nihilidad envuelve a todos por igual."

Su tono permaneció sereno, casi impasible.

"Algunos, sin embargo, han pasado tanto tiempo bajo su sombra que se corrompen aún más. Se vuelven… distintos, hundiéndose aún más profundo en ella a medida que se pierden a sí mismos."

Aventurino soltó una breve risa incómoda cargada de resignación.

"... No sé qué decir. Me has dejado sin palabras."

Miró alrededor, a la marea de espíritus que vagaban sin rumbo, difuminándose como humo mientras se seguían moviendo hacia un lugar distante.

"¿Es esta la tierra de los muertos? ¿Es aquí donde termino?"

Acheron negó suavemente.

"Aunque lo desearas, no puedo prometerte eso."

Giró el rostro hacia él.

Sus ojos carmesí lo atravesaron como cuchillas.

"Pero sí puedo decirte algo. Tu determinación es… asombrosa. Nunca pensé que habría alguien lo suficientemente loco como para atreverse a desafiar el paradigma, apostando su propia vida para cuestionar lo que todos en Penacony consideran una verdad inviolable, que en los dulces sueños no existe la muerte."

El silencio volvió, roto solo por el ruido de las gotas de la lluvia interminable impactando en el mar negro.

"Realmente diste un espectáculo sublime en parque temático, un gran movimiento que pudo engañar a casi todos."

Aventurino suspiró y alzó una ceja.

"¿Cómo lo descubriste?"

Ella inclinó ligeramente la cabeza, como si recordara un detalle lejano.

"Al conectar piezas que parecían irrelevantes. Junto con algo que aprendí por casualidad me hizo juntar cada pieza… de pronto todo encajó."

Aventurino quiso abrir su boca para hacer otra pregunta.

Pero Acheron negó con un leve movimiento de su cabeza.

"... Vete, despierta de este sueño y haz lo que debas hacer. Tu apuesta aún no ha terminado."

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