LightReader

Chapter 65 - Capítulo 64: Letargo

Aleph soltó un suspiro mientras se incorporaba del suelo. Un bostezo se escapó de su boca, y enseguida comenzó a estirarse como si acabara de despertar de un sueño particularmente reparador.

Una ligera sensación de vértigo lo obligó a llevarse la mano a la frente.

Burroughs le explicó en parte el por qué de su situación actual.

[Este es el efecto previsto de haber gastado demasiados puntos de estado de una sola vez. Su organismo necesita tiempo para adaptarse a la nueva fuerza, pero tranquilo Maestro, es sólo una molestia pasajera.]

Aleph gruñó algo entre dientes y, mientras recuperaba el equilibrio.

Momentáneamente se preguntó en que momento ocupó puntos de estado, o si siquiera había conservado de esos, pero finalmente se encogió de hombros y comenzó a observar su entorno.

Estaba sobre un piso suspendido en el aire, un espacio extraño rodeado únicamente de plataformas y escaleras que parecían extenderse en numerosas direcciones. Se acercó al borde y se inclinó lo suficiente para mirar hacia abajo. No había fondo perceptible. Todo se disolvía en una bruma cian, brillante y nebulosa, que hacía parecer la caída no solo mortal, sino algo mucho peor, un vacío sin retorno.

Empezó a caminar lentamente. No había nadie más en aquel lugar.

La ausencia le encogió el estómago. No podía evitar preguntarse qué había ocurrido con Marzo, Welt, Himeko, Acheron y Stelle.

"¿Qué puedo hacer ahora?" Murmuró para sí mismo. Aunque la respuesta era bastante obvia... nada, salvo seguir adelante y esperar hallar una salida rápidamente para poder ver cómo continuar a partir de allí.

.....

Avanzó sin rumbo hasta que un destello al final de un pasillo cercano le arrancó un sonido curioso. Una figura conocida lo aguardaba allí. Una gran armadura blanca se mantenía de pie, firme y solemne.

Era SAM.

La imponente máquina giró la cabeza hacia él y lo saludó con una voz grave.

"Por fin despiertas. He estado esperando un tiempo bastante considerable."

Aleph se rascó la nuca con una sonrisa incómoda.

"Perdón por la espera. Trataré de que no vuelva a pasar."

SAM inclinó la cabeza, como si buscara la forma correcta de iniciar la conversación.

"Lo he intentado..." Murmuro. "Numerosas veces he intentado hablar contigo, revelarte una verdad."

Aleph pudo sentir su mirada posarse en él, su rostro no era visible bajo aquel casco, pero no era complicado percibir la turbulenta ola de emociones que podía percibir en su voz.

"Me encontré con numerosos problemas al intentar tomar este camino, y fue allí que comprendí mejor las palabras que Elio me dio antes de partir..." Comentó con un dejó de amargura. "Quizá no me reconozcas. Permíteme presentarme."

Pero Aleph lo interrumpió con una media sonrisa cansada.

"No hace falta. Sé quién eres. Varias cosas… han regresado a mi memoria."

Su reacción inmediata fue un estremecimiento breve, casi imperceptible. SAM bajó la mirada, como si aquellas palabras le resultaran demasiado peligrosas para ser ciertas.

"Tus palabras suenan a una mentira piadosa." Murmuró con tristeza. "En mí no hay nada digno de recordar. No entiendo corazones como Elio y Kafka, no tengo una habilidad excepcional como Silver Wolf o Blade. Mi camino es solo destrucción. Creer que eso puede ser inolvidable para alguien como tú… es una fantasía dificil de creer."

La armadura tembló un instante, y luego comenzó a desvanecerse en un destello de luz. En su lugar, quedó la figura de una muchacha.

Firefly.

Sus ojos brillaban con un dejo de melancolía.

"Lo vi en tu rostro, Aleph. Esa sorpresa al descubrir quién estaba bajo la armadura… tu afirmación sobre recuperar tus recuerdos... es sólo una mentira, ¿verdad?" Un suspiro escapó de su boca. "Ya no querrás tener nada que ver con alguien como yo ¿No es así?"

Aleph soltó una carcajada suave, lo que la hizo fruncir el ceño.

El sonido la desconcertó y la irritó por igual.

"¿Te burlas de mí?" Preguntó frunciendo el ceño.

En lugar de responder, Aleph se acercó y posó una mano en su hombro. Su sonrisa era un poco tonta.

Tal como en sus recuerdos...

"¿De verdad piensas que podría olvidarlo? La primera misión en la que viniste con nosotros, cuando yo me puse estúpidamente confiado y robé un auto para llegar más rápido. Admitelo, mi nivel de conducción fue tan impecable que no solo llegamos antes de lo previsto, sino que de paso derrotamos a los hostiles en el camino."

Firefly parpadeó, sorprendida. Luego sus labios temblaron hasta curvarse en una sonrisa divertida. Una risa ligera brotó de ella.

"Impecable, dices… Incluso con toda mi experiencia piloteando máquinas de guerra, esa fue la primera vez en mi vida que terminé mareada."

Aleph resopló, cruzándose de brazos.

"No exageres."

Firefly lo miró con chispa juguetona en los ojos.

"¿Exagerar? Por tu culpa Stelle todavía tiene ataques de pánico cada vez que sube a un vehículo similar al que condujiste en aquel entonces."

Aleph ladeó la cabeza y, por un segundo, ambos compartieron una risa que disipó la melancolía del instante anterior.

********

Mientras tanto, en el Pabellón del Rocío Matutino.

"Corredores interminables, pasajes enrevesados repletos de trampas y guardias meméticos, todo dispuesto como un laberinto sin salida. Con semejante despliegue, solo un paranoico podría reclamar este lugar como suyo." Comentó Gallagher mientras se sentaba en una silla delante del escritorio frente a él.

Sunday, de espaldas, respondió con un tono bastante solemne.

"Es usted gracioso, Sr Oficial de Seguridad. Espero que ese sentido del humor le ayude a finalmente encontrar al asesino de una vez."

Gallagher suspiró y cerró los ojos mientras sacudía la cabeza.

"Era solo una observación objetiva. No hay necesidad de tomárselo tan en serio, a menos que lo que dije le resultara particularmente molesto."

Sunday se volvió con una expresión calmada pero firme.

"Mi paciencia se agota. Hasta ahora no me has traído resultados." Sus ojos se entrecerraron, examinándolo con escrutinio. "¿Será incompetencia? ¿O acaso tienes una relación demasiado cordial con el asesino?"

Las palabras eran un anzuelo. Sunday esperaba arrancar alguna reacción, cualquier cambio en el rostro de Gallagher. Pero el hombre no se inmutó. El silencio se prolongó hasta que el único sonido en la oficina fue el de la lata de refresco que Gallagher abrió con calma.

Bebió un largo trago, limpió con la manga la espuma que le quedó en los labios y rió suavemente.

"Me han llamado idiota, patán, canalla, sinvergüenza… pero traidor y cómplice de asesinato, esa sí que es nueva."

Se acomodó en la silla y fijó su mirada en Sunday.

"Retiro lo que dije antes. Tú no eres un paranoico. Estás enloqueciendo."

Su voz se volvió más áspera.

"La Familia me rompió la espalda y me arrancó los colmillos. Y ahora vienes a acusarme a mí." Tomó otro sorbo de la lata mientras soltaba un resoplido. " Ni siquiera un tonto que ha bebido en exceso Feliz Alma buscaría patear de esa forma a un perro callejero."

Gallagher sacudió la cabeza, mientras miraba al hombre al otro lado del escritorio.

"Deberías preocuparte más por esos forasteros que están montando un espectáculo en el parque temático que por mí."

Sunday dejó escapar un suspiro pesado y movió la cabeza con lentitud, como si le resultara tediosa la réplica.

"No necesito que me digas eso." Sus ojos brillaron con un destello de impaciencia. "¿Quién crees que vació el parque? ¿Quién se aseguró de arrinconar a Aventurino y, después, dejarlo escapar? Desde el principio su 'actuación' estuvo en nuestro campo de visión. Nada de lo que hizo escapó a mis ojos ni a los de mis subordinados."

Las palmas de Sunday golpearon con un ruido sordo sobre la mesa.

"Aventurino era poco más que un peón. Un peón necesario para sacar a la verdadera rata de su madriguera… o mejor dicho, para hacer que el sabueso saliera de su escondite."

Gallagher soltó una carcajada breve y negó con la cabeza.

"Espectacular nivel de detalle, realmente increíble. Si yo fuera mujer, seguro me habría sonrojado ante tanta dedicación."

La lata vacía que sostenía cayó limpiamente en el cesto cercano. Gallagher se llevó un cigarro a los labios, encendiéndolo. El destello de la llama iluminó por un instante su figura cubierta por las sombras de la habitación, antes de volver a sumirlo en penumbra.

Miró a Sunday con una calma casi irritante.

"Debe de ser difícil servir a un amo tan cruel como el Maestro de los Sueños. Ese mismo que te obliga a dejar de lado a tu querida hermanita, todo para mantener vivo el Festival Carismonia."

La expresión de Sunday no varió en lo absoluto. Solo suspiró y murmuró con una voz fría.

"Tu disfraz ha sido útil. Gracias a él has podido obtener información detallada sobre la Familia."

Gallagher soltó una risa baja.

"¿Disfraz? Debes tener los ojos defectuosos si crees que lo que ves en mí es falsedad."

El silencio se prolongó un segundo. Entonces Sunday abrió un cajón y sacó un archivo repleto de documentos. Extendió sobre la mesa una lista con más de cincuenta nombres.

"Tienes razón. No es falsedad. Todas tus partes son auténticas."

De entre las páginas sacó varias fotografías.

En una, el señor Weasley, uno de sus subordinados directos: el mismo peinado y color de cabello de Gallagher.

Otra mostraba a William, recién ingresado a la Familia Sabueso: sus ojos anaranjados eran idénticos a los suyos.

La tercera era de Whoosley: la musculatura, la complexión e incluso la voz coincidían demasiado con las del hombre sentado frente a él.

Sunday siguió extendiendo imágenes, señalando cada coincidencia, cada rasgo en común entre ellos y Gallagher.

"Sesenta personas en total. Rasgos pequeños e insignificantes de cada uno fueron tomados, entretejidos y arrojados en una licuadora." Dio un paso hacia adelante, sus ojos brillando con frialdad. "El resultado de eso fuiste tú... Sr Gallagher."

Cerró la carpeta y lo miró fijamente.

"¿Acaso me equivoco, lacayo del Enigma?"

Las carcajadas de Gallagher estallaron, retumbando en la oficina.

"Debo reconocerlo… te sobran agallas." Se inclinó hacia adelante, dejando que el humo del cigarro se expandiera entre ambos. "Pero dime, ¿qué prueba eso? ¿Puedes probar que soy el asesino? ¿Que tengo algo que ver con lo que buscas? No, claro que no."

Sunday no se inmutó.

"No necesito más pruebas. Esto basta para demostrar tu vínculo con la entidad memética que acecha en la zona de los recuerdos… con esa presencia que todos llaman "La Muerte". Para mí, eso es suficiente."

El silencio se volvió pesado cuando Sunday dio un paso más. Estaba a unos escasos cinco pasos de distancia.

"Al final, solo quiero una cosa... una sola respuesta." Su voz se endureció. "...¿Por qué tú, un perro miserable, un demonio, tuviste que matar a mi hermanita?"

Gallagher se puso lentamente de pie. Las sombras parecieron volverse más densas alrededor suyo, como si respondieran a su presencia.

"La gente es ciega a ciertas verdades." Su voz resonó con tranquilidad y un dejó de apatía. "Es como la arena en el ojo, no puedes verla, pero la sientes, raspando, irritando, obligándote a reconocerla."

Lo miró de frente, mientras Sunday le daba una mirada furiosa.

"¿Quieres la verdad? Bien. Yo te la daré."

El fuego del cigarro se apagó con un chisporroteo tenue.

"Esto no es más que una broma cruel del destino. Una que incluso La Exultación encontraría repugnante..."

Un ruido de desgarro llenó la habitación. Un cuerpo cayó al suelo con un golpe seco.

El silencio regresó como si nunca se hubiera dado ninguna conversación en la oficina.

********

Mientras tanto, en el Expreso Astral.

Dan Heng se encontraba en el vagón panorámico, observando a Corruid, la lagartija de Aleph, y a Cupcake, el mapache de Stelle. Los dos animales jugaban con sorprendente armonía, y él descubrió que realmente eran una compañía muy entrañable.

El sonido de una transmisión de fondo interrumpió el momento. Una voz anunciaba que la fecha de inicio del Festival Carismonia había sido adelantada.

El ceño de Dan Heng se frunció mientras no podía evitar sentir que algo había pasado.

Mientras se cuestionaba si enviar un mensaje al chat grupal o no.

A unos pasos, Pom-Pom discutía con un hombre cuyo acento era bastante marcado.

"Podemos resolver esto hablando." Insistío Pom-Pom.

"Lo lamento de veras, pequeñín." Respondió el hombre al otro lado del vagón. "Pero prefiero disculparme a pedir permiso. Hay asuntos urgentes que atender."

Dan Heng se levantó.

Dejó a Corruid y Cupcake sobre el sofá, tomó su lanza, y su expresión se endureció mientras su ceño fruncido se profundizaba.

La puerta del vagón se abrió con un chasquido seco.

Un hombre de cabello negro largo, con mechones blancos que le caían sobre el rostro, apareció en el umbral apuntando con un revólver dorado. En su otra mano, un arma idéntica apuntaba directamente a Pom-Pom.

Su sonrisa tenía la tranquilidad de alguien acostumbrado al peligro.

"¿Qué pasa, compañero? ¿Por qué la cara tan larga?"

Pom-Pom infló las mejillas, claramente molesto.

"¿Estás listo para asumir las consecuencias de lo que estás haciendo?"

El intruso suspiró y ladeó la cabeza con un aire casi compasivo.

"Tranquilo, peluchito. Si las cosas fueran distintas, no recurriría a esto, créeme. Pero ya sabes cómo es para entrar a Penacony se necesita una invitación… una que yo no tengo. En cambio, ustedes del Expreso Astral sí que la poseen."

Dan Heng se movió sin pronunciar palabra. En un solo gesto, la lanza se materializó en su mano y el filo quedó apoyado contra el cuello del desconocido.

"Esta es tu última oportunidad." Dijo en voz baja. "Di tu nombre y tus intenciones, o no responderé por lo que pase después."

El hombre soltó una carcajada y apartó con dos dedos la punta del arma.

"Vaya, qué temperamento. Me llamo Boothill, Vigilante de la Galaxia."

Pom-Pom y Dan Heng intercambiaron miradas. La sorpresa se dibujó claramente en sus rostros.

Boothill rió con fuerza al verlos.

"Vamos, no me miren así. ¿Acaso han visto un fantasma? Supongo que no puedo culparlos, después de todo hace siglos que no se escucha mucho de nosotros. La Mancha nos ordenó mantenernos en silencio, ya saben, frejolera política aburrida."

Pom-Pom lo miró con escepticismo.

"Los llamados héroes de la Cacería no deberían andar secuestrando trenes."

Boothill se echó a reír.

"¿Secuestro? ¿Desde cuándo apuntar un par de armas mientras conversamos es secuestro? Los tiempos sí que han cambiado."

Dan Heng mantuvo la lanza firme, observando cada movimiento.

"No hay razón para creer que realmente seas un Vigilante. Las últimas historias sobre ustedes... No han tenido finales exactamente bonitos."

El hombre hizo girar un revólver en su dedo y bufó divertido.

"Esas historias han ido empeorando con cada frejolera boca que las repite. Algunos hasta dicen que el Dr Primitivo nos convirtió a todos en monos y que ahora andamos colgando de ramas por ahí. Deberían haber visto la cara de Rappa cuando escuchó eso, ¡casi hizo huir a un escuadrón entero de la Legión Antimateria con sólo su expresión!"

Su risa resonó en el vagón, aunque ninguno de los dos frente a él parecía encontrarla graciosa.

Boothill suspiró y bajó el tono.

"Vamos, entiéndanme un poco. Estoy en plena cacería de una impostora… y no estoy del todo seguro de que ustedes sean quienes dicen ser."

Dan Heng se apartó unos pasos, sin apartar la vista de él. Boothill frunció el ceño.

"¿Y ahora qué haces, muchacho?"

Dan Heng regresó con un objeto pequeño entre sus manos. Lo sostuvo a la luz. Era un ábaco de jade tallado con la forma de un león.

Boothill silbó suavemente.

"Bueno, bueno… eso sí que me suena. Un obsequio de la Alianza Xianzhou."

"Exactamente." Dijo Dan Heng. "Es un regalo del General Jing Yuan del Luofu. Su presencia a bordo del Expreso Astral simboliza el reconocimiento oficial de la Alianza hacia nosotros."

Sus ojos se clavaron en los de Boothill. "¿Basta eso para probar nuestra identidad?"

El pistolero hizo girar ambos revólveres antes de guardarlos en su cinturón.

"Eso sí que es convincente." Murmuró, observando el ábaco. "Con solo apretar esa pequeña joya, legiones enteras de caballeros de Xianzhou caerían del cielo para prestar ayuda. Sería un espectáculo digno de ver."

"Ahora te toca a ti." Dijo Dan Heng con calma. "Demuestra que eres quien dices ser."

Boothill se rascó la cabeza, moviendo el ala de su sombrero.

"Eso será más complicado. Los Vigilantes de la Galaxia llevamos fuera del centro de atención demasiado tiempo. Pero está bien, muchacho, haz tus preguntas. Te responderé lo mejor que pueda. Si no te convenzo, me empujas por esa puerta y asunto resuelto."

Pom-Pom soltó un resoplido.

"¿Y por qué deberíamos seguirte el juego?"

"Porque ninguno de nosotros tiene mucho que perder." Respondió con sencillez. "Y si realmente soy quien digo ser, tendrán nueva información para sus archivos."

Dan Heng y Pom-Pom intercambiaron una última mirada antes de asentir.

"Bien." Dijo Dan Heng. "Entonces dime, ¿qué clase de organización son los Vigilantes de la Galaxia?"

Boothill sonrió.

"Organización es una palabra demasiado elegante. Somos más bien un grupo de cazadores que siguen sus propias interpretaciones de la Vía. Cada uno persigue su propia idea de la Cacería, y créeme, algunos métodos no son del agrado de los que predican la rectitud universal."

Pom-Pom cruzó los brazos.

"No estás ayudando mucho a tu caso."

Boothill lo ignoró y continuó.

"Pero hay una línea que jamás cruzamos. No acosar ni dañar a los débiles. No es un juramento noble, solo una regla absoluta que ninguno debe cruzar. La Mancha, y todos los nuestros, la aceptaron sin excepción. Quien se atreva a romperla… enfrentará la venganza de la Cacería. Ser cazado como todos los que osan interponerse en nuestro camino."

Dan Heng se mantuvo en silencio unos segundos antes de hacer la siguiente pregunta.

"Entonces ¿por qué atacarnos?"

Boothill alzó ambas manos en un gesto de paz.

"No tengo nada contra ustedes. Pero hay una impostora usando el nombre de los Vigilantes aquí en Penacony. Una tal… Acheron."

Sus ojos se endurecieron.

"Y yo vengo a recordarle que en esta Vía, nadie puede hacerse pasar por un cazador sin afrontar el precio."

"¿Hay algo más que debamos saber sobre esa Acheron?" Preguntó Dan Heng, con la mirada fija en el forastero.

El pistolero se acomodó el sombrero, y su expresión se tornó seria, perdiendo momentáneamente el tono juguetón que lo había acompañado hasta entonces.

"Sí. Hay algo que deberías saber, muchacho." Comentó con una voz más seria. "La verdadera identidad de esa mujer… es la de una Emanadora de Nihilidad."

El silencio cayó como una losa. Pom-Pom parpadeó dos veces con incredulidad, mientras Dan Heng apretaba el puño en torno al asta de su lanza.

"Reaccionan igual que yo cuando la Memokeeper me lo dijo. No los culpo, es una historia difícil de tragar."

"Eso es imposible." Dijo Dan Heng, con un deje de incredulidad. "IX nunca le daría ni una mirada de soslayo a un mortal, mucho menos compartiría su poder. Ni siquiera reconoce a los Aeones de otras Vías."

Boothill soltó una carcajada.

"Por la Cacería, tienes el cerebro cuadrado. ¿De verdad crees comprender cómo funcionan las Vías? Muchacho, si piensas eso, estás tan delirante como alguien que ha bebido whisky en mal estado."

Dan Heng frunció el ceño, pero Boothill continuó, gesticulando con una mano mientras la otra descansaba en el mango de su revólver.

"Escucha. Ni tú, ni yo, ni ninguna mulita racional como nosotros puede comprender del todo lo que una Vía representa. Menos aún las intenciones de un Aeon. Puede que IX simplemente se aburriera. Tal vez ella sea una anomalía... o tal vez nadie en este condenado cosmos fue lo bastante nihilista para atraer su atención antes. Quién sabe. Pero los hechos son los hechos."

"¿Quieres decir que una Emanadora de Nihilidad anda suelta por Penacony?" Pom-Pom aún parecía reacio a creerlo. "¿Como nadie la ha descubierto?"

"Así es." Respondió Boothill. "Y cuando un Emanador decide pasar desapercibido, dime, ¿quién podría descubrirlo? Llevan dentro el poder de los propios Aeones. Es mejor que sigan así, ocultos. Si no, el cosmos estaría nadando en sangre."

Boothill soltó una carcajada mientras se pasaba una mano por el sombrero.

"Hace unos seis o siete años conocí a un borracho con el cabello azul. Estaba tan pasado de copas que empezó a desvariar sobre las paradojas del destino y las carcajadas de Aha. Resultó ser un Emanador de Exultación."

Negó con la cabeza, divertido.

"Si no se hubiera emborrachado, jamás lo habría notado. Por suerte, era un buen tipo. Terminamos brindando hasta el amanecer."

Dan Heng permaneció en silencio, intentando procesar todo aquello. Boothill aprovechó el momento para reanudar su tono más práctico.

"En resumen, muchacho, no tienes nada que perder ayudándome. Mi contacto confirmó la información. Tus compañeros están en peligro, y yo necesito llegar a Penacony. Tú me llevas hasta allá, y yo me encargo de eliminar a la impostora. Es un trato sencillo donde ganamos todos."

Se inclinó un poco hacia adelante.

"Pero decide pronto. Cada segundo que pierdas podría costarles la vida a tus amigos."

Dan Heng lo observó con el ceño fruncido.

"Dices que tu información viene de un contacto, más no sabes que tan verídica sea. ¿Y si está equivocado?"

Boothill alzó los hombros.

"Entonces estaremos cazando sombras. Pero te aseguro algo, independientemente de si mi fuente, aquella Memokeeper, dice un montón de falacias..." Fruncio el ceño mientras los miraba.

"Lo verdaderamente preocupante no es quién es ella…" Dijo mientras su mirada se volvia tan afilada como sus balas.

"…sino cuáles son sus intenciones reales."

***********

Mientras tanto en otro lugar de Penacony.

Acheron permanecía en soledad, observando la marca que su tajo había dejado en el aire sobre los Estudios Reloj.

La grieta negra destellaba con una energía rojiza que devoraba la tenue luz, extendiéndose como una herida en el tejido del sueño.

No se volvió cuando escuchó los pasos detrás de ella.

"Si vienes a sermonearme, no te molestes." Dijo en voz baja. "No planeo causar más daño."

Una multitud se detuvo a sus espaldas. Eran miembros de la Familia Roble. Cuando hablaron, sus palabras resonaron como si una sola garganta las pronunciara.

"¿Sabes lo que hace la gente cuando llega al sueño de Penacony y pone los pies sobre su tierra?" Fueron las palabras del coro.

"Mira hacia arriba. Observa el cielo. Un cielo que tú acabas de mancillar con tu corte. Una cicatriz que consume el sueño con la oscuridad de la Nihilidad."

Acheron no respondió. Sus ojos siguieron fijos en el resplandor moribundo.

"Es instinto humano mirar las estrellas." Continuó el coro. "Ese cielo eterno es el orgullo de nuestro sueño dorado… y tú lo has profanado."

La voz principal, más suave, emergió del grupo mientras un pequeño Pepeshiano le daba una mirada fría a Acheron.

"El abrazo de la Armonía recibe a todos, pero incluso el más dulce sueño tiene sus excepciones. Y tú, marioneta de la Nihilidad… eres una de ellas."

Las personas se extendieron en semicírculo.

Cada una adoptó una postura que dejaba bastante en claro sus verdaderas intenciones.

"Debes irte. Sal de Penacony ahora, o nos obligarás a enfrentarte."

Las voces se alzaron al unísono.

"Los que viven en la sombra deben permanecer en la sombra sin arruinar la luz."

Acheron suspiró. Finalmente giró el rostro hacia ellos con una expresión serena.

"Para alguien que se hace llamar Maestro de los Sueños, es de muy mala educación no presentarse apropiadamente"

Las voces rieron al unísono.

"¿Presentarme? Puede que no lo creas pero esta es mi verdadera forma."

Acheron ladeó la cabeza, observándolos con curiosidad.

"¿Acaso es esta la unidad de la que tanto presume La Familia?"

"Mi cuerpo mortal se desvaneció hace tiempo." Dijo el coro. "Ahora vivo en los ciento siete mil trescientos treinta y seis descendientes de la Familia Roble. Son mis ojos, mis oídos y mi boca. Llevan la alegría a cada rincón de este sueño… y exilian el mal en mi nombre."

Acheron arqueó una ceja.

"Suena como una forma muy elegante de pedirme que me retire."

"Te equivocas." El tono de las voces se volvió solemne. "Esta no es una petición."

Acheron ladeo su cabeza mientras le daba una mirada ilegible.

"¿Y crees que puedes hacerlo?"

El coro respondió con un tono inquisitivo.

"¿Me estás amenazando?"

Acheron parpadeo con confusión.

"¿Amenaza? No. Lo dije porque es obvio."

Hubo un instante de desconcierto que cruzó todos esos rostros, pero rápidamente se recompuso.

"No eres la primera ni la última que me mira desde arriba y pregunta '¿por qué no puedo?' Pero en esa pregunta está la respuesta."

Todas las miradas se posaron en Acheron.

"El resultado siempre ha sido uno, simplemente porque nunca pueden."

**********

En otro punto de Penacony.

La figura de Robin caminaba por las calles bañadas por el resplandor dorado de los anuncios oníricos. Su voz, su porte, incluso el brillo en su sonrisa. Nadie sospechaba nada mientras ella entregaba a cada transeúnte pequeños obsequios.

Una tras otra, sus delicadas manos repartían pequeños cuadrados rojos con un botón brillante en el centro.

Los llamaba "regalos".

Los sueños, decía, merecían un poco de emoción.

Pero bajo esa máscara perfecta, se mordía los labios para no reírse demasiado fuerte.

"Ah, el caos que se avecina será... delicioso." Murmuró para sí misma, sus ojos brillaban con un gozo perverso.

"El estruendo, los gritos, las miradas de pánico... ¡es arte puro! La melodía del desastre, compuesta por la incomparable Sparkle~."

Giró sobre sus talones, su falda ondeaba mientras se alejaba del gentío.

No había prisa. El espectáculo recién empezaba.

Con una risita traviesa, levantó la mirada al cielo.

"Ah… el caos que será sublime."

Llevó una mano a su pecho, disfrutando de la emoción que le recorría.

"¿Me pregunto si ese idiota de Sampo podrá superarme?" Murmuró con un tono burlón. "Aunque lo dudo. Nadie puede enloquecer tan perfectamente a la gente como yo."

Su sonrisa se ensanchó mientras la imagen de un idiota particularmente molesto de cabello gris pasaba por su mente.

Se dejó llevar por sus pensamientos, imaginando la escena con placer.

Veía a Aleph arrodillado, con lágrimas en los ojos, suplicando que lo perdonara, alabándola, llamándola maravillosa.

"Y pensar que ese torpe príncipe aún tiene el descaro de llamarme Pepeshiana. 'Hermosa, maravillosa y radiante Sparkle' —así debería hacerlo, mientras se arrodilla y me suplica entre lágrimas que lo perdone."

Mientras ella, con una dulce sonrisa, le hundía el pie descalzo contra el rostro.

Suspiró de placer ante su propia fantasía.

"… Y cuando lo haga, le pisaré la cara con mis pies descalzos. Una recompensa más que merecida."

¿Que tan divertido sería reducir al favorito de Aha a un patético idiota obsesionado con ella?

"Vaya imaginación la tuya."

La voz de Sampo rompió su ensueño. Caminaba a su lado, aunque bajo la apariencia de Sunday. Su expresión era perfectamente seria, imitando a la perfección el porte regio y elegante del jefe de la Familia Roble.

"Te lo digo en serio, Aleph no es de esa clase de pervertido."

De hecho, si sus recuerdos eran correctos. Si tenía en cuenta su cercanía con Stelle, Bronya, y esa nueva chica que estaba con él la última vez...

¿Se podría decir que el fetiche de Aleph es uno en el que Sparkle no encaja?

Sparkle lo miró sorprendida, genuinamente perpleja.

"¿Qué?... ¿Un hombre inmune a mí? No, eso no existe."

Sampo reprimió con esfuerzo la carcajada que amenazaba con escapársele. Debía mantener la compostura del rostro que llevaba.

"Oh, lo siento… ¿ese encanto del que hablas está presente aquí, contigo?" Se inclinó levemente, fingiendo cortesía. "Porque, francamente, no lo veo. Debo de estar ciego, o tal vez nunca existió."

Sparkle entrecerró los ojos y su mano se cerró en un puño, lista para estamparlo en su cara. Pero respiró hondo y se contuvo.

Había menos gente alrededor, sí, pero mientras mantuvieran las ilusiones de ser Robin y Sunday, debían comportarse como ellos. Un error, una palabra fuera de lugar, y todo su juego se derrumbaría.

Inspiró hondo. Soltó el aire con una sonrisa que no prometía nada bueno.

"Muy gracioso, 'Sunday'. Pero si no fuera porque necesitamos mantener las apariencias, ya estaría usando tu cara de adorno en mi pared."

Sampo apenas alcanzó a soltar una risa contenida.

"Ah, la dulce y encantadora Sparkle. Siempre tan profesional."

El dúo siguió su camino entre la multitud, como dos falsos dioses paseándose en el sueño ajeno, mientras los pequeños cuadrados rojos brillaban en las manos de quienes no sabían lo que estaban a punto de desatar.

************

En otro rincón del sueño, Firefly se sentó en el suelo junto a Aleph. El silencio era denso, apenas interrumpido por el ligero ruido proveniente de la bruma azul que cubría aquel espacio suspendido.

Ella respiró hondo antes de hablar.

"Quiero contarte la verdad sobre mi muerte."

Aleph la miró en silencio.

"Descubrí algo importante sobre la entidad memética que llaman "La Muerte", la que habita en la zona de los recuerdos. Quería que tú, Stelle y los demás lo supieran. Por eso pedí a Silver Wolf que se comunicara con Stelle para traerlos al lugar. Mientras tanto, yo debía atraerla hasta allí."

Firefly bajó la vista, su mirada se perdió en el suelo.

"Pero algo salió mal. Quizá fue casualidad, o simple mala suerte. Pero tardó más de lo esperado, o ustedes llegaron demasiado pronto. No importa. Lo que vieron fue… mi supuesto final."

Su voz se volvió más suave.

"El aguijón me atravesó, sí… pero lo que sentí no fue la muerte. Era algo distinto, una sensación entumecedora que sólo puedo llamar... letargo."

Guardó silencio un momento antes de continuar.

"Regresé más tarde para explicarlo, pero había demasiada gente. Si hablaba, habría revelado quién soy en realidad. No tuve opción más que actuar como si quisiera lastimarlos."

Suspiró con amargura.

"Desde que llegué a Penacony, mi suerte ha sido pésima."

Sintió entonces una presión suave en su hombro. Aleph había posado su mano allí.

"Al diablo con todo lo demás." Dijo él en voz baja. "Lo único que me importa es que estás bien."

Firefly se quedó inmóvil. Luego desvió la mirada, con un temblor apenas perceptible. Una risa débil y algo temblorosa, escapó de su boca mientras se llevaba su manos al pecho.

"Siempre tan... directo." Murmuró suavemente antes de continuar.

"Cuando ese destello rojo cortó todo, los vi a ti y a los demás a punto de caer en el abismo más profundo de paisaje onírico. Fui despertándolos uno a uno. Así fue como llegamos a este punto."

Hizo una pausa antes de añadir en voz baja.

"¿Puedes confiar en mí, aunque sea un poquito?"

Aleph no respondió solo extendió su mano.

Firefly sonrió suavemente al entenderlo.

"Con eso basta."

Sus pulgares comenzaron recorrer su mano, en un gesto casi familiar, íntimo, como si lo hubiera hecho miles de veces antes.

"Cierra los ojos." Le pidió con suavidad. "No los abras, sin importar lo que oigas. Ignora todo… y concéntrate en esta sensación."

Acercandose un poco más le susurro.

"Ya estas cada vez más cerca de la verdad de Penacony. Solo falta un detalle más para unirlo todo. Déjame mostrarte ese lugar."

Una de las manos de de Firefly soltó la suya y pudo sentir su cálido tacto mientras se deslizaba hasta su mejilla.

"Respira con calma. Visualiza algo que te traiga paz. Imagina esa sensación y no la sueltes."

No era una petición muy complicada para él.

"¿Estás listo?"

"Sí." Respondió Aleph.

"Eso está bien. Porque el que debe recibirnos… ya está aquí."

Ella comenzó a contar en voz baja.

"Tres."

El aire se tensó.

"Dos."

Un leve temblor recorrió el suelo.

"Uno."

Un rugido atravesó el silencio.

Una sensación ligeramente punzante cruzó su pecho.

Su consciencia se deshizo como papel mojado en un río. Una corriente cálida lo envolvió, arrastrándolo a través de recuerdos llenos de una dulzura sin límites.

La calidez lo envolvió por completó. Y en medio de ella, su corazón, se rindió por completó en aquella paz.

More Chapters