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Chapter 41 - La caída del metal

[Batería del traje: 27%]

El semidiós y el hombre se enfrentaban cara a cara.

Por primera vez, Gorgo dejó escapar un gesto de confianza ante Garuda.

El rostro le ardía; el golpe había sido real, pero solo era uno… uno de tantos que todavía podía resistir. La barrera de energía amortiguaba el resto, y el calor del suero corría como fuego líquido bajo su piel, intensificando cada fibra de su cuerpo.

Garuda tensó el cuello, mirándolo con una mezcla de indiferencia y desprecio.

—¿Te burlas de mí al dejarme golpearte?… Te arrancaré la garganta, insolente humano.

Gorgo no retrocedió. Su voz, aunque tensa, cargaba la gravedad de una promesa:

—Devuélveme al mocoso… devuélveme a Oliver.

—No estás en posición de pedir nada, miserable… —le escupió Garuda con repudio—. Ni siquiera te mostraste digno para darme una pelea real.

«Devuélveme mi cuerpo», exigió Oliver desde lo más profundo, su voz reverberando como un eco ahogado en la mente del semidiós. Pero al instante fue sofocado, apagado con crueldad.

Gorgo resopló, chasqueando el cuello.

—Bueno… no me queda de otra…

—¿…? —frunció el ceño Garuda.

De pronto, Gorgo clavó sus dedos en el asfalto. Los nudillos crujieron contra la piedra, y con una sonrisa que desbordaba desafío, jaló con toda su fuerza bruta. El concreto gimió, se partió y levantó en bloque. Una hilera entera de la calle se alzó en el aire, con el propio semidiós atrapado en medio del levantamiento.

El semidiós quedó inmóvil en plena caída, con los ojos abiertos de sorpresa, justo cuando Gorgo saltó y le incrustó un puñetazo brutal en la tripa, estrellándolo contra el suelo.

Un bloque de concreto cayó en los brazos del grandulón; sin pensarlo, lo lanzó como un proyectil hacia Garuda. El dios apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de recibirlo.

Intentó levantarse, pero Gorgo ya estaba sobre él. Un derechazo seco en la nuca lo volvió a mandar contra el piso, de cara contra el asfalto. El boxeador levantó la pierna, listo para destrozarlo con una patada, pero la mano del semidiós lo detuvo con una facilidad escalofriante.

—¿Terminaste?… —escupió Garuda desde el suelo, girando apenas el cuello para mirarlo. Luego bajó la vista a su propia palma—. La barrera… no está…

De golpe, un destello eléctrico recorrió el pie de Gorgo. La fuerza lo apartó de inmediato, pero solo fue para darle espacio a que conectara la patada de lleno en el pecho del semidiós. El impacto lo lanzó contra una pared con un estruendo seco.

Gorgo apenas desvió la vista a la pantalla de su brazal.

[Batería del traje: 24%]

Garuda se levantó sin dificultad del suelo. Sus perturbadores ojos, encendidos como brasas, no se apartaban de los de Gorgo. El boxeador extendió el brazo sin dudar y disparó un cañonazo de plasma.

El semidiós lo desvió con un simple manotazo; la explosión llenó el aire de humo y chispas. La cortina gris bloqueó la visión de Gorgo.

—En las memorias de este mocoso… dabas peleas más emocionantes —susurró Garuda, apareciendo a sus espaldas. Sus garras descendieron como cuchillas hacia el muslo del humano, pero la barrera energética volvió a interponerse, chisporroteando con violencia.

Entonces lo vio. La pequeña pantalla del traje, titilando en el antebrazo de Gorgo.

[Batería del traje: 23% → 22% → 21%]

Garuda entrecerró los ojos.

Por primera vez desde que tomó el cuerpo de Oliver, sonrió con malicia genuina.

—Ya entiendo… —murmuró, con un destello de crueldad en la voz—. No es tu fuerza lo que me enfrenta… es este juguete. Y cada segundo que pasa… se consume.

Gorgo retrocedió con rapidez, el sudor resbalándole por la frente. Su mirada cayó al visor del traje.

[Batería del traje: 20%]

—Para ser que conozco poco de estas… ¿cómo las llamaban?... ah, sí, baterías —rió Garuda, avanzando con calma, como un cazador acorralando a su presa—. La tuya se consume demasiado rápido.

La mueca de su rostro se torció en burla.

—Sin el casco, pierdes energía. Y cada vez que fuerzas esa barrera, la desgastas aún más…

Gorgo apretó los dientes. «Eso ya lo sabía… por eso mis nervios al inicio» pensó, viendo la sonrisa feroz que lo observaba con una mezcla de odio y diversión.

―Mierda… ―escupió Gorgo por lo bajo, ajustando la mandíbula.

Garuda ladeó la cabeza, con esa sonrisa que parecía grabada en piedra.

―Vamos, no te acobardes… exprime esa barrera antes de que se consuma en vano…

―Maldito… ―gruñó el grandulón, sintiendo el peso de la verdad. ―Sabe que, a la larga, tendrá la ventaja…

El puño del semidiós apareció frente a sus ojos en un destello; la barrera absorbió el impacto contra su frente. Pero, acto seguido, Garuda bajó la fuerza y le propinó un golpe suave en la mejilla, apenas un roce… una burla más que un ataque.

El visor mostró el descenso de energía.

[Batería del traje: 19%]

Gorgo tragó saliva. Si quería resistir hasta que Max llegara, debía cambiar la estrategia:

amortiguar los golpes con la barrera y dejar que su cuerpo hiciera el resto.

Las armas estaban fuera de juego. El plasma y las cuchillas ya eran un lujo imposible.

Ahora la prioridad era una sola:

mantener la barrera activa el mayor tiempo posible… aunque eso significara recibir la paliza de su vida.

Un fuerte golpe mando a volar a Garuda metros atrás, clavo sus piernas en el suelo con facilidad y tras una doble hilera de asfalto destrozado, Garuda detuvo su trayecto.

Garuda se llevó la mano a la cara, todavía sorprendido por la sensación.

Lo había sentido. Carne real bajo sus nudillos.

Gorgo, con la boca partida, dejó escapar una sonrisa torcida. El ardor del suero se encendía en su sangre. Su cuerpo estaba absorbiendo el golpe.

―Mira esto, mocoso… ―susurró Garuda con un brillo oscuro en los ojos―. Estoy moldeando al grandote con la fuerza de un dios…

«¡DEVUÉLVEME MI CUERPO!»

La voz de Oliver rugió desde el fondo de su ser, cruda y desesperada.

Garuda inclinó la cabeza hacia un costado, sonriendo con crueldad.

―Ja, ja, ja… qué lindo eres resistiéndote. ―La presión de su voluntad se intensificó y, como un muro implacable, volvió a hundir la conciencia de Oliver en la oscuridad.

<< Oliver Songoku no estaba en condiciones de competir contra la conciencia de Garuda. El semidios poseía un dominio brutal sobre el terreno de las reencarnaciones. Lastimosamente, ser un híbrido perfecto no le servía de nada en ese instante. >>

Garuda se lanzó como una fiera. La embestida se estrelló contra el torso de Gorgo, hundiéndolo contra el asfalto con una violencia que retumbó en toda la cuadra.

Los ojos carmesí del semidios brillaron desde un costado, clavándose en los del grandulón como cuchillas ardientes.

Con un giro veloz, Garuda barrió las piernas de su rival, rompiéndole el equilibrio, y ejecutó una patada de hacha que lo estampó contra el suelo.

Un segundo golpe bajó de inmediato… pero chocó con la barrera del traje. La descarga lo repelió con un destello azul, lanzando a Garuda hacia atrás. Sin embargo, ese contacto cercano drenó la energía como un agujero negro.

[batería del traje: 16%]

El zumbido agudo en los oídos de Gorgo se mezclaba con el martilleo de su propio corazón. El tiempo se agotaba.

Levantó los brazos para defenderse, pero en un parpadeo varias siluetas veloces estallaron a su alrededor. Gorgo quedó helado: Garuda estaba igualando —no, superando— la velocidad de los hermanos Nordor.

Cinco impactos consecutivos se estrellaron contra la barrera, drenando la batería hasta un alarmante 9%.

― ¡No… no puede ser! ― jadeó, incrédulo.

Garuda apareció frente a él con una sonrisa torcida y, con un solo puñetazo, casi pulverizó el escudo. El contador descendió a 3%.

― ¿De verdad pensaste que me estabas igualando? ― se burló, su voz retumbando como un martillo.

«Reforzar el cuerpo con ki siempre genera más fuerza… ¿lo sientes, mocoso? Apréndelo. Te apuesto que ni tu hermano podría replicar esto».

Cada movimiento de Garuda estaba acompañado por una vibración densa, un zumbido en la sangre. El flujo de energía recorría sus brazos con precisión quirúrgica, convirtiendo simples golpes en armas divinas.

<< El control refinado del ki le permitía circular energía de forma constante por sus extremidades, y eso multiplicaba brutalmente su fuerza. Los puños de Garuda cargaban casi el doble de potencia que los embates de Oliver incluso con su técnica Kime. >>

―Mierda… no puedo más… tengo que quitármelo antes de que… ― alcanzó a murmurar, retrocediendo a trompicones.

El puño de Garuda se estrelló con violencia contra la barrera, quebrándola en mil destellos. El impacto atravesó el escudo y los nudillos hundieron carne real, arrastrando a Gorgo contra el suelo con brutalidad.

[Batería del traje: 0% ― apagándose…]

El exoesqueleto se volvió piedra. Ya no era un arma, era una prisión de hierro.

El grandulón trató de moverse, pero cada músculo era traicionado por el peso muerto que lo hundía en el asfalto.

Garuda lo observaba desde arriba. La sonrisa torcida, los ojos carmesí ardiendo en la penumbra.

—Al final… solo eres carne. —Su voz cayó como un martillo—. Y yo soy el dios que la despedaza.

El corazón de Gorgo retumbó en su pecho, cada latido mezclado con la risa sofocada del semidiós.

Ya no había barrera.

Ya no había traje.

Solo quedaba un hombre… frente al verdugo de su mundo.

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