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Chapter 4 - "LA ESTRATEGIA DEL CAOS"

Zuzu, como si el caos tuviera oídos propios, se deslizó con una elegancia ominosa sobre el césped. Sus patas ni siquiera crujieron la hierba; era como si el terreno mismo la aceptara como reina. Saltó hacia el hombro de Azumi con la precisión de un rayo disfrazado de seda.

—Mraau~ —maulló con una sonrisa que no necesitaba traducción.

Shizuka asintió, su cuerpo ya en guardia, y Azumi respiró profundo mientras tomaba posición. Edu, frente a ellas, sintió por primera vez el peso real de ese enfrentamiento. Ya no era solo una broma.

Las tres lo miraban. No con burla. No con ternura.

Con respeto.

Como un verdadero oponente.

Edu bajó su postura, piernas flexionadas, manos abiertas, y la mirada enfocada. El sudor le caía por la frente, pero sus ojos… estaban vivos.

Azumi fue la primera en moverse. Desapareció un instante de la vista y apareció frente a él con una patada giratoria dirigida a su costado. Edu la esquivó de milagro, rodando hacia la izquierda, pero al levantarse se encontró con Shizuka ya encima de él.

—¡No tan rápido! —rugió ella, lanzando una serie de golpes con los nudillos reforzados. Edu apenas bloqueó dos antes de retroceder.

Pero Zuzu no le dio respiro. Saltó de hombro en hombro como una sombra viva, y cayó directamente sobre su cabeza, girando sobre su cuello para golpearle la oreja con la cola… y de paso arañarle la mejilla al pasar.

Edu gritó, más por sorpresa que por dolor, y se lanzó hacia atrás en un salto defensivo.

—¡Eso fue trampa, gata demoníaca!

—Mraaau~ —contestó Zuzu, ya aterrizando sobre los hombros de Shizuka, quien usó el impulso para arremeter otra vez con una barrida baja.

Edu brincó, pero Azumi ya lo estaba esperando en el aire.

—¡¿QUÉ?! —gritó, sin tiempo para pensar.

Azumi giró con una patada giratoria en pleno salto, y lo golpeó en el costado derecho. Edu cayó como un saco de harina, rodando por la tierra hasta detenerse jadeando, con los brazos temblando.

Desde la valla, Kenji murmuró:

—"10:52 a.m. El caos ha sido interceptado por precisión letal. Nivel de dignidad restante: crítico."

—Aún no pierde —dijo Sakura, casi con orgullo.

—Pero está cerca —agregó Ibuki, tenso pero sereno.

Yo apreté los puños, queriendo gritar algo… pero sabiendo que no debía interrumpir.

Edu tosió en el suelo. Escupió polvo. Y luego se rió.

—Je… No está mal… —levantó la cabeza, con una sonrisa torcida—. Me subestimaron.

Se incorporó de golpe. Sus piernas aún respondían. Su orgullo también.

Azumi y Shizuka intercambiaron una mirada. Zuzu entrecerró los ojos.

—¿Vas a rendirte ya? —preguntó Azumi, con su tono frío habitual.

—¿Rendirme? —Edu escupió sangre con una sonrisa desafiante—. Apenas estoy entrando en calor.

Edu flexionó los dedos. Respiró hondo. Y su sonrisa se transformó: ya no era la de un bufón, sino la de un guerrero listo para caer con estilo… o sobrevivir con honor.

—¡Entonces vamos! —gritó, impulsándose hacia adelante con una rapidez inesperada.

Shizuka fue la primera en reaccionar. Bajó su centro de gravedad y lanzó un puño directo al torso. Edu giró con su hombro y lo desvió por centímetros, usando la inercia para girar sobre sí mismo y tomar su brazo, casi como si fuera a lanzarla.

Pero Azumi apareció en su punto ciego.

—¡No tan rápido!

Una patada dirigida al muslo. Edu la sintió. No fue fuerte, pero lo desequilibró lo suficiente como para que Shizuka se liberara y diera un salto hacia atrás.

Zuzu no tardó en aprovechar la apertura. Saltó desde el hombro de Azumi directo al rostro de Edu. Él, con reflejos afilados por el dolor y el cansancio, se agachó justo a tiempo, y Zuzu terminó girando en el aire para aterrizar con gracia… sobre la espalda de Shizuka.

—¡Eso es trampa en equipo! ¡Lo juro, entrenaron juntas en otra vida! —gimió Edu, retrocediendo mientras se sobaba el muslo.

—Es coordinación —corrigió Azumi, avanzando sin prisa—. La diferencia entre caos y táctica.

Shizuka asintió.

—Y tú, Edu… eres puro instinto.

—Lo tomaré como un halago —replicó él, alzando los puños otra vez.

Kenji, desde la valla, hablaba casi para sí mismo.

—"11:00 a.m. Edu ejecuta el movimiento llamado 'Torbellino de Esperanza'. Resultado: 43% efectivo. Dolor: 67%. Estilo: 110%."

—No lo subestimes —murmuró Sakura, observando a su hijo—. Aunque parezca que va a caer en cualquier momento, siempre tiene un golpe más guardado.

Ibuki asintió. Sus brazos seguían cruzados, pero sus ojos estaban fijos en Edu, como si intentara descifrar un acertijo imposible.

—Si logra resistir una ronda más… quizá ellas empiecen a cansarse —dijo el padre—. O a confiarse.

Yo, al borde de la valla, apreté los dientes.

—Vamos, idiota… demuéstrales que eres más que una broma andante…

En el campo de batalla improvisado, Edu respiró hondo y lanzó un grito.

—¡AHORA ME TOCA A MÍ!

Saltó hacia el frente con una rapidez que desentonaba con su estado. Fingió ir directo contra Azumi… pero en el último segundo, giró, rodó por el suelo y barrió las piernas de Shizuka.

Ella cayó de espaldas.

—¡Touché! —gritó Edu, triunfante.

Pero Azumi no le dio tiempo de celebrar. Un golpe de palma fue directo al pecho. Edu retrocedió, pero lo absorbió sin caer.

Zuzu, sin embargo, ya venía en picada desde un árbol.

—¡NO, NO, NO—!

Demasiado tarde.

Zuzu le cayó justo encima de la cara, sujetándose de su cabello con las garras y dándole una patada en la mandíbula.

Edu se tambaleó… pero no cayó.

—¡ESTOY… BIEN! —dijo con voz temblorosa—. Solo… necesito… cirugía emocional…

Azumi y Shizuka ya se habían reagrupado. Zuzu volvió a una posición más alta, como un general que observa desde su torre.

—¿Sabes qué es lo más molesto de ti, Edu? —dijo Azumi.

—Que nunca sé si estás siendo valiente… o ridículamente tonto —añadió Shizuka.

—¿Y no puede ser ambas? —preguntó él, con una sonrisa torcida.

—Eso es lo peor —respondieron al unísono.

Y volvieron al ataque.

Edu levantó los brazos. El aire parecía más denso. La batalla, más real. Ya no era solo un juego entre hermanos y sirvientas. Había algo más en juego. Orgullo. Historia. Promesas no dichas.

Y, por supuesto, caos.

Zuzu saltó de nuevo, sincronizada con los movimientos de Azumi y Shizuka.

Pero esta vez, Edu estaba listo.

Con un giro inesperado, bloqueó el golpe de Azumi con el antebrazo, usó el impulso para esquivar el de Shizuka y, justo cuando Zuzu iba a caerle en la cabeza…

…Edu se agachó, giró, y la atrapó en el aire.

—¡AHORA! —gritó.

Y la lanzó, con un giro controlado, hacia un arbusto cercano.

Zuzu aterrizó ilesa, pero indignada. Desde el suelo maulló con furia.

—¡Fase uno completada! —gritó Edu.

—¿Fase uno de qué? —preguntó Shizuka, avanzando de nuevo.

Edu se sacudió el polvo, se agachó en posición de combate y sonrió con fiereza.

—De demostrarles que este caos… no se rinde tan fácil.

Azumi y Shizuka intercambiaron una rápida mirada. Zuzu aún se reincorporaba desde el arbusto, sacudiéndose hojas con el orgullo herido.

Edu, mientras tanto, respiraba agitado, con el cabello enmarañado y la camiseta ondeando como estandarte de guerra. Pero en sus ojos… algo había cambiado.

Ya no era solo cansancio ni el deseo de sobrevivir. Era chispa. Era esa mirada que todos conocían. La misma que anunciaba problemas… o genialidades.

—Muy bien… —murmuró Edu, flexionando los dedos y adoptando una postura sorprendentemente sólida—. Ustedes tienen técnica, formación, sincronía…

Se inclinó hacia adelante, bajando su centro de gravedad con una postura inesperadamente pulida.

—…yo tengo una idea estúpida. Eso lo compensa, ¿no?

—No si no funciona —respondió Azumi, ya en posición de ataque.

—Y si lo hace, deja de ser estúpida —añadió Shizuka.

—¡Entonces vamos a comprobarlo! —gritó Edu, y el caos arrancó de nuevo.

Se lanzó contra Shizuka con una carga aparentemente frontal, pero a medio metro se dejó caer, rodó por el suelo y tomó una piedra que lanzó al aire.

El reflejo natural de Shizuka la hizo alzar la mirada un instante.

Suficiente.

Edu se deslizó bajo sus piernas y la empujó suavemente con el hombro, obligándola a perder equilibrio.

Azumi contraatacó al instante con una patada giratoria, pero Edu la recibió con los brazos cruzados, aprovechando el impacto para girar en el aire como un torbellino.

—¡Gracias por el impulso! —gritó con descaro.

Se impulsó hacia la cuerda donde colgaba ropa tendida, la rompió al pasar y, en su caída, arrastró las sábanas que ondearon como banderas de guerra, cayendo justo encima de Azumi y Shizuka.

—¡Técnica de lavandería letal activada! —proclamó, levantándose en medio del caos.

—¡Usa todo lo que tenga a su alcance! ¡Hasta la ropa limpia! —grite desde la valla, muerta de risa.

Aprovechando la confusión, Edu se deslizó por debajo de un banco de madera, se impulsó y logró tocar con la palma el costado de Shizuka.

Azumi se quitó la sábana de encima justo a tiempo para verlo saltar por encima de ella… y usar su hombro como plataforma.

—¡El salto del caos danzante! —gritó Edu mientras pasaba sobre su cabeza.

—¡¿De dónde saca estos nombres?! —gruñó Azumi, intentando alcanzarlo.

Zuzu, sentada como una estatua felina, lo observaba en silencio. Con una calma calculada. Luego, con elegancia, se levantó y dio un salto directo hacia Edu, que aterrizaba con torpeza cerca del pozo.

Edu la atrapó con las dos manos. El impacto lo hizo tambalear, pero no caer.

—¡Zuzu! ¡No me traiciones otra vez! ¡Anoche compartiste mi almohada! ¡Eso es un pacto sagrado!

La gata lo observó con una calma solemne. Maulló, como si pronunciara una sentencia ancestral. Luego, sin previo aviso, le lamió la mejilla con un gesto suave y ceremonioso.

—¿Fue eso… una tregua? —preguntó Edu, con los ojos brillando de esperanza.

—¡NO! —gritaron Azumi y Shizuka al unísono, apareciendo a sus costados como si hubieran ensayado esa entrada toda su vida.

Sin perder un segundo, ambas lanzaron un ataque perfectamente coordinado: una patada de barrido desde abajo y un puño descendente desde lo alto.

Edu reaccionó tarde. Muy tarde. Zuzu, la traidora elegante, había sido la distracción perfecta.

En ese instante, todos pensamos lo mismo: el temido trío infernal estaba a punto de demolerlo sin misericordia.

Pero justo ahí…

Edu sonrió.

Una sonrisa ladeada, peligrosa… inconfundible.

—No… —susurró mamá, entrecerrando los ojos.

—Ahí viene —dijo papá, cruzando los brazos con resignación—. Esa maldita sonrisa.

Kenji cerró su cuaderno y murmuró como un cronista apocalíptico:

—Código 07 activado: "Sonrisa del caos alfa". Confirmado. Se viene la locura.

Yo no pude decir nada. Sabía perfectamente lo que significaba esa expresión.

Ataque psicológico.

Y en medio de la ofensiva combinada, Edu giró sobre sí mismo, cayendo como si estuviera derrotado… pero, en el último instante, extendió el brazo, tomó a Azumi por la muñeca y la jaló hacia él, posicionándose justo encima antes de que tocara el suelo.

Shizuka, sin tiempo de reacción, tropezó con los pies de su compañera y rodó hacia un lado.

Edu, con el aliento agitado y el rostro arañado, bajó la voz y miró a Azumi con teatralidad romántica.

—Azumi… si hoy pierdo… al menos mantendré mi promesa de casarme con ustedes —susurró.

Luego, acercándose peligrosamente a su oído, añadió:

—Pero entre nosotros… mis noches enteras serán solo para ti.

Vi cómo Azumi se congelaba. Literalmente.

Su rostro pasó de pálido a rojo intenso en un segundo, como una bomba mágica a punto de explotar.

—¡¿QUÉ…?! ¡¿QUÉ ESTÁS DICIENDO, ANIMAL?! —gritó, entre balbuceos de furia y vergüenza.

—¡Mocoso tramposo, arrogante, pervertido! —bramó Shizuka, poniéndose de pie con las mejillas encendidas, y embistió con otro ataque directo a Edu.

—¡Confirmado! ¡Eso fue un "quizás"! —respondió Edu, girando sobre sí mismo y usando la inercia para esquivar con elegancia inesperada.

Azumi, aún paralizada por la declaración, bajó la guardia por una fracción de segundo.

Y Edu aprovechó.

Se deslizó por debajo de ambas como una sombra errante, dio una voltereta hacia atrás y aterrizó fuera de alcance, riendo como un lunático.

Zuzu lo miró desde la distancia con una expresión críptica, como si intentara decidir entre admiración o desaprobación.

—Mraau~ —maulló al final, sentándose con la dignidad de una emperatriz observando su imperio en ruinas.

Shizuka, jadeante, lo señaló con el dedo temblando de rabia.

—¡Ese mocoso está jugando con nuestras emociones!

—¡Y eso es trampa! —gritó Azumi, sin poder recuperar ni el aliento ni la dignidad.

—¡Es estrategia emocional! ¡Un arma de caos masivo! —replicó Edu, jadeando con la espalda apoyada en un barril.

Kenji, como si estuviera en un tribunal, escribió frenéticamente en su cuaderno mientras murmuraba:

—"Táctica de impacto emocional empleada con éxito. Resultado: inestabilidad hormonal en el flanco enemigo."

Desde la valla, no pude evitar sonreír con orgullo y murmurar:

—Ese es mi hermano…

Entonces Edu se irguió, respirando profundamente.

Con el rostro arañado, la camiseta hecha jirones y el sudor corriéndole por la frente, alzó la mirada… y volvió a sonreír.

—¡He ganado yo! —declaró Edu, levantando los brazos con dramatismo, como si acabara de vencer a un ejército enemigo en solitario.

Todos en el patio lo miramos por un segundo en completo silencio.

Luego, el estallido fue inevitable.

—¡¿Ganar?! —exclamó Azumi, aún roja y con los ojos abiertos como platos—. ¡¡¿Qué parte de tu humillación emocional fue una victoria?!

—La parte en la que logré desestabilizar a dos guerreras de élite y sobrevivir con todos mis dientes —respondió Edu con una sonrisa arrogante—. Victoria emocional, combate psicológico ganado. Gracias, gracias, no hace falta aplaudir…

—¡Voy a estrangularlo con mi cinta del cabello! —bramó Shizuka, echando humo por las orejas.

—¡Eso solo confirmaría mi punto! ¡Estás emocionalmente afectada por mi presencia irresistible! —le gritó Edu mientras retrocedía, aún jadeante, agitando los brazos como si estuviera en una pasarela.

Zuzu, aún sentada como emperatriz entre ruinas, bostezó largamente, luego asintió con la cabeza.

—Mraau.

—Ves, hasta Zuzu lo confirma —añadió Edu, señalándola como si fuera su testigo estrella.

Desde el porche, nuestra madre se llevó una mano a la frente.

—No sé si castigar su descaro o aplaudir su creatividad —murmuró, negando con la cabeza pero sonriendo de lado.

—Yo voto por castigo con aplausos —dijo nuestro padre, cruzado de brazos—. Por imprudente… pero también por valiente.

Kenji, sin dejar de escribir, murmuró:

—"Probabilidad de victoria mediante caos: 0.8%. Resultado: éxito parcial. Consecuencias: caos prolongado, tensión emocional, posibles consecuencias legales del corazón."

—¿¡Consecuencias legales del corazón?! —exclamó Hinata entre carcajadas—. Kenji, por favor, guárdame esa frase para siempre.

—Quiero decir... —Kenji se ajustó las gafas sin levantar la mirada—. No todos los días Edu lanza una ofensiva romántica estratégica en medio de un combate cuerpo a cuerpo sin ser asesinado. Es un evento raro.

Sakura se giró a su esposo.

—¿Le enseñaste tú eso?

—¿A manipular emocionalmente a sus oponentes con descaro? —Ibuki levantó una ceja—. No, eso lo heredó directamente de ti.

—¡¿Qué?! —protestó mamá, aunque con una sonrisa divertida—. Yo no uso el coqueteo como arma.

—Tú lo usas como diplomacia —corrigió papá —. Edu lo usa como distracción bélica.

Azumi se sostenía de un poste, todavía aturdida, murmurando cosas incoherentes como "No puede ser que me sonrojara... fue por la luz del sol... sí, el sol estaba fuerte..."

Shizuka, entre frustrada y roja, no sabía si atacar o esconderse dentro del pozo del patio.

Edu, en cambio, se paró en el centro del terreno de combate improvisado, estirando los brazos al cielo como un campeón enloquecido.

—¡Damas y caballeros, presencien el nacimiento oficial de una nueva leyenda! ¡La Forma del Caos ha triunfado!

—¡No has ganado nada! —gritó Azumi.

—¡Todavía podemos partirte los huesos! —añadió Shizuka, blandiendo un zapato como si fuera un arma sagrada.

—¡Pero no lo harán! —respondió Edu con una reverencia exagerada—. Porque saben que en el fondo… me aman.

Ambas lo persiguieron al instante con gritos de guerra.

Edu salió corriendo del círculo como un niño escapando de su propio desastre.

Kenji anotó tranquilamente mientras decía:

—Registro final: caos concluido. Resultado: empate moral. Daños colaterales: integridad emocional de las sirvientas… y la mía.

Yo me aferré a la valla, riendo con fuerza.

—Ese fue el entrenamiento más épico de toda la historia familiar.

Papá, mirando el cielo, suspiró profundamente.

—A veces… me pregunto si sobreviviremos a este niño.

Sakura le dio un sorbo a su té.

—No se trata de sobrevivirlo… se trata de disfrutar el caos. ¿Recuerdas?

Ibuki esbozó una pequeña sonrisa.

—Sí… 100%.

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