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Chapter 2 - Capítulo 2: Despertar en un Mundo Ajeno

El tiempo en el hospital se sintió irreal, un borrón de caras amables (su "tía May" parecía genuinamente preocupada, aunque confundida por su aparente amnesia), enfermeras sonrientes y comidas insípidas. Cada interacción era una cuerda floja, tratando de equilibrar la necesidad de obtener información con el miedo de revelar su total falta de familiaridad con la vida de Peter Parker.

Las fragmentadas memorias seguían llegando, destellos inconexos de un hogar cálido pero modesto, un tío Ben de rostro amable y consejos sabios, la rutina de la escuela secundaria Midtown School of Science and Technology. Imágenes de un chico flaco y algo torpe, inteligente pero socialmente incómodo, atormentado por pequeños matones y enamorado en secreto de una tal Liz Allan. Nada de esto se sentía suyo, pero eran los únicos hilos a los que podía aferrarse.

El cambio físico era innegable. Se sentía más alto, más fuerte. Incluso sus reflejos parecían haber cambiado. Un día, mientras una enfermera torpe dejaba caer una bandeja con implementos médicos, su mano se movió antes de que pudiera pensarlo, atrapando el vaso de agua en el aire con una agilidad que su antiguo yo solo podía soñar. La enfermera parpadeó sorprendida, y él ofreció una sonrisa nerviosa, achacándolo a "reflejos rápidos, supongo".

La picadura de araña se había ido, sin dejar rastro más que un vago recuerdo de dolor punzante. Pero la energía que había sentido en el hospital persistía, una vibración constante bajo su piel. A veces, sentía impulsos extraños, como la necesidad de trepar por las paredes o una repentina conciencia aguda de su entorno, como si sus sentidos se hubieran agudizado exponencialmente.

Finalmente, llegó el día del alta. La tía May lo llevó a casa en un coche viejo pero cuidado, parloteando sobre lo afortunados que eran de que sus heridas no fueran peores. La casa era pequeña y acogedora, llena de fotografías que mostraban una vida que él no recordaba haber vivido. Un retrato de un hombre con una sonrisa afectuosa en la repisa de la chimenea: tío Ben. La punzada de una pérdida que no era la suya propia le oprimió el pecho.

Esa noche, acostado en la cama en la pequeña habitación de Peter, mirando el techo oscuro, la verdad de su situación lo golpeó con la fuerza de un tren. Él era un extraño, un intruso en la vida de otro. Un chico que se había quitado la vida había sido inexplicablemente depositado en el cuerpo de un adolescente que había muerto de una manera diferente, justo antes de obtener superpoderes aparentemente. La ironía era cruel, casi cómica.

Se levantó de la cama, sintiéndose inquieto. La energía dentro de él clamaba por liberarse. Se acercó a la ventana y la abrió, sintiendo la brisa fresca de la noche en su rostro. La ciudad de Nueva York se extendía ante él, un mar de luces parpadeantes.

Una extraña sensación lo invadió, una combinación de curiosidad y una necesidad imperiosa de probar los límites de este nuevo cuerpo. Se apoyó en el alféizar de la ventana y, casi sin pensarlo, saltó.

El aire se precipitó a su alrededor. Por un instante, el pánico lo invadió, el recuerdo visceral de su caída anterior. Pero luego, algo increíble sucedió. Sus manos se pegaron al ladrillo de la pared del edificio de al lado. No fue una succión, sino una adhesión natural, como si sus dedos tuvieran pequeñas ventosas.

Jadeó, aferrándose a la pared, el corazón latiéndole con fuerza. Miró hacia abajo, tres pisos hacia la calle. Una sonrisa incrédula comenzó a extenderse por su rostro. Era real. Todo era real.

Había obtenido una segunda oportunidad, en un mundo que le era ajeno, con habilidades que apenas comenzaba a comprender. El suicida había muerto, y en su lugar, había nacido algo nuevo. Algo… arácnido.

Pero, ¿qué iba a hacer con esta nueva vida? ¿Cómo honraría la memoria de Peter Parker? ¿Y cómo encajaría en un mundo donde los hombres podían volar con armaduras de alta tecnología, un hecho que las noticias de la televisión en el hospital habían dejado bastante claro?

Mientras trepaba ágilmente por la pared, sintiendo la extraña pero fascinante sensación de la tela de ladrillo bajo sus dedos, una certeza comenzó a surgir en su mente. No sabía por qué estaba aquí, pero no iba a desperdiciar esta oportunidad. Iba a descubrir quién era este Peter Parker, y quizás, en el proceso, descubrir quién era él mismo en este nuevo y sorprendente mundo.

La noche de Nueva York era su nuevo patio de recreo. Y él tenía mucho que explorar.

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