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Chapter 26 - Capítulo 26: El Juego del Acecho: Kraven el Cazador

La reputación del "Hombre Araña" se extendía, no solo en los titulares del Daily Bugle, sino también en los círculos más oscuros y excéntricos de la ciudad. Fue así como los ecos de sus proezas llegaron a los oídos de Sergei Kravinoff, alias Kraven el Cazador, quien había llegado a Nueva York en busca de la presa definitiva: Spider-Man.

Peter, con su sentido arácnido y su vigilancia digital, no tardó en detectar al nuevo jugador en la ciudad. Reportes de animales exóticos escapados del zoológico de Central Park (y luego misteriosamente recapturados), huellas inusuales en zonas boscosas y avistamientos de un hombre musculoso con atuendos de cazador, todo apuntaba a Kraven. Peter sabía que este no sería un simple enfrentamiento, sino un elaborado juego del gato y el ratón.

Kraven no tardó en hacer su movimiento. Dejó una "tarjeta de visita" en forma de una trampa de caza elaborada, pero inofensiva, en uno de los tejados que Peter solía patrullar. Un mensaje silencioso: Sé dónde estás. Te espero.

Peter no se lanzó directamente a confrontarlo. Entendía la mentalidad de Kraven: el cazador busca un desafío, no una presa fácil. Si Spider-Man se presentaba de inmediato, solo alimentaría su ego. En su lugar, Peter decidió jugar con sus propias reglas.

La primera "caza" de Kraven comenzó en Central Park, una mañana temprano. Kraven había dejado un rastro, invitando a Spider-Man a su terreno. Peter lo siguió, pero con una astucia que Kraven no esperaba. Peter no se movía de forma predecible. Usaba los árboles, los edificios lejanos y hasta el propio terreno para evitar ser detectado. Su sentido arácnido le alertaba de cada trampa oculta, cada cable trampa, cada red de contención disfrazada de follaje.

Kraven, acostumbrado a superar a sus presas con ingenio y fuerza bruta, comenzó a frustrarse. Cada vez que pensaba que tenía a Spider-Man acorralado, el héroe simplemente desaparecía, o emergía de un ángulo inesperado.

"¡Araña! ¡Muestra tu valentía!" rugió Kraven en un momento de exasperación, lanzando una lanza que Peter esquivó por un centímetro. "¡No huyas de la caza!"

"No estoy huyendo, Kraven," respondió Peter, su voz amplificada por un pequeño megáfono direccional que había improvisado. "Estoy jugando a mi manera. Y tú estás en mi jungla."

Peter comenzó a usar el entorno en su contra. Las redes de telaraña se convirtieron en trampas camufladas, no para inmovilizarlo por completo, sino para desorientarlo o retrasarlo. Lanzó telarañas en el suelo para hacerlo resbalar, o las pegó a objetos para crear ruidos y distracciones que Kraven confundía con la presencia de su presa. Peter incluso usó su conocimiento de la flora del parque para identificar plantas que causaran picazón o irritación leve si Kraven se topaba con ellas.

La "caza" duró horas, extendiéndose desde Central Park hasta los edificios altos de la ciudad. Kraven, aunque poderoso, comenzó a cansarse, su frustración creciendo con cada trampa fallida y cada evasión de Spider-Man.

Finalmente, Peter llevó a Kraven a una azotea en construcción, llena de andamios y materiales. Era un laberinto de acero y sombra, perfecto para su plan. Kraven, confiado en su fuerza, lo siguió.

"¡Aquí te tengo, araña!" gritó Kraven, abalanzándose.

Pero Peter ya no estaba allí. Había usado sus lanzatelarañas para crear un complejo patrón de redes enredadas entre los andamios. Mientras Kraven cargaba, se encontró enredado en una trampa pegajosa que, aunque no era tan fuerte como la telaraña inmovilizadora, lo sujetó lo suficiente. En su furia, Kraven luchó, solo para enredarse más.

"La caza ha terminado, Kraven," dijo Peter, apareciendo sobre él, sujetando una viga de acero con una telaraña. "Y tú eres la presa atrapada."

Kraven rugió de frustración, pero no pudo liberarse. La policía llegó poco después, alertada por los "juegos de luces" que Peter había orquestado para atraer su atención. Encontraron a Kraven el Cazador, humillado y enredado, no por la fuerza brutal de un superhéroe, sino por la astucia de un arácnido que había convertido el juego de caza en una lección de humildad. Peter había demostrado que la mente, cuando se usaba correctamente, era más poderosa que cualquier garra o trampa.

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