A medida que Elías profundizaba en los anales olvidados, su mente de "copia y pega" no solo registraba la gloria. Absorbía las crudas y brutales realidades del poder imperial. Encontró relatos escalofriantes de tortura , crueldad sistemática y la deshumanización despreocupada de individuos simplemente por existir fuera del orden establecido. Las imágenes idealizadas de los imperios divinos comenzaron a resquebrajarse, revelando un lado oscuro y aterrador. Fue testigo de los registros meticulosos de masacres , algunas justificadas por la conquista o la rebelión, muchas más completamente injustificadas , meros actos de terror para consolidar el control.
Elías, con su singular estructura cognitiva, carecía de un sentido convencional de empatía o indignación moral. Su supercerebro simplemente lo registraba todo , analizando la fría lógica tras la depravación. Diseccionaba los pensamientos de los conquistadores y los gritos de los conquistados, la intrincada maquinaria de la opresión. Empezó a comprender la fealdad del poder ejercido con absoluta autoridad. Era una cruda realidad: parte de la naturaleza humana, un tema recurrente a lo largo de la historia, era el impulso innato de estar "en la cima", de mandar .
Vio la enorme desconexión entre el emperador en su palacio y el soldado que ejercía su voluntad en un campo de batalla distante. Era como una partida de ajedrez , donde cada pieza se movía al ritmo de la corriente dominante, influenciada tanto por grandes estrategias como por pequeñas disputas. Elías lo veía todo desde una perspectiva distante y aérea, un observador imparcial. Palabras como amor, dinero y poder , tan cargadas de emociones químicas en su propia comprensión, se expresaban de forma diferente en el contexto romano. No eran conceptos abstractos, sino fuerzas tangibles: la lealtad a través del miedo, la riqueza a través del saqueo, la autoridad a través de la fuerza bruta. Carecían de una clara profundidad emocional, solo una utilidad pura y sin adornos.
Se dio cuenta de que quizás se había preocupado demasiado por definir estas emociones. Desde su perspectiva actual, lejos de las confusas reacciones químicas que impulsan la pasión y el conflicto humanos, las entendía como palancas, mecanismos de control y expansión.
Impulsado por esta visión fría y analítica, Elías comenzó a escribir ya dibujar. No se limitó a copiar; sintetizó. Su nuevo proyecto era un libro profundo e inquietante sobre la complejidad de la naturaleza humana dentro de los imperios . Dibujó intrincados diagramas de estructuras de poder, esbozó escenas tanto de gloria como de violencia horrorosa, y notó las motivaciones escalofriantemente racionales detrás de actos aparentemente irracionales. Se permitió infundir apenas el 1% de lo que sentía , un rastro emocional diminuto, casi imperceptible. Escribió con la fe implícita de que, en el futuro, comprendería todo lo que aún no podía comprender sobre estas complejidades humanas más profundas. Sabía que si la fuerza pura no era su camino, su mente, con su incomparable capacidad de observar, analizar y recrear, siempre sería su herramienta definitiva para avanzar