LightReader

Chapter 19 - Bajo las Luces del Café

La lluvia comenzó poco después del atardecer, tiñendo la ciudad de reflejos dorados y plateados bajo las farolas. Kenji caminaba con las manos en los bolsillos, la capucha cubriéndole la cabeza, mientras las gotas golpeaban suavemente el pavimento. El Café Hoshizora no quedaba lejos, pero cada paso se sentía como cruzar una línea invisible entre dos mundos: el seguro y predecible de su vida escolar… y otro, incierto, donde nada volvería a ser igual.

El letrero del café brillaba con luz tenue cuando llegó. Era un local pequeño, cálido, con ventanales que dejaban ver el interior bañado por tonos ámbar. Empujó la puerta, y una campanilla anunció su entrada. El aroma a café recién molido lo envolvió de inmediato, mezclado con el murmullo suave de conversaciones y el sonido lejano de un saxofón en la radio.

—¿Kenji Hori? —La voz vino desde una mesa en el rincón, grave y segura, la misma que había escuchado por teléfono.

Kenji se giró, y lo vio. Un hombre de unos treinta años, traje oscuro impecable, cabello corto y gafas que le daban un aire intelectual. Sus ojos, sin embargo, eran lo que más llamaba la atención: profundos, calculadores, pero con un brillo que transmitía una energía peligrosa.

—Siéntate —dijo, señalando la silla frente a él.

Kenji obedeció, con el corazón latiendo a toda velocidad.

—¿Quién eres? —preguntó, intentando sonar firme.

El hombre sonrió apenas, apoyando las manos sobre la mesa.

—Me llamo Reiji Nakamura. Represento a Aurora Music, una compañía que busca nuevos talentos para el mercado internacional. Y créeme… —se inclinó hacia adelante, bajando la voz—, tu nombre llegó a nosotros por algo más que casualidad.

Kenji sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Aurora Music…? —repitió, incrédulo—. ¿Cómo saben quién soy?

—Porque las redes no mienten, Kenji. —Reiji deslizó una tablet sobre la mesa. En la pantalla había fotos de la banda durante el festival, recortes de videos donde él aparecía tocando con una intensidad casi hipnótica—. Esto no es solo talento. Es presencia. Y eso… no se enseña.

Kenji miró la pantalla, en silencio. Aquello no era una broma. Era real.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó, finalmente.

Reiji sonrió, esa sonrisa fría que no dejaba claro si era un aliado o un depredador.

—Quiero darte lo que sueñas. Un contrato, proyección, escenarios más grandes de lo que puedes imaginar. Pero… —hizo una pausa, clavando la mirada en la suya—, todo tiene un precio.

Kenji tragó saliva.

—¿Cuál?

—Tiempo. Dedicación absoluta. Si aceptas, no podrás quedarte anclado a las rutinas escolares. Tendrás que decidir qué pesa más: tu mundo actual… o el futuro que podrías tener.

El silencio se volvió insoportable. Afuera, la lluvia golpeaba con más fuerza, como un aplauso cruel que marcaba el compás de la duda.

Kenji apartó la vista, mirando su reflejo en la ventana. Recordó las risas de Iura, los planes de Marin, la mirada seria de Kyoko, la calidez de Yuriko… y los ojos heridos de Sakura y Sawada. Todo eso estaba en juego.

—Necesito tiempo —murmuró, sintiendo que las palabras se le escapaban como humo.

Reiji asintió, como si lo hubiera esperado.

—Te daré una semana. Pero escucha esto, Kenji: oportunidades así no esperan dos veces.

Se levantó, dejando una tarjeta sobre la mesa. Luego se marchó, sin mirar atrás.

Kenji se quedó allí, inmóvil, con la tarjeta entre los dedos. Afuera, la lluvia seguía cayendo, como si el cielo quisiera arrastrar todo lo que conocía.

Mientras tanto, en la casa Hori, Kyoko cruzaba el pasillo con el ceño fruncido. Había llamado dos veces a Kenji para cenar, pero no contestaba. Yuriko, desde la cocina, la observó en silencio antes de preguntar:

—¿Dónde está?

—No lo sé —respondió Kyoko, con una inquietud que no quiso admitir—. Pero algo me dice que… no está donde debería.

Su voz quedó flotando en el aire, como una advertencia.

Esa noche, cuando Kenji regresó, las luces de la casa estaban apagadas. Subió a su habitación sin hacer ruido, pero el silencio no trajo calma. Se dejó caer sobre la cama, mirando el techo, mientras la tarjeta brillaba bajo la luz tenue del escritorio.

En ella, una sola palabra parecía arder con un fuego invisible:

Elección.

More Chapters