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Chapter 8 - capítulo 8

Las tareas asignadas por Tadaka Sarutobi llegaron a su fin tras una semana de trabajo intenso. No fue una evaluación física, sino de planificación, cooperación y análisis táctico. Cada equipo debía presentar un informe con estrategias, simulaciones y posibles soluciones a misiones hipotéticas.

El grupo de Kaoru —junto a Minato, Mikoto, Ren y Shizune— no destacó por ser el más ruidoso ni el más vistoso, pero sus planes estaban meticulosamente desarrollados. Las ideas de Mikoto eran claras y realistas. Minato agregaba creatividad sin salirse del límite de lo razonable. Kaoru detectaba errores sutiles que otros pasaban por alto. Ren aportaba escenarios improbables, pero útiles. Y Shizune, aunque callada, tenía una visión técnica precisa.

Cuando el sensei entregó los resultados frente al aula, no hubo demasiada sorpresa.

—El equipo cinco obtuvo la puntuación más alta —anunció Tadaka, con voz neutral—. Cumplieron con todos los criterios de evaluación. Su enfoque fue detallado, eficiente y sin redundancias.

Algunos estudiantes aplaudieron con desgano. Otros solo desviaron la mirada.

Minato les sonrió a sus compañeros con el pulgar en alto. Mikoto asintió levemente. Kaoru apenas inclinó la cabeza.

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La semana siguiente, durante una clase teórica sobre historia militar, Kaoru notó cómo uno de los Hyuga lo observaba fijamente desde el otro extremo del aula.

El niño tenía la postura erguida, los brazos cruzados y una expresión que rozaba el desprecio. Lo acompañaban dos más, con el mismo uniforme del clan, aunque claramente de menor rango. Lo delataban los símbolos del sello de sumisión en la frente: eran de la rama secundaria.

Los comentarios comenzaron al salir del aula.

—No creas que por un informe tienen más talento que los clanes tradicionales —dijo el líder del grupo Hyuga, deteniéndose frente a ellos.

Su nombre era Hizake Hyuga, de la rama principal. Hablaba con una seguridad ensayada, como si le hubieran enseñado desde pequeño que debía mirar a todos desde arriba.

—La puntuación del sensei se basa en papeles. Nosotros somos guerreros, no escribas.

—¿Y tú qué hiciste? ¿Le dictaste la estrategia a tus sirvientes? —preguntó Ren con una sonrisa ladeada.

Uno de los Hyuga de la rama secundaria frunció el ceño, pero no respondió.

—No se trata de discutir —intervino Mikoto con calma—. Si tienes un problema, lo hablas con el sensei.

—No tengo nada que hablar con los Uchiha —espetó Hizake, mirándola directo—. Tu clan cree que puede estar por encima. Pero todos sabemos que son inestables.

Kaoru apenas giró el rostro.

Minato dio un paso adelante.

—Déjalo, Mikoto. Hay gente que confunde tradición con arrogancia.

—¿Qué dijiste? —preguntó Hizake, dando un paso también.

El ambiente se tensó. Tadaka sensei salió del aula en ese momento, y los grupos se disolvieron.

Pero la tensión no desapareció.

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Al día siguiente, durante la clase de combate supervisado, Tadaka los reunió en el patio.

—Hoy trabajarán por parejas en enfrentamientos de práctica. Nada letal. Control de fuerza. Si veo ataques peligrosos, detendré el combate personalmente —advirtió.

Los equipos fueron nombrados uno por uno. Cuando llegó el turno de Kaoru y su grupo, no hubo dudas.

—Equipo cinco, contra equipo uno.

Todos entendieron de inmediato. Era una prueba deliberada.

Kaoru se paró junto a Mikoto. Delante, Hizake Hyuga y dos de sus compañeros ajustaban sus guantes.

—Combate de tres contra tres. Observadores fuera del perímetro —ordenó Tadaka—. Comiencen.

Hizake se lanzó primero.

Su estilo era limpio, técnico, sin adornos. Activó el Byakugan apenas cruzó el círculo, sus venas sobresaliendo con claridad.

Mikoto lo enfrentó sin retroceder. Sus movimientos eran más flexibles, y por un instante, el choque entre ambos fue parejo.

El primer golpe lo dio Mikoto, desviando un puño de chakra y contragolpeando con una barrida. Hizake cayó sobre un codo, pero rodó de inmediato.

Al otro lado del campo, Kaoru enfrentaba a uno de los Hyuga de la rama secundaria. No había odio en sus ojos, solo una tensión contenida. Usaba el mismo estilo, pero con menos determinación. Kaoru no tenía el Dojutsu activo, pero sus reflejos eran agudos. Mantuvo la distancia, calculando el patrón de movimiento. Luego usó un rápido impulso y lo desestabilizó con un golpe en el hombro.

—No necesitas pelear por alguien que no te ve como igual —murmuró, antes de retroceder.

El niño se quedó inmóvil un segundo. Luego bajó levemente la guardia.

Ren, por su parte, evadía con su agilidad característica. No atacaba, solo molestaba al rival con movimientos erráticos y bromas.

Minato observaba desde afuera del círculo. No estaba en esta ronda, pero su expresión era seria.

El combate terminó tras cinco minutos. Tadaka detuvo el encuentro al ver que el ritmo se estabilizaba.

—Punto para el equipo cinco.

Los Hyuga retrocedieron en silencio. Hizake fruncía el ceño, respirando por la nariz.

—Nos veremos en la evaluación final —dijo, antes de retirarse.

Kaoru no respondió. Mikoto tampoco.

Shizune se acercó luego, extendiendo una botella de agua. Kaoru la aceptó con un leve gesto.

—Buen control —dijo ella.

—Tuviste buena reacción —agregó Mikoto, con un tono que parecía neutro, pero tenía intención.

Kaoru asintió, sin palabras.

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La clase terminó con ejercicios de relajación. Mientras se cambiaban para volver al aula, Minato rompió el silencio:

—¿Creen que nos tendrán miedo después de esto?

—No —respondió Ren—. Nos tendrán envidia. Es peor.

—Que lo intenten —dijo Mikoto, amarrándose el cabello con su cinta roja.

Kaoru miró el vendaje que envolvía su antebrazo. No estaba herido, pero aún sentía la presión de los bloqueos de chakra del Hyuga. El sistema de combate del clan era peligroso incluso en niños.

No lo subestimaría otra vez.

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