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Chapter 2 - Capítulo 2: Fortebruma y el Regalo del Herrero

El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras mientras Shisaki avanzaba por las calles empedradas de Fortebruma. Su camisa roja de lino ondeaba ligeramente con la brisa, y sus pantalones marrón claro, aunque cómodos, le recordaban constantemente que no pertenecían a este mundo. Su cabello blanco, desaliñado pero brillante bajo la luz crepuscular, atraía miradas curiosas de los aldeanos. Algunos susurraban, otros simplemente lo observaban mientras cargaban cestas de pan o herramientas. Shisaki, tímido por la naturaleza, mantenía la mirada baja, pero su curiosidad lo empujaba a absorber cada detalle del pueblo. Las casas de madera con tejados de paja, los puestos de mercado con amuletos que parecían brillar con vida propia, el olor a cuero y metal caliente... todo era como un escenario sacado de un anime isekai, pero demasiado real.

Las dos notas que había encontrado ardían en su bolsillo. La primera, firmada por un tal Kenshin, hablaba de una manada de duendes cerca del camino que conectaba Fortebruma con Valverde, y sugería un asentamiento en el bosque. La segunda, más crítica, mencionaba un herrero cuyo pasado parecía ligado a la espada: "Donde el filo halló, el pulso no olvidó la danza, el martillo canta ahora lo que la hoja ya no grita". Shisaki, con su mente de jugador, reconocía estas pistas como el inicio de una misión, pero la falta de una interfaz o un diario de objetivos lo desconcertaba. "¿Qué clase de juego no te da un tutorial?" murmuró para sí mismo, ajustando su camisa roja.

El Gran Sabio, la voz misteriosa que lo había recibido en este mundo, habló en su mente: "El herrero de Fortebruma es tu próximo paso. Busca su forja al final del pueblo. Lo que encuentres allí te dará dirección". La voz era cálida pero enigmática, como si supiera más de lo que revelaba. Shisaki ascendió, aunque nadie podía verlo, y siguió el sonido rítmico de un martillo golpeando metal, que resonaba desde el borde del pueblo.

Mientras caminaba, pasó por la plaza central, donde el bullicio del mercado aún vibraba. Un mercader ofrecía cristales que emitían un suave resplandor, mientras una anciana narraba historias sobre los ocho dioses que gobernaban Lands of Adventure: Sol, Luz, Oscuridad, Agua, Viento, Tierra, Rayo y Guerra. Shisaki se detuvo un momento, escuchando. La anciana hablaba de bendiciones otorgadas en templos, hechas que podían cambiar el destino de un guerrero. Sus palabras le recordaron la "Nota 2" y su advertencia sobre demostrar su valía. "¿Bendiciones? ¿Eso es como un power-up?" Pensó, su mente de gamer buscando analogías. Pero el peso de la realidad lo mantenía alerta: este mundo no tenía botón de guardado.

Llegó a la forja, una estructura robusta de madera y piedra con una chimenea que escupía chispas al cielo. El calor lo golpeó al entrar, y el olor a metal fundido llenó sus pulmones. El herrero, un hombre corpulento con una barba gris y brazos cubiertos de cicatrices, golpeaba un yunque con un martillo que parecía a pesar tanto de Shisaki. Sus ojos, duros pero astutos, se fijaron en el joven. "No eres de por aquí", gruñó, sin dejar de martillar. "Ese cabello blanco y esa ropa... ¿De dónde vienes, chico?"

Shisaki, nervioso, bajó la mirada. "Yo... solo estoy pasando por aquí", dijo, su voz apenas audible. El herrero soltó una risa ronca. "Nadie 'pasa' por Fortebruma sin una razón. Jake te envió, ¿verdad?" Shisaki ascendió, recordando al líder del gremio. El herrero dejó el martillo y se limpió el sudor de la frente. "Bien. Vamos a ver si sirves para algo. Toma esa espada de práctica", señaló un arma de madera en un rincón, "y muéstrame qué sabes hacer".

Shisaki, aunque tímido, sintió una chispa de confianza al tomar la espada de madera. En su mundo, el kendo había sido un hobby, algo que practicaba para mantenerse en forma y canalizar su pasión por las espadas de sus juegos favoritos. Aquí, sus movimientos fueron sorprendentemente fluidos. Giró la espada, esquivando un golpe imaginario, y ejecutó un corte rápido que silbó en el aire. El herrero, con los brazos cruzados, alzó una ceja. "No está mal", dijo, en tono menos áspero. "Tienes talento natural, chico. ¿Nombre?"

"Shisaki", respondió, sonrojándose ligeramente ante la atención. El herrero avanzando y se dirige a un barril lleno de espadas de una mano, todas idénticas, con hojas simples pero funcionales. Sacó una y se la lanzó. Shisaki la atrapó por la empuñadura, sintiendo su peso. Era básico, con un filo algo desgastado, pero sólido. "No es una obra maestra", dijo el herrero, "pero te servirá. Cuídala, y quizás algún día forje algo mejor para ti".

Shisaki giró la espada, probando su equilibrio. Como jugador, imaginó combos, ataques especiales, pero también sintió el peso de la responsabilidad. Esta no era una espada virtual; un error aquí podía costarle la vida. Mientras examinaba el arma, notó una espada colgada en la pared de la forja, diferente a las demás. Su hoja era elegante, con grabados que brillaban débilmente, pero estaba cubierta de polvo, como si no hubiera sido tocada en años. Recordó la "Nota 2": el martillo canta ahora lo que la hoja ya no grita. "¿Esa espada...?" Empezó a preguntar, pero el herrero lo interrumpió con un gruñido. "No está a la venta. Olvídala."

El tono cortante del herrero lo hizo retroceder, pero su curiosidad creció. Esa espada tenía una historia, y el herrero, con sus cicatrices y mirada distante, parecía haber sido más que un simple forjador. Shisaki guardó silencio, pero su mente de jugador ya estaba trazando conexiones. "Quizás fue un aventurero", pensó, guardando la idea para más tarde.

Esa noche, Shisaki se quedó en una posada sencilla en Fortebruma, pagando con unas monedas que Jake le había dado como adelanto por unirse al gremio. Sentado en una cama de paja, sacó las dos notas y las releyó bajo la luz de una vela. La primera, de Kenshin, hablaba de duendes en el bosque, una amenaza cercana que podría ser su primera prueba. La segunda, con su poesía crítica, parecía un guiño al pasado del herrero. El Gran Sabio habló: "Los goblins son un peligro, pero también una oportunidad. Regresa con Jake. Él te dará tu primera misión".

Shisaki, agotado pero inquieto, guardó las notas. La espada descansaba contra la pared, y la luz de la vela hacía brillar su filo. Mientras se acostaba, su mente giraba con preguntas. ¿Quién era Kenshin? ¿Por qué el herrero había abandonado su espada? ¿Y qué eran esos portales de los que hablaban las notas? Como jugador, estaba acostumbrado a descifrar misterios, pero este mundo no ofrecía guías ni foros. Solo tenía su espada, su curiosidad y la voz del Gran Sabio.

Antes de dormir, pensó en el camión que lo había traído aquí. La idea de su muerte lo estremeció, pero también lo llenó de determinación. "Si esto es un isekai, voy a jugarlo como el mejor RPG", se dijo, cerrando los ojos. Fortebruma, con sus secretos y peligros, era solo el comienzo.

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