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Chapter 1 - capitulo 1

Están son las noticias de las 6 am.

El tráfico en la autopista se debe a un accidente de vehículo. Las autoridades recomiendan tomar precauciones y elegir otra ruta.

Por otro lado, la ONU está de celebración: el acuerdo de "no más guerra" ha sido aprobado. El mundo ha entrado en una nueva era de paz.

En otras noticias, el virus de la fiebre ha comenzado a expandirse por todo el país tailandés. Algunos dicen que podría ocurrir otra pandemia. Los gobiernos han cerrado todos los vuelos y rutas hacia Tailandia para evitar la propagación.

—Qué fastidio. No creo que sea otra pandemia… aunque es preocupante eso de tener fiebre a 41 grados —dice un hombre mientras apaga el televisor.

—Bueno, no tengo por qué darle tanta importancia. Es mejor que me bañe para ir a trabajar. Además, hoy es día de pago, así que hoy toca comer pizza —piensa mientras se levanta—. El único día alegre que me puedo permitir. Es fastidioso estar solo, y mi familia tan lejos… pero es el precio que debo pagar por vivir en el extranjero.

Mírame: pelo corto, cabello negro, piel blanca aunque algo bronceada por el sol, ojos negros. Mido 1.80 metros y aún no entiendo por qué no le gusto a nadie. Qué pereza, sinceramente. Pero claro, ya sé que es porque no hablo bien el idioma de este país.

Cómo extraño a las mujeres de mi país… Una noche salí a beber, conocí a una mujer y la pasamos bien. Qué lástima no poder lograr algo así aquí. Solo trabajo y envío dinero a mi país para comprar mi casita. Pero cómo fastidia la soledad… Ya van tres años sin probar una mujer. Jajaja… Dios.

Pero es el precio que tengo que pagar para poder tener un futuro tranquilo, en mi país, con mi casa.

Ya tengo tres años aquí, en Estados Unidos, el país de las oportunidades. Pero nadie te dice que esas oportunidades cuestan tanto conseguirlas. Jajaja.

Tengo 25 años; el 4 de diciembre cumplo 26, y esa es mi meta: regresar a mi país.

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—¡Bip! ¡Bip! ¡Apúrate, Lucas! ¡Vamos a llegar tarde al trabajo! —gritaba un hombre desde una camioneta Ford F-150 del año 90.

—¡Ya voy, gordo José! Y si vamos a llegar tarde es porque tú siempre tardas desayunando —respondía Lucas mientras bajaba corriendo las escaleras del complejo de apartamentos.

—Sí, ya sé, Lucas, pero como dice el dicho: barriga llena, corazón contento —rió José—. Además, si no desayuno, ¿cómo crees que voy a soportar demoliendo esas paredes hasta las doce sin nada en el estómago?

—Ya, ya entiendo, José. Pero vámonos antes de que el jefe nos regañe —dijo Lucas mientras se sentaba en el asiento del copiloto.

—Oye, Lucas, hoy es viernes... ¡día de pizza, no!? —rió José—. Ya me estoy saboreando la pizza del restaurante italiano de la calle trece.

—Yo igual, José. Es la mejor pizza del mundo.

—Oye, José... ¿qué opinas del virus que está en Tailandia?

—Eso me tiene preocupado, Lucas. Por lo que he oído, tiene una tasa de mortalidad bien alta. Solo una de cada diez personas sobrevive... y todavía no encuentran ni cura, ni vacuna, ni tratamiento. Espero que no se propague a los demás países, incluyendo este.

—Yo también espero eso, José. Pero no sé... tratar de frenar un virus que se propaga por el aire es muy difícil. Así pasó con el coronavirus. Solo nos toca esperar a que encuentren un tratamiento.

—¡Exactamente, mi buen amigo! Mientras tanto, vamos a hacer buenas horas extras antes de que llegue ese virus a este país y nos toque encerrarnos como en la pandemia anterior.

Así es amigo, pero lo bueno es que este año regreso a mi país, jajaja que alegría

Es verdad, te voy a extrañar amigó, a pesar que a veces eres tan castrante jajajajajajaja reia el gordo José y toda la grasa de su cara le temblaba como si fuera gelatina.

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!!TUMBEN LA PARED, APÚRENSE HOY NO ABRAD DIA DE PAGO IDIOTAS!! Gritaba el capataz.

Que fastidio, murmuraba lucas; cuánto te apuesto gordo José, que está así porque no se masturbo hoy el jefe Luis jajaja.

No! Yo creo que si esposa no se lo chupo hoy y por eso mal genio jajajaajajajajajajaja

¡USTEDES DOS QUE LE CAUSA TANTA RISA!? le pregunto el capataz Luis.

Nada nada señor, temas personales le respondió lucas calmadamente al jefe.

Sus cosas personales se las guardan después del trabajo, aquí no estamos para reir solo para trabajar ! ENTENDIDO!

SI SEÑOR, respondieron los 2

Ya se fue lucas, jajaja que mal genio tiene ese idiota...

El todos los viernes se pone así José, como si le doliera pagarnos y por eso está de mal genio jajaja.

Seguro nos quiere robar el cheque, que se atreva y lo demando! Ja

Jajaja ya basta de hablar, mejor apuremos esto, ya se acerca la hora del almuerzo.

!claro!

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—Ya es hora de salida. No habrá horas extras, chicos. Aquí están sus cheques —decía el capataz a los empleados.

Cuando llegó el turno de Lucas, José ya lo esperaba.

—Oye, Lucas, deberíamos ir de una vez a comer la pizza —dijo el gordo José mientras esperaba en la fila para que le entregaran el cheque de pago.

—¿Y eso por qué estás apurado? ¿Por qué no vamos en la noche mejor? Apenas son las tres y media, gordo.

—Es que tengo un compromiso con una chica —murmuró el gordo con una sonrisa nerviosa.

—¿Tú, con una chica, gordo de mierda? —soltó una carcajada el capataz mientras le entregaba el cheque—. Lo más seguro es que sea un chico gordito homosexual... o tal vez sea Lucas disfrazado de mujer, ¡jajajaja!

—¡Cállate la boca, enano de mierda! —le respondió José con los dientes apretados por la ira—. Eso solo te pasó a ti, ¿o no te acuerdas? Cuando te acostaste con el chico del club. ¿Pensabas que nadie te había visto? ¡Qué irónico de tu parte! Burlándote de los homosexuales cuando tú eres el que anda chupando pitos, jajajaja.

—¡Repite eso, gordo de mierda! —El capataz lo agarró por el cuello, lleno de ira—. ¡Son puras mentiras las que dices! ¡Repítelo y verás cómo te reviento los dientes!

—¡Ya basta, Luis! —intervino Lucas, calmado, separando a José como si apartara a un niño.

—Tú no te metas, Lucas. ¿O también quieres tener problemas conmigo? ¿Quieres que te bote del trabajo? —le respondió el capataz con desprecio.

—Hazlo —contestó Lucas con voz firme—. Igual conseguiré otro. Pero recuerda algo... si me botas, me iré con la cabeza en alto. Tú, en cambio, con los dientes flojos, enano de mierda.

Luis se quedó en silencio unos segundos, con la mirada encendida, y luego murmuró:

—Largo fuera de acá. El lunes nos vemos.

Lo dijo como si nada hubiera pasado, aunque la multitud de trabajadores lo observaba temblando de miedo.

—Está bien, señor Luis. Muchas gracias —respondió Lucas antes de marcharse junto a José.

Ya fuera del lugar, Lucas le preguntó:

—Oye, José, ¿por qué tú y Luis se tienen tanta rabia? ¿Qué pasó entre ustedes?

—La verdad, Lucas —rió José—, yo fui el que lo vio con el chico del club, besándose. Jajajaja.

—Jajaja, ya entiendo. Con razón te odia. Le descubriste su secreto —dijo Lucas, riendo con su amigo.

—Pero ya en serio, José… ¿tienes una cita con una mujer? ¿Quién es? No me habías comentado de ella.

—La acabo de conocer. Hoy es nuestra primera cita, así que estoy un poco emocionado. Es de Guatemala, pequeña, pero con unos enormes senos, amigo. Jajaja.

—Jajaja, eres un caso perdido, amigo. Pero te deseo la mejor de las suertes con esa mujer. Vamos de una vez por la pizza, me llevas a casa y mañana me cuentas cómo te fue en la cita.

—¡Dale, amigo!

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—Como siempre, se hacen unas filas enormes en esta pizzería, amigo —decía Lucas a José.

—Así es, pero vale la pena la espera, jajajaja. Son demasiado deliciosas.

—Cof, cof, cof.

—Oye, ¿qué te pasa? ¿Por qué me toses en la cara? —le habló Lucas a una mujer algo mayor.

—Lo siento... es que hoy no me he sentido bien —respondió la señora, algo avergonzada.

—Sí, pero no me tosas en la cara. José, disculpa, voy al baño a limpiarme. Compra la pizza por mí, ya te paso el dinero.

—Está bien, amigo. Y señora, por favor, cuando tosa tape la boca; así no le falta el respeto a nadie —le dijo José a la mujer que estaba en la fila.

—Maldita vieja... —murmuraba Lucas mientras se lavaba la cara en el baño—. Justo a mí me tenía que toser, con tantas personas que había en la fila. Espero no enfermarme...

—¡Lucas, por acá! —le gritaba José desde la camioneta, sosteniendo las pizzas.

—¡Ya voy, amigo! —respondió Lucas saliendo del local.

—Vamos rápido a tu casa —dijo José riendo—. Te dejo allá y me voy a bañar de una vez para irme a mi cita con mi futura mujer, jajajaja.

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—Estas son las noticias de las 6 p.m.

El presidente de Estados Unidos informa que el virus de la fiebre ya ha llegado a territorio estadounidense. Asegura que tomará medidas inmediatas para frenar el avance del virus.

La ONU informa que el virus ya se encuentra en más de cien países. El avance ocurrió en menos de 24 horas, algo completamente inexplicable por la rapidez de la propagación.

El alcalde de Chicago anuncia que comenzará la cuarentena si empiezan a aparecer más pacientes infectados.

—Qué pereza, sinceramente… —murmuraba Lucas mientras salía de la ducha—. Otra cuarentena. Gracias a Dios hice mercado al menos durante una semana. Mañana compraré más por si activan la cuarentena aquí en Chicago.

—Voy a dormir, no me siento nada bien… debe ser esa anciana de mierda que me tosió en la cara —susurró, con fastidio.

—Mejor me hago un té de jengibre y limón, a ver si me ayuda con este malestar.

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—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Mi marido se desmayó, necesito ayuda! ¡Las señales están caídas, no puedo llamar al 911! ¡Ayuda! —gritaba una voz desde la calle.

—¿Qué demonios grita a esta hora? —dijo Lucas mientras trataba de levantarse de la cama—. ¿Qué hora es...? —se sentó con dificultad, sintiéndose mareado.

—Ay… qué dolor de cabeza tengo… ¿qué sucede? ¿Ya me enfermé?

Intentó mover las piernas, pero no las sentía.

—No… no siento las piernas… estoy ardiendo en fiebre… ¿qué me sucede? ¿Tengo el virus? ¿Será por la anciana...?

—¡Ahhhhhhhh! —gritó, llevándose las manos a la cabeza—. ¡Qué es este dolor! ¡Siento que se me va a partir la cabeza! ¡Ahhhhhhh! ¡Necesito llamar a emergencias!

Se arrastró hasta el televisor, donde tenía el teléfono.

—Dios... ya no siento el brazo derecho… ¿qué es esto...? Necesito llamar a alguien… siento que me voy a morir...

—Un poco más… ya casi llego… falta poco… —decía con voz temblorosa, soportando el dolor mientras se arrastraba por el suelo.

Extendió la mano y logró agarrar el teléfono.

—¿Qué… qué es esto? ¿Por qué no tengo señal? ¡Maldición! —murmuraba, luchando por mantenerse despierto.

—Mamá… lo siento… no cumplí mi promesa de estar en diciembre en tu casa… lo siento, Dios… —rió débilmente, entre lágrimas—. Lo siento mucho, mamá… No puedo mantenerme despierto ya… adiós, mamá...

Se quedó dormido mientras su cuerpo ardía en fiebre.

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—Esta es mi última noticia.

No puedo seguir trabajando ni informándoles. Estoy atrapada en el edificio del Canal 8.

Ya han pasado dos días desde el colapso mundial.

Más del 93 % de la población ha muerto… o se ha convertido en moradores de la noche, o vampiros, como les digo yo.

El 7 % de los humanos que sobrevivieron… por favor, escóndanse cuando caiga la noche.

Los científicos dicen que, de cada cien personas que logran sobrevivir al virus, una sola tiene la posibilidad de despertar una habilidad sobrenatural.

A cualquier ser humano que haya despertado una habilidad, el gobierno le pide que se dirija a Washington D. C..

Prometen que los protegerán...

Los animales, las plantas… incluso la lluvia, han mutado.

Eso me dijeron los científicos antes de que todo se viniera abajo.

Aún no saben qué lo causa ni qué nivel de peligro representan esas mutaciones para los humanos.

Esto es todo...

Mi nombre es Megan, soy la última sobreviviente del Canal 8.

No me atrevo a salir del edificio. No tengo el valor de ver a los moradores de la noche… y que me maten.

Así que… decido quitarme la vida.

Es lo mejor que puedo hacer en este mundo sin esperanza.

Adiós.

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