*AETHERIUS*
"¿Estás listo entonces, Therius?" me preguntó mi madre, sus ojos llenos de preocupación y orgullo mientras nos despedíamos en el pasillo que nos dividía.
"Lo estoy, madre. Estoy preparado para esto y más. Confía en mí y cuídala, por favor," le dije, dándole un beso en la mejilla y otro en la frente a Calafell.
El ambiente estaba cargado de tensión. Podía sentir el murmullo de la multitud a través de las paredes, sus emociones como una corriente eléctrica en el aire. Me quité los aretes y los brazaletes, entregándoselos a mi madre. Cada pieza parecía llevar consigo un peso simbólico, como si dejara atrás una parte de mi vida anterior y de esta vida.
"Me voy entonces," susurré, despidiéndome y alejándome lentamente. Sentí el tirón emocional de nuestra separación, pero sabía que debía mantenerme firme.
Al llegar al túnel, comencé a ponerme la armadura. Los brazales y la pechera ligera que encajaban perfectamente, recordándome las incontables horas de entrenamiento con los Descendientes. Las guanteras sin dedos me permitían una mayor movilidad, algo esencial para la pelea que se avecinaba.
Me encontré dentro del túnel, esperando la llamada del presentador para poner fin a esta espera. Mi corazón latía con fuerza, no solo por la inminente batalla, sino también por la magnitud del evento. La luz del sol en el estadio era cegador, y el rugido de la multitud aumentaba la adrenalina que corría por mis venas.
"Damas y caballeros, me alegra verlos nuevamente," resonó la voz del presentador, amplificada por los altavoces.
"Espero que se hayan divertido en el banquete que se realizó para celebrar la victoria de la señorita Lieselotte."
Tomé una respiración profunda, ajustando mi postura y preparando mi mente. Cada palabra del presentador se sentía como una cuenta regresiva.
"Ahora mismo vamos a presentar la pelea entre el participante de la academia del Sur: Aetherius Emwind."
El murmullo de la multitud se intensificó al escuchar mi nombre. Podía imaginar las expresiones en los rostros de mis amigos y familiares, sus esperanzas y temores entrelazados.
"Y a su retador, el Discípulo del Este: Altur Mondon."
El nombre de mi oponente resonó en la arena, acompañado por una mezcla de aplausos y abucheos. Sabía que Altur era un formidable adversario, alguien que no debía subestimar según las palabras de Trevor.
"Ambos contrincantes son parte del futuro prometedor de este continente, así que disfruten de este magnífico y espectacular encuentro. Peleadores, entren a la arena."
El presentador dio la señal, y salí del túnel, saludando a todos los que me miraban.
"Peleadores, las reglas siguen siendo las mismas, recuerden eso," continuó el presentador, su voz ahora un susurro en el borde de mi conciencia.
"Ahora, peleadores sin más preámbulos... ¡Comiencen!"
El rugido de la multitud se desvaneció cuando me enfoqué en Altur Mondon, mi contrincante del Este. Su presencia era imponente, sus ojos llenos de una calma aterradora. La arena parecía reducirse a nosotros dos, el aire cargado con electricidad, una promesa de la tormenta que estaba a punto de desatarse.
Comencé a canalizar mi magia. Sentí la familiar corriente de electricidad blanca recorrer mi cuerpo, chisporroteando alrededor de mis dedos como pequeñas serpientes de luz. Respiré hondo, concentrándome en el flujo de energía, sintiendo cómo se fortalecía con cada latido de mi corazón.
Altur me miró con una sonrisa enigmática y extendió su mano. Chispas rojas comenzaron a bailar en sus palmas, creciendo en intensidad hasta convertirse en rayos vibrantes de electricidad carmesí. La multitud jadeó al unísono; nunca había visto un estiló superior como esa.
"No te asustes, Aetherius," dijo Altur con una voz tranquila, pero cargada de desafío. "Esto es solo el principio."
Nos lanzamos el uno contra el otro. La arena bajo mis pies se desvaneció mientras mis piernas se movían por instinto. Disparé un rayo de electricidad blanca directamente hacia él, buscando un punto vulnerable. Altur lo esquivó con facilidad, su cuerpo moviéndose con una velocidad que parecía antinatural.
Antes de que pudiera reaccionar, Altur contraatacó con un rayo rojo. Apenas tuve tiempo de levantar un escudo de mana, y el impacto me sacudió hasta los huesos. La electricidad carmesí era más poderosa, más intensa, y sentí mi barrera temblar bajo su fuerza.
"¿Es todo lo que tienes?" me provocó Altur, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y superioridad.
La rabia y la determinación se arremolinaron dentro de mí. No podía dejar que él me intimidara. Concentré toda mi energía en mis manos, creando una esfera de electricidad blanca que chisporroteaba y zumbaba con poder. Con un grito de desafío, lancé la esfera hacia él.
Altur levantó una barrera de electricidad roja, y nuestras magias chocaron en el aire, creando una explosión de luz y sonido. El impacto me hizo retroceder, pero me mantuve firme.
"No subestimes mi capacidad," le espeté, lanzándome de nuevo al ataque. Esta vez, mezclé movimientos rápidos con ráfagas cortas de electricidad, tratando de encontrar un punto débil en su defensa.
Altur respondió con una agilidad y precisión que me dejaron boquiabierto. Cada golpe que lanzaba era bloqueado o desviado, y sus contraataques eran devastadores. Cada rayo rojo que me alcanzaba dejaba una sensación de quemazón y dolor que se extendía por mi cuerpo.
Finalmente, encontré una apertura. Un descuido momentáneo de Altur me permitió lanzar un rayo directo a su pecho. La electricidad blanca lo golpeó, y por un segundo, pensé que había ganado. Pero entonces, vi la sonrisa en su rostro.
"Impresionante," admitió, su voz ronca por el esfuerzo. "Pero no suficiente."
Con un rugido, Altur desató toda su fuerza. Una tormenta de rayos rojos envolvió su cuerpo, creando un aura de pura energía destructiva. Sentí la presión de su poder aplastarme, haciéndome retroceder varios pasos.
Sabía que debía hacer algo drástico. Cerré los ojos y busqué dentro de mí, alcanzando las reservas de mi energía. Visualicé la electricidad blanca, pura y concentrada, y la canalicé en mis manos.
Abrí los ojos y vi a Altur avanzando hacia mí, rodeado de su tormenta carmesí. Con un grito final, combiné toda mi electricidad en un único y poderoso rayo, disparándolo directamente hacia él.
Nuestro choque de energías iluminó la arena, cegando a la multitud. Sentí la resistencia de su magia, el choque de voluntades y poderes.
Finalmente, la luz se desvaneció, y ambos nos desplomamos en la arena. El dolor recorría mi cuerpo, pero sentí una extraña satisfacción. Miré a Altur, que también estaba exhausto, pero sonriendo.
El humo de la explosión eléctrica se dispersó lentamente por la arena, revelando a dos combatientes exhaustos pero decididos. Aunque mi último ataque había sido poderoso, sabía que no había derrotado completamente a Altur. Él se levantó lentamente, sus ojos aún brillando con una determinación feroz.
"Interesante," murmuró Altur, limpiándose la sangre de una herida en la mejilla causada por el choque de nuestras magias. "Pensé que eso sería suficiente para ti."
Respiré profundamente, sintiendo el agotamiento en cada fibra de mi ser. Mis músculos dolían, mis manos temblaban ligeramente por la tensión de la energía liberada. Pero no podía permitirme rendirme ahora, no cuando tanto estaba en juego.
"Esta pelea aún no ha terminado," le dije, levantándome con dificultad pero manteniéndome firme. "Estoy aquí para proteger lo que es más importante para mí."
Altur asintió lentamente, evaluándome con una mezcla de respeto y curiosidad. "Entonces, demuéstrame tu verdadero poder, Aetherius Emwind," retó, su voz resonando en la arena.
Ambos nos lanzamos al ataque nuevamente. Esta vez, era como si nuestros movimientos estuvieran sincronizados en un baile mortal de rayos y explosiones eléctricas. Altur era ágil y estratégico, mientras que yo luchaba, impulsado por el miedo a perder.
Cada choque de magia creaba ondas de impacto que sacudían la arena. Altur comenzó a combinar su electricidad roja con movimientos físicos rápidos y precisos, creando una danza letal que me mantenía constantemente a la defensiva. Cada vez que lograba esquivar uno de sus ataques, sentía la quemazón residual de su magia en el aire.
Mi propia magia blanca se intensificaba con cada embate. Cada rayo que lanzaba dejaba un rastro de luz que se retorcía en el aire como serpientes eléctricas. Me concentré en encontrar sus puntos débiles, en aprovechar cada apertura que dejaba en su defensa.
El agotamiento se apoderaba de mí, y la desesperación comenzaba a colarse en mis pensamientos.
"¡No puedo permitirme perder!" grité, canalizando mi energía en un último esfuerzo desesperado. Una explosión de electricidad blanca salió disparada hacia Altur, atravesando su barrera defensiva y haciéndolo retroceder unos pasos.
Pero Altur no estaba dispuesto a rendirse. Comenzó a absorber la energía de su entorno, alimentando su magia roja con una intensidad que me dejó sin aliento. Vi cómo su aura se volvía más brillante, más vibrante, como si estuviera a punto de alcanzar un nuevo nivel de poder.
El miedo se apoderó de mí. Mis pensamientos se volvieron hacia Calafell, la pequeña niña que representaba todo lo que había jurado proteger. Si perdía esta pelea, ¿qué pasaría con ella? ¿Cómo podría enfrentar a mi madre, a mi familia, a mí mismo que dije a cada momento que yo la protegería?
Pero no podía permitirme dudar ahora. Reuní mis reservas de energía y me preparé para un último enfrentamiento. Mi magia blanca brillaba con una intensidad deslumbrante, marcando mi piel con patrones de luz que parecían tatuajes temporales. Esto era lo que entrene con la señorita Ricci y la señorita Ksenia durante días y ahora era el momento de probar mi asimilación mejorada.
Altur y yo nos miramos fijamente, cada uno evaluando al otro en busca de cualquier indicio de debilidad.
Altur desató una ráfaga de rayos rojos, que zigzagueaban hacia mí con una velocidad impresionante. Me moví con agilidad, esquivando y contrarrestando con mis propios rayos blancos. Nuestros ataques se entrelazaban en el aire, creando un espectáculo de luz y sonido que capturaba la atención de todos los presentes.
A pesar de mis esfuerzos, Altur parecía tener la ventaja. Su magia roja era más intensa y explosiva, capaz de causar daños devastadores con cada impacto. Cada vez que uno de sus rayos me alcanzaba, sentía como si mi cuerpo entero fuera sacudido por una corriente eléctrica.
El dolor y la fatiga comenzaron a pesar sobre mí. Cada respiración se volvía más difícil, cada movimiento más lento. Mis pensamientos se entrelazaban con imágenes de Calafell, mi pequeña protegida que dependía de mí para protegerla. No podía permitirme fallarle, pero estaba llegando a mis límites.
Altur, por su parte, parecía estar absorbiendo la energía de la pelea. Su magia roja brillaba con una intensidad renovada, envolviéndolo en un aura poderosa y amenazante. Era como si estuviera alimentándose de mi debilidad, haciéndose más fuerte a medida que yo me debilitaba.
"¿Es esto todo lo que puedes ofrecer, Aetherius?" preguntó Altur con una sonrisa desafiante en su rostro. "Pensé que serías un rival más interesante."
Sus palabras resonaron en mi mente, impulsándome a luchar aún más. Reuní toda la fuerza que me quedaba y concentré mi energía en un último ataque desesperado. Mis manos temblaban con la tensión mientras liberaba un torrente de electricidad blanca, que se arremolinaba en torno a mí como una tormenta de luz.
Altur se defendió con habilidad, pero esta vez noté una ligera vacilación en su postura. Mi ataque lo obligó a retroceder momentáneamente, permitiéndome tomar una breve pausa para recuperar el aliento.
El público observaba en silencio, con los ojos fijos en nuestra lucha intensa. Cada movimiento, cada chispa de magia, era un espectáculo de habilidad y poder.
El tiempo parecía ralentizarse mientras evaluaba mis opciones. Necesitaba encontrar una estrategia, una forma de superar la ventaja de Altur.
"¡No puedo perder!" grité para mí mismo, fortaleciendo mi resolución. Reajusté mi postura y me preparé para el siguiente intercambio de ataques.
Altur, por su parte, también parecía concentrado en el combate. Sus ojos brillaban igual a la mía, reflejando el deseo de triunfar a toda costa. Era claro que ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder.
El aire se llenó de una tensión casi palpable cuando Altur lanzó una serie de ataques rápidos y precisos. Sus rayos rojos se arremolinaban en torno a él, pareciendo una extensión de su propia furia. Intenté mantenerme a la altura, esquivando y bloqueando sus movimientos, pero cada impacto que lograba asestarme parecía drenar más de mis fuerzas.
"Tu resistencia es admirable, Aetherius," dijo Altur con una voz calmada pero cargada de poder, "pero te estás quedando sin opciones."
Las palabras de Altur no solo eran un intento de provocación; eran la pura verdad. Mis reservas de energía se estaban agotando rápidamente, y cada movimiento dolía más que el anterior. La preocupación por Calafell y la promesa de protegerla se mezclaban con mi necesidad de ganar esta pelea. No podía permitirme el lujo de perder, pero la realidad era brutal.
Me lancé hacia adelante con un grito, liberando una explosión de electricidad blanca que iluminó la arena. Altur contraatacó, y nuestras energías colisionaron en el aire, creando un destello cegador. Sentí la descarga correr por mi cuerpo, dejándome aturdido. Cuando la luz se desvaneció, vi a Altur parado con firmeza, apenas afectado.
"Es inútil," murmuró Altur. "Mi magia es superior. Tu electricidad es impresionante, pero no suficiente."
Sus palabras me golpearon más fuerte que cualquier ataque físico. Sentí una ola de desesperación arrastrándose en mi interior. A medida que la pelea continuaba, las marcas de la electricidad blanca comenzaban a extenderse por mi piel como tatuajes vivos, un recordatorio de mi determinación y de lo que estaba en juego.
Altur levantó una mano, y una esfera de energía roja se formó en su palma. Podía sentir el poder condensado en esa esfera, un poder que podría decidir el resultado de nuestra pelea. Me preparé para el impacto, pero sabía que no tenía suficiente fuerza para contrarrestarlo.
La esfera se volvió una hermosa lanza hecha de electricidad roja y vibrante, luego la lanzó hacia mí con una velocidad increíble. Intenté esquivarla, pero era demasiado rápido. La explosión me golpeó de lleno, lanzándome por el aire. Caí al suelo con un estruendo, sintiendo que mis huesos se resquebrajaban por el impacto. El dolor era insoportable, cada aliento era un esfuerzo titánico.
"¿Esto es todo lo que tienes?" Altur se acercó lentamente, su aura roja brillando intensamente. "Esperaba más de ti, Aetherius. Eres una decepción."
Luché por ponerme de pie, mis piernas temblaban bajo mi peso. La visión de Calafell, pequeña e indefensa, me empujó a seguir adelante. No podía rendirme, no cuando tanto dependía de mí. Levanté la mirada hacia Altur, mi visión borrosa por el dolor y el cansancio.
De repente, sentí una oleada de energía diferente en mi interior. Era como si la electricidad blanca estuviera resonando con mi desesperación, amplificando su poder. Las marcas en mi piel se intensificaron, brillando con una luz que parecía venir de mi propia alma. Era una última oportunidad, un último esfuerzo.
"¡Esto no ha terminado!" grité, dejando que toda mi energía fluyera en un torrente de magia blanca. Los rayos chisporroteaban a mi alrededor, creando un campo de energía que me envolvía. Corrí hacia Altur, mis puños envueltos en electricidad.
Altur me recibió con una sonrisa confiada, levantando sus manos para bloquear mi ataque. Pero esta vez, algo cambió. Mi magia no solo se estrelló contra la suya; comenzó a resonar con su energía roja. Era como si nuestras magias estuvieran en un duelo propio, luchando por dominancia.
El choque fue monumental. Sentí el poder de Altur tratando de aplastarme, pero algo en mi interior se negó a ceder. Empujé con todo lo que tenía, cada fibra de mi ser gritando en resistencia. Altur frunció el ceño, sorprendido por mi repentina explosión de fuerza.
"¡No puedes ganarme!" rugió Altur, su energía roja brillando con intensidad. Su aura se expandió, envolviéndome en un torbellino de poder. Era abrumador, y por un momento, sentí que todo estaba perdido.
Mis fuerzas se desvanecían rápidamente. Cada segundo era una batalla para mantenerse consciente, para no sucumbir al abrumador poder de Altur. Las marcas en mi piel comenzaron a desvanecerse, mi magia se debilitaba. La realidad de mi situación se hizo clara: estaba perdiendo, y con mi derrota, se iría mi promesa de proteger a Calafell.
Altur avanzó, su sonrisa ahora era de triunfo. "Esto es el final, Aetherius. Acepta tu derrota."
Caí de rodillas, mis brazos temblaban mientras trataba de mantenerme en pie. La desesperación se apoderó de mí, y por un momento, consideré rendirme. Pero la imagen de Calafell, la promesa que había hecho, me dio la fuerza para seguir adelante, aunque sabía que el final estaba cerca.
"Sabes lo que tienes que hacer si pierdo" hable en mi mente y la sensación de la presencia de la sombra llegó por mi costado, "déjamelo a mi si eso llega a pasar" dijo alejando su presencia.