*TREVOR*
Desde el palco con mis compañeros, observaba la pelea con una mezcla de preocupación y admiración. Aetherius, mi hermano menor, había luchado con todo lo que tenía, pero el Discípulo del Este, Altur, estaba demostrando ser un adversario formidable. Cada choque de energías eléctricas resonaba en la arena, creando destellos de luz que iluminaban los rostros de la multitud expectante.
Aetherius había comenzado con una confianza inquebrantable, su magia de electricidad blanca brillaba intensamente mientras se enfrentaba a Altur. Pero poco a poco, la batalla se había inclinado a favor de Altur, cuya magia de electricidad demostraba ser más poderosa y refinada. Aetherius estaba siendo empujado al límite, y cada vez que caía, se levantaba con más dificultad.
"Vamos, Aetherius, levántate," murmuré, apretando los puños con impotencia. Quería estar allí abajo, luchando a su lado, pero sabía que esto era algo que él debía enfrentar solo.
La determinación en los ojos de Aetherius era inconfundible. Podía ver el fuego en su mirada, la misma chispa que siempre había tenido desde que éramos niños. Cada vez que Altur lo derribaba, él se levantaba de nuevo, negándose a rendirse. Pero también podía ver el agotamiento en su cuerpo, la forma en que sus movimientos se volvían más lentos y menos precisos.
Altur, por otro lado, parecía disfrutar de la pelea. Su sonrisa confiada y su actitud relajada mostraban que no se sentía amenazado. La diferencia en sus niveles de poder era evidente, y eso me preocupaba profundamente. Cada golpe que Aetherius recibía era como un golpe directo a mi corazón.
De repente, vi un cambio en Aetherius. Las marcas de su electricidad blanca comenzaron a extenderse por su piel, como si su magia estuviera respondiendo a su desesperación. Un destello de esperanza brilló en mi pecho.
Aetherius lanzó una serie de ataques desesperados, sus rayos blancos chocaban contra los rojos de Altur. La colisión de energías era espectacular, pero también desgarradora. Aetherius estaba dando todo lo que tenía, pero parecía que no era suficiente. La energía roja de Altur era implacable, envolviéndolo y presionándolo con una fuerza abrumadora.
Cuando vi a Aetherius caer de rodillas, supe que estaba en problemas. Sus marcas comenzaron a desvanecerse, y su magia se debilitaba visiblemente. La imagen de mi hermano, luchando con todas sus fuerzas y aún así al borde de la derrota, era desgarradora. Sentí una oleada de desesperación y rabia, deseando poder intervenir.
Altur avanzó, su sonrisa de triunfo era casi insoportable de ver. Aetherius apenas podía mantenerse en pie, pero aún así, no se rendía. Cada segundo era una lucha por su vida, y podía ver que estaba perdiendo.
Mi corazón se apretó cuando Altur levantó una mano, preparándose para un ataque final. La energía roja se acumulaba en su palma, una esfera de poder puro que podría decidir el destino de mi hermano. La multitud contuvo el aliento, y yo también.
Todo parecía ralentizarse mientras veía cómo esa lanza hecha de electricidad se acercaba a Aetherius.
"Vamos, Aetherius," susurré, "puedes hacerlo."
En ese momento, vi algo en los ojos de mi hermano. Un poder feroz, una voluntad de acero que no se podía quebrar. A pesar del dolor, a pesar de la desesperación, Aetherius se levantó una vez más. Sus marcas brillaron con una intensidad radiante, su electricidad blanca chisporroteaba con una furia que nunca había visto antes.
El impacto siguiente fue brutal. La energía roja de Altur chocó contra la magia de Aetherius, y por un momento, el mundo pareció estallar en luz y sonido. La arena se llenó de destellos cegadores, y sentí que mi corazón se detenía. Cuando la luz se desvaneció, vi a Aetherius de pie, tambaleándose pero aún de pie.
Altur, por primera vez, parecía sorprendido.
Su sonrisa había desaparecido, reemplazada por una expresión de asombro. Pero él también comenzó a brillar con una intensidad diferente.
Las marcas rojas comenzaron a aparecer en su piel, su magia se intensificaba en respuesta al desafío de Aetherius.
La pelea continuó, cada vez más feroz y desesperada. Cada golpe que intercambiaban era una prueba de resistencia, y cada segundo que pasaba, la victoria parecía más lejana para Aetherius.
La energía de Altur era abrumadora, y aunque mi hermano se esforzaba con todo lo que tenía, parecía inevitable que perdería.
Ver a Aetherius luchar tan valientemente, sabiendo que la derrota estaba a la vuelta de la esquina, fue una de las cosas más difíciles que jamás había experimentado. Cada fibra de mi ser quería saltar a la arena, pero sabía que esta era su pelea. Todo lo que podía hacer era observar y esperar, con la esperanza de que de alguna manera, él encontraría una forma de prevalecer.
Altur comenzó a flotar, elevándose en el aire con una facilidad que me dejó sin aliento. Su magia de electricidad roja crepitaba a su alrededor, formando un aura de poder puro. Desde su posición elevada, comenzó a lanzar rayos de energía hacia Aetherius con precisión mortal.
Aetherius, aún tambaleándose, miró hacia arriba. Sabía que debía hacer algo drástico para igualar la batalla. Con un grito de esfuerzo, extendió sus brazos hacia los lados. Las marcas de electricidad blanca en su cuerpo brillaron con una intensidad cegadora, y de repente, unas alas comenzaron a formarse en su espalda.
Estas alas no eran como las de un ave; eran como ramas de un árbol entrelazadas, cada una de ellas chisporroteando con energía blanca. Con un impulso, Aetherius se elevó en el aire, sus alas lo llevaban hacia su adversario con una gracia y fuerza inesperadas.
El aire se llenó de chispas mientras ambos luchadores se enfrentaban en el cielo. Altur lanzó un rayo de electricidad roja, que Aetherius apenas esquivó. La energía pasó zumbando a su lado, dejando un rastro de humo.
Aetherius respondió con su propia ráfaga de rayos blancos, que impactaron contra el escudo de Altur, haciendo que ambos se sacudieran por la fuerza del impacto.
La pelea aérea era aún más impresionante.
La velocidad y agilidad de ambos combatientes era asombrosa, y cada movimiento parecía más arriesgado que el anterior. Aetherius volaba con una ferocidad impresionante, sus alas de ramas entrelazadas le daban un aspecto casi angelical, pero con la furia de una tormenta.
Pero a pesar de su nueva fuerza, Altur seguía teniendo la ventaja. Sus ataques eran más precisos y poderosos. Vi cómo Aetherius comenzaba a flaquear, sus movimientos se volvían menos fluidos y más desesperados. Cada vez que Altur lanzaba un ataque, Aetherius se veía obligado a esquivar con más dificultad.
De repente, Altur ascendió aún más alto, elevándose por encima de Aetherius. Desde esa altura, comenzó a concentrar una enorme cantidad de energía roja en sus manos. La esfera ahora lanzas de poder que formaba era aterradora, un núcleo de pura destrucción. Sabía que si ese ataque golpeaba a Aetherius, sería el final.
Aetherius, viendo el peligro inminente, se esforzó por elevarse también. Sus alas de ramas blancas batían frenéticamente, llevándolo más alto en un intento desesperado por igualar a Altur. Pero la diferencia en sus poderes era evidente. Aetherius estaba dando todo lo que tenía, pero parecía que no sería suficiente.
El ataque de Altur fue lanzado con una fuerza devastadora. La lanza de energía roja descendió hacia Aetherius con una velocidad asombrosa. En el último momento, Aetherius cruzó sus brazos, formando un escudo de energía blanca frente a él. El impacto fue brutal, una explosión de luz y sonido que sacudió la arena.
Cuando la luz se desvaneció, vi a Aetherius caer en picada, sus alas dañadas y su cuerpo cubierto de heridas. La desesperación se apoderó de mí mientras lo veía descender sin control, sabiendo que esta vez podría no levantarse.
Pero, con un último esfuerzo, Aetherius logró estabilizarse antes de tocar el suelo. Sus alas se desplegaron una vez más, aunque con evidente dolor. Viendo su determinación inquebrantable, una chispa de esperanza parpadeó en mi corazón.
Sin embargo, Altur no le dio tiempo para recuperarse. Descendió rápidamente, lanzando una serie de ataques que obligaron a Aetherius a defenderse frenéticamente. Cada impacto hacía que retrocediera, y cada defensa parecía drenarle más energía.
Finalmente, Altur lanzó un poderoso rayo directo al corazón de Aetherius. Viendo el ataque inminente, Aetherius reunió todas sus fuerzas restantes y lanzó su propio rayo de electricidad blanca. Las dos energías chocaron en el aire, creando una explosión de luz y fuerza que cegó a la multitud.
Cuando la luz se desvaneció, ambos combatientes flotaban en el aire, jadeando y cubiertos de heridas. La lucha había llegado a su punto crítico. La multitud guardaba un silencio expectante, y yo sentí como si cada latido de mi corazón fuera un martillazo en mi pecho.
Altur, con una mirada de orgullo y algo de respeto en sus ojos, comenzó a brillar aún más intensamente. Sus marcas rojas se extendieron, cubriendo su cuerpo con un resplandor casi demoníaco. Aetherius, agotado pero no vencido, hizo lo mismo, sus marcas blancas brillaban con una pureza angelical.
Ambos sabían que el siguiente intercambio podría decidir el resultado de la batalla. La arena estaba en silencio, todos contenían el aliento, esperando el desenlace. Miré a mi hermano, deseando poder darle mi fuerza. Este era el momento decisivo, y Aetherius estaba dispuesto a enfrentarlo con todo lo que tenía, incluso si parecía que la derrota era inevitable.
*****
*ALTEA*
El tumulto de la arena se desvaneció en un zumbido de fondo mientras mis ojos se fijaban en la figura de Aetherius, quien avanzaba con determinación hacia el centro del campo. Sus movimientos eran fluidos, pero pude notar la tensión en cada músculo de su cuerpo. Las marcas brillantes de su magia blanca de electricidad se extendían como tatuajes luminosos sobre su piel, un recordatorio visual de su poder y resolución.
Vi cómo se enfrentaba a Altur, cuya magia roja de electricidad irradiaba una intensidad que desafiaba incluso a la suya. A medida que la pelea avanzaba, pude percibir la creciente desesperación en Aetherius. Las descargas de energía llenaban el aire, iluminando momentáneamente el rostro determinado de mi hijo mientras luchaba por mantenerse firme frente a su formidable oponente.
Cada choque de poder entre ellos resonaba como truenos en la arena, sacudiendo incluso los cimientos del lugar. Aetherius se movía con agilidad, esquivando los ataques de Altur mientras buscaba una apertura para contraatacar. Sin embargo, sus esfuerzos parecían cada vez más frenéticos, como si el peso de una promesa no cumplida descansara sobre sus hombros.
Vi cómo su respiración se volvía más agitada, sus movimientos menos coordinados. Las marcas de su magia comenzaron a parpadear, mostrando signos de fatiga. En ese momento, supe que la situación se volvía desfavorable para él. La sombra de la derrota se cernía sobre la arena, y sentí un nudo en mi garganta mientras observaba impotente desde la distancia.
Altur, por otro lado, parecía fortalecerse con cada intercambio. Su magia roja brillaba con una intensidad deslumbrante, envolviéndolo en un aura amenazante. A medida que la pelea avanzaba, comenzó a asimilar su poder de una manera que parecía imposible de detener. Los destellos de electricidad roja danzaban a su alrededor como llamas ardientes, marcando cada movimiento con un peligro latente.
Mi corazón se aceleró mientras la batalla alcanzaba su punto álgido. Aetherius luchaba valientemente, pero el desenlace parecía inevitable. El espectáculo de fuerza y habilidad me dejó sin aliento, mientras las emociones se mezclaban en un torbellino de orgullo, miedo y esperanza.
La multitud rugía con cada impacto, animando a ambos combatientes con una energía que se sentía palpable incluso desde donde yo estaba. Pero en mi interior, temía lo peor. La imagen de Aetherius, envuelto en la magia de Altur, resonaba en mi mente como un eco de incertidumbre.
Continué observando, incapaz de apartar la mirada mientras la lucha se intensificaba. Mis manos se aferraban al borde de mi asiento, como si pudiera transmitirle a mi hijo toda la fuerza que tenía en ese momento. Ansiaba un milagro, una vuelta del destino que cambiara el curso de la batalla a su favor.
El rugido de la multitud se desvaneció en un zumbido constante mientras mis ojos seguían cada movimiento de Aetherius en la arena. Él avanzaba con gracia hacia el centro, su figura resplandeciendo con marcas de electricidad blanca que parecían tatuajes luminosos en su piel. Era como si cada destello fuera un recordatorio de su poder y valentía.
Frente a él, Altur, desafiaba con su magia de electricidad roja, una forma superior que envolvía la atmósfera con una intensidad ardiente. A medida que la pelea se desarrollaba, Aetherius luchaba con todas sus fuerzas, esquivando hábilmente los ataques de Altur mientras buscaba una oportunidad para contraatacar.
Sin embargo, la energía de Aetherius parecía desvanecerse lentamente. Sus movimientos, una vez fluidos y seguros, se volvieron erráticos y desesperados. Las marcas luminosas de su magia empezaron a parpadear débilmente, mostrando signos de agotamiento bajo el impacto constante de la electricidad roja de Altur.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras veía a mi hijo luchar contra la adversidad. Cada chispa de electricidad que cruzaba el aire parecía llevar consigo el peso de una promesa no cumplida, un temor palpable de que perder esta batalla significara algo más que una derrota en el campo de batalla.
Altur, por otro lado, parecía fortalecerse con cada momento que pasaba. Su magia roja brillaba con una intensidad impresionante, envolviéndolo en un halo de peligro. Aetherius estaba perdiendo terreno rápidamente, y la sombra de la derrota se cernía ominosamente sobre él.
La multitud rugía, animando a ambos combatientes con fervor. Pero en mi mente, el silencio reinaba mientras observaba con impotencia la lucha desigual. Cada movimiento de Aetherius, cada gesto de resistencia, era un recordatorio de su voluntad y coraje.
El campo de batalla se iluminó una vez más con destellos de electricidad mientras la pelea llegaba a su punto álgido. Aetherius luchaba valientemente, pero estaba claro que sus fuerzas estaban menguando. Las marcas de su magia se desvanecían lentamente, dejando su piel marcada y cansada por el esfuerzo.
Mis manos se aferraban al borde de mi asiento, una mezcla de esperanza y temor se entrelazaba en mi pecho. Quería creer en un milagro, en un giro repentino del destino que cambiara el curso de la batalla a favor de Aetherius. Pero mientras seguía observando, el temor crecía en mi interior.
Aetherius estaba luchando contra el desgaste físico y emocional, enfrentándose a un oponente cuya magia roja se había convertido en una barrera impenetrable. En el centro de la arena, dos destinos se entrelazaban en un conflicto de voluntades y poderes, mientras yo, desde la distancia, solo podía ser testigo de la lucha épica que definiría el destino de mi hijo.