Amelia se mantuvo en silencio, observando cómo Jessica doblaba su ropa y la acomodaba en su clóset y cajones. Sin embargo, el impacto de lo que acababa de ver seguía rondando en su mente. Tratando de apartar aquel recuerdo, se concentró en observar a Jessica, pero esto causó que su rostro comenzara a arder. Sus ojos se posaron sobre la chica justo cuando estaba doblando uno de sus sostenes, el cual era de copa doble A, la talla más pequeña. Normalmente, ver este tipo de cosas no hubiera significado nada para ella. Después de todo, Amelia también era una chica y había visto a Amy doblar su ropa interior en alguna ocasión. Lo que causó esa reacción en Amelia era que estaba viendo a Jessica sin su consentimiento, pero el lado bueno era que había funcionado. Consiguió dejar a un lado el susto por el ataque de Ana Anderson hacia su hija. Sin embargo, había otro problema, uno que era muy molesto.
—Vaya, esa chica apenas tiene algo al frente—. La voz de uno de los Iluminados sonó por el auricular—. Es plana como una tabla.
—¿En serio? —preguntó otro de los chicos—. ¿Le faltará desarrollo?
—¿A esta edad? No lo creo —dijo una de las chicas—. Seguro, podrá crecer un poco más, pero no creo que llegue más allá de copa A, como mucho las tallas más pequeñas de copa B.
—Pues desde aquí parece que ni siquiera ha crecido, así que…
—Muchachos, se supone que este canal es para avisar si hay Oscuros en el área. Por favor, dejen las conversaciones innecesarias para después —pidió Amelia en voz baja.
—Amelia tiene razón, les recuerdo que hay un Oscuro al nivel de un Cometa en la ciudad —apoyó otro Iluminado.
Con fastidio, los muchachos dejaron de hablar y concentraron su atención en la vigilancia. Amelia suspiró; fue muy molesto escucharlos comentar de esa forma sobre el cuerpo de Jessica. Para Amelia no tenía nada de malo; de hecho, Jessica le parecía físicamente atractiva. Sin embargo, pensar en eso la hizo sonrojarse otra vez. Amelia se recostó en el árbol, tratando de ordenar sus pensamientos y concentrarse. Por otro lado, Jessica terminó de doblar su ropa y estiró su espalda, haciéndola tronar. Mientras tenía sus brazos levantados, Jessica sintió un hedor algo fuerte; necesitaba un baño.
Tomó su camisa y se la quitó, acción que causó la sorpresa de Amelia, quien volteó a otro lado, con especial interés en un grupo de gatos que había en la acera. Estuvo mirando al suelo por unos dos minutos, hasta que consideró que era prudente levantar la mirada y… Jessica había desaparecido. Amelia no entendía nada; no escuchó la puerta abrirse. ¿Cómo salió del cuarto, entonces? ¿Acaso… la había descubierto y estaba escondida? El pulso de Amelia se aceleró, pero logró mantener la compostura para idear una solución a su problema, la cual le daba dos ventajas: averiguar dónde estaba Jessica y, si resultaba estar escondida, facilitar su introducción al mundo de los usuarios.
Amelia sacó su teléfono y encendió la cámara, la puso a grabar y formó una burbuja de aire. Ahora tenía un pequeño dron que podría grabar lo que sucedía dentro del cuarto.
—Ahora que lo pienso mejor, esto es realmente ilegal, enfermo y perturbador en demasiados niveles —dijo la joven para sí misma. Amelia sacudió la cabeza—. No, tranquila, Amelia, es por su seguridad, es para protegerla —la joven volvió a agachar la cabeza mientras reprimía un gruñido—. Eso es justo lo que diría un acosador loco.
Amelia se recompuso y envió su teléfono al interior de la habitación, metiendo el aparato por la ventana; primero lo giró hacia su derecha y luego hacia su izquierda, manteniendo la posición por cinco segundos a cada lado, suficiente para apreciar mejor el lugar. Una vez terminó, hizo volver el teléfono y lo recuperó. Sin embargo, no tuvo tiempo de mirar la grabación porque Jessica regresó, envuelta en una toalla que después se quitó para comenzar a vestirse. De nuevo, Amelia volteó la mirada al suelo por dos minutos. Cuando volvió a mirar, Jessica ya se había vestido, bueno, más o menos. La pelirroja solo se había puesto unos shorts y dejó su torso al descubierto; solo tapaba lo necesario con su sostén.
La joven elemental de aire la observó con algo de fascinación, quizás más de la que debería. Sacudió su cabeza y se concentró en la grabación de su teléfono. Bajó el volumen al mínimo y comenzó a observar. Resulta que el cuarto de Jessica tenía su propio baño; ahí era donde estaba la pelirroja hace un momento.
Por su lado, la Jessica miró su escritorio antes de ir a él y sacar sus tesoros más preciados: su cuaderno y lápices de dibujo. Sí, Jessica no era solo una bruta sin cerebro; en realidad tenía un lado sensible que no dejaba ver a casi nadie. La joven disfrutaba de dibujar y era muy buena para su edad. El cuaderno y los lápices eran un regalo de Lucía; la mujer se había encargado de apoyar a Jessica en todo lo posible, comprándole un cuaderno y lápices especiales para dibujar. Amelia estaba sin palabras al ver aquel cuaderno. Jessica, ignorante de la persona que la observaba, se sentó en su cama y comenzó a dibujar mientras murmuraba; si no fuera por el silencio de la noche, Amelia no la hubiera podido oír.
—Es una lástima. Me hubiera gustado seguir viéndote, pero no puedo —la voz de Jessica adquirió un tono amargo y con ira—. No después de que esas dos perras casi hacen que me maten —Jessica se calmó, no quería arruinar sus trazos. Entonces, una risa salió de sus labios—. Es gracioso, si hubieras nacido en esta familia, probablemente serías la favorita. ¡Serías un ángel caído del cielo! —otra risa escapó de sus labios—. No un demonio como yo —otra risa sin ganas, seguida de un suspiro de cansancio. El dibujo iba tomando forma poco a poco—. ¿Será que tú sabes lo que me pasa? ¿Acaso sabes por qué eres tan familiar para mí? ¿Sabes por qué no te puedo sacar de mi mente? —Amelia, quien escuchaba cada palabra, sintió pena por Jessica; había esperanza en su voz y la peliblanca sabía que ella sí tenía las respuestas que Jessica estaba buscando—. Quizás lo estoy pensando demasiado. Al final, solo resultaste ser eso: un ángel que vino a darme una tarde agradable, pero nada más.
El dibujo estaba terminado; todavía tenía que darle algo de color, pero Jessica estaba demasiado cansada para continuar. Dejó su cuaderno de dibujo en su escritorio y se acostó a dormir. Amelia esperó diez minutos hasta que finalmente lo sintió; la respiración de Jessica coincidía con la de una persona en la etapa más profunda del sueño. Pudo sentirlo gracias a sus poderes; gracias a que podía manipular el aire a su antojo, percibir el ritmo respiratorio de una persona a partir del aire que era expulsado por sus fosas nasales era algo muy sencillo para Amelia. Una vez que confirmó que Jessica estaba profundamente dormida, se levantó de la rama y saltó a la ventana de la habitación, aterrizando en el marco en un silencio total. Sus compañeros, quienes la estaban vigilando, no podían creerlo.
—Amelia, ¿qué estás haciendo? —preguntó uno de ellos—. Vuelve a la rama, ¡te va a ver! —la joven Elemental solo se limitó a apagar su comunicador.
Mientras estaba en el cuarto de Jessica, no pudo evitar compararlo con el cuarto de Maxwell, solo que Jessica tenía menos cosas, era ligeramente más organizada y la habitación no apestaba a sudor de gimnasio y medias sucias. Sin embargo, había un fuerte hedor emanando de la cama de Jessica. Un vistazo más de cerca dejó claro que su colchón estaba pudriéndose. Amelia apartó la vista del colchón y se centró en el cuaderno de dibujos de la chica. Tomó el cuaderno y empezó a ojearlo. No era su intención husmear entre las cosas de Jessica, pero quería saber más sobre ella antes de tomar cualquier decisión.
Al ver los primeros dibujos de la chica, pudo darse cuenta de que eran horribles, pero era de esperarse si apenas estaba comenzando a dibujar. Comenzó a pasar las hojas una por una y pudo comenzar a notar mejoras graduales en sus dibujos, con trazos más pulidos y mezclas de colores mejor logradas, hasta que finalmente llegó al último. El dibujo era un retrato de Amelia con la expresión que tenía al momento de ganar la primera carrera. Brazos arriba y una sonrisa radiante, incluso había dibujado el movimiento de su cabello. Amelia, al ver el dibujo, recordó muchas cosas.
Recordó lo duro que fue para ella encontrarse con Maxwell por primera vez. Sintiendo que lo conocía, pero sin poder recordarlo. Sin embargo, había tres grandes diferencias entre ellas. Uno: Maxwell siempre fue sincero con ella y actuó como su amigo, convirtiéndose en un hermano para ella con el paso de los años. Dos: todo el tiempo supieron lo que eran; desde niños sabían que eran Elementales y qué papel jugarían en la Orden. Y tres: La Orden de la Luz siempre les dio un sistema de apoyo sólido, fomentando los lazos de amistad y fraternidad. La Orden bien pudo haberlos tratado como armas, pero no lo hicieron. Sí, sus entrenamientos eran duros y exigentes, ni hablar de sus maestros, pero dentro de todo, Amelia tenía un hogar al cual regresar. Jessica apenas podía considerar aquella casa como su hogar. Las diferencias entre ambas eran demasiado grandes.
Amelia dejó el cuaderno y salió del cuarto en total silencio, pero con una mirada decidida en su rostro. Volvió al árbol y se sentó en la rama, encendió el comunicador y las quejas de su equipo no se hicieron esperar.
—¡¿En qué pensabas, niña?! —preguntó uno de ellos, casi gritándole al oído.
—Mañana por la tarde —anunció Amelia—. Mañana por la tarde le diré la verdad a Jessica.
Aquel anuncio pareció sorprender a los equipos del este, norte y sur, pero el equipo del oeste no podía sentirse sorprendido, los muertos no pueden sorprenderse. Un grupo de diez personas caminaba por la calle y fijaron su vista en una casa en particular: la casa de la familia Anderson, la cual se encontraba a ocho casas de distancia. Escucharon el anuncio de Amelia a través de la radio que le habían quitado a uno de los Iluminados y la líder supo que debía darse prisa.
—Gabriel, asegúrate de que todos estén listos —ordenó la líder—. Los quiero preparados para sacar a esa niña de aquí.
Pese a que su plan había sido frustrado, Lucía no planeaba retirarse sin haberse llevado a Jessica. Tenía que cumplir su misión: asegurar o eliminar a la elemental de fuego y, dentro de lo posible, prefería la primera opción.