LightReader

Chapter 33 - Masacre II

El verdadero infierno apenas comenzaba.

La tensión en el aire se volvió insoportable. La tenue luz dorada de la Lanza del Juicio de Daichi apenas iluminaba los rostros ensangrentados de sus amigos. Kenta jadeaba por el dolor de su hombro cortado, Haru apenas podía sostener su arco, y Ryuusei… simplemente sonreía bajo su máscara de cerámica, la encarnación del juicio final.

—Si van a pelear en serio… —murmuró Ryuusei, alzando lentamente sus dagas—. Entonces, yo también lo haré.

Sin previo aviso, una aura oscura y caótica que olía a vacío y metal quemado envolvió su cuerpo. Sus ojos, ocultos tras la máscara, no solo se tornaron en pozos sin fondo, sino que la misma sombra parecía filtrarse a través de la cerámica. El aire vibró con una energía maldita y ancestral, el suelo se resquebrajó y las farolas de la calle parpadearon violentamente antes de apagarse con un estallido de chispas, sumiendo el combate en una oscuridad más profunda.

—¡Se está preparando para algo grande! —gritó Kenta, poniéndose en guardia, ignorando el dolor punzante en su hombro.

Pero ya era tarde. Ryuusei había desatado el motor de la aniquilación.

El efecto de su primera habilidad fue inmediato y aterrador:

—(Toque de la Entropía) — Su propia existencia se convirtió en un punto de colapso. Las piedras bajo sus pies no se rompieron; se desintegraron en un parpadeo, reducidas a polvo sin forma. El suelo, antes sólido, ahora se hundía bajo su presencia, y los objetos cercanos (un buzón, una bicicleta abandonada) se oxidaron y colapsaron en ceniza al entrar en contacto con el aura. La energía de la vida misma, del orden físico, se descomponía a su alrededor.

Haru sintió un escalofrío de terror puro recorrerle la espalda, un miedo que iba más allá del instinto de supervivencia.

—Eso no es normal… —jadeó Haru.

Ryuusei no necesitaba verlos.

—(Visión del Abismo) — Los ojos detrás de su máscara destellaron con un resplandor antinatural. Ahora podía percibir el flujo de la energía vital de sus enemigos, anticipando cada tensión muscular, cada cambio en el latido del corazón, cada movimiento antes de que siquiera lo pensaran.

Daichi intentó moverse, cambiar de táctica… pero sus ataques eran inútiles. Cada tajo de su lanza golpeaba el aire vacío. Ryuusei ya no era un guerrero; era un espectro capaz de moverse entre los instantes.

Sin previo aviso, alzó sus dagas. Un fuego oscuro y devorador emergió de ellas, ardiendo con una intensidad que no irradiaba calor, sino una sensación de frío absoluto y peligro tangible.

—(Llamas del Ocaso) — Con un solo movimiento, lanzó un arco de llamas negras que se desplazó con la forma de una guadaña gigante cortando el viento. Kenta reaccionó instintivamente, alzando sus propias guadañas para bloquear el ataque.

Pero la potencia de las llamas era abrumadora. El impacto lo lanzó por los aires como un muñeco de trapo, haciéndolo estrellarse contra una pared con un estruendo seco. La pared se agrietó y se hundió, y el aire escapó de sus pulmones en un quejido ahogado.

—¡Kenta! —gritó Haru, pero no había tiempo para preocuparse.

Ryuusei no se detuvo.

—(Distorsión del Destino) — El tiempo alrededor de su cuerpo comenzó a distorsionarse violentamente. Cada uno de sus movimientos dejaba un eco tras de sí, imágenes residuales que confundían la vista y hacían imposible seguirlo. Para Daichi, era como ver múltiples versiones de Ryuusei atacando al mismo tiempo desde diferentes ángulos, la realidad misma desdibujándose.

Intentó lanzar un contraataque con su lanza, apuntando directo al torso del enemigo… pero solo atravesó sombras. El metal de su lanza, que había enfrentado innumerables batallas, se sintió inútil.

—No puede ser… —murmuró Daichi, apretando los dientes con frustración.

Pero Ryuusei tampoco estaba ileso. La sobrecarga de poder, la constante manipulación del tiempo y el espacio, comenzaba a pasarle factura.

Su regeneración un don absoluto, pero con un precio impensable. La carne se regeneraba al instante de cualquier corte, sí, pero el dolor permanecía, acumulándose en su sistema nervioso con cada segundo de combate. Ryuusei tembló levemente bajo la máscara, pero ni siquiera eso detuvo su avance metódico.

De repente, una calma antinatural se extendió por el campo de batalla. El sonido del viento desapareció. La presión del combate se disipó en un instante.

Pero Daichi lo supo. No era un respiro. Era la antesala de algo peor que el daño físico.

Ningún ataque parecía surtir efecto.

Las flechas de Haru se desintegraban antes de llegar a su objetivo. Los golpes de Daichi apenas dejaban un rasguño en la piel de Ryuusei, y cuando lograban tocarlo, era como si la energía misma se negara a dañarlo.

—(Aura de Resistencia) — Su defensa era impenetrable, una capa de energía caótica que repelía todo impacto dirigido a su cuerpo.

Pero lo peor vino después. Una nueva oleada de dolor recorrió a Daichi, aguda y ardiente, concentrada en su muñeca.

—(Eco de la Vida) — Cada vez que Ryuusei recibía un golpe, su energía no se disipaba… sino que se propagaba. El dolor agudo que sintió Daichi era el mismo dolor de la Regeneración Dolorosa de Ryuusei. Las heridas que él soportaba, ahora también las sentían sus enemigos. Cada corte, cada quemadura, cada fractura sanada… el costo se reflejaba en sus cuerpos.

Kenta se sujetó el pecho, sintiendo un ardor que no debería estar ahí, como si su hueso se hubiera roto.

—¿Qué… es esto…? —jadeó, la confusión mezclada con el terror físico.

ero entonces, algo cambió. La Entropía era un arma de doble filo.

Ryuusei jadeó fuertemente. Sus piernas temblaron. Su piel ennegrecida, visible bajo el cuello de su abrigo, comenzó a mostrar grietas, como si la misma fuerza de la aniquilación estuviera volviéndose contra él.

Los efectos secundarios de sus propias habilidades estaban empezando a destruirlo desde dentro.

—¡Está perdiendo el control! —rugió Daichi, levantándose a duras penas.

Ryuusei intentó teletransportarse, pero sus propios músculos se resistían. Sus dagas temblaron en sus manos, la Distorsión del Destino se volvía inestable, amenazando con colapsar la realidad a su alrededor. Estaba sobrecargado.

Y fue entonces cuando sus enemigos vieron la oportunidad, un destello fugaz antes de la oscuridad total.

—¡AHORA! —rugió Kenta, usando sus últimas fuerzas, su rabia venciendo el dolor y la parálisis de la voluntad, para lanzarse hacia adelante.

Haru, con el cuerpo adolorido, se obligó a alzar su arco. Concentró todo lo que le quedaba en una última flecha, no para matar, sino para interrumpir. Su proyectil voló directo al corazón de Ryuusei.

Y Daichi, sabiendo que su vida terminaba ahí, pero que tenía que intentarlo, envolvió la Lanza del Juicio en una luz dorada y desesperada, preparándose para el golpe final.

Ryuusei, con los labios cubiertos de sangre negra que se regeneraba al instante, solo sonrió bajo la máscara, aceptando el destino que él mismo había forjado.

—Vengan… a por mí…Perras

Y la batalla alcanzó su clímax, un choque de poderes que amenazaba con borrar la existencia de toda la cuadra.

More Chapters