La revelación de los cazadores nativos dejó una profunda huella en el equipo de Miguel. El Bosque Susurrante Primordial, que antes solo parecía un lugar peligroso por su fauna, ahora se sentía como una pequeña pieza en un tablero de juego inmenso y complejo. La tarea de talar los dos Árboles Férreos restantes adquirió una nueva urgencia; necesitaban regresar a la Base Umbrella con la madera y, más importante aún, con la información.
Trabajaron con una eficiencia sombría, los sonidos de sus hachas amortiguados por la inmensidad del bosque. La técnica de muesca secuencial, aunque agotadora, demostró ser efectiva. Alejandro y Ana mantenían una vigilancia constante, sus sentidos agudizados por la tensión. Cada sombra parecía ocultar una amenaza, cada susurro del viento llevaba un presagio.
Durante la tala del segundo árbol, fueron interrumpidos. Un gruñido gutural resonó desde la espesura, seguido por la aparición de una criatura que no habían encontrado antes. Era un ser corpulento, de unos tres metros de altura, cubierto de un pelaje enmarañado y oscuro, con largos brazos que terminaban en garras como cuchillos y un único ojo rojo brillante en el centro de su rostro bestial.
**[Bestia Cíclope del Bosque. Nivel de amenaza: Medio-Alto. Depredador territorial extremadamente fuerte y resistente. Vulnerable a ataques coordinados y daño en su único ojo.]**
—¡Contacto! —gritó Miguel, levantando su lanza—. ¡Daniel, Javier, a los flancos! ¡Alejandro, apunta al ojo! ¡Ana, busca una oportunidad para atacar las piernas!
La Bestia Cíclope cargó con la fuerza de un ariete, su rugido haciendo temblar las hojas de los árboles. Daniel y Javier lograron esquivar su primer embate, sus espadas rebotando inofensivamente contra el grueso pelaje y la dura piel del monstruo. Alejandro disparó una flecha que se clavó cerca del ojo de la bestia, haciéndola rugir de dolor y rabia, pero sin detenerla.
La criatura se centró en Javier, golpeándolo con un revés de su enorme garra. Javier logró interponer su escudo, pero el impacto lo envió volando varios metros, aterrizando con un golpe sordo.
—¡Javier! —gritó Ana.
Miguel aprovechó la distracción para clavar su lanza en el costado de la bestia, pero el arma apenas penetró. La Bestia Cíclope se giró, ignorando la herida superficial, y se abalanzó sobre Miguel.
Fue Ana quien cambió el curso de la batalla. Esquivando las torpes acometidas de la criatura, se deslizó por debajo de sus piernas y, con sus dos dagas, comenzó a acuchillar los tendones de la parte posterior de las rodillas. La bestia aulló, su movilidad comprometida.
Daniel, viendo la oportunidad, se lanzó hacia adelante, su espada buscando las articulaciones de los brazos. Alejandro, con una calma sorprendente, esperó el momento justo y disparó otra flecha que, esta vez, encontró su blanco: el único ojo rojo de la Bestia Cíclope.
El monstruo profirió un chillido espantoso, llevándose las garras a la cara, y comenzó a agitarse ciegamente. Miguel, recuperándose, coordinó el ataque final. Con la bestia desorientada y herida, lograron derribarla tras varios minutos de combate brutal.
Javier se levantó con dificultad, su brazo izquierdo dolorido pero aparentemente no roto gracias al escudo y al prototipo de armadura de Elena. —Esa cosa... era fuerte.
—Demasiado fuerte para encuentros casuales —admitió Miguel, examinando el cadáver de la bestia—. Este bosque es más peligroso de lo que anticipamos. Necesitamos terminar y salir de aquí.
La tala del tercer y último Árbol Férreo se completó sin más incidentes graves, aunque la tensión era palpable. Cargaron los pesados troncos, ahora seccionados en partes más manejables, en improvisadas parihuelas. El viaje de regreso sería lento y arduo.
Decidieron acampar una noche más en el borde del Bosque Susurrante Primordial, demasiado agotados y cargados para intentar una marcha nocturna. Las guardias fueron redobladas.
Al día siguiente, emprendieron el camino de regreso a la Base Umbrella. Cada kilómetro se sentía como diez con la pesada carga y la constante alerta. Evitaron las rutas principales, temiendo encontrarse con más nativos o patrullas del Barón Valerius. La información sobre la guerra y la política local pesaba sobre ellos.
Finalmente, después de casi dos días de agotadora marcha, la familiar estructura metálica de la Base Umbrella apareció entre los árboles. Nunca les había parecido tan acogedora.
Carlos, Lucía y el resto del equipo los recibieron con una mezcla de alivio y expectación. La visión de los troncos de Madera Resistente Avanzada fue motivo de celebración, pero las expresiones serias y cansadas del equipo de expedición indicaban que había más que contar.
Una vez que la madera fue asegurada y los miembros de la expedición recibieron atención médica básica de Lucía (Javier tenía una contusión severa en el brazo, y todos sufrían de agotamiento y múltiples heridas menores), Miguel solicitó una reunión urgente con Carlos.
En la Sala de Control, con solo Carlos, Miguel, Daniel y Alejandro presentes inicialmente (Ana y Javier estaban descansando), Miguel relató los eventos de la expedición, comenzando por los desafíos de la tala y el encuentro con la Bestia Cíclope. Luego, pasó a la parte más crucial: el encuentro con los cazadores nativos.
Mientras Miguel hablaba, el Sistema proyectaba imágenes y datos relevantes basados en las grabaciones sensoriales del equipo, traduciendo los términos y nombres clave. Carlos escuchaba en silencio, su expresión volviéndose cada vez más grave.
—¿Reinos? ¿Imperios? ¿Niveles de poder hasta Sagrado? —Carlos se pasó una mano por el cabello—. ¿Tres continentes que no se comunican por una antigua invasión? Esto... esto es mucho más de lo que podríamos haber imaginado.
Daniel intervino: —Los cazadores mencionaron que estamos en el Reino de Aerthos, en la frontera de las tierras de un tal Barón Valerius. Y que Aerthos está en guerra con un reino vecino por una veta de mineral.
Alejandro añadió: —También hablaron del Bosque Susurrante Primordial, donde estábamos. Dijeron que su corazón es increíblemente peligroso, con bestias místicas. Y nos advirtieron sobre una costa al oeste, el Mar Cerúleo.
Carlos se levantó y caminó por la sala, asimilando la información. Su plan a largo plazo para la Base Umbrella, aunque ambicioso, se había formulado en un vacío de conocimiento sobre el mundo exterior. Ahora, ese vacío se estaba llenando con una realidad compleja y peligrosa.
—La existencia de niveles de poder tan definidos, desde Aprendiz hasta Sagrado, con sub-niveles... eso cambia fundamentalmente cómo debemos abordar nuestro desarrollo y defensa —reflexionó Carlos—. Nuestros humanoides "civiles básicos", aunque competentes, probablemente estarían en los niveles más bajos de esa escala. Miguel, con tu entrenamiento, ¿dónde te ubicarías?
Miguel lo consideró. —Difícil decirlo sin una comparación directa. Mis habilidades son de un soldado entrenado, pero sin la experiencia de Gaia ni sus energías. Quizás un Novato Mayor o un Adepto Menor en términos de combate puramente físico. Pero ellos mencionaron hechiceros, poderes... eso es algo que no tenemos.
—Y estos Imperios... humanos, demi-humanos, orcos, demonios, elfos, enanos... —Carlos negó con la cabeza—. Es un polvorín geopolítico. Y nosotros estamos aquí, una anomalía, un grupo de "forasteros" de otro mundo.
Lucía, Elena y los demás miembros del equipo fueron informados gradualmente de los detalles más importantes. El ambiente en la base se volvió más sombrío, pero también más resuelto. El conocimiento, aunque aterrador, era poder.
—Esta información no invalida nuestros planes de expansión, pero sí los contextualiza —dijo Carlos finalmente, reuniendo a todo el equipo—. La necesidad de fortalecer la Base Umbrella, de alcanzar niveles superiores de tecnología y defensa, y de aumentar nuestro número, es ahora más crítica que nunca. Pero debemos ser mucho más cautelosos en nuestras interacciones con el exterior, si es que las hay.
—¿Qué hacemos con la información sobre el Barón Valerius? —preguntó Elena.
—Por ahora, nada —respondió Carlos—. Evitaremos cualquier acción que pueda atraer su atención. Nuestra prioridad es utilizar esta Madera Resistente Avanzada para comenzar las mejoras clave, empezando por los Dormitorios Nivel 3. Necesitamos más personal, y luego especialistas que puedan ayudarnos a entender y quizás incluso a utilizar las energías de este mundo.
La llegada de la Madera Resistente Avanzada, aunque eclipsada por las noticias, era un logro tangible. Permitiría dar el primer paso hacia la visión de Carlos.
—Miguel, Daniel, Alejandro, Ana, Javier, han hecho un trabajo excepcional —dijo Carlos con sinceridad—. Han traído no solo recursos vitales, sino un conocimiento que podría salvar nuestras vidas. Descansen. Lo merecen. Mañana, comenzaremos a planificar cómo este nuevo entendimiento de Gaia dará forma a nuestro futuro.
Esa noche, la Base Umbrella fue un hervidero de conversaciones en voz baja. El mundo se había expandido de formas inimaginables, y con ello, tanto los peligros como las posibilidades. Carlos se retiró a sus modestos aposentos, el peso del conocimiento adquirido y la responsabilidad de liderar a su gente en este nuevo y complejo mundo oprimiéndole los hombros. Gaia era mucho más de lo que parecía, y ellos apenas habían arañado su superficie.
