LightReader

Chapter 8 - Capítulo 7 – Ecos que Rompen el Silencio

La pantalla titilaba con un tenue azul. Amanda Waller, sola en su oficina blindada bajo Belle Reve, activó el canal codificado con la frecuencia que solo una persona tenía derecho a responder sin permiso previo.

—Sabía que llamarías —dijo la voz de Batman desde la oscuridad—. Siempre lo haces cuando el tablero cambia.

Amanda cruzó los brazos, sin perder la compostura.

—No hay registros de él. Ninguno real. No tiene pasado, no tiene errores, no tiene agenda. Pero ha actuado. Lo suficiente como para llamar mi atención… y la tuya, supongo.

—Lo observé —afirmó Batman—. En Ciudad Gótica, después del incidente con Killer Croc. Lo borró… sin dejar evidencia. Ni el forense de la Liga pudo reconstruir qué pasó.

Amanda giró levemente su silla, con la mirada fija en las cámaras internas. Cada segundo era un riesgo calculado.

—¿Sabes qué es lo peor? No me importa si es un héroe, un villano o un dios menor. Me importa que no pueda controlarlo. Y tú tampoco.

Un silencio incómodo.

—Lo que viste… ¿Coincide con las visiones del Doctor Fate?

Batman desvió ligeramente la cámara. La imagen se congeló por un instante.

—Fate describe a alguien alto, vestido de negro, con aura púrpura. Poder que no pertenece a ninguna corriente mágica de la Tierra. Ni siquiera al Multiverso que conocemos. Y más peligroso aún: no ha mostrado interés alguno en comunicarse.

Amanda Waller sonrió, helada.

—Perfecto. Un asesino silencioso sin bandera. Justo lo que esta maldita Tierra no necesita. Pero yo sí.

Batman no respondió. Solo dejó una advertencia:

—Si te acercas demasiado a lo que no entiendes, terminarás quemándote. No es un arma, Amanda. Es una sombra viva.

Y la pantalla se apagó.

Horas después, Amanda caminaba por un pasillo subterráneo dentro de una instalación sin nombre. Un laboratorio negro, sin logos, sin papel, sin memoria.

—¿Informe? —preguntó al entrar en la sala.

Un técnico le entregó un tablet. Las imágenes mostraban fragmentos de los restos de una operación encubierta que había sido, de alguna forma, “limpiada” en segundos. Sin fuego, sin ruido, sin sobrevivientes. Sólo una energía residual extraña, no mágica ni tecnológica.

—Esto no fue obra de un metahumano convencional. La energía residual no responde a vibraciones conocidas —dijo el analista.

Amanda lo ignoró. Se dirigió a un módulo oculto y sacó un archivo marcado como “Proyecto Código Negro”.

—Si vamos a jugar con monstruos, será bajo mis reglas.

Ordenó movilizar células dormidas. Colocar vigilancia especial en puntos sensibles de la Tierra: templos perdidos, bóvedas mágicas, estructuras alienígenas ocultas. No para atacar, sino para observar.

—Quiero estar allí el día que decida moverse. Y quiero tener lista la trampa antes de que sepa que

Desde lo alto de una colina imposible, dentro de un reino que no existe en ningún mapa, Jin-Woo observaba a la Tierra.

Bellion, a su derecha, portaba su lanza con solemnidad. Igris, en silencio, mantenía una postura recta. La noche en el Reino de las Sombras era perpetua, y aun así Jin-Woo parecía más vivo que nunca.

—¿Sigue siendo prudente esperar? —preguntó Bellion.

—No es cuestión de prudencia. Es respeto —respondió Jin-Woo, con voz grave—. Este mundo aún no ha mostrado sus verdaderos enemigos. Interferir demasiado rápido podría convertirnos en uno de ellos.

Igris habló entonces, con su tono mecánico y sereno:

—Cadmus, Amanda Waller, la Liga. Todos evalúan posibilidades. Pero sus movimientos son visibles. El suyo no.

Jin-Woo miró su mano. Sombras sutiles se arrastraban entre sus dedos, como si buscaran dirección.

—No son mi objetivo —dijo finalmente—. Aún no. Este mundo… no es como el nuestro. Aquí los dioses tienen rostro. Y sus pecados, nombres.

Bellion bajó la cabeza. Luego alzó la mirada.

—¿Y los Monarcas?

—Vendrán. Algún día. Pero no ahora. Este mundo no los llamó… todavía.

Jin-Woo giró. Por primera vez, mostró una expresión real de duda.

—Mientras tanto, yo observaré. Y si alguien cae más allá del límite de redención… actuaré. A mi manera.

Igris asintió.

—¿Y si preguntan quién eres?

—Que no respondan. Que teman la pregunta.

En los márgenes entre dimensiones, donde la realidad es blanda y la oscuridad canta con voz antigua, Raven meditaba.

Sus ojos se abrieron de golpe.

—No es demoníaco… pero tampoco humano.

La joven bruja sintió algo diferente. Un susurro de muerte, de poder sin corrupción. Energía de otro mundo, que no buscaba conquistar, pero sí… observar.

—Trigon no lo reconoce. Eso lo hace más inquietante.

Voló por encima de las ruinas de una vieja iglesia en Irlanda, donde la magia ancestral había empezado a vibrar de forma extraña. No era caos, ni magia arcana. Era orden… muerte organizada.

—¿Quién eres?

No obtuvo respuesta. Pero supo que la pregunta ya había sido escuchada.

Y eso bastó.

La sala era blanca, redonda, sin ventanas. Bajo tierra. Protegida por siete capas de aislamiento.

Lex Luthor entró el último.

Amanda Waller ya estaba allí. También el General Wade Eiling, la Dra. Valentina Vostok y otros nombres sin rostro público.

—¿Se sabe algo nuevo? —preguntó Luthor, sin rodeos.

—Se mueve con intención quirúrgica. Neutralizó a Croc. Eliminó a dos células clandestinas nuestras en menos de 0.3 segundos. Sin disparos. Sin sobrevivientes —dijo Amanda—. Pero no ha tocado nada del gobierno. Ni de la Liga.

—Entonces es selectivo. —Luthor sonrió levemente—. Eso lo hace más interesante… y más útil.

—No lo contraté —aclaró Waller con dureza.

—Pero no te molesta que actúe como si lo hiciera. Curioso.

Eiling encendió una pantalla. Mostraba un modelo de predicción de comportamiento hostil.

—Si se vuelve enemigo, estamos perdidos.

—Entonces no permitiremos que eso pase —intervino Luthor—. Todo ser tiene un precio. O un punto de ruptura.

Amanda lo miró con una ceja alzada.

—¿Y si no?

—Entonces haremos lo que siempre hacemos. Fabricamos monstruos peores.

El silencio se apoderó de la sala.

Amanda Waller apagó la pantalla y dejó una última frase antes de marcharse:

—No intenten dominar lo que ni entienden. Solo estén preparados para cuando el Verdugo mire hacia ustedes.

More Chapters