LightReader

Chapter 23 - la arrogancia del niño prodigio

―tengo tanta hambre que ya me duele la tripa… ― menciona Gouten mientras caminaba.

―es raro que no nos hayan llamado para comer― le comenta extrañado Oliver ― ¿y si aún no han llegado?

―cuando el sol está en lo más alto del cielo, el maestro Baldur siempre está cocinando el almuerzo. Para él no hay nada más importante que la comida, dice que la alimentación de lo primero…

―pero tal vez se atrasó o paso algo importante…

―difícil de creer…

Caminaban en silencio, con pasos suaves que aplastaban el césped húmedo y quebraban las hojas secas del otoño. El viento era apenas un susurro. Sólo el sonido de la naturaleza acompañaba su andar.

—Estás muy callado… —comentó Gouten, girando la cabeza para mirar a Oliver por encima del hombro.

—¿Y qué querés que te diga?...

Gouten se detuvo, volteó completamente y lo observó en silencio unos segundos.

—¿Ahora qué te pasa?...

—Te noto distinto… has progresado mucho. Ya no sos el mismo de hace una semana.

—Gracias. Vos también mejoraste —respondió Oliver, con un tono indiferente—. Aunque me sienta más ágil, sigo siendo un debilucho.

—Ahí está de nuevo…

—¿Ahí está qué?

—Tu problema… Oliver, si fueras el protagonista de una novela, un anime o una serie... serías el personaje secundario.

—Eso no tiene sentido. Acabas de decir "si fuera el protagonista", en todo caso soy el protagonista de mi historia… ¿Y eso qué tiene que ver con esto?

—Oliver, estás muy metido en un molde… Te sentís débil y te llamas a ti mismo débil. Eso te rebaja más de lo que crees. No pareces el protagonista de tu historia… pareces un nene que llora porque lo llaman débil.

—Fácil decirlo para ti. A ti nadie te dijo "debilucho" en la cara…

—¡¿olvidas que casi peleo contra Max solo por defenderte!? —saltó Gouten, alzando la voz—. Pero Baldur se metió… y después pelearon ellos. Pero mi gesto dice más que tus lamentos…

—¿Te das cuenta de que suenas arrogante? Te estás poniendo solo en un altar…

—Es que yo soy fenomenal —bromeó Gouten, con una sonrisa de oreja a oreja—. Volviendo al tema…

—Ya basta. Tu charla no me ayuda… solo me dan ganas de golpearte.

—¡¿Ves?! ¡¿Y por qué no le hablaste así a Max cuando te dijo débil!?

—Porque es mi hermano… y es quince veces más fuerte.

—¿Cómo lo sabes? Capaz el resultado no era lo que esperabas. Nunca vas a saberlo si no lo intentas…

—Creo que tenés que frenar un poco con las maratones de anime… el shonen va a terminar quemándote el cerebro.

—Bien que idólatras Dragon Ball —le cuestionó Gouten, con una ceja levantada.

—Es 2006… ¿qué niño no mira Dragon Ball? —replicó Oliver, con tono seco.

—A veces haces difícil el querer hablar contigo… —suspiró Gouten, acelerando el paso al notar la casa principal.

Subió los dos escalones de un brinco y entró, empujando la puerta con confianza.

—¡Los zapatos…! —le indicó Oliver, deteniéndose en la entrada.

—Da igual, no hay nadie —le respondió Gouten, ya hurgando por la cocina.

Oliver estaba por quitarse los zapatos para entrar a la casa, pero algo lo hizo detenerse. Giró la cabeza y notó la figura de un hombre adulto acercándose por el camino que daba a la ciudad. Tenía la piel morena, la cabeza rapada, vestía una sudadera blanca manchada con polvo, sangre seca y varios raspones visibles. Un corte en el brazo dejaba caer lentamente gotas rojas al suelo.

—Emm... Gouten… —lo llamó Oliver, con la voz cargada de duda y tensión, observando al hombre que se acercaba sin prisa, pero sin pausa.

Gouten salió de la casa, aún con una cuchara de madera en la mano, y al fijar los ojos en el recién llegado, su expresión cambió por completo.

—El Gran Gordo… —susurró, incrédulo, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.

—¿El gran qué? —repitió Oliver, frunciendo el ceño, desconcertado.

―el de las noticias, él estaba matando gente...

― ¡"Gran Gorgo" idiota! ― le corrige Oliver, apurando el paso y tratando entrar, pero recordando que Gouten dijo que no había nadie. ―maldición… un asesino llego a la casa, y estamos solos… ¡¿Dónde está, Max?!

Gouten se quedó quieto, los ojos fijos en la figura que se detenía justo frente a la casa. Gorgo Garilla, con el cuerpo cubierto de polvo y heridas secas, los observaba desde la entrada, evaluándolos.

—Dos niñitos… —murmuró para sí, suavizando su postura—. No superan los diez años… Nadie me dijo que en el Dojo Agua había niños… Si Do'cientos no se entera, no tengo por qué matarlos…

Relajó los hombros y dibujó una sonrisa inesperadamente amable en su rostro.

—Hola muchachos… Hermoso día, ¿no? —saludó con voz tranquila—. ¿Está en casa el anciano llamado Baldur?

Al escuchar ese nombre, a ambos se les heló la sangre. Sintieron un escalofrío recorrerles la espalda: el asesino de dojos estaba buscando a su maestro.

Gouten frunció el ceño, soltando una mueca de fastidio. Su mirada se volvió dura, cargada de repudio.

—Escúchame bien, Gordo Gallina… el maestro Baldur no está en casa… Así que te ordeno que te largues.

Gorgo entrecerró los ojos, desconcertado por el descaro del chico. Durante un segundo pareció no saber si reír o enojarse.

—Mi nombre es Gorgo Garilla, enano bocón… —le corrigió, la ofensa marcándose en su tono.

Oliver giró lentamente la cabeza, el cuerpo rígido de los nervios, y clavó la mirada en su primo.

—¿Se puede saber qué pretendes? —le susurró, al borde de un infarto.

—¡Lárgate de este lugar si no querés que te dé una paliza! —vociferó Gouten, con una mezcla de furia y valentía infantil que desafiaba toda lógica.

Oliver casi se atraganta del susto.

—Tranquilo, Oliver —añadió el chico, sin perder ni un poco de ímpetu—. ¡Soy más fuerte que cualquier hombre promedio! ¡Da igual si este tobogán de piojos mide más de dos metros y tiene músculos por todos lados!

La vena en la frente de Gorgo palpitó de forma casi cómica. Cerró la mandíbula con tanta fuerza que pareció que iba a partirse los dientes.

—¡Escúchame, mocoso maleducado! ¡Solo quiero ver al viejo! —bramó el gigante, iracundo—. ¡No estoy para pelear con mocosos engreídos como tú!

Dio un paso firme hacia adelante, apoyando un pie en el primer escalón de madera del porche.

—Muévete… Yo mismo lo voy a buscar.

Pero en cuanto el pie tocó la madera, Gouten actuó sin dudarlo. Le propinó una patada recta en el pecho, tan rápida y seca que Gorgo dio varios pasos tambaleantes hacia atrás, sorprendido.

Oliver, por su parte, estaba convencido de que acababan de firmar su sentencia de muerte.

El grandulón se quedó inmóvil, mirándolo con una mezcla de estupor, y algo de desconcierto…

—Qué fuerza… —murmuró Gorgo por lo bajo, mientras observaba su propio pecho, aun vibrando por la patada—. No fue suficiente como para dañarme, pero… aun así, me empujó un mocoso de seis años…

Volvió a levantar la mirada. Y ahí seguía Gouten: desafiante, firme, con el ceño fruncido y sin un rastro de miedo.

—Te dije que el maestro Baldur no está en casa… —repitió con voz firme, marcando cada palabra—. ¡Última advertencia!

Hubo un breve silencio.

―la advertencia es para ti, mocoso… ― le aclara Gorgo, frunciendo el ceño ―es muy poco digno matar a un niño que no sabe lo que es madurar… así que date la vuelta y déjame buscar a tu maestro…

―si crees que me voy a dejar intimidar por alguien tan repugnante y feo como tú… te metiste en el territorio equivocado… ― le responde Gouten lleno de confianza ― porque tendré 6 años… pero con estos 6 años, puedo darte para que tengas y te lleves…

―Gouten, te estas pasando de la raya, baja la intensidad

—Demonios… va a lograr que nos maten… —susurró Oliver, paralizado, viendo cómo Gouten daba unos pasos al frente.

—Enano… basta. No quieras tentar mi paciencia… ni mi amabilidad —gruñó Gorgo, tensando los músculos.

Pero no hubo respuesta. Solo los dos pies de Gouten impactando de lleno en su estómago.

Fue un golpe seco, certero, que hizo que Gorgo escupiera saliva de inmediato. Cuando volvió a tocar el suelo, Gouten saltó hacia atrás, esquivando por poco el manotazo del grandulón.

<< Ese golpe fue un punto de inflexión para Gorgo: comprendió que lo que tenía en frente no era un niño normal… no era humano. >>

—Mocoso de mierda… ¿¡te divierte esto!? —masculló Gorgo entre dientes, viendo la sonrisa plena de Gouten.

—Nunca pensé que estaría dispuesto a matar a un niño de seis años…

El grandulón se lanzó con toda su furia a golpearlo, pero el pequeño se agachó con agilidad felina y se adelantó velozmente. Su tamaño y rapidez eran una ventaja abismal contra el corpulento enemigo.

Gorgo solo sintió un golpe directo, seco y contundente en la boca del estómago, que lo hizo encorvarse de inmediato.

Intentó responder bajando el otro puño con violencia, pero Gouten ya no estaba ahí: se deslizó ágilmente entre sus piernas, y al pasar, elevó una pierna con un gesto tan infantil como cruel…

…y le dio una patada certera en las partes bajas.

Al incorporarse y mirar hacia atrás, Gouten notó algo extraño: Gorgo no se retorcía de dolor.

—¿No tiene huevos? —se preguntó en voz baja, justo antes de esquivar un puño que descendía con violencia hacia su rostro.

—Es… increíble… —susurró Oliver, maravillado y horrorizado a la vez, observando cómo su primo le daba una buena pelea a un asesino temido en todo el país.

—Ja, ja, ja… y pensar que mataste a tanta gente… —soltó Gouten, con tono burlón, mientras se metía las manos en los bolsillos y caminaba de forma provocadora, como si estuviera en un paseo.

Gorgo, irritado por la provocación, se lanzó a golpear. El enano, veloz como un relámpago, usó el propio puño del grandulón como punto de apoyo para impulsarse hacia arriba con una patada giratoria. En la caída, le encajó una parada directa en la cabeza, haciendo que el cuello del gigantón se incline bruscamente hacia un costado.

Gouten rodó por el suelo y dio un salto hacia atrás, alejándose del grandulón. Juntó las manos frente a él, sonriendo con total confianza.

Oliver abrió los ojos, tenso y expectante, al ver cómo su primo comenzaba a formar una esfera de energía chispeante entre las palmas.

—Esto me lo enseñó mi primo… —anunció Gouten con una sonrisa desbordante, como si estuviera a punto de mostrar un truco de magia.

—No… —susurró Gorgo, paralizado—. Ese ataque… es igual al del mocoso de antes…

<< El miedo alcanzó a Gorgo de forma repentina. No era miedo a Gouten. Era miedo a enfrentar, una vez más, algo similar a Max Songoku. >>

La esfera fue lanzada. Sin embargo, en lugar de impactar contra Gorgo, se desvió violentamente hacia el cielo, provocando una explosión en lo alto que sacudió el aire y dejó temblando las hojas de los árboles. Oliver se quedó sin palabras. Gorgo se congeló en el sitio, como si el tiempo se hubiera detenido por un segundo.

—Todavía no la domino del todo… —admitió Gouten, sin un gramo de preocupación, encogiéndose de hombros.

Pero la confianza se desvaneció de golpe cuando Gouten dio un paso atrás para esquivar el puñetazo de Gorgo. Ya no había tregua ni espacio para chistes: el grandulón atacaba con seriedad y furia.

Un pisotón fue la continuación inmediata, lanzando al niño contra un árbol con tal fuerza que el tronco crujió.

—¡Gouten! —gritó Oliver, con el corazón acelerado, viendo el repentino ataque.

Gouten logró escabullirse apenas a tiempo, justo antes de que el golpe partiera el tallo del árbol. El tronco se desplomó con estrépito, levantando polvo y hojas secas.

El chico miró atónito la escena.

—Yo… solo pude dañar la madera… —murmuró Gouten, aún sin comprender del todo el nivel de su oponente.

Al girarse, notó los múltiples cráteres y grietas en el suelo, marcas provocadas por los puños de Gorgo. Un escalofrío le recorrió la espalda.

Por primera vez, lo entendió. Su confianza lo había cegado ante la realidad del monstruo que enfrentaba.

—¡GOUTEN! —volvió a gritar Oliver, esta vez desesperado.

Gouten apenas alcanzó a ver el puño de Gorgo aproximarse como una masa negra que se movía en cámara lenta. Se inclinó hacia un costado, logrando esquivar el impacto directo… pero no completamente. El roce del golpe fue suficiente para mandarlo volando, haciéndolo rodar por el suelo de forma violenta, como una muñeca de trapo.

Al levantar la mirada, Gouten vio a Gorgo avanzar con paso firme, su cuerpo balanceándose de izquierda a derecha como un boxeador veterano. Se cubría el rostro con los puños, pero un solo ojo asomaba por la guardia: un ojo cargado de desesperación.

—¿Qué está haciendo...? —murmuró Gouten, incapaz de leer el próximo movimiento.

El grandulón era impredecible. ¿Iba a atacar por la izquierda? ¿Por la derecha? Cada oscilación parecía una trampa. Gouten titubeó por un segundo… hasta que el primer movimiento de brazo lo obligó a reaccionar. Saltó con todas sus fuerzas, elevándose alto sobre el suelo.

Desde el aire, intentó lanzar una ráfaga de Ki hacia abajo. Pero algo andaba mal. El flujo no era estable. La energía no se concentraba como antes.

—Vamos, vamos… —murmuró Gouten, con una gota de sudor resbalando por su frente. Una punzada en el hombro le impedía concentrarse por completo.

La ráfaga de Ki jamás se formó. En lugar de eso, al caer, impactó con rudeza el pie sobre la calva de Gorgo, usándola de impulso para alejarse de un salto desesperado.

—Pelear así contra un niño no me da orgullo… pero perder ante uno, mucho menos —pensó Gorgo, endureciendo el rostro mientras se lanzaba al ataque antes de que el chico tocara el suelo.

Esta vez, no falló. El puñetazo directo le dio de lleno en el torso, y Gouten salió volando varios metros. El golpe seco retumbó en el aire.

—Finalmente… —soltó Gorgo, con alivio.

El niño se retorcía en el suelo, con los ojos desorbitados y el pecho agitado. Su respiración era irregular. Apenas lograba moverse.

—M-maldito… —murmuró con esfuerzo, intentando arrastrarse, con terror pintado en el rostro.

—Lo siento, mocoso… pero tú te lo ganaste —dijo Gorgo, colocándose a su lado y levantando el pie con lentitud. Su sombra cubría a Gouten como un presagio—. Me aseguraré de que no sufras.

Un golpe seco retumbó en el aire. Gorgo cayó sentado con un leve quejido de sorpresa, su mirada se desvió rápidamente al frente… y notó que Gouten ya no estaba en su sitio.

—¡NO VOY A PERMITIRLO! ¡No voy a dejar que mates a mi primo! —gritó Oliver, con el cuerpo tenso, jadeando, con Gouten a su espalda.

El rostro del niño temblaba. Sus brazos vibraban, el labio inferior se le crispaba, y los ojos se llenaban de lágrimas… pero no retrocedía. Estaba allí, de pie, entre el asesino y su primo, frunciendo el ceño con desesperada determinación.

Gorgo bajó la mirada hacia su propio torso, donde había recibido el golpe, mostrando su sorpresa. Fue un golpe tan potente, que incluso lo hizo sentarse. Volvió a mirar al chico, y por un segundo, sus pensamientos se detuvieron. Lo que tenía delante ya no era solo un niño asustado.

CONTINUARA…

More Chapters