Tony Stark estaba muriéndose.
La noticia del látigo de Ivan Vanko en Mónaco, la humillación pública, era solo la punta del iceberg. Para el mundo, era Tony actuando como Tony. Para Tony, era un reloj haciendo tic-tac, su sangre envenenándose lentamente con el paladio de su reactor de arco. La genialidad que lo mantenía vivo ahora lo estaba matando.
Se había encerrado en su taller, el Mark IV y Mark V estaban completos, pero la solución a su problema era elusiva. Jarvis lo monitoreaba, Pepper estaba preocupada y Happy intentaba ser útil. Pero Tony se sentía más solo que nunca. Las presiones del gobierno para entregar la armadura, la amenaza de Justin Hammer intentando replicar su tecnología, y ahora, Vanko, un espectro de su pasado familiar, se cernían sobre él.
La llamada del "chico araña" durante la confrontación con Stane había sido un destello de algo inesperado. Un vigilante. Un aficionado con un talento innegable. Tony había sentido una punzada de camaradería, o al menos, de curiosidad. Pero con el diagnóstico de paladio, ese interés se había diluido en un mar de urgencia y desesperación.
Desde su perspectiva, Spider-Man era solo una pequeña pieza en un tablero de ajedrez que se derrumbaba. Necesitaba concentrarse en Vanko. En encontrar un elemento alternativo al paladio. En vivir.
Se puso la máscara de Iron Man para el mundo, pero detrás de ella, se estaba desmoronando. Había intentado encontrar una solución, había intentado beber, había intentado ignorarlo. Nada funcionaba. La fiesta de cumpleaños, un intento patético de desafiar a la muerte, había terminado en desastre, con Rhodey tomando una de sus armaduras. Ahora tenía a War Machine, y eso, al menos, era algo.
"Jarvis, ¿alguna anomalía en las comunicaciones de alta frecuencia?", preguntó Tony, repasando los datos de los incidentes recientes.
"Ninguna, señor," respondió la IA. "El patrón de interferencia del incidente del puerto ha cesado por completo desde la última intervención. Y el sujeto conocido como 'Spider-Man' ha mantenido un perfil bajo, limitándose a actividades de bajo nivel en el área de Queens."
Tony gruñó. "Bueno, al menos ese chico está haciendo su trabajo. Demasiado bueno en desaparecer. No me ha dado más problemas de los que ya tengo."
Una parte de él esperaba que Peter lo contactara, quizás con alguna idea, alguna locura que solo un genio como él o un chico con superpoderes podría tener. Pero sabía que era una esperanza vacía. La única persona que podía salvarlo era él mismo, y estaba fracasando.
La aparición de Vanko, con sus látigos de energía, había sido un shock. Y el hecho de que pareciera saber tanto sobre la tecnología de Stark, incluso sobre el reactor de arco, era una amenaza personal. Justin Hammer, el patético imitador de Tony, era solo un peón, pero un peón con recursos.
Tony sentía la presión del tiempo. El senador Stern, S.H.I.E.L.D., Pepper... todos querían algo de él. Y él solo quería encontrar una solución antes de que su corazón se detuviera.
Mientras trabajaba en su laboratorio, las grabaciones de Vanko llenaban las pantallas. El odio en sus ojos, la precisión de su látigo. Era personal. Y Tony sabía que no podía huir de esto. Tenía que enfrentarlo.
La única conexión con el exterior, con el mundo fuera de su agonía, eran los ocasionales reportes de Jarvis sobre las pequeñas victorias de Spider-Man en Queens. Un robo evitado, un incendio apagado, un gato rescatado. Pequeñas cosas, insignificantes en el gran esquema de su propia crisis terminal. Pero Tony, en su soledad, se permitía una pequeña y casi imperceptible sonrisa. Al menos alguien en el mundo estaba haciendo el trabajo sucio. Y, pensó, ese chico tenía un potencial que aún no había tocado. Si tan solo Tony tuviera más tiempo.