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Chapter 10 - Capitulo 10

Pasamos unas buenas horas en el mercado, incluso saltándonos el almuerzo. Cuando llegamos a la casa de la Puerta Roja, ya casi era de noche. Estábamos agotados… pero yo estaba feliz.

A mi petición, William guió a los sirvientes para que llevaran todo lo comprado a una habitación. En cuanto me quedé solo, toqué con el dedo la mitad de las cosas y las guardé en mi inventario. Cerré los ojos, entré a mi palacio mental, y comencé a organizarlo todo, siguiendo al pie de la letra las instrucciones del libro.

Cuando los abrí de nuevo, con emoción contenida, ya tenía listas las procesadoras mágicas.

Según el libro, siempre que tuviera las procesadoras completadas y la intención de que los objetos fueran transformados, el proceso sería automático. Me acerqué a una esquina, donde quedaba madera sobrante, e hice la prueba. En cuanto la guardé en mi inventario, se convirtió en tablones de roble. Hice una mesa de trabajo y la coloqué en una esquina de la habitación.

Al colocarla, sentí de inmediato cómo la habitación cambiaba.

Mi corazón latía con fuerza, una emoción cálida recorriéndome las venas. ¿Y cómo no estarlo? Era como si la sala hubiera pasado de ser la de un muggle sin una pizca de magia a transformarse, de golpe, en un lugar lleno de energía, como si los objetos respiraran.

Un mago normal no habría notado nada. Pero yo siempre fui ultrasensible a la magia. Al punto de haber usado Magia Antigua sin necesidad de verla al principio.

Examiné la mesa de crafteo. Era muy parecida a la del juego… pero con una versión realista. Al estudiarla de cerca, noté runas grabadas alrededor del cubo. Muchas las entendí; conocía su propósito. Aunque había algunas que no reconocí. Todas estaban entrelazadas, escritas una sobre otra, como una enorme cadena de símbolos abrazando toda la estructura.

Me sorprendió… y me fascinó.

Respiré hondo. No era el momento de comportarme como un investigador loco.

Más tarde sí.

Aun así, mis manos picaban de anticipación. Tuve que tomarme un largo momento para calmarme. Colocando los materiales sobre la mesa, el patrón cuadricular de 3x3 comenzó a brillar tenuemente, como si reconociera los objetos. Luego vi, con los ojos bien abiertos, cómo los materiales descendían suavemente, hundiéndose en la cuadrícula, absorbidos por la propia madera.

Las runas alrededor del cubo se iluminaron. El brillo parecía sincronizado con los latidos de un corazón mágico. Un leve zumbido recorrió la estructura durante unos segundos. Al cesar el sonido, el centro del patrón se abrió, y emergió envuelto en humo un pico recién creado.

Al tomarlo, emanaba un leve resplandor. Estaba tibio al tacto. Como si acabara de ser extraído de una forja mágica.

Me quedé mirando el cubo con ojos de pez muerto, mientras mi mente intentaba reiniciar Windows.

Encantamientos, runas, alquimia… y hasta Tecnomancia. Una rama de magia que yo mismo creé en mi mundo anterior, donde la tecnología se fusionaba con la magia. Y ahora… estaba todo ahí, condensado en un solo objeto. Y eso era solo a simple vista.

Además, me di cuenta que tanto la mesa como el pico tenían mi firma mágica.

Eso significaba que algo similar aunque menos refinado podría haber existido en mi mundo anterior.

¿Por qué a nadie se le ocurrió algo así? No… espera… ¿por qué parece que acabo de hacer un pastel en vez de un pico? No… ¡espera! ¿¡Por qué a mí no se me ocurrió hacer algo así antes!? ¡Idiota! ¡Eso es lo que soy! ¡Un maldito idiota miope!

—¡Aagh!— grité, al borde de un colapso mental.

El grito debió escucharse por toda la casa, porque William irrumpió en la habitación con la espada desenvainada, probablemente pensando que un asesino había entrado. En su lugar, me encontró arrodillado frente al cubo, con el rostro enloquecido y una incipiente jaqueca.

—¡Su majestad está herido!— dijo agitándo —¿Está bien, príncipe Viserys?

Esa última palabra me trajo de vuelta a la realidad. Sentí una punzada de disgusto. William no había usado ese nombre en todo este tiempo… hasta ahora.

—Aurion— dije, mirándolo directo a los ojos. —Ya te lo dije. He muerto, y he vuelto a la vida como una persona diferente. El nombre Viserys también murió ese día. Desde ahora en adelante, Mi nombre es Aurion

—Como usted diga, príncipe Aurion— respondió William, suavizando la mirada al ver que estaba bien.

Por dentro solté un suspiro de alivio. Por nada del mundo dejaría de ser quien soy. Y aunque no me importaría cambiarme el apellido, el nombre, el que mi madre me dio, ese es intocable. Además, Viserys suena, para mí, como el nombre de un idiota inútil.

Volví a mirar la mesa de trabajo. La emoción regresó. Me levanté, dejé el pico a un lado, y con una sonrisa renovada, dije:

—Acércate, William. Te enseñaré la belleza de la magia

Me acerqué al cubo con un caballero preocupado pisándome los talones.

William me miraba, algo escéptico, Sin decir palabra, me limité a seguir las instrucciones del libro. Coloqué los materiales sobre la mesa de trabajo: el poco hierro que nos quedaba, madera, y un poco de cuero curtido.

El patrón cuadriculado se iluminó con un fulgor tenue. Las runas vibraron. Repitiendo exactamente el mismo proceso. Un zumbido suave recorrió el cubo, y luego el centro se abrió.

De la mesa emergió una espada de hierro, aún envuelta una ligera humareda cálida.

La tomé.

Era ligera, pero firme. Yo no era un experto en espadas, pero por lo que noté tenía un equilibrio perfecto. La empuñadura se ajustaba a la mano como si hubiera sido forjada por un maestro herrero.

Extendí la espada hacia William.

—Sé que perdiste tu espada original, aunque no me dijiste cómo— dije, sin mirar directamente —Pero esta es mejor que la que llevas en la cintura

Él la observó. Dudó por un instante. Luego la tomó con ambas manos. La probó en el aire, con movimientos precisos. Giró la muñeca. Midió el peso, la reacción, el filo. Después, me miró de nuevo.

—Con toda sinceridad… pensé que usted se estaba volviendo loco como su padre

Casi me atraganto con mi propia saliva. Yo no era idiota ya lo había notado en sus gestos, en su mirada, pero me sorprendió que me lo dijera sin filtros. Abrí la boca para responderle, pero él se adelantó, como si supiera lo que iba a decir.

—Y sí, ya sé lo que va a decir— continuó William, sin dejar de sostener la espada —Que ya me mostró magia cuando nos reencontramos

Asentí con la cabeza

—Lo pensé— siguió él —Pero creí que solo era un truco de los que hacen los brujos callejeros para ganarse una moneda. No esto

Volvió a mirar la espada. Y la sostuvo con más fuerza, como si ya le perteneciera cosa que así era, Guardó la espada nueva en su cinturón y me miró directamente

—Si puede hacer esto en sólo unos momentos… no quiero imaginar lo que hará con un cofre lleno de oro— dijo levantando una ceja

Me agarré el pecho con dramatismo —por un momento, pensé que me darías un discurso de caballero veterano el deber o los viejos tiempos

—Oh definitivamente, tendremos esa charla junto con unas cuantas más, pero primero tienes que crecer— dijo comenzando a sonreír y mirando los pocos artículos que quedaban —es una pena que no hay más hierro, hubiera sido bueno si usted le diera una espada, a Addam después de todo, es parte de la promesa que le hizo

—¿Qué promesa le hice al chico?— dije esperando que Viserys no haya prometido algo verdaderamente escandaloso

—Usted dijo que lo haría caballero, en cuanto recuperara su trono— respondió

—Bueno, eso no es malo, puedo hacerlo caballero siempre y cuando muestre, aunque sea un poco de talento con alguna arma— dije en cogiéndome de hombros, no era algo complicado

—Alteza, quizás usted no lo recuerda, pero el apellido de Addam es Aguas— dijo al ver que no tuve ninguna reacción, agregó —Es un bastardo de desembarco de rey

—Y qué importa bastardo o no?, lo que me interesa es que puede hacer y qué quiere lograr, No me interesa su sangre o su género. Debería de ser tratado mejor, no es como si fuera su culpa de haber nacido así— dije irritado, había olvidado en qué mundo me encontraba por un momento y lo cerrado de la mente de las personas de aquí —Si el chico desea ser un caballero, entonces que así sea

El Caballero sonrío ampliamente —ya estás pensando como un rey, eso me hace sentir tan orgulloso— dijo con toda la sinceridad del mundo y frotándome la cabeza, alborotando mi cabello largo

Chasqueé la lengua —Me estabas poniendo a prueba otra vez viejo, eso está mal, además, el cabello no se toca— dije, intentando arreglar mi cabello y cubrir mi vergüenza, y ignorar el calor del sentimiento en mi pecho

En cuanto a mi cabello estuvo decente, una idea llegó a mi mente mirando a William, le pregunte —Dime, William, qué tan bueno eres cortando el cabello

William aceptó el reto de cortarme el cabello con la misma seriedad con la que blandía una espada. El resultado fue… digamos que ahora me peino con el viento.

Una semana después, ya casi me había acostumbrado al nuevo estilo. Casi.

Ahora sentado en la cama, limpiando la espada que le quité a Salado, tal como William me explicó y me enseñó, pensaba y analizaba todo lo Que ha pasado esta última semana, la Nueva magia, la mudanza de Neria con sus hijos y perro,

Levantándome y me acerqué a la ventana, mirando la hermosa noche y la ciudad iluminada por las antorchas y los faroles de aceite. Desde allí, podía ver cómo los ciudadanos salían de sus casas y callejones con sus máscaras; incluso los más pobres intentaban hacer una imitación con tela y dos agujeros agarrados a sus rostros. Todos cantaban, bebían y bailaban.

La festividad del Aniversario de la Revelación estaba comenzando: un gran festival que dura diez días de banquetes y bailes de máscaras. Perfecto para colarnos y escabullirnos, pues los guardias estarán más atentos al alcohol y las celebraciones. Y con las heridas de William y Addam al fin curadas, no había mejor oportunidad.

Tocaron la puerta, y en pocos segundos entraron Addam y William.

—Todo está listo, mi señor— dijo Addam.

—¿Ya te ocupaste de los sirvientes?— pregunté

—Sí, mi señor. Les dimos monedas y el día libre por las festividades, tal como usted lo ordenó— contestó William.

—Perfecto. No quiero que sospechen de nuestra escapada hasta que estemos lo suficientemente lejos— dije, volviendo a mirar la ciudad.

—Y así será, su alteza. Con su permiso, su majestad, iré a ver si Neria y los niños ya han empacado todo— dijo, haciendo una reverencia antes de salir y cerrar la puerta.

Guardé la espada en su funda y se la extendí a Addam. Este parecía confundido.

—Es tuya. Úsala con precaución— dije, mientras él la tomaba.

—¿Pero y usted, mi señor?—

—Prefiero tener un arma que pueda manejar— dije, sacando las dos dagas que tenía bajo mi manga.

Guardándolas, tomé mi zurrón bordado, con el tamaño justo para mi estatura. No había espacio para lujos ni ropa de más; solo lo esencial para huir, para esconderse… solo lo esencial para sobrevivir.

Recordando cómo William había pegado el grito a los cuatro vientos cuando le hice vender todo lo innecesario y andábamos con equipaje ligero. La cara del hombre en ese momento, hizo que me riera entre dientes.

Salí de la casa con una Dany en mis brazos, una mochila medieval a la espalda. Junto con todos los demás, y vi cómo William cerraba la cerradura de la puerta de la Casa Roja.

Mirando la ciudad, posiblemente por última vez, Un lugar que jamás fue mío, pero que había visto mis primeros pasos en este mundo.

Le dije a Addam: —Hora de irnos,— mientras me colocaba la máscara de cuervo que había comprado.

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