—No entiendo por qué alguien como esa chica le hablaría a un antisocial como yo —pensé mientras escuchaba las miles de gotas que caían sobre el paraguas. Miré hacia arriba y el cielo de la noche estaba lleno de estrellas que se reflejaban en mis ojos.
—Será mejor que vuelva a casa —dije mientras me di la vuelta y empecé a caminar hacia mi casa.
—¿Por qué soy así? ¿Por qué no puedo hablar con las personas normalmente? Soy un desastre mentalmente —miré mis manos temblorosas—. ¿Acaso algún día dejaré de ser así? —me pregunté mientras llegaba a la puerta de mi departamento frío y solitario.
Reconocí al instante el olor a cucarachas, un olor a podrido, bastante asqueroso.
—Es lo único que tengo... este es mi hogar —dije abriendo la puerta de mi departamento lleno de huecos, con mucho moho, una ventana que apenas daba vista a la ciudad llena de luces, una cama con los resortes afuera y rotos y un baño que desprendía un olor a excremento fuerte... aunque yo no hubiese cagado.
Solté mi mochila, me quité la chaqueta de la escuela y me dejé caer en la cama.
—¿De verdad merezco existir? ¿Quién soy? Sé que soy un desastre, que soy un asqueroso, sé que soy un perdedor —suspiré, sintiendo una tristeza dentro de mí que no puedo expresar.
Cerré los ojos.
—Mañana es sábado, no tengo escuela... ¿Qué es lo que debería hacer? Tal vez solo me quede en casa con mis cucarachas —dije con los ojos cerrados.
Me relajé y, cuando abrí los ojos, ya era de día. El sol por la ventana desprendía una enorme luz que no me permitía volver a dormirme. Hice lo de siempre: lavarme los dientes, ver a las cucarachas asquerosas salir por los huecos y volver a entrar como si mi departamento fuera su ciudad.
—¿A dónde puedo ir? Estoy muy flaco... tal vez debería ir por algo de comer, pero no tengo dinero.
—Ahhhhhhhh... ¿por qué mi vida es tan miserable? —grité mientras golpeé el espejo. Sentí cómo el vidrio perforó mis nudillos y rasguñó mis huesos.
—Oh no, no, no... no debí haber hecho eso —bajé la vista y miré mis manos sangrando. Sentí cómo la sangre se deslizaba por mis dedos y el ardor, tan fuerte como las brasas, quemaba como si mi mano estuviera en llamas.
—Necesito vendas —salí del baño, pero me tropecé. El golpe retumbó como un temblor, haciendo que se moviera el departamento. Tengo ganas de quedarme en el suelo, pero tengo que levantarme.
Mis brazos se recargaron de fuerza para levantarme. Sentí la desesperación recorrer mi sangre, mis pelos se pusieron de punta como los de un erizo. Busqué vendas por todas partes.
Mis energías se fueron al suelo, sentí mis pies temblando, pidiéndome que me detuviera. Ya no aguantaba más, me dejé caer en la madera podrida, rindiéndome, dejando mi mano sangrar.
—Yo cometí el error... esto me lo merezco por ser tan impulsivo —dije cerrando los ojos, sintiendo cómo se me secaba la garganta.
—Mis padres adoptivos fueron una mierda conmigo. Tenían a otro hijo que sí era suyo biológicamente y la verdad... los entiendo, tal vez él sí se merecía toda su atención y por eso me excluyeron. Cada navidad nunca recibía un regalo, todos eran para él, hasta que un día decidí tomar uno. Lo abrí... y me lo quitaron. Recuerdo esa vergüenza... sentía un dolor como si me apuñalaran con un cuchillo y me lo revolvieran en el estómago. Siempre me decían que era un error, pero yo no elegí que me adoptaran ni tampoco elegí nacer —digo mientras abro los ojos.
—Soy un asqueroso, ¿no es así? Tal vez si me corto con un vidrio las venas... pueda descansar por fin en paz. Ya no quiero esos recuerdos —giro los ojos hacia la derecha.
Escucho a alguien abrir la puerta.
—¿Quién es?
Mi visión es borrosa, no puedo ver nada.
—¡Maldito hijo de perra! Te dije que me pagaras este último mes y no lo hiciste —dice el señor de la renta del departamento, enojado.
—Este lugar es una mierda... las cucarachas se pasean caminando todo el tiempo como si este lugar fuera su ciudad. ¿Por qué debería pagar un lugar como este? —digo con los ojos desviados hacia atrás por todo el dolor.
—¡Maldito desagradecido de mierdaaaa! —dice alzando sus puños para golpearme.
—¿De verdad recibiré golpes por un lugar como este? —digo perdiendo toda la esperanza. Siento las energías desaparecer de mi cuerpo completamente.
Siento un retumbar en mi rostro, una y otra y otra vez.
—Este es mi fin —digo cerrando los ojos.
—No entiendo a las personas... son complicadas. Todos tienen sus problemas, ¿no es así? Pero en este mundo de realidad, las personas son crueles. No les importas, solo piensan en sí mismos... y creo que eso está bien, ¿o me equivoco?
Abro los ojos, miro hacia los alrededores y me encuentro en la calle. La gente pasa y me mira como basura... es lo que soy.
Siento las lágrimas derramarse por mi rostro, por fin logro llorar —digo emocionado, pero...
—Solo es una gota que viene con una lluvia detrás.
—¿En serio? —digo desilusionado.
Miro hacia arriba, me levanto lentamente, abro la boca para beber el agua de la lluvia y por fin mojar mi garganta seca.
Bajo la vista y ahí se encuentra Emily, bajo la lluvia con un paraguas. Luce tan hermosa como siempre —pienso.
Rápidamente trato de ocultarme para que no me vea, pero ya es muy tarde.
—¿Ese es Kaito? ¡Por dios! ¿Qué hace en esas condiciones? —dice preocupándose y corre hacia mí.
—Oye, ven conmigo —dice exhausta por haber corrido desesperadamente.
—No puedo ir con ella... sus padres me verán y me echarán de su casa de la peor manera posible... pero si digo que no, sería muy grosero de mi parte.
—Está bien —digo nervioso.
Levanto el paraguas para cubrirme de la lluvia. Ella me agarra del brazo y comenzamos a caminar hacia su hogar.
Miro su rostro sonrojado, su piel tan blanca como la nieve, ese cabello plateado tan brillante como la luz. ¿De verdad esta chica está conmigo? ¿O es solo una simulación de mi cerebro?
Llegamos a la entrada de su departamento. Me pongo nervioso, siento como mis pies empiezan a temblar por los nervios.
Entramos, y su departamento es cálido, tiene una ventana gigantesca que también da vista hacia la ciudad. Un aroma delicioso, un aroma a pétalos.
—Puedes bañarte y cambiarte esa ropa y usar la de mi hermano —dice Emily sonriendo.
—¿Hermano!? ¿En dónde me metí? Su hermano me verá y dirá "¿por qué trajiste a un vagabundo al departamento?" Estoy muerto —pienso con el corazón a punto de salirse de mi pecho.
—¿Hermano? ¿Tienes un hermano? Está bien, haré lo que dices —digo con un nudo en la garganta que cada vez más se aprieta.
Camino nerviosamente hacia el baño, abro la puerta con las manos temblorosas. El baño es grande, con una ventanilla y un aroma tan agradable como si el olor abrazara mi nariz.
Cierro la puerta, me quito la ropa manchada de sangre y con olor a mierda, y me meto a duchar.
El agua es caliente, recorre todo mi cuerpo. Siento cómo me lava... es la primera vez en mucho tiempo que puedo darme un baño que no sea con agua sucia.
Cierro la llave de la ducha, salgo envuelto en una toalla y me seco.
Respiro y salgo a la sala.
—¿Tu hermano es casi igual de flaco que yo? Tal vez su ropa no me quede —pregunto nervioso.
—Seguro te va a quedar. Su habitación está arriba, puedes entrar ahí y buscar ropa —me grita mientras cocina.
—Está bien —respondo con la voz temblando.
Miro hacia las escaleras, empiezo a caminar hacia ellas. Subo cada escalón y veo su habitación.
—Espero no encontrar nada raro —pienso.
Apreté los puños y abrí la puerta. La habitación de su hermano es grande, tiene varios póster de waifus y también tiene una ventana gigantesca que también da vista a la ciudad. Eso ya no me sorprende.
Miro su armario y me dirijo hacia él.
Nervioso, abro la puerta del armario. Hay bastante ropa que creo que sí me queda.
Agarro un pantalón simple y una camisa simple. Cierro el armario, respiro el aroma, observo con atención una última vez su habitación y salgo. Cierro la puerta de su habitación, miro hacia las escaleras, me dirijo hacia ellas, bajo los escalones, y cuando estoy a punto de bajar el último escalón...
Alguien abre la puerta.
Un chico alto, con un físico atlético, de cabello plateado igual de brillante que el de Emily.
—¿Quién es este chico, hermana? ¿Es tu novio? —pregunta mirándome serio.