La mañana del evento amaneció con un cielo despejado y un aire vibrante que parecía anunciar algo grande. Kenji se levantó antes del amanecer, incapaz de dormir por la adrenalina que recorría cada fibra de su cuerpo. Había pasado noches ensayando, afinando cada acorde, cada transición, cada nota de voz… pero esto no era un simple ensayo. Era el escenario real, con público, competencia y la mirada de toda la ciudad sobre ellos.
Se vistió con la ropa que habían acordado (gracias a Marin, claro): una chaqueta negra con detalles plateados, jeans oscuros y una camiseta blanca ajustada que contrastaba con su cabello. Frente al espejo, respiró hondo, recordando las palabras del sueño:
"El lienzo está listo. La pintura depende de ti."
Tomó su guitarra y salió rumbo al punto de encuentro.
El lugar del evento era impresionante: una explanada enorme decorada con banderines y luces, un escenario principal con pantallas gigantes y un mar de personas que ya empezaban a llenar el espacio. El sonido de las pruebas técnicas retumbaba en el aire, mezclado con risas, vendedores ambulantes y el murmullo expectante del público.
Marin fue la primera en aparecer en la zona de backstage, vestida con un outfit que parecía sacado de un anime idol: falda corta, chaqueta brillante y botas hasta la rodilla. Tenía la cámara lista y una sonrisa que gritaba "contenido viral incoming".
—¡¡Kenji!! ¡Llegaste justo a tiempo para la sesión pre-show! —gritó, corriendo hacia él y comenzando a grabar de inmediato.
Kenji levantó una mano para cubrir la lente.
—Marin, no puedo concentrarme si me pones la cámara en la cara cada cinco segundos.
—¡Exacto! Eso significa que eres auténtico, y lo auténtico vende, baby —respondió ella con un guiño.
Sakura llegó en ese momento, llevando su guitarra con una expresión tranquila que contrastaba con el bullicio. Vestía un atuendo sencillo pero elegante: blusa blanca, falda plisada negra y botas cortas. Cuando Kenji la vio, por un instante, todo el ruido desapareció.
—¿Lista? —preguntó, sonriendo.
Sakura asintió, devolviéndole la sonrisa con esa calidez que siempre lo desarmaba.
—Contigo en la banda… siempre.
Antes de que Kenji pudiera responder, una voz cargada de sarcasmo se coló en la conversación.
—Qué lindo. ¿Ya practicaron su discurso de aceptación por adelantado?
Kenji giró y vio al chico del cabello plateado, con la misma sonrisa arrogante del día anterior. Detrás de él, tres músicos más, todos con un look impecable y un aire de superioridad que se respiraba a metros.
—¿Quién eres exactamente? —preguntó Kenji, cruzando los brazos.
El chico inclinó la cabeza, como si estuviera frente a un escenario imaginario.
—Ryo Asakura. Vocalista y líder de Silver Riot. La banda que va a demostrarte que ser viral no significa ser bueno.
Marin se interpuso antes de que Kenji pudiera replicar, apuntando la cámara como si estuviera grabando el tráiler de una película.
—¡¡¡ME ENCANTA!!! ¡Rivalidad en vivo! ¡Fans, dejen sus apuestas en los comentarios!
Kenji ignoró la cámara y clavó la mirada en Ryo.
—Nos vemos en el escenario.
—Oh, claro que sí, estrella —respondió Ryo, con una sonrisa cargada de veneno.
El tiempo voló. Entre ajustes de sonido, pruebas de luces y los gritos de Marin organizando hashtags, la hora llegó antes de lo esperado. La banda se reunió en el backstage, el corazón de todos latiendo a mil por hora.
—Respiren, chicos —dijo Kenji, con voz firme—. Esto no es solo una presentación. Es nuestra forma de demostrar que lo que tenemos… es real.
Sawada lo miró fijamente, como evaluando el peso de sus palabras. Luego asintió y se colocó el bajo. Sakura sonrió, apretando suavemente el mástil de su guitarra. Iura, como siempre, levantó los pulgares con una energía casi infantil.
Cuando anunciaron su nombre, el rugido del público fue más fuerte de lo que habían imaginado. Kenji subió al escenario, cegado por las luces, pero con el alma ardiendo. Tomó el micrófono, sintiendo el calor del metal en sus manos, y sonrió con una mezcla de nervios y emoción.
—¡Buenas noches, ciudad! Somos Ishihoriwa… y esta es nuestra primera canción.
La música explotó en el aire. La batería marcó el compás, el bajo rugió con fuerza, la guitarra de Sakura trazó melodías limpias y la voz de Kenji emergió clara, potente, cargada de emoción. Cada palabra era fuego, cada nota era un golpe directo al corazón del público.
Cuando llegó el estribillo, Marin saltaba entre bambalinas gritando:
—¡¡¡ESTO ES ORO PURO PARA EL FEED!!!
En el público, los gritos se mezclaban con luces de móviles grabando el momento. Y, por un instante, Kenji lo sintió: ese era su lugar.
Pero la gloria duró lo que tarda en desvanecerse un acorde. Porque apenas terminaron, la voz del presentador anunció a la siguiente banda:
—¡Con ustedes, la sensación del circuito indie: Silver Riot!
Ryo subió al escenario con una presencia magnética. Su voz, rasposa y potente, arrancó un rugido de la multitud. Cada gesto, cada movimiento, estaba calculado para seducir al público. Y funcionaba.
Kenji observó desde el costado, con el corazón apretándose. No solo eran buenos… eran increíbles. El contraste era brutal: ellos parecían profesionales, mientras que Ishihoriwa apenas daba sus primeros pasos.
Cuando la última nota de Silver Riot retumbó en el aire, Ryo se giró hacia Kenji y sonrió con esa maldita arrogancia.
—¿Ves la diferencia? —murmuró al pasar junto a él.
Kenji apretó los puños, pero no dijo nada. Solo levantó la mirada al cielo iluminado por las luces del escenario y juró en silencio:
"Esto no termina aquí. Voy a llevarnos más alto de lo que puedas imaginar."
Esa noche, mientras el público comentaba, Marin publicaba clips virales y la ciudad vibraba con el eco del evento, Kenji se quedó en la azotea del edificio, guitarra en mano. Tocó un acorde suave, dejando que el sonido se mezclara con el viento, y sonrió con determinación.
—Ryo… prepárate. Porque apenas estamos empezando.