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Chapter 8 - Cap7

El amanecer se filtraba entre las ramas altas, tiñendo el aire con un resplandor anaranjado. El sonido de los pájaros fue el único que rompió el silencio antes de que Oscar se incorporara del suelo, estirando la espalda adolorida. Dormir en el primer piso, aún sin techo completo, había sido un lujo comparado con los días anteriores.

La casa estaba casi lista. Las paredes del primer nivel ya estaban reforzadas, el suelo cubierto de madera lisa y los cimientos del segundo piso asomaban entre troncos aún frescos. El aire olía a resina, humo y hierro.

A un costado, el nuevo cobertizo de madera, de unos cinco por cinco metros, se alzaba recién terminado. En su interior, una pequeña forja improvisada rugía con un fuego contenido, mientras las herramientas colgaban en perfecto orden: martillos, pinzas, moldes y un yunque irregular que Oscar había moldeado con esfuerzo durante dos días.

Más allá, otro cobertizo secundario guardaba materiales: cajas con medicinas, telas, restos de cuerda y montones de piedra cortada. Todo tenía su lugar. La base comenzaba a parecer un verdadero refugio.

Oscar se limpió el sudor con el antebrazo y exhaló despacio. Las manos le dolían, los músculos de los brazos se tensaban con cada golpe al metal caliente, pero esa sensación… esa mezcla de cansancio y progreso, le resultaba adictiva.

A unos metros, Yumi se encargaba de revisar las trampas y cortar ramas finas para el techo del segundo piso. Su mirada era más tranquila que antes; ya no dudaba tanto. Se entendían con gestos, con miradas, con rutinas marcadas por la supervivencia.

El sol ya estaba en lo alto cuando un destello azul brilló frente a Oscar.

El holograma del reloj emergió sin previo aviso, proyectando un menú semitransparente en el aire. La voz de ISACC resonó con tono calmado, casi orgulloso:

> [Sistema de Progreso: Actualización Detectada]

Rendimiento físico y técnico reconocido.

Atributos disponibles: +2

Punto de Técnica adquirido: +1

Motivo: Acciones de fuerza repetidas — construcción y forja intensiva.

Oscar se cruzó de brazos, observando el panel flotante con atención.

El menú mostraba los valores con una claridad que ahora le resultaba familiar:

---

Estado Actual — Oscar

Nivel: 4

Experiencia: 320 / 500

Salud: 520 / 520

Estamina: 460 / 460

Atributo Valor

Vigor 16 (+1)

Fuerza 15

Destreza 17 (+1)

Aguante 15

Mente 12

Inteligencia 14

> Puntos de Atributo disponibles: 0

Puntos de Técnica: 1

Técnicas conocidas:

– Golpe centrado

– Control de respiración

– Recolector eficiente

---

El brillo del menú se desvaneció poco a poco mientras el reloj volvía a su forma habitual.

Oscar giró la muñeca, observando el dispositivo unos segundos, y luego soltó un suspiro corto.

—"Parece que no tengo descanso, ¿eh?" —murmuró.

Se levantó, tomó el martillo y golpeó el metal incandescente con más fuerza que antes.

Cada golpe resonaba en el bosque como un latido de progreso.

Yumi, desde el techo, alzó la vista hacia él con una leve sonrisa.

Oscar le devolvió la mirada, apenas arqueando una ceja.

El sonido del yunque marcó el ritmo del día, acompañando el viento que pasaba entre los troncos de la muralla.

El martillo cayó una última vez sobre el hierro ardiente antes de que Oscar notara el cambio.

El aire se volvió pesado, inmóvil.

El bosque entero… se detuvo.

Sin decir nada, dejó el martillo sobre la mesa y alzó la vista.

Yumi seguía en el tejado, amarrando los últimos troncos del segundo piso, cuando el reloj vibró una sola vez.

> [Alerta: Movimiento múltiple — 5 firmas humanas. Distancia: 37 metros.]

El corazón de Oscar dio un golpe seco.

—Bájate —dijo sin mirar arriba.

—え? (¿Eh?)

—Bájate, Yumi.

La chica obedeció sin discutir, descendiendo rápido mientras Oscar se agachaba junto al muro, mirando por una de las pequeñas rendijas entre los troncos.

Nada… solo sombras.

Hasta que los vio.

Cinco figuras delgadas, cubiertas de barro, caminando erguidas.

Los ojos hundidos, las costillas marcadas, los músculos tensos.

Pero no eran bestias —eran inteligentes—.

Avanzaban en silencio, observando los muros, analizando cada parte como si comprendieran su función.

Uno de ellos, con el rostro deformado por cicatrices, levantó una piedra y la lanzó contra la muralla.

El golpe resonó seco, retumbando en el pecho de Oscar.

Yumi tensó el arco detrás de él.

—Tranquila —susurró Oscar—. Espera la señal.

Los caníbales comenzaron a moverse por los bordes, buscando flancos, acercándose cada vez más.

Uno rugió bajo, otro rió con una voz rota.

Y en un instante, los cinco corrieron a la vez, como una ola de carne y locura.

Oscar empujó la puerta, la abrió justo lo suficiente para salir, y la cerró de golpe detrás de él.

El suelo vibró cuando los atacantes lo rodearon.

Su respiración se calmó.

La katana salió de la funda con un siseo metálico.

El reflejo del atardecer se curvó sobre el acero.

> "Recuerda tu centro."

"Controla el pulso."

Uno saltó primero, con un grito agudo.

Oscar giró la muñeca, dio un paso al frente y cortó en diagonal ascendente.

El filo entró sin resistencia. El cuerpo cayó en dos tiempos.

Otro corrió de frente. Oscar giró, paró el golpe con la empuñadura y clavó el filo en el cuello, retirándolo con un chasquido seco.

La sangre caliente salpicó su rostro.

El tercero vino por la espalda, lanzándose con los brazos extendidos.

Oscar rodó hacia adelante, apoyó la rodilla, y arrojó la katana como si fuera una lanza corta.

El filo atravesó el pecho del atacante, incrustándose hasta el pomo.

Se levantó sin pausa, corriendo hacia él, recuperó el arma de un tirón, y con el movimiento encadenado giró sobre su eje, cortando la pierna del cuarto enemigo que se le acercaba.

El grito fue brutal.

El caníbal cayó al suelo, y Oscar remató con un tajo descendente, firme, limpio.

El último se detuvo.

Sus ojos temblaban, no de miedo… sino de reconocimiento.

Retrocedió lentamente, mirándolo con algo parecido a respeto.

Oscar dio un paso al frente, empapado en sudor y sangre.

Su respiración seguía controlada, el filo de la katana goteando en silencio.

—No te atrevas —dijo en voz baja.

El caníbal se giró y huyó hacia el bosque.

El reloj volvió a vibrar.

> [Amenaza neutralizada: 4 eliminados]

[Adaptación de combate registrada.]

[XP +180 | Nivel de peligro incrementado]

Oscar respiró hondo, bajó la mirada y limpió la katana con la manga.

El cielo ya ardía en tonos rojizos, y el fuego del cobertizo proyectaba sombras sobre el muro.

Yumi salió despacio, aún con el arco en las manos.

Su expresión era mezcla de sorpresa y miedo.

—おそるべし… (Eres aterrador…) —murmuró.

Oscar apenas sonrió, cansado.

—No. Solo estoy cansado de correr.

Dejó el arma sobre la mesa, se pasó la mano por el cabello y se sentó junto al fuego.

El bosque, otra vez, volvió a guardar silencio.

Pero esa vez, el silencio no era paz.

Era respeto.

El amanecer llegó cubierto de niebla y olor a carne quemada.

Los cuerpos de los caníbales ardían todavía en la zanja que Oscar cavó fuera del muro. El fuego crepitaba lento, devorando los restos hasta volverlos ceniza.

El humo subía en columnas grises, espantando a las aves cercanas.

Oscar observó el fuego en silencio, con los brazos cruzados. La katana descansaba clavada en el suelo frente a él, aún manchada.

Su expresión era seria, pero no tensa. Había aceptado lo inevitable: ese bosque no les iba a dar descanso.

Yumi, a unos metros, limpiaba las flechas usadas la noche anterior. No hablaba mucho; solo miraba de reojo el muro, evaluando los daños.

El ataque no había sido fuerte, pero sí un aviso.

Después de un rato, Oscar suspiró, apagó las brasas y regresó al cobertizo de forja.

La estructura nueva olía a madera fresca y metal caliente. Dentro, el yunque improvisado y una pequeña fragua alimentada por carbón brillaban con un tono anaranjado.

Colocó varios huesos grandes que había rescatado antes de quemar los cuerpos. Los cortó, los afiló y empezó a moldear nuevas puntas de flecha, más finas y resistentes.

—Hueso y metal… —murmuró—. Si no tengo plomo, esto servirá.

El sonido del martillo llenó el aire. Golpes secos, rítmicos.

El metal chispeaba, marcando el compás de la mañana.

Entre martillazos, ISACC habló en su oído con su tono robótico pero sereno:

> —Progreso detectado. Elaboración de materiales de combate: eficiente.

—Cállate y deja que trabaje —respondió Oscar sin molestarse, concentrado.

Poco después, Yumi se asomó al cobertizo.

—¿Eso es… hueso?

—Sí. De los que nos atacaron. —

Ella alzó una ceja.

—Qué asco… pero útil.

Oscar sonrió de lado, sin levantar la vista.

—Aprendes rápido.

Un rato más tarde, sobre la mesa se apilaban docenas de flechas nuevas, mitad de hueso, mitad de metal.

Oscar reforzó los antebrazos de ambos con placas delgadas forjadas a partir de los restos metálicos de una vieja caja de herramientas.

No eran elegantes, pero servirían para desviar golpes y protegerse de mordidas.

El calor dentro del cobertizo era intenso. Las chispas danzaban cada vez que el martillo caía.

ISACC volvió a hablar:

> —La eficiencia del usuario ha aumentado. Recomendación: mejorar protección de extremidades inferiores en próximas fases.

Oscar dejó el martillo, secándose el sudor.

—Primero que nada, quiero dormir bien esta noche. Lo demás, después.

Salió al exterior.

El sol empezaba a filtrarse entre los árboles, iluminando la base: el muro firme, el primer piso terminado, el segundo esperando paredes, y el humo de la forja marcando una delgada línea en el cielo.

Yumi afinaba la cuerda de la ballesta, y a su lado, el carcaj lleno de las nuevas flechas.

La base, por fin, empezaba a sentirse como un hogar… aunque uno hecho de sangre, sudor y ceniza.

> [Notificación del Sistema]

Materiales creados:

– Flechas reforzadas (x24)

– Antebrazos metálicos (x2)

Habilidad artesanal mejorada: nivel 2

Experiencia obtenida: +80 XP

> Nivel: 4 → 5

Experiencia: 400 / 550

Salud: 540 / 540

Estamina: 470 / 470

> Atributos:

Vigor — 17

Fuerza — 15

Destreza — 19

Aguante — 15

Mente — 12

Inteligencia — 14

> Puntos de Atributo disponibles: 0

Puntos de Técnica: 1

Oscar miró el holograma flotante un momento.

Las letras brillaban en el aire con un resplandor suave.

Sonrió apenas.

—Vamos bien… pero esto apenas empieza.

Yumi se giró al oírlo.

—¿Qué dijiste?

—Nada —respondió él, tomando su katana

El día empezó con olor a serrín y café instantáneo.

Oscar salió del cobertizo estirándose, con las manos llenas de polvo y una sonrisa cansada.

Frente a él, la casa por fin tenía forma real. El primer piso ya estaba completamente cerrado, y el segundo, aunque sin ventanas todavía, resistía bien el viento de la mañana.

—Falta poco —murmuró, mirando las tablas apiladas—. Ya casi parece algo habitable.

Yumi bajó de la escalera improvisada con una tabla al hombro.

—「うん,でも…まだベッドがない.」(Sí, pero… aún no hay camas.)

—Exacto —dijo Oscar, tomando un serrucho—. Hoy toca dormir como humanos, no como troncos.

Durante buena parte de la mañana se dedicaron a eso: construir dos camas simples con marcos de madera y colchones improvisados con paja, pieles secas y ropa vieja. Yumi se encargaba de medir y atar las cuerdas, mientras Oscar cortaba y ensamblaba.

El sonido del martillo se mezclaba con el canto de los pájaros. Afuera, la forja soltaba un humo suave, y la base ya empezaba a parecer más un refugio que un campamento.

Cuando terminaron la primera cama, Yumi la probó dejándose caer de golpe.

—「かたい.」(Dura.)

—Mejor dura que el suelo —rió Oscar—. Dale un par de días y verás que se amolda.

—「あなたのせなかみたい.」(Como tu espalda.)

Oscar soltó una carcajada, negando con la cabeza.

—Ya empezamos con los chistes, ¿eh?

Después del mediodía, armaron una mesa pequeña de madera y dos bancos. Nada elegante, pero funcional. Encima colocaron una linterna, algunas flores secas y una vieja taza de metal. Era poca cosa, pero daba calor al lugar.

—Listo. Ahora sí —dijo Oscar, apoyando las manos en la cintura—, parece una casa.

Yumi asintió, sonriendo mientras acomodaba una piel sobre su cama.

—「すこし…きれい.」(Un poco bonito.)

—Un poco mucho —corrigió él—. Nos faltan estantes y una mesa para la forja, pero por hoy ya estuvo.

Esa tarde, el silencio fue agradable. Solo el crepitar del fuego y el murmullo del viento entrando por las ventanas sin vidrio.

Oscar se sentó frente a la mesa, afilando un cuchillo, mientras Yumi escribía algo en un cuaderno viejo que habían encontrado entre las cajas del cobertizo.

—¿Qué escribes? —preguntó él.

—「にっき.」(Diario.)

—Ah, diario… —murmuró, sonriendo apenas—. Mejor no pongas lo de cuando casi me clavo el martillo en la pierna.

—「もう,かいた.」(Ya lo puse.)

Oscar se echó a reír, negando con la cabeza.

—Increíble… me voy a volver una leyenda en tus notas.

La noche los encontró tranquilos, cada uno en su cama nueva, escuchando los sonidos del bosque detrás de las paredes recién hechas.

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