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Chapter 8 - peligro en el club

CAPÍTULO 8 — EL PRIMER ENFRENTAMIENTO

El atardecer teñía los muros de la Academia Kōri con un tono rojizo, como si el cielo hubiera decidido sangrar antes de dormir.

El eco de los altavoces se apagaba lentamente mientras los últimos estudiantes abandonaban los patios.

El colegio se sumía en ese silencio que solo se rompe con los susurros de lo prohibido.

Souma Aki había pasado toda la tarde en el aula del Club de Conocimiento.

Pizarras llenas de datos, diagramas y notas dispersas cubrían las paredes.

La brisa entraba por la ventana abierta, moviendo algunos papeles, y entre ellos se leía una frase escrita por ella misma:

> *"Nada permanece oculto para siempre."*

Cerró su cuaderno y suspiró.

El resto del club ya se había ido.

Solo quedaba ella, revisando informes sobre los **Distritos**, tratando de comprender cómo la academia había caído bajo el control de los líderes y sus vasallos.

Fue entonces cuando la puerta se abrió sin aviso.

El sonido seco del cerrojo retumbó como una alarma.

Un hombre alto, de hombros anchos y expresión arrogante, se apoyó en el marco.

Chaqueta negra con el símbolo dorado del **Cuarto Distrito** grabado en la manga.

Era **Jin Takahara**, el segundo vasallo del Soberano Dorado.

—Vaya, vaya… —dijo con una sonrisa torcida—. No pensé encontrar a una chica sola a estas horas.

Aki lo miró con frialdad.

—¿Qué quieres, Jin?

—Relájate. Solo vengo a hablar.

Dio un paso dentro del aula, cerrando la puerta detrás de él.

El clic del pestillo fue demasiado claro.

—Escuché que estás metida en ese club nuevo. El de "conocimiento", ¿no? Qué nombre tan aburrido.

Aki lo observó en silencio.

La sonrisa del hombre era repugnante.

—Escucha, chica —continuó—. Este colegio tiene reglas que todos respetamos. Ningún club puede operar sin el permiso de un líder de distrito.

Pero… —se inclinó un poco, su voz bajando a un tono viscoso— siempre hay formas de negociar.

—No estoy interesada.

—Oh, claro que lo estás —dijo él, avanzando hasta acorralarla contra el escritorio—.

Puedo hacer que tu club desaparezca o prospere, depende de ti.

Su mano se movió hacia su rostro.

Aki la golpeó de un manotazo, empujándolo con fuerza.

—¡Te dije que no me toques!

El golpe lo sorprendió.

Por un momento, el rostro de Jin cambió de arrogancia a ira pura.

—Eres valiente para una chica sin distrito. Pero eso tiene un precio.

La sujetó del brazo con violencia.

Aki forcejeó, gritando, pero él era más fuerte.

—¡Suéltame!

Entonces, antes de que pudiera hacer algo más, se escuchó un ruido seco detrás de él.

Un paso.

Luego otro.

Una voz, fría como el acero, llenó el aula:

—Te di una oportunidad para quitar la mano.

Jin se giró.

Allí estaba **Leónidas**, apoyado en el marco de la puerta.

Su uniforme estaba desordenado, la corbata suelta, el abrigo abierto.

Los ojos grises lo miraban con un fuego contenido.

—¿Y tú quién demonios eres? —escupió Jin.

—El tipo que va a romperte la cara si no te apartas de ella.

Aki aprovechó el momento para liberarse, retrocediendo detrás de Leónidas.

Jin sonrió, burlón.

—Oh, el ruso. El del club ilegal. No sabes en qué lío te estás metiendo.

—Tú tampoco. —Leónidas bajó la mirada, su voz baja y firme—. Ya te di una advertencia.

Jin lanzó una carcajada.

—¿Me amenazas? ¿A mí? —dio un paso adelante y lanzó un puñetazo directo a su rostro.

Pero Leónidas no se movió.

Solo giró un poco el cuello.

El golpe pasó rozando.

Y en ese instante, *su puño impactó en la mandíbula de Jin* con una fuerza brutal.

El sonido del golpe resonó en todo el aula.

El vasallo salió disparado hacia atrás, cayendo sobre un escritorio que se rompió al contacto.

El polvo se levantó en el aire.

Leónidas no parecía ni siquiera respirar agitado.

—Te lo dije.

Jin intentó levantarse, tambaleante, con la nariz sangrando.

—Maldito extranjero… —gruñó, escupiendo sangre.

Corrió hacia él, lanzando un segundo golpe.

Leónidas lo esquivó, sujetó su brazo y lo estrelló contra el suelo.

El crujido del impacto hizo que Aki se tapara la boca.

Jin gimió de dolor.

Leónidas lo tomó por el cuello de la chaqueta y lo levantó apenas unos centímetros del suelo.

—Escúchame bien —dijo con voz baja, casi un susurro que helaba la sangre—.

Si vuelves a acercarte a Aki o a cualquier miembro del club, te haré desear no haber nacido.

Lo soltó.

Jin cayó de rodillas, jadeando, sin poder mirarlo a los ojos.

Leónidas dio un paso atrás, acomodándose la manga.

—Y dile al "Soberano Dorado" que si quiere venir por mí, le estaré esperando.

Salió del aula sin mirar atrás.

Aki lo siguió, aún temblando.

El viento de la tarde golpeó sus rostros cuando salieron al pasillo vacío.

—¿Por qué… hiciste eso? —preguntó ella, con la voz apenas audible.

Leónidas la miró de reojo.

—Porque nadie debería tener miedo de estudiar en un lugar así.

Ella bajó la mirada.

Por primera vez en mucho tiempo, sintió algo diferente: no miedo, sino respeto.

—Gracias… Leónidas.

Él sonrió apenas.

—De nada. Pero prepárate. Esto no termina aquí.

---

Esa misma noche, las noticias del incidente corrieron como fuego por los nueve distritos.

"Un extranjero golpeó a un vasallo del Cuarto Distrito."

"Dicen que lo hizo volar con un solo puño."

"El club de Conocimiento tiene protección."

Y mientras los rumores ardían, una figura observaba todo desde una azotea.

Cabello rojo como el fuego, mirada serena pero peligrosa.

"Kaoru", la *Emperatriz Carmesí*, líder del Tercer Distrito, sonrió levemente.

—Así que el ruso finalmente mostró los dientes…

En las sombras, el eco del futuro resonaba.

Los líderes empezarían a moverse.

El equilibrio de los nueve distritos estaba por romperse.

Y Leónidas, sin saberlo, acababa de encender la chispa que prendería toda la Academia Kōri.

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