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Chapter 1 - 01

EPISODIO 1 - "EL MUCHACHO QUE SONREÍA AL MUNDO" "

- 第一話:世界に微笑む少年 -

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EPISODIO 1 - PARTE 1

El sol brillaba con demasiada fuerza para un día cualquiera. Las nubes estaban tan blancas que parecían dibujadas a mano y el viento movía las hojas como si estuviera bailando. Era un día perfecto... demasiado perfecto para el mundo en el que vivían.

El continente de Astrahel estaba dividido en tres grandes territorios:

1. El Reino Escarlata, gobernado por la Casa Valdyr.

2. La Federación de Acero, un conjunto de ciudades-estado tecnológicas.

3. El Dominio Celeste, donde los magos entrenan desde niños.

Y encima de todos ellos, vigilándolos como si fueran hormigas en un jardín, estaba La Corona de los Titanes, una organización antigua que tenía un poder tan absurdo que ningún reino se atrevía a desobedecerla.

Los Titanes no gobernaban... controlaban.

Eran los árbitros. Los que decidían qué guerras eran permitidas, qué ciudades podían crecer y qué personas podían volverse peligrosas.

Pero lejos de esas tensiones, a kilómetros de cualquier conflicto, había una aldea tranquila llamada Lunaris.

Allí vivía Eiden.

Un chico de 17 años, de cabello castaño, ojos tranquilos, sonrisa fácil y una energía que parecía contagiar a todos. Había algo en él... una especie de luz que hacía que cualquiera bajara la guardia. No era fuerte. No era especial. No tenía poderes mágicos ni técnicas legendarias.

Pero todos lo querían.

Y así empieza su día.

-¡¡EIDEEEEN!! -gritó una mujer mayor desde una ventana- ¡Si llegás tarde otra vez te juro que te tiro el pan a la cabeza!

Eiden levantó las manos mientras corría, riéndose.

-¡YA VOY, DOÑA MIRTA, NO ME MATE! ¡HOY SÍ LLEGO TEMPRANO, LO PROMETO!

La mujer soltó una carcajada.

-Promesas, promesas. ¡Sos más lento que un caracol con sueño!

-¡Eh, eso dolió! -respondió Eiden fingiendo indignación- ¡Tengo sentimientos, sabe!

Mientras corría, varios vecinos le saludaban:

-¡Eiden! ¿Ayudarás a mover las cajas después?

-¡Obvio, viejo Román! ¡Solo termino mi turno y voy para allá!

-Eiden, ¿vas a entrenar hoy?

-¡Si no me desmayo antes, sí!

-¡Eiden, ¡cuidáte el pie, estás corriendo torcido!

-¡¡NO ES MI PIERNA, ES EL SUELO QUE ESTÁ MAL!!

Todos se reían.

Eiden tenía ese efecto: hacía que incluso la rutina fuera más liviana.

Llegó a su trabajo, una pequeña tienda de verduras, donde su jefa, Lia, una chica de 19 años, lo esperaba con los brazos cruzados.

-...Eiden. -lo miró serio- ¿Creés que no vi la hora?

Él tragó saliva.

-Ehm... tecnicamente... no llegué tan tarde...

-Son 27 minutos.

-¡Pero es menos que la semana pasada!

Lia suspiró.

-Dios mío... ¿qué hago con vos?

-Quererme -sonrió él.

Ella se sonrojó de inmediato.

-¡DEJA DE DECIR ESAS COSAS TAN NATURALMENTE!

Eiden se puso a ordenar las cajas como si nada hubiera pasado.

-¿Y cómo está el mundo hoy? -preguntó con tono relajado.

Lia apoyó los codos en la mesa.

-Pues... igual que siempre: los Titanes mandan, los reinos obedecen, la gente trata de vivir como puede... ah, y al parecer hubo un temblor por el norte.

-¿Muy fuerte?

-Dicen que se partió una montaña a la mitad. ¡Pero seguro es exageración!

Eiden levantó una ceja.

-...¿Quién parte una montaña a la mitad?

-Los Titanes, seguramente -resopló ella- alguna demostración de poder o alguna advertencia.

Eiden se rascó la cabeza, incómodo.

-No me gusta cuando hacen esas cosas...

-A nadie -dijo Lia- pero así funciona Astrahel. Los Titanes vigilan todo. Hasta a nosotros, aunque seamos una aldea perdida.

Eiden suspiró con calma.

-Pues yo digo que mientras no vengan acá, estamos bien. Mira, somos tranquilos, nadie molesta a nadie, vivimos de cosechar, de trabajar... y de sobrevivir al mal humor de Doña Mirta cuando no le compro el pan a tiempo.

Lia rió.

-La verdadera reina de Lunaris.

-Exacto -Eiden sonrió- si algún día los Titanes vienen a hacer lío acá, ella los disciplina.

-Creo que sería al revés -rió ella.

-¿Eso creés?

-Totalmente.

Eiden acomodó un par de cajas en silencio y luego miró hacia el horizonte.

-Astrahel es muy grande... ¿no te dan ganas de conocerlo?

Lia lo miró sorprendida.

-¿Tú? Pero si te cuesta salir de Lunaris sin perderte.

-¡ESO ES MENTIRA! -gritó él- ¡Me perdí UNA VEZ!

Ella lo señaló.

-Eiden, te perdés dentro del mercado.

El chico bajó la cabeza derrotado.

-Ok sí, puede ser...

-Deberías tener un mapa pegado en la cara.

-¡HEYYYY!

Ambos rieron.

De repente, la campana de la tienda sonó.

Entró un viajero alto, cubierto con una capa larga y empapada. Sus botas estaban embarradas y tenía una cicatriz que cruzaba toda su mejilla.

Se detuvo frente a Eiden, lo miró fijo... demasiado fijo.

-...¿Puedo ayudarte? -preguntó Eiden, amablemente.

El hombre no respondió de inmediato.

Luego murmuró:

-Tú... eres Eiden, ¿verdad?

Lia tensó los hombros.

-¿Lo conoce?

El hombre no apartó la mirada.

-Hace dos días... vi algo. Un temblor. Una montaña partida... ¿lo escucharon?

Eiden levantó ambas cejas.

-Lo mencionamos recién, sí.

-No fue un temblor. -La voz del viajero se volvió grave- Fue un mensaje.

Lia tragó saliva.

-¿De los Titanes?

Él negó lentamente.

-No.

De algo peor.

Eiden sonrió nervioso.

-Hermano... ¿peor que un Titán? No sé qué clase de monstruos viste, pero acá solo vendemos verduras.

El viajero se inclinó hacia él.

-Vi una sombra. Gigante. No era humana. No era natural. Y mientras la vi destruir la montaña, escuché un nombre entre los vientos. Un nombre que no podría inventar ni aunque quisiera.

Eiden se rascó la nuca.

-¿Y ese nombre cuál era?

El hombre lo dijo con un susurro que heló la tienda entera:

-Eiden.

Silencio.

Lia lo miró pálida.

Eiden levantó las manos.

-Ok ok ok... pará... ¿UN MONSTRUO DE LA MONTAÑA SABE MI NOMBRE? ¿YO QUÉ LE HICE?

El viajero apretó los dientes.

-Se está moviendo hacia aquí. Hacia Lunaris.

Lia abrió los ojos de golpe.

-¿¡QUÉ!?

Eiden negó con la cabeza repetidamente.

-No no no no... eso no tiene sentido. Yo soy literalmente un tipo que se levanta, trabaja, come empanadas, duerme y repite. ¿Por qué un monstruo vendría a buscarme?

El viajero respiró hondo.

-Porque ese monstruo habló. Y dijo... "El chico que sonríe al mundo... debe ser encontrado."

Eiden quedó tieso.

Lia lo agarró del brazo.

-Eiden... ¿hay algo que no me dijiste?

-¡NO SOY NADA ESPECIAL! ¡TE LO JURO! ¡NI SIQUIERA SÉ HACER MAGIA! ¡LA ÚLTIMA VEZ QUE INTENTÉ ENCENDER UNA VELITA LA VELA SE RÍO DE MÍ!

El viajero clavó su mirada en él.

-Ese monstruo... destruirá esta aldea si no te encuentra.

Eiden tragó saliva.

Lia susurró:

-Eiden... ¿qué vas a hacer?

Él respiró hondo... y respondió con su típica sonrisa amable, aunque claramente nerviosa:

-Supongo... que voy a tener que hablar con ese monstruo, ¿no?

Lia lo golpeó en la cabeza.

-¡¡¿¡QUÉ PARTE DE "MONSTRUO QUE ROMPE MONTAÑAS" NO ENTENDISTE?!?!

Eiden se sobó la cabeza, quejándose.

-¡Eh, yo solo dije hablar! No dije pelear... todavía...

El viajero lo miró serio.

-No tenés opción.

Eiden murmuró:

-Bueno... parece que mi día normal se fue a la mier-

-¡EIDEN! -gritó Doña Mirta desde afuera- ¡TE OLVIDASTE DE TRAERME EL PAN, NENE!

Eiden se dio vuelta, desesperado.

-¡DOÑA MIRTA POR FAVOR, ESTOY TENIENDO UNA CRISIS EXISTENCIAL!

-¡NO ME IMPORTA, QUIERO MI PAN!

**EPISODIO 1 - PARTE 2

"EL RUMOR QUE NO DEBÍA EXISTIR"**

La aldea estaba envuelta en una inquietud que nunca antes había sentido. No era miedo normal... era ese tipo de temor que se te mete en los huesos sin que vos entiendas por qué.

Eiden caminaba al lado del viajero herido, sosteniéndolo del brazo para que no se desplomara.

-Tranquilo, ya casi llegamos a la cabaña del abuelo Rohan -dijo Eiden con su voz serena.

El viajero lo miró temblando.

-¿Cómo... cómo podés estar tan calmado, chico?

Eiden sonrió con esa sonrisa cálida que siempre tenía.

-Si yo también me pongo nervioso, ¿cómo van a sentirse los demás? No quiero que se asusten más de la cuenta.

El viajero tragó saliva, casi sintiéndose más asustado por la calma del muchacho que por lo que había visto.

Cuando entraron en la cabaña, el anciano Rohan levantó la vista.

-¿Qué pasó?

Eiden dejó al viajero en una cama.

-Lo encontraron en el bosque... dijo que... vio algo raro.

El anciano miró al viajero con ojos serios.

-Decime exactamente qué viste, sin exagerar.

El viajero respiró profundo, todavía temblando.

-Yo... estaba cazando... y escuché un sonido... como si la tierra gimiera...

Luego un estruendo... y... cuando miré hacia las montañas... una de las paredes... estaba partida a la mitad...

Eiden abrió los ojos sorprendido.

-¿Un... derrumbe?

-¡No! -gritó el viajero-. No fue un derrumbe... fue... una mano.

Silencio total.

El anciano Rohan dejó caer la taza que tenía en la mano.

Eiden tragó saliva.

-¿Una... mano humana?

El viajero negó rápidamente.

-No sé si era humana. Solo sé que era grande... demasiado grande... y deforme...

Y lo peor... lo peor es que... cuando esa cosa se dio vuelta...

Eiden se inclinó un poco, preocupado.

-¿Qué pasó?

-Tenía ojos... ojos blancos como si estuviera ciego.

Pero de alguna manera... me vio.

El anciano frunció el ceño.

-¿Y por qué corriste hacia la aldea? Tendrías que haber escapado en otra dirección.

El viajero respiró hondo... y dijo la frase que heló la sangre de ambos:

-Porque esa cosa... preguntó por un nombre.

Eiden dio un paso hacia atrás.

-¿Por... qué nombre?

El viajero lo miró directamente a él.

-Preguntó por vos...

Preguntó por "Eiden".

Las piernas del chico casi se aflojaron.

-¿Por... mí? -dijo con incredulidad.

No sabía pelear.

No tenía habilidades.

Ni siquiera entendía por qué alguien -o algo- sabría su nombre.

El anciano Rohan miró a Eiden con una sombra de preocupación que nunca antes le había mostrado.

-Chico... ¿Estás seguro que no tenés enemigos? ¿Que nadie te sigue?

-Rohan... soy un campesino -Eiden se encogió de hombros-. No tengo enemigos... ni siquiera conozco a nadie fuera de la aldea.

El anciano suspiró.

-Entonces esto es peor de lo que pensé.

Antes de que Eiden pudiera responder, un sonido estremecedor retumbó afuera.

Un golpe.

Como si algo gigantesco hubiera pisado la tierra.

Un BOOM que hizo temblar las ventanas.

El viajero palideció:

-...¡Ese sonido! ¡Ese mismo sonido escuché antes de ver la mano!

Eiden, incapaz de evitar el temblor en sus propios dedos, se acercó a la ventana.

-No veo nada... -murmuró- pero hay... como una neblina avanzando desde el bosque...

El anciano puso una mano en su hombro.

-Eiden... no salgas.

-Pero si hay alguien herido...

-No podés ayudar a nadie contra eso -dijo el anciano, duro-. No sos un guerrero. Todavía no.

Eiden bajó la mirada.

Sabía que era verdad.

Era amable... sí.

Valiente... quizá.

Pero fuerza... técnica... habilidad...

No tenía nada.

-Entonces... -dijo Eiden con la voz suave- al menos vamos a evacuar a la gente, ¿no? No puedo pelear, pero sí puedo ayudar a que se vayan.

El anciano suspiró, y vio en él algo que siempre supo:

Eiden era débil.

Pero tenía un corazón que no permitía que otros sufrieran.

-Está bien -aceptó el anciano-. Pero no te acerques a esa cosa. Pase lo que pase.

Eiden asintió.

-Prometido.

Abrieron la puerta.

La neblina avanzaba.

Fría.

Pesada.

Como si tuviera vida propia.

Y entonces... una sombra enorme comenzó a asomarse entre los árboles.

No podía verse bien su forma...

pero cada paso hacía temblar la tierra.

El anciano murmuró:

-Sea lo que sea... no es humano.

Eiden tragó saliva.

-¿Por qué... preguntaría por mí?

El anciano no tuvo respuesta.

La sombra siguió avanzando.

Y Eiden sintió algo que nunca antes había sentido:

Un miedo tan profundo...

que casi le paraliza el alma.

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**EPISODIO 1 - PARTE 3

"LA SOMBRA QUE SABE MI NOMBRE"**

La neblina se había vuelto tan espesa que parecía una pared blanca avanzando desde el bosque, tragándose los árboles uno por uno. Los aldeanos empezaron a salir de sus casas, confundidos y nerviosos.

-¿Qué está pasando? -preguntó una mujer con un bebé en brazos.

-Parece humo... -dijo un anciano.

-No es humo, no huele a nada... -murmuró otro.

Eiden caminaba entre ellos, respirando hondo para no demostrar su propio miedo. Sabía que no podía pelear... pero sí podía ordenar a la gente.

-¡Todos escuchen! -gritó con una voz que tembló un poco al inicio-. Vamos hacia el punto de reunión, cerca del pozo grande. Rápido, por favor. No corran, no se separen.

La gente empezó a moverse.

El anciano Rohan se acercó a él.

-Eiden, yo voy a revisar el lado oeste. Asegurate de que nadie se quede atrás.

-Está bien -respondió Eiden, aunque su voz se quebró un poco.

El viajero herido, todavía apoyándose en un bastón improvisado, lo tomó del brazo.

-Chico... si esa cosa te vio en la montaña... si sabe tu nombre... ¿y si viene directo hacia vos?

Eiden tragó saliva.

-...No importa. Si viene, tengo que asegurarme de que todos los demás se alejen.

El viajero lo miró con una mezcla de miedo y respeto.

-Pero no vas a poder detenerlo.

-Lo sé -admitió Eiden, con un hilo de voz-. Pero puedo intentar ganar tiempo.

Y en ese momento...

Un BOOM

Un segundo BOOM

Un tercero.

Los árboles al borde del bosque se arquearon como si algo gigantesco los empujara desde atrás.

Los aldeanos empezaron a gritar.

-¡Viene de ahí!

-¡Dios mío, qué es eso!

-¡Corran!

Eiden levantó los brazos.

-¡Tranquilos! ¡No corran hacia el bosque! ¡Vayan al pozo! ¡Al pozo!

Mientras gritaba, otro estruendo retumbó.

Un árbol enorme cayó... no cortado... sino arrancado de raíz y lanzado hacia adelante, rodando por el suelo antes de estrellarse contra una cerca.

Eiden sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

-Eso... no es un animal... -susurró.

La neblina se abrió.

Y algo comenzó a salir de ella.

Eiden no podía ver su forma completa.

Solo partes.

Primero: una mano...

Negra... larga... con dedos demasiado delgados y una piel como piedra agrietada.

Segundo: un torso...

Deforme, con músculos tensos de manera antinatural, como si estuvieran mal colocados.

Tercero: una cabeza inclinada, que parecía oler el aire.

Sus ojos eran completamente blancos.

Sin pupilas.

Sin vida.

Pero aun así, miraban.

Directo hacia Eiden.

El anciano Rohan retrocedió.

-No... no puede ser...

Eiden sintió un temblor en sus piernas.

-¿Qué... qué es esa cosa?

La criatura dio un paso.

Cada paso era como el golpe de un tambor gigante en la tierra.

BOOM.

BOOM.

Los aldeanos gritaban, corrían, se empujaban.

Eiden vio a un niño caer al suelo y tropezar.

Sin pensarlo, se lanzó a ayudarlo.

-¡Vamos! ¡Arriba! -lo levantó-. ¡Corré con tu mamá, rápido!

El niño lo abrazó por un segundo, temblando.

-Eiden... ¿qué es eso?

-No lo sé... pero yo me quedo acá adelante. Andá.

La criatura volvió a dar otro paso.

La neblina vibró.

El suelo vibró.

Y entonces...

La criatura habló.

Una voz ronca, como si su garganta estuviera llena de piedras.

Una voz imposible.

Un sonido que jamás debería formar palabras humanas.

-......EIDEN.

El nombre... salió arrastrado... roto... como si aprenderlo le hubiera dolido.

Eiden sintió que el corazón se le detenía por un segundo.

-¿Por qué... sabe mi nombre? -susurró.

La criatura inclinó la cabeza hacia un lado... como si lo estuviera estudiando.

Y luego... volvió a hablar.

-EIDEN......

...VOS...

...VOS NO SOS EL QUE BUSCO.

Silencio absoluto.

Los aldeanos dejaron de correr.

Los gritos se apagaron.

Rohan abrió los ojos como si hubiera visto un fantasma.

Eiden sintió que sus manos temblaban más que nunca.

-¿Q-qué? -logró decir-. ¿No... no me estás buscando a mí?

La criatura dio un paso más.

Tan cerca que Eiden casi pudo sentir el aire helado que venía de su piel.

La bestia levantó lentamente su cabeza...

Levantó uno de sus brazos enormes...

Y señaló hacia él.

Directamente.

Pero no señalaba a Eiden.

Señalaba atrás de él.

Eiden giró la cabeza con miedo.

-¿A... quién...?

La criatura murmuró:

-EL QUE BUSCO...

TIENE TU MISMO ROSTRO.

Eiden se paralizó.

-¿Mi... mismo... rostro?

La criatura bajó el brazo.

Y dijo algo aún peor:

-PERO ÉL... NO ES HUMANO.

Los aldeanos empezaron a retroceder.

Eiden dio un paso atrás.

-¿De qué estás hablando...? -susurró.

La criatura volvió a inclinar la cabeza.

Pareció casi... confundida.

Molesta.

Frustrada.

-¿DÓNDE ESTÁ EL OTRO...?

EL QUE TIENE TU CARA...

Eiden se heló.

El anciano murmuró:

-Eiden... hay alguien allá afuera... con tu cara.

Y la criatura dio su sentencia final:

-EL OTRO...

ES EL QUE VA A DESTRUIR TODO.

La tierra tembló.

Y la criatura empezó a avanzar de nuevo.

Hacia el pueblo.

Hacia la gente.

Hacia la destrucción.

Eiden... sin poder... sin armas... sin nad

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**EPISODIO 1 - PARTE 4

"CUANDO EL MONSTRUO DA EL PRIMER PASO"**

La criatura avanzó un paso más, y cada pisada retumbaba como si el mundo estuviera a punto de partirse.

BOOM.

BOOM.

Los aldeanos empezaron a correr en todas direcciones.

Algunos tropezaban, otros gritaban, otros simplemente lloraban.

Eiden sintió el pulso en los oídos.

No podía respirar bien.

Sentía un calor subiéndole por el pecho...

No era poder.

Era miedo puro.

-¡Eiden! -gritó el anciano Rohan-. ¡Alejate! No podés contra eso. ¡Nadie puede!

Eiden lo sabía.

Pero aun así dio un paso al frente.

-¡Primero alejá a todos! -gritó Eiden, aunque la voz le temblara-. ¡Yo voy a intentar detenerlo...!

El anciano lo miró horrorizado.

-¡NO PODÉS DETENER NADA! ¡Ni siquiera podrías contra un lobo!

Eiden tragó saliva.

Lo sabía.

Pero si él no se paraba ahí, ¿quién?

La criatura levantó su brazo enorme.

Los dedos largos crujieron.

Parecían ramas viejas partiéndose.

Eiden sintió la fuerza de ese gesto.

Si ese brazo bajaba... la aldea entera iba a desaparecer.

La criatura respiró hondo.

Una bocanada de aire tan fuerte que arrastró hojas, tierra, polvo...

y el cabello de Eiden se movió con violencia.

-EIDEN...

HACETE A UN LADO...

Eiden no entendía nada.

-¿Por qué... por qué destruís la aldea? -preguntó con miedo-. ¡Yo no hice nada!

La criatura lo miró con esos ojos blancos, vacíos, y murmuró:

-PORQUE...

SI ÉL ESTÁ CERCA...

YO DEBO BORRAR TODO.

Eiden frunció el ceño.

-¿Él? ¿Quién es "él"? ¿El que tiene mi cara?

La criatura gruñó.

Una vibración profunda... casi inhumana.

-ESE SER...

TENDRÍA QUE HABER MUERTO HACE AÑOS...

Eiden dio un paso atrás.

-¿Qué... qué sos vos?

La criatura no respondió.

Solo levantó su brazo gigante.

Y lo bajó.

Eiden pensó que iba a morir.

Pero el golpe no cayó sobre él.

La criatura golpeó el suelo unos metros atrás, destruyendo una fila de casas.

Tierra, madera y piedras volaron como proyectiles.

BOOOOOOM

Eiden fue lanzado hacia atrás por la onda expansiva, rodando por el suelo.

-¡Eiden! -gritó una mujer desde el pozo-. ¡No te acerques más!

El chico toció, tratando de ponerse de pie.

-¡Ayuden a los niños! -gritó con la voz rota-. ¡No se queden quietos! ¡Corran hacia las colinas!

Mientras hablaba, vio algo que lo dejó helado.

La criatura...

estaba caminando hacia un grupo de aldeanos atrapados entre dos casas derrumbadas.

Eiden sintió un vacío en el estómago.

-¡No, no, no...! ¡Ahí hay gente!

Trató de correr... pero tenía las piernas débiles.

Tropieza.

Cae.

Se levanta.

Corre otra vez.

Pero no llega.

La criatura levantó su pierna.

Iba a aplastarlos.

Eiden gritó desde el fondo de su alma:

-¡¡PÁRAAATEEEE!!

No había poder en su voz.

No había fuerza.

Solo desesperación.

La criatura... detuvo la pierna.

Se quedó quieta.

Como si la orden la hubiera confundido.

Eiden jadeó.

-¿Qué...? ¿Por qué... te detuviste?

La criatura inclinó la cabeza lentamente.

Como un animal que no entiende una orden simple.

-VOS...

SONÁS IGUAL A ÉL...

Eiden se quedó mudo.

La criatura bajó la pierna... dejando a los aldeanos vivos.

Pero a cambio... giró completamente hacia Eiden.

-VOS...

NO SOS ÉL...

PERO...

TENÉS SU VOZ...

Eiden retrocedió con miedo.

-¿Quién... quién es él? -preguntó temblando.

La criatura alzó su brazo otra vez.

-YO...

NO PUEDO MATARTE...

Eiden se quedó congelado.

-¿Por... qué?

La criatura murmuró con un tono casi frustrado:

-PORQUE...

SI LO HAGO...

ÉL SALE.

Eiden sintió la piel helada.

-¿Él... quién?

Los aldeanos estaban en silencio.

Nadie entendía nada.

Ni ellos.

Ni Eiden.

La criatura respiró hondo...

Y entonces, antes de responder...

Un sonido atravesó la neblina.

SHHHHHH-

Como un silbido.

Como algo cortando el aire.

Eiden se dio vuelta.

Había alguien parado en el borde de la neblina.

Una silueta delgada.

Alguien encapuchado.

Parado muy quieto...

Observando.

Rohan, desde el fondo, gritó con horror:

-¡NO! ¡EIDEN, ALÉJATE DE ÉL!

Eiden dio un paso atrás.

-¿Lo... conocés?

El anciano Rohan estaba pálido.

-¡Esa figura...! ¡No debería estar acá...!

La criatura también la vio.

Y retrocedió.

Con miedo.

Eiden nunca había visto a esa cosa mostrar miedo.

-¿Qué... qué es esa figura...?

El encapuchado levantó apenas la cabeza.

Y su voz... fría, tranquila, humana...

retumbó en la neblina.

-Eiden...

Te estaba buscando.

La criatura gruñó y dio un paso atrás.

-NO...

VOS NO SOS ÉL...

El encapuchado sonrió levemente.

-No.

Pero sé dónde está.

La criatura rugió, retrocediendo como un animal acorralado.

Y entonces gritó:

-EL VERDADERO...

SE ACERCA...

La criatura dio un salto enorme hacia atrás...

y se perdió en la neblina...

Y la neblina desapareció con él.

La aldea quedó en silencio.

Decenas de casas destruidas.

Gente herida.

El aire temblando todavía.

Eiden estaba en shock.

El encapuchado dio un paso hacia él.

-Tenés muchas preguntas, ¿no?

Eiden estaba tan asustado que solo pudo responder:

-¿Quién... sos?

El encapuchado se acercó...

levantó la capucha...

Y Eiden abrió los ojos de golpe.

Porque vio...

El grito desgarrador del viajero todavía se escuchaba mientras todos corrían.

La tierra seguía temblando.

Las aves habían desaparecido del cielo.

Y un silencio extraño envolvía la aldea como si algo estuviera esperando pacientemente afuera... observando.

Eiden corría llevando del brazo a una mujer mayor que casi no podía mover las piernas.

Eiden:

-¡Aguante un poco más, señora! Falta poco para llegar al refugio.

Señora:

-Hijo... no tienes que ayudarme... ¡corre tú también!

Eiden:

-No. No pienso dejar a nadie atrás. Jamás.

Una pasión cálida llenaba su voz, pero por dentro le temblaban las manos.

Porque él lo sabía.

Sabía que no podía defender a nadie.

Sabía que era débil.

Sabía que no podía enfrentar ni siquiera a un bandido, mucho menos algo capaz de romper un risco a 30 kilómetros.

Pero aun así, no iba a dejar a nadie.

No era fuerte.

Pero era bueno.

Y eso, para él, era suficiente.

Corrió de vuelta en dirección a las casas para buscar a más aldeanos rezagados. Su respiración se agitaba, y el suelo vibraba como si un tren subterráneo pasara justo debajo de sus pies.

Las paredes de las casas empezaron a quebrarse.

BOOM.

Un tronco enorme cayó del cielo, como arrancado desde muy lejos, y se estrelló a solo diez metros de él.

Las astillas salieron disparadas como balas.

Eiden cayó al suelo, rodó, tosió, pero se levantó como pudo.

Eiden:

-¡¿Hay alguien más?! ¡¿Queda alguien?!

Entonces lo escuchó.

Un sonido seco...

pasos...

pero no pasos comunes.

TAP.

TAP.

TAP.

Era un sonido profundo, pesado.

Como si lo produjera algo tan grande que debía hundir la tierra con cada pisada...

pero no lo hacía.

Era un peso controlado.

Una presencia contenida.

Eiden sintió un escalofrío recorrerle toda la espalda. No podía ver nada entre la neblina, pero su cuerpo le gritaba que corriera.

Un viajero herido se arrastraba cerca de una carreta caída.

Viajero:

-Chico... chico, ayúdame... no puedo... no puedo moverme...

Eiden tragó saliva.

Cualquier persona razonable habría huido.

Pero él no.

Eiden:

-Aguante. Ya lo saco de ahí.

Lo cargó como pudo sobre su hombro. El viajero era más pesado de lo que esperaba, y Eiden casi cae de rodillas.

Viajero:

-¡Déjame! ¡Corre!

-No voy a ser la carga que te mate...

Eiden:

-Ya le dije que nadie muere hoy, ¿sí?

Intentó sonreír.

No le salió.

Pero lo intentó.

TAP.

TAP.

TAP.

El ruido estaba más cerca.

Mucho más cerca.

Eiden apretó los dientes, cargó al viajero con más fuerza y comenzó a caminar torpemente hacia el refugio improvisado.

El aire empezó a cambiar.

Se volvió más pesado.

Más denso.

Una sombra enorme apareció detrás de la neblina.

Una figura... humanoide... pero descomunal.

Como si un adulto estuviera intentando pasar por la ropa de un niño.

Eiden no podía verlo bien, pero sí sentirlo.

Eiden (susurrando):

-...No puede ser real...

La figura se agachó levemente.

Como si estudiara el camino.

Como si buscara algo.

O a alguien.

La tierra vibraba con cada movimiento.

Y Eiden sintió por primera vez en su vida algo que nunca había sentido:

Impotencia absoluta.

No miedo.

No pánico.

Impotencia.

Esa clase de silencio interior que aparece cuando tu cuerpo entiende que no podés hacer nada.

Aun así siguió caminando.

Los brazos le temblaban.

Las piernas le ardían.

El corazón le golpeaba el pecho como un tambor desesperado.

El viajero lo miró horrorizado.

Viajero:

-Chico... así no vamos a llegar. Te va a ver. Te va a oler. Te va a-

Eiden:

-Cállese. No diga nada... no haga ruido.

Porque si hacía ruido...

si la cosa los detectaba...

Eiden sabía que no habría escapatoria.

La sombra se detuvo.

Giró lentamente la cabeza.

Como si percibiera algo.

Eiden también se detuvo.

No respiró.

No pestañeó.

Por un instante que pareció eterno...

la cosa miró directamente hacia él.

Un viento helado recorrió toda la aldea.

Y entonces...

La figura se giró en otra dirección.

Caminó un paso.

Otro.

Y luego...

Desapareció entre la neblina.

Eiden no supo si tuvo suerte.

O si simplemente no era lo suficiente interesante como para ser atacado.

Con el viajero sobre el hombro, siguió avanzando.

Las lágrimas le ardían en los ojos, pero no eran de miedo.

Eran de rabia.

Rabia por no poder hacer nada.

Rabia por ser débil.

Rabia por sentir que un solo paso de esa cosa podía destruir su vida entero.

Cuando llegó al refugio y dejó al viajero en el suelo, cayó de rodillas.

Las manos le temblaban.

El pecho subía y bajaba sin control.

Una anciana lo abrazó.

Anciana:

-Hijo... lo lograste... estamos a salvo...

Eiden:

-No...

(no la miró)

-No estamos a salvo.

No... aún no.

El suelo tembló por última vez.

Un ruido lejano hizo vibrar los árboles.

Y luego...

Silencio.

Eiden levantó la vista hacia la entrada del refugio, los ojos llenos de una mezcla de miedo y determinación.

Eiden:

-Lo que sea que esté afuera...

no puede seguir ahí.

Lo decía con voz suave, casi temblorosa.

Pero dentro de él...

una chispa se encendió.

Una chispa que todavía no sabía cómo usar.

Una chispa que se convertiría en fuego.

Y así terminaba el primer episodio.

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