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Chapter 4 - Capítulo 3: El Silencio del Acero Carmesí

El murmullo del mundo humano era constante, vibrante. La ciudad de Gotham no dormía. Desde los tejados más altos hasta las alcantarillas más oscuras, la corrupción danzaba con el miedo, y las sombras eran testigos silenciosas de su reinado.

Igris permanecía de pie, inmóvil como una estatua, sobre la aguja de una catedral abandonada. El viento agitaba su capa carmesí, teñida del aura oscura que siempre lo envolvía. Sus ojos, dos brasas rojas, observaban la ciudad con la misma paciencia con la que había servido a su monarca por siglos.

“Este mundo… vibra con energía distinta. No es mana, ni esencia vital… es más sucio. Más imperfecto. Y sin embargo… tan terriblemente real.”

Desde su llegada con el Soberano, había permanecido en la periferia, estudiando los patrones de esta dimensión: su física, sus criaturas, sus héroes.

“Estos humanos… luchan por esperanza en un campo de desesperación. Y aún así, se levantan.”

Había algo admirable —aunque primitivo— en ellos. Vigilantes con nombres como “Batman”, “Nightwing”, “Red Hood”. Guerreros sin magia, sin bendición de gobernantes o monarcas, pero con voluntad de acero.

Igris se desplazó, sin emitir sonido alguno, hasta un tejado más bajo, cerca de la torre Wayne. Sabía que ese lugar no solo era un bastión económico, sino también el refugio del Caballero Oscuro. Su señor había ordenado observar a este “Batman”. Entenderlo. Evaluar si sería una amenaza… o un recurso.

“Él no es como los otros. Su mirada… se parece más a la de un Rey. Sabe lo que significa cargar con muertos.”

Desde su sombra, Igris activó un antiguo arte que le permitía silenciar incluso la percepción mística. Ningún sensor, radar o magia podía detectar su presencia.

Excepto esta vez.

Una figura humana se movía por el tejado, como una sombra entre sombras. Capa negra, pasos silenciosos, mirada afilada. Batman.

Igris no se movió. En su interior, sabía que había llegado el momento. No por error. No por debilidad.

“Te concederé un vistazo, guerrero sin nombre. Uno solo. Para que sepas que hay algo más allá de tus monstruos cotidianos.”

El caballero de las sombras desactivó por un segundo la cortina mágica que lo ocultaba. Bastó un parpadeo. En ese instante, Batman alzó la vista. Lo vio. Una figura imponente, armadura negra, ojos rojos incandescentes, capa ondeante, como un espectro de guerra ancestral.

Luego, el vacío. Igris desapareció.

Batman quedó de pie, sin moverse. Solo su mandíbula se tensó. Encendió un comunicador.

—Aquí Batman… hay una nueva presencia en Gotham. No es metahumano. No es magia. Es… otra cosa.

Del otro lado, nadie respondió de inmediato.

Igris, desde una sombra en el subsuelo, observó la reacción con atención.

“Sí. Sospecha. Piensa. Busca. Pero no me encontrará… no hasta que el Soberano lo decida.”

Se giró, mirando el reflejo débil de una luna rota por las nubes.

“¿Por qué estoy aquí? Para proteger al Rey. Para evaluar a sus posibles aliados. Pero también para entender este caos… Y si es necesario, arrasarlo todo.”

En su silencio, en su devoción férrea, Igris era más que una sombra. Era una espada, envainada por voluntad, lista para ser desatada.

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