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Chapter 18 - Game Over

Llegaron al salón de videojuegos. Antes conocidos como "arcades", estos lugares solían llamar la atención de todos los niños del vecindario. Con sus máquinas que, por unas cuantas monedas, te permitían disfrutar juegos que hoy son legendarios. Nombres como Mortal Kombat surgieron por primera vez en estos lugares. Hoy en día, los arcades han desaparecido casi por completo, reemplazados por salones de videojuegos como este. El lugar estaba lleno de consolas de todo tipo; todas eran modernas. Las más antiguas eran un par de PlayStation 3 que se encontraban al fondo y que tenían a dos adolescentes presionando botones como locos en Mortal Kombat 9. El resto de consolas eran entre actuales y de última generación. Amelia contó seis PlayStation 4, siete Xbox One, cuatro PlayStation 5, dos Xbox Series X y dos Xbox Series S. Además de todo lo anterior, el local contaba con un juego de baile para dos personas y, el punto fuerte del local, diez computadoras, con más luces que un árbol de Navidad, listas para iniciar el juego que se les pidiera. «Max se desmayaría si viera esto», pensó Amelia mientras Jessica pagaba por una hora en el local.

—Bueno, chica, vamos a ver si eres tan buena como dices —el tono de la joven pelirroja dejaba claro que estaba confiada.

Las chicas ocuparon dos computadoras diferentes, una al lado de la otra, e iniciaron el juego que querían: Forza Horizon 5. El juego no tardó en abrirse y, tras pedir ayuda a uno de los encargados del lugar, pudieron conectarse a la misma sala. El juego estaba totalmente listo, todos los autos estaban desbloqueados y Jessica sabía exactamente cuál iba a elegir. El Ford Mustang Shelby GT500. Amelia silbó al ver la elección de la chica; aquel auto era precioso, la combinación perfecta entre velocidad y manejo. Para colmo, Jessica se encargó de personalizarlo con pintura roja y unas bellas rayas de carrera blancas. Además de mejorarlo con piezas ligeras que aumentaban su manejo y tenían el plus de agregarle aún más potencia y velocidad.

Amelia sonrió, no porque le sorprendiera lo que hacía Jessica, no, para nada; sonreía porque finalmente encontró a una rival digna. Al principio, Amelia rechazaba por completo la idea de pasar horas sentada frente a una pantalla jugando videojuegos en línea con personas que no sabían perder y, de paso, se encargaban de gritar los insultos más racistas y discriminatorios posibles a sus rivales. Por lo menos, eso fue lo que le dijo Eve, pero cuando descubrió los juegos de carreras, todo cambió. Su favorito era, precisamente, Forza Horizon 5. Sin pensárselo mucho, seleccionó la competencia directa de ese modelo de Mustang: el Chevrolet Camaro ZL1, le puso las mejores piezas que ofrecía el juego y, para rematar, lo pintó como el personaje ficticio que más representaba a este modelo de auto: Bumblebee. Jessica, al ver esto, sonrió.

—Parece que sí sabes lo que haces, chica —dijo Jessica antes de poner una sonrisa arrogante—. Veamos si también sabes conducir —retó la pelirroja.

—No llores cuando pierdas, Roja —advirtió Amelia. Jessica sonrió en respuesta, aceptando el desafío.

—La perdedora paga las bebidas —apostó Jessica, a lo que Amelia no tuvo problema en aceptar.

Seleccionaron un circuito y comenzó la carrera, todo mientras un par de Iluminados, compañeros de Amelia, veían cómo la joven peliblanca estaba totalmente concentrada en el juego. Comenzaron a murmurar entre ellos, pero mantenían su atención a cualquier posible conexión fría que pudiera presentarse en el lugar. Mientras tanto, Amelia se encontraba en una carrera complicada. Si bien su auto tenía un manejo superior y más maniobrabilidad en las curvas, Jessica no se quedaba atrás. En papel, su auto era ligeramente superior en manejo al Mustang GT500 de Jessica, pero la joven pelirroja no era ninguna novata. Ella sabía perfectamente que el Mustang tenía una mayor aceleración, pero su peso lo hacía más difícil de maniobrar que el Camaro. Así que, antes de la carrera, modificó todo el auto, dejando la potencia de lado y priorizando el manejo y la aceleración.

Aquella decisión le trajo muchas ventajas, entre ellas, que su auto podía alcanzar su velocidad máxima en mucho menos tiempo que el Camaro de Amelia y que el manejo de ambos autos estaba casi a la par, siendo el Camaro ligeramente más ágil que el Mustang, pero no por mucho. Esto, combinado con el conocimiento de Jessica del mapa en el que estaban corriendo, le daba la ventaja necesaria para saber cuándo frenar y tomar las curvas. Amelia se percató de esto y de la técnica que Jessica usaba: la chica pelirroja se aseguraba de tomar las curvas en un derrape. Sí, Jessica también había ajustado su auto para cambiar la tracción a las ruedas traseras, además de mover algunos otros ajustes para que el auto pudiera tomar las curvas en un derrape sin perder demasiada velocidad en los giros.

Esto fue un duro golpe para Amelia, pues, con esa configuración, Jessica tenía mucha ventaja sobre ella, pero no se daría por vencida tan fácilmente. Aquella carrera amistosa se había convertido en algo personal para ella. Amelia todavía contaba con una ligera ventaja: la velocidad punta de su Camaro. Sí, puede que el Mustang acelere más rápido, pero ¿eso qué importa? En los tramos rectos, el Camaro podía alcanzar al Mustang y dejarlo atrás con facilidad, pero Jessica no era tonta; ella sabía esto y se aseguraba de no permitir que Amelia la adelantara. Sin embargo, Amelia esperó pacientemente su oportunidad. En el tramo final del circuito, justo en una de las últimas curvas, Amelia rebasó a Jessica con maestría y comenzó a poner distancia entre ambas para sorpresa de la joven pelirroja.

Resulta que la técnica de Jessica tenía una pequeña falla y esa era que tomaba las curvas demasiado abiertas, dejando el espacio perfecto para que el Camaro de Amelia pudiera rebasarla. El último tramo de la carrera era totalmente recto y, aunque Jessica logró adelantar a Amelia durante un momento, el Camaro, cuya velocidad máxima era superior a la del Mustang, tomó la delantera y cruzó la meta primero. Amelia se levantó de su asiento y gritó.

—¡Sí! —festejó sin importarle atraer las miradas de los demás; se había olvidado por completo de la misión—. Me debes unas bebidas bien frías, Roja.

Ni Jessica, ni los Iluminados que vigilaban a las chicas, podían creerlo. Amelia siempre se había mostrado como una chica tranquila, reservada, centrada en su misión y algo fría con los demás, pero ahora… ahora parecía una adolescente como cualquier otra. Competitiva, enérgica y expresiva. Más de uno levantó una ceja, pero la reacción que más llamó la atención fue la de Jessica. La joven pelirroja tardó un momento, pero al cabo de un par de segundos comenzó a reírse.

—¡Claro que sí, carajo! —dijo mientras se levantaba de la computadora y se dirigía al mostrador por dos bebidas.

Jugaron hasta que su tiempo se terminó, una hora de juego. En total, compitieron en cinco carreras más, de las cuales Amelia ganó dos y Jessica ganó tres, lo que dejaba el marcador en un empate. Se sentaron en una mesa que había cerca de la entrada; Jessica no podía dejar de reír.

—Si te soy sincera, planeaba humillarte en la pista, pero al final terminaste dando pelea. Nada mal —Amelia hizo una reverencia.

—Gracias, gracias.

Jessica tenía otro propósito al traer a Amelia a este lugar: quería ver si la peliblanca había sido honesta. Luego de verla estallar de alegría en la primera carrera, Jessica pudo ver emociones genuinas en su rostro, pero en la segunda carrera esas emociones parecían falsas. No, no es que fueran falsas; Amelia realmente disfrutaba estar allí con Jessica, pero estaba escondiendo algo más. Su actitud era extraña, como si estar con ella fuera una especie de trabajo con diversión incluida. La joven Anderson no lo entendía, pero tenía clara una cosa: no quería ser el entretenimiento de nadie. No obstante, Amelia parecía una persona confiable y Jessica sentía que la peliblanca de verdad quería pasar el rato con ella, pero su mente no parecía estar ahí, con ella. Como si hubiera dejado su cuerpo en piloto automático mientras se iba a hacer algo más.

—Debo admitir que eres muy buena —comentó Jessica mientras ambas se terminaban unas papas fritas que habían ordenado.

—Suelo practicar en línea —dijo Amelia casualmente—. De hecho, de todas las carreras que he tenido, casi siempre gano —Jessica no pudo evitar reírse. Desde luego, no le creía nada.

—No te creo —Amelia se reclinó en la mesa, pero, a diferencia de la mañana, donde la extraña sensación de déjà vu la había tomado por sorpresa, esta vez no se sentía tan confundida y podía actuar como siempre.

—Puedo mostrártelo si quieres —dijo Amelia, pero Jessica solo soltó una risa por lo bajo, lo que confundió a la chica peliblanca.

—Seguro —dijo la joven Anderson mientras revisaba su teléfono—. Se está haciendo tarde, debo volver antes de las seis —Jessica comenzó a levantarse.

—Te acompaño —Amelia también se levantó—. Yo fui la que te invitó a pasar el rato, lo mínimo que puedo hacer es acompañarte a casa —por alguna razón, aquellas palabras de Amelia se sentían diferentes, totalmente sinceras, como si no quisiera dejar a Jessica sola.

—Seguro, vamos —ambas comenzaron el camino de regreso a la casa de Jessica.

Jessica no entendía lo que le estaba pasando. La forma en la que Amelia se ofreció a acompañarla no había sonado extraña, pero, por alguna extraña razón, Jessica sabía que algo pasaba. Sentía que Amelia no quería dejarla sola, como si quisiera protegerla. Trató de apartar ese pensamiento de su mente; seguramente estaba imaginando cosas. Amelia era solo otra chica más, ¿verdad? ¡No! No lo era y Jessica lo sabía. Toda aquella situación era muy extraña y, para colmo, seguía sin poder sacarse de la cabeza la sensación de que ya conocía a Amelia. ¿Qué estaba pasando? ¿Será que, después de tantos años sufriendo los abusos de su madre, finalmente se estaba volviendo loca? ¿Acaso estaba imaginando fantasmas donde no los hay?

La joven no lo sabía e intentaba no pensar en eso para no arruinar el momento. Después de todo, había sido una tarde agradable y divertida, pero debía terminar y Jessica, pese a que algo le gritaba «¡No lo hagas!», su sentido común le decía que tenía que hacerlo. Amelia, por su lado, comenzó a preocuparse. En todo el camino intentó iniciar una conversación con Jessica, pero no recibía más que respuestas frías y cortantes de parte de la pelirroja, algo muy extraño considerando que habían pasado un muy buen rato juntas. ¿Por qué Jessica cambió de actitud? Al llegar a la casa Anderson, la pelirroja finalmente rompió su silencio.

—Gracias por acompañarme —dijo mientras volteaba a mirar a Amelia, quien intuyó que algo no andaba bien.

—De nada, Roja —respondió tratando de mantener su actitud relajada y confiada—. Me divertí mucho hoy, pero quiero el desempate. ¿Te parece mañana a la misma hora? Yo pagaré por las computadoras y…

—En séptimo grado… —Amelia dejó de hablar al escuchar a Jessica—. Conocí a dos chicas que decían ser mis amigas, Karen y Nancy. Comencé a pasar el rato con ellas, pero al final resulté ser su pequeña esclava y su salvavidas cuando unas chicas fueron a verlas porque esas dos se habían metido con sus novios. Adivina a quién culparon —la joven peliblanca no se atrevió a decir nada—. No volveré a caer en la misma trampa dos veces. No después de que casi me rompen los brazos a golpes.

—Roja, no entiendo de qué hablas —dijo Amelia totalmente confundida, pero en el fondo sabía la razón de aquél cambio de actitud tan brusco.

—En la sala de juegos, cuando ganaste la primera carrera estabas genuinamente feliz, pero después de eso parecías actuar como si no estuvieras interesada en nada de lo que hacíamos —los Iluminados que se encontraban cerca estaban sorprendidos de que Jessica haya podido ver tras la máscara de Amelia, pero quien estaba verdaderamente sin palabras era la propia Amelia—. Por cómo reaccionaste al ganarme la primera vez, sé que lo disfrutaste. Por tu habilidad en el juego, sé que tampoco eres una novata. Lo único que se me ocurre es que estabas usando una máscara —Jessica rio para sí misma antes de continuar—. Yo tampoco entiendo cómo es que lo sé, pero estoy segura de que lo que vi allá no fue más que una parte de tu verdadero rostro.

—Bueno, tengamos la revancha, entre más me conozcas, mejor, ¿no? —propuso Amelia, tratando de recuperar el control de la situación, pero Jessica solo negó con la cabeza.

—Tu actitud no fue del todo sincera conmigo la primera vez. ¿Por qué la segunda sería diferente? —Amelia no dijo nada más; Jessica dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta—. Me divertí, Amelia, pero no quiero volver a verte. Adiós —fue lo último que dijo antes de cerrar la puerta, dejando a Amelia afuera, sin palabras por lo que acababa de suceder.

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