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Chapter 17 - Luces que parpadean

Las clases habían terminado y Lucía había notado que su alumna estrella había estado distraída durante toda la clase. Normalmente, en Maple Grove los maestros se limitaban a entrar al salón, sentarse al frente y dejar que los estudiantes hicieran lo que quisieran durante su hora de clase. Otros impartían su clase, pero ni siquiera se molestaban en pedir atención o silencio de sus estudiantes. Lucía Johnson era diferente. Impartía clases de matemáticas, pero ella sí se molestaba en pedir la atención de sus alumnos; aquel que no prestara atención, no sintiera interés o simplemente quisiera armar alboroto, era libre de irse. Es más, Lucía los invitaba a hacerlo. Prefería eso a tener que lidiar con dolores de cabeza por gritar como loca pidiendo silencio.

Esto garantizaba que algunos prestaran atención, cosa que les convenía, pues los exámenes de Lucía eran los más exigentes de toda la escuela. Esto último podría hacer ver a Lucía como una maestra muy estricta, pero en realidad, comparado con las evaluaciones de otras escuelas, las pruebas de Lucía eran un paseo por el parque. Debido al nivel educativo tan precario de Maple Grove, el cual apenas estaba en los mínimos permitidos por el Departamento de Educación (ED), los estudiantes apenas se esforzaban en sus evaluaciones; en lo que más ponían su esfuerzo era en sacar sus teléfonos y buscar las respuestas en internet y, con el nivel tan bajo de las pruebas, era como regalar los puntos.

Sin embargo, Jessica Anderson era una excepción. Lucía se aseguraba de que el examen de Jessica fuera diferente al de todos los demás; le ponía un especial cuidado a las preguntas y problemas que planteaba en las pruebas, asegurándose de que la chica se esforzara al máximo. Esto causó que Jessica fuera la mejor de su clase y las acercó todavía más, pues Lucía se encargaba de aclarar todas las dudas de Jessica después de clases, incluso la había llevado a su casa para darle tutorías privadas. Desde luego que esto era algo totalmente inaceptable; un maestro no podía tener preferencia entre sus alumnos, pero dado el nivel académico que se manejaba en aquella escuela en particular, Lucía decidió priorizar a la única chica que parecía querer aprender algo.

No obstante, ese día en particular, Jessica parecía tener la cabeza en las nubes. Había otra razón por la que Lucía había puesto su atención en Jessica: su misión. La Orden de las Sombras le había ordenado establecer una operación de movilización en Misuri seis años antes. El plan original era convertir el estado en una "parada de descanso" para los Oscuros. La ubicación del estado, su geografía y los aeropuertos que tenía lo hacían un lugar ideal para dicho objetivo. Además, la zona estaba casi libre de Iluminados, por lo que sería relativamente fácil hacerse con el estado sin casi resistencia de por medio, pero el objetivo cambió cuando Lucía conoció a Jessica. Nada más verla, supo que se trataba de la elemental de fuego y, al informarle de esto a sus superiores, la misión cambió. Establecer una base de operaciones se volvió un objetivo secundario; la prioridad ahora era vigilar a la chica y llevarla con los Oscuros cuando sus poderes despertaran.

Lucía había optado por vigilarla a la distancia, pero terminó haciéndose muy cercana a Jessica, viéndola como una hija. Tal vez se vio reflejada en esa niña o tal vez le daba lástima su situación. Lucía no estaba segura, pero se aseguraba de siempre cuidar de ella y vigilarla. Ese día, Jessica apenas había prestado atención en clases, por lo que Lucía le pidió un momento para hablar con ella. Sin embargo, la mujer ya tenía una idea de por qué la chica tenía la cabeza en las nubes.

—Te noté algo… distraída —comentó la mujer—. ¿Pasó algo? —Jessica soltó una risa antes de responder.

—No, no pasa nada, señorita Johnson —respondió la joven.

—No hay nadie cerca, puedes llamarme por mi nombre —la mujer tenía una expresión alegre y despreocupada—. En el descanso te vi hablar con una chica, ¿es amiga tuya? —Jessica rio nuevamente.

—Apenas la conocí hoy —Jessica se encogió de hombros mientras respondía—. Quedé de verla después de clases —Lucía mantuvo su expresión alegre, aunque por dentro se estaba desatando una tormenta eléctrica.

Ese mismo día, Lucía había visto a la elemental de aire hablar con Jessica; sabía que era una Elemental por su apariencia y porque al dejar de ocultar su conexión pudo notar la reacción de aquella joven de cabello blanco. Obviamente, estaba tras Jessica. Pese a esto, Lucía no podía arriesgarse a levantar sospechas, por lo que decidió que lo mejor era mantenerse al margen, por ahora. Sin embargo, genuinamente se sentía feliz por Jessica; solo la había visto así de despistada una vez y ya habían pasado casi dos años de eso.

—Me alegra verte sonreír así otra vez, Jess —dijo Lucía. Pese a todo, pese a la misión y a estar aliada con los Oscuros, de verdad se preocupaba por Jessica. La joven pelirroja se sonrojó. Lucía sacó su cartera y le entregó doscientos dólares a Jessica—. Toma, para que puedas comprarte algo. Necesitas cuidar tu dieta luego de lo que pasó —Jessica aceptó el dinero con una sonrisa tímida.

—Gracias, Lucía —dijo mientras guardaba los billetes—. Bueno, debo irme.

—Cuídate —Lucía se despidió de Jessica mientras la joven dejaba el aula.

La mujer suspiró profundamente mientras dejaba que su cuerpo se recostara en la silla. Pensaba en cómo podría dejar de lado sus sentimientos para cumplir con su misión. «Sabía que este día llegaría, pero no pensé que fuera tan difícil», dijo para sus adentros.

Mientras tanto, Jessica salió con cierta prisa de la escuela, esperando encontrar a Amelia en la entrada. Normalmente, Jessica hubiera rechazado cualquier tipo de interacción con Amelia. ¿Por qué? Bueno, la chica de cabello y ojos blancos apareció de la nada, se acercó a ella con toda la confianza del mundo y actuó como si ambas se conocieran de toda la vida. Jessica estaba sorprendida, pero no por la actitud o el carisma de aquella chica, no, lo que la sorprendía era que la joven despertaba algo dentro de ella. Algo diferente, una sensación que le gritaba: "La volví a encontrar, ahora todo está bien". Aquello era muy extraño, pero por alguna razón, Jessica se sentía en total confianza con Amelia, como si la conociera de toda la vida. No, no era algo tan simple como eso. Por extraño e imposible que fuera, Jessica sentía que conocía a esa chica desde antes de nacer, pero le era imposible recordarla.

Aquello era muy extraño, pero, de alguna forma, se sentía bien y evitaba que Jessica pensara en el asunto. Jessica no lo comprendía, pero la presencia de Amelia le resultaba familiar, cálida y amigable. Sensación que, inconscientemente, la hizo bajar la guardia. Al salir de la escuela, buscó a Amelia con la mirada y la encontró de inmediato. La joven peliblanca estaba parada frente a la escuela y había dos chicos molestándola.

Antes de que Jessica saliera, Amelia había llegado a la escuela diez minutos antes de las tres. Pensó que esta era la mejor manera de evitar que la chica pelirroja se fuera. Además, eso le daría tiempo a sus compañeros de tomar posiciones y cubrirla en caso de que algo saliera mal y sí, algo salió mal, pero no fue su encuentro con Jessica. Apenas se oyó la campana de la escuela, varios estudiantes salieron en manada del recinto escolar, pero Amelia llamó demasiado la atención de todos. En defensa de los chicos, una joven delgada, atlética, morena, de cabello y ojos blancos llamaba demasiado la atención y contrastaba mucho con la mayoría de chicas de la escuela, las cuales destacaban por ser rudas o manipuladoras.

Un par de chicos se acercaron a Amelia; estos tenían un aspecto descuidado y desprendían un olor desagradable, una mezcla entre sudor y tabaco. Uno de los chicos tenía el cabello grasiento y el otro los dientes ligeramente amarillos. Amelia hizo un enorme esfuerzo para no poner una expresión de asco.

—Hola, preciosa —dijo uno de ellos; su voz destilaba mucha confianza.

—Buenas tardes —respondió Amelia sin mirarlos.

—Vamos, no seas tan fría —uno de los chicos se acercó más a Amelia—. Ven con nosotros a pasar el rato —Amelia notó que se estaban acercando más de la cuenta.

—Si te acercas más, te romperé el brazo —le advirtió la joven de cabello blanco.

—Oye, no seas así —dijo el chico de cabello grasiento mientras daba un paso al frente.

—Creo que ella ya les dijo que no se acercaran.

Los dos chicos reconocieron la voz al instante, detuvieron su avance y voltearon lentamente solo para encontrarse con la chica más temida de la escuela: Jessica Anderson. Quien había visto todo y decidió intervenir en el asunto, cosa que sorprendió a los chicos y a la propia Jessica. En otras circunstancias, no hubiera levantado ni un dedo, pero en esta ocasión sí lo hizo.

—Les voy a dar dos opciones —dijo la joven pelirroja mientras se acercaba—. Uno: Pueden largarse con la cola entre las patas y sin un rasguño. O dos: Puedo romperles los huesos y tirarles todos los dientes mientras me suplican que pare. —El chico de dientes amarillos tragó saliva al escucharla—. ¿Qué eligen? —ambos chicos miraron fijamente a Jessica antes de salir corriendo en la dirección opuesta. Jessica chasqueó la lengua—. Cobardes —Amelia no pudo evitar reír, de verdad que esa chica era fuego.

—De verdad los asustaste —dijo entre risas. Jessica se encogió de hombros.

—Saben lo que pasa si me hacen enojar —advirtió, pero Amelia no podía tomarla en serio, no cuando ella misma podía someter a Jessica en una pelea.

—Claro, por supuesto que sí —dijo la peliblanca mientras dejaba de reír y recuperaba el aliento—. Bueno, ¿a dónde iremos? —Jessica la miró, confundida.

—Pensé que tú lo decidirías —comentó la pelirroja. Amelia respondió negando con la cabeza.

—Te lo dije, Roja: Me pareces interesante. Quiero saber más de ti, así que guíame —Jessica se sonrojó un poco al escuchar a Amelia, pero apenas fue notorio.

—Bueno… —Jessica se puso a pensar, no había salido con otra chica de su edad desde hace casi dos años—. ¿Te gustan… los videojuegos? —se animó a preguntar.

—Depende del juego —aclaró Amelia—. Forza Horizon 5 es mi favorito. Jessica sonrió.

—Oh, ¿te gustan los juegos de carreras? —preguntó.

—Sí, ¿A quién no? —la sonrisa de Jessica se ensanchó.

—Sígueme.

Ambas chicas comenzaron a caminar, totalmente ignorantes de que Lucía las vigilaba desde el interior de la escuela, mientras las luces de todo el edificio comenzaban a parpadear de forma intermitente, hasta que una bombilla en mal estado en el laboratorio de química explotó. Lucía no dejó de jugar con la electricidad del edificio hasta que perdió a las chicas de vista. Levantó su teléfono y marcó el número de su segundo al mando: Gabriel Mousses. No tardó mucho en abrirse la línea.

—¿Qué pasa, Johnson? Estoy ocupado organizando a los nuevos —dijo el hombre.

—Prepara un equipo, usuarios de aire, rayo, agua y tierra; no quiero usuarios de fuego. Los quiero listos para esta noche; nos llevaremos a la elemental de fuego.

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