Al abrir los ojos y encontrarse con Amelia, Jessica pensó dos cosas: Que Amelia era muy guapa y que ya la había visto antes. Específicamente, el día anterior cuando salió del hospital. Sin embargo, algo muy adentro de Jessica le decía que conocía a Amelia desde antes, desde mucho antes de ayer. La chica no escuchó lo que Amelia le dijo al principio, por lo que se quitó uno de los auriculares y enfocó su atención en la joven de cabello blanco que la miraba con una sonrisa pícara y un semblante confiado, pero Jessica no pudo percibir arrogancia o vanidad viniendo de Amelia:
—¿Qué quieres? —preguntó Jessica; su tono era seco y hostil.
—Solo quería hablar contigo —respondió Amelia mientras se sentaba a su lado—. Me parece que eres una chica interesante.
Claro, Amelia necesitaba acercarse y probablemente esa no era la mejor frase para iniciar una conversación, pero Amelia no tenía tiempo para ir despacio y su mente ya estaba cansada de pensar en frases ingeniosas para "romper el hielo". Llevaba una semana, desde que llegó a los Estados Unidos, investigando a Jessica y sus peleas para tener una mejor perspectiva sobre ella. En todo ese tiempo, la joven tuvo que coquetear con chicos rudos y seducir a algunas muchachas en malos pasos para poder conseguir información; todas las personas con las que habló habían peleado contra Jessica y habían perdido de forma aplastante.
Por otro lado, Jessica tenía sentimientos encontrados con aquella situación. Normalmente, las personas la confundían con un chico; para ella era normal caminar por la calle y escuchar cosas como "Ten un buen día, niño", "Cuídate, muchacho" y similares. No le molestaba que los demás se confundieran; lo que le molestaba eran las reacciones de muchas personas cuando descubrían su género. La incredulidad era algo común en muchos y lo más tolerable para ella. Era normal, dada su forma de vestir, su actitud poco refinada y su cabello corto al ras, pero las reacciones que incluían risas de burla o comentarios acerca de que no atraería a ningún pretendiente eran las cosas que más le molestaban.
Si bien era cierto que no le gustaba mostrarse débil ante nadie, también era verdad que seguía siendo una chica y le gustaba recibir algún que otro cumplido o halago para variar. Por eso, cuando Amelia le dijo que le parecía "interesante", Jessica se sintió feliz. Sin embargo, no quería mostrar debilidad ante Amelia. No sabía qué intenciones tenía la chica y ya la había visto dos veces en menos de veinticuatro horas; no podía ser una coincidencia, ¿verdad? Vamos, el sentido común dice que no lo es.
—Bueno, ¿de qué quieres hablar? —preguntó la chica pelirroja a la peliblanca—. Por cierto, creo que ayer te vi en el hospital.
—Ah, cierto —Amelia rio por lo bajo—. Es que estaba visitando a alguien, aunque debo decir que es una gran coincidencia encontrarte otra vez —Jessica se mostró escéptica ante aquella explicación.
—De nuevo: ¿Qué quieres? —volvió a preguntar.
—Bueno, solo quería pasar el rato contigo, no tenemos que hablar de nada en particular —Jessica comenzaba a exasperarse, Amelia lo notó y decidió cambiar el tema—. Por cierto, me gusta mucho tu cabello ¿Qué tinte usas? —comentó la joven peliblanca en un tono más casual.
—¡Ja! No uso ningún tinte, chica. Este cabello es completamente natural —contestó Jessica con algo de orgullo, cosa que le sorprendió.
De nuevo, sentimientos contradictorios se formaron en su pecho. Por un lado, su cabello y sus ojos le habían traído muchos problemas, pero se sentía bien recibir un cumplido de vez en cuando.
—Supongo que tu color de ojos es así naturalmente, ¿no? —Jessica no respondió, pero Amelia sabía que era cierto—. Seguro tienes a varios chicos babeando por ti —Jessica no pudo evitar reír.
—Sí, varios babean por mí, pero no por lo que tú crees —dijo la joven Anderson.
—¿Cómo es eso?
—La gran mayoría de ellos suele babear, escupir sangre y algunos dientes luego de conversar conmigo —dijo en un tono algo amenazante; buscaba deshacerse de Amelia.
—Ya veo, así que eres una chica mala —concluyó Amelia. Jessica suspiró; había fracasado en su intento.
—Llámame como quieras —dijo la chica pelirroja—. Bueno, es mi turno —Amelia prestó atención a las palabras de Jessica—. ¿Eres nueva en la escuela?
—No, no soy estudiante aquí —Amelia se guardó cualquier chiste o referencia hacia los padres de los estudiantes—. Mi escuela tiene un problema de plagas, así que darán las clases vía internet, ya sabes, conferencias por videollamada y esas cosas. Todo muy aburrido, pero lo bueno es que tengo más tiempo libre.
—¿Y decidiste usarlo para colarte en mi escuela? —la peliblanca sonrió ante la pregunta de Jessica.
—¿Qué te digo? No pude evitarlo —dijo Amelia mientras observaba a Jessica con una mirada cómplice y ligeramente burlona—. Te reconocí del hospital y quise verte otra vez —los ojos de Amelia se entrecerraron un poco; ahora su mirada era pícara y juguetona—. Te lo dije: me pareces una chica interesante —esas palabras provocaron que, por primera vez en toda la conversación, Jessica sonriera sinceramente.
—Vamos a ver si piensas lo mismo luego de un tiempo —dijo la joven pelirroja para después sentarse y encarar a Amelia. Por primera vez, reparó en los ojos de la joven peliblanca y sintió que un ligero hormigueo brotaba en su estómago, pero se las arregló para mantener su expresión confiada, muy a duras penas—. Soy Jessica —se presentó, ofreciendo su mano para un apretón.
—Amelia —la joven peliblanca estrechó su mano con gusto.
Justo en ese momento la campana sonó, marcando el fin del descanso, el cual se alargó diez minutos. Jessica se quitó el auricular restante y lo guardó en su estuche de carga para después levantarse y sacudir su ropa.
—Tengo que ir a clases —anunció la chica.
—Sí, yo también debo irme antes de que alguien me vea, pero podemos vernos después si quieres —Jessica lo pensó por un momento, no había razón para negarse, pero tampoco estaba segura de aceptar. Luego de considerarlo un momento, finalmente se decidió.
—Salgo a las tres —dijo la chica finalmente.
—Perfecto, te veré a las tres entonces.
—De acuerdo.
Justo cuando ambas se estaban alejando, Jessica sintió un escalofrío subir por su columna, al igual que Amelia y los Iluminados que la esperaban afuera de la escuela. La joven peliblanca reconoció al instante esa sensación; era la misma conexión del hospital. El Oscuro estaba ahí, en la escuela, pero Amelia sabía que su intención no era atacarla; quería asustarla y hacerla desistir. La joven de cabello blanco se volvió hacia Jessica, quien también parecía haber sentido la presencia del Oscuro lo que solo podía significar una cosa: el Fénix estaba comenzando a despertar. Jessica volvió a mirar a Amelia.
—¿Sentiste la brisa? —preguntó la pelirroja, quien no tenía idea de nada.
—Sí, me dio escalofríos —respondió.
La conexión finalmente se esfumó; el Oscuro había conseguido lo que buscaba. Le había hecho saber a Amelia que estaba ahí y que estaba vigilando a Jessica. Las jóvenes se despidieron y Amelia se apresuró a salir por donde había entrado. Nada más irse del recinto escolar, Amelia se encontró con sus compañeros, los cuales la miraban con un claro semblante de preocupación.
—¿Estás bien? —preguntó una de las chicas, la que Amelia había enviado a buscar a la mujer herida. Amelia asintió—. Esa conexión se sintió como…
—Como uno de los Cometas —sentenció el chico.
—Volvamos al hotel —ordenó Amelia.
Al llegar al hotel, Amelia fue directo al despacho de Elizabeth junto con los tres Iluminados que la habían acompañado. Al entrar, Elizabeth los miró muy confundida, pero la confusión pasó a preocupación cuando vio la expresión de Amelia.
—¿Qué pasó? —preguntó.
Amelia le explicó toda la situación y la escala a la que podía llegar este Oscuro, pero ¿por qué era tan importante que este Oscuro estuviera al nivel de un Cometa? ¿Qué eran los Cometas? Bueno, la respuesta es sencilla. Si bien es cierto que un Elemental bien entrenado puede superar sin esfuerzo a las Estrellas, LaOrden de la Luz no podía contar con ellos. Debido a la naturaleza caótica del ciclo de reencarnaciones en el que estaban atrapados los Elementales, no podían contar con su ayuda en todas sus vidas. En el pasado hubo muchos Elementales que prefirieron trabajar con los Oscuros o alejarse del conflicto que había entre La Orden de la Luz y La Orden de las Sombras. Además, aunque hubo muchos Elementales dispuestos a trabajar con los Iluminados, estos morían antes de alcanzar todo su potencial, ya sea por vejez o asesinados en batalla.
Por estas razones, los Iluminados decidieron crear su propia fuerza de ataque que pudiera defender a la Orden en caso de tener que pelear contra un Elemental enemigo o en un escenario donde no contaran con su ayuda. En estos casos, las Estrellas eran la última línea de defensa, pero los Cometas eran la vanguardia, los que estaban al frente de las batallas más importantes. En total había 10 Cometas, todos se identificaban con un tatuaje que mostraba su número y rango. Siendo los primeros cinco posibles candidatos para reemplazar a cualquiera de las Estrellas en caso de ser necesario. No era para menos, todos tenían años de experiencia encima y un poder abrumador que, si bien no era igual al de las Estrellas, tampoco era poca cosa. Es por eso que un Oscuro al nivel de un Cometa era de cuidado. El más débil de los Cometas actuales equivalía a once o doce Iluminados. Ahora, un Oscuro que juegue en la misma liga es algo que no se puede tomar a la ligera.
Elizabeth se rascó la cabeza una vez que Amelia terminó su explicación; estaba claro que la situación era delicada.
—Tengo una duda —dijo el chico que Elizabeth envió para ayudar a Amelia—. ¿Cómo es posible que los Oscuros hayan encontrado a la elemental de fuego antes que nosotros? —Elizabeth suspiró, cansada y algo decepcionada.
—Creo que lo sé —dijo mientras bebía un sorbo de su café—. Verán, hasta hace poco, Kansas City no era más que otra ciudad en el mapa para la Orden. No había una gran actividad de Oscuros; el tráfico de drogas que involucra a usuarios es mínimo y, si no fuera porque aquí está la elemental de fuego, este lugar sería solo otro nombre en un mapa. Posiblemente, los Oscuros aprovecharon esto y tuvieron un golpe de suerte —el chico golpeó sus nudillos.
—Pues su suerte se acabó —dijo mientras se daba la vuelta para salir—. Iré a buscar a esa niña a la escuela y… —Amelia usó sus poderes para cerrar la puerta con una ráfaga de aire.
—¿Qué crees que haces? —preguntó molesta—. No puedes simplemente ir a secuestrarla y ya.
—¿No sentiste esa conexión? Con cada segundo que pasa, esa chica podría morir en cualquier momento.
—Amelia tiene razón —intervino Elizabeth—. Secuestrarla a plena luz del día es una locura, sobre todo considerando que hay un Oscuro vigilando a la chica.
—Sería un suicidio —reflexionó una de las chicas.
—¿Y entonces qué hacemos? —preguntó la otra.
—Sé en dónde vive —dijo Amelia; todos voltearon a mirarla—. Gracias al detective Taylor obtuve su dirección. Esta noche iré a cuidarla —esas palabras llamaron la atención de todos.
—¿"Cuidarla"? —repitió el joven—. No es un cachorro perdido o un bebé, estamos hablando de la vida de esa chica y si no la ponemos a salvo…
—¡Ya lo sé! —aquel grito tomó por sorpresa a todos. Amelia no solía perder los estribos de esa forma; siempre era una chica calmada y alegre, pero la situación parecía sobrepasarla por completo—. Sé que su vida está en juego, pero me rehuso por completo a entrar a su casa por la noche y secuestrarla. Hacer algo así no nos haría diferentes de los Oscuros.
Esas palabras hicieron reflexionar a todos los presentes en la habitación. Todos eran conscientes de que esta era la primera misión en solitario de Amelia, por lo que era normal que fuera tan inocente. Sí, a primera vista secuestrar a Jessica era malo, pero las circunstancias eran apremiantes. ¿Acaso las autoridades del Estado no separaban a los niños de sus familias si estas abusaban de ellos? No había nada diferente en lo que hacían los Iluminados. Su prioridad era salvar la vida de los inocentes, como Jessica, y para lograr dicho objetivo a veces eran necesarias medidas más drásticas.
Elizabeth suspiró.
—Esta es tu misión, Amelia —dijo finalmente—. Tú decides cómo vas a cumplirla, pero recuerda que todas tus decisiones tendrán consecuencias —Elizabeth enderezó su postura—. Haré que unos chicos te acompañen esta noche a vigilar a Jessica.
—Gracias, Elizabeth —Amelia miró su reloj y vio que era la una y media de la tarde—. ¡Diablos! Tengo que correr —dijo mientras se preparaba para irse—. Chicos, quedé de verme con Jessica a las tres luego de sus clases; si pudieran acompañarme…
—Claro, no hay problema —dijo una de las chicas.
—Bien, iré a darme una ducha antes de irnos —y Amelia salió de la oficina de Elizabeth, dejando a todos con una expresión de sospecha en sus rostros.
—Eso… fue raro —dijo una de las chicas.