Martes por la mañana y Amelia se levantó, decidida a no demorar ni un minuto más las cosas. Se duchó, se arregló y desayunó; su actitud no pasó desapercibida para Elizabeth, quien también se había levantado temprano para abrir el hotel.
—¿Cuál es la prisa? —preguntó la mujer mientras iba a la cocina a prepararse su desayuno.
—Tengo que ver a Jessica y confirmar que es la elemental de fuego. Si lo es, tengo que apresurarme y sacarla de aquí —Elizabeth suspiró ante la explicación de la chica.
—Escucha, esto no me incumbe, pero si vas demasiado rápido, tropezarás. Debes ser paciente; el reconocimiento llega con tiempo y trabajo duro —Amelia dejó su tostada y volteó a mirar a la mujer.
—No hago esto por el reconocimiento —aclaró; se la notaba molesta—. Lo hago porque hay un Oscuro muy poderoso en la ciudad y necesito sacar a esa chica de aquí antes de que despierten sus poderes —el rostro de Elizabeth cambió por completo; no podía creer lo que Amelia le estaba diciendo.
—Eso es imposible —aseguró la mujer.
—Créeme, no lo es —dijo Amelia con mucha seriedad—. Ayer, en el hospital, pude sentir una conexión muy intensa, como ninguna otra que jamás había sentido. Era como si hubiera diez o más Oscuros en un mismo lugar.
—¿Lograron identificar al usuario? —Amelia negó con la cabeza.
—Ni el señor Simons ni yo pudimos ver al Oscuro, pero estaba ahí en el hospital.
Amelia había sido clara con Elizabeth, le había contado sobre la familia Simons y cómo la estaban ayudando a encontrar a la elemental de fuego. También le había pedido no contarles nada a las Estrellas, explicando que Iván podría haber expulsado a esta familia de forma injusta y que podría tenerlos amenazados. Desde luego, Elizabeth le advirtió que los Simons podrían estarle mintiendo, pero también sabía que Iván no era la persona más confiable del mundo. Por eso optó por guardar el secreto. Volviendo con el tema del misterioso Oscuro, Elizabeth veía que Amelia tenía prisa por terminarse su desayuno e irse.
—Irás a buscar a esa chica, ¿verdad? —Amelia asintió con la cabeza.
—Malcolm logró averiguar a qué escuela asiste, así que iré a verla.
El plan de Amelia consistía en tres fases. Primero: investigar a Jessica y obtener toda la información posible sobre ella. Segundo: presentarse con ella y ganarse su confianza. Y tercero: revelarle la verdad y sacarla de la ciudad lo más rápido posible. Hubiera sido un buen plan, si aquel Oscuro misterioso no hubiera aparecido. Ahora, Amelia debía saltarse la fase uno y la mitad de la fase dos. Todo tendría que ser el doble de rápido para completar su misión y mantener a salvo a la joven Anderson.
Claro, siempre estaba el Plan B: secuestrar a Jessica por la noche y llevársela. Rápido, directo y sencillo, ¿verdad? No, en realidad, no. Amelia quería dejar esto como su último recurso. Es decir, no planeaba secuestrar a Jessica bajo ningún concepto, pero realmente contemplaba la idea como su salvavidas de emergencia en caso de que todo saliera mal.
—Si hay un Oscuro tan poderoso en la ciudad, debes tener mucho cuidado —advirtió Elizabeth mientras Amelia se preparaba para irse.
—También lo he pensado —dijo mientras se volteaba para encarar a Elizabeth—. Es posible que hayan hecho contacto con Jessica antes que nosotros —esas palabras alertaron a Elizabeth—. Iván me lo dijo antes de venir aquí. No le tomé mucha importancia en ese momento, pero ahora empiezo a creer que tal vez tenía razón.
—Si eso es cierto, entonces ve con cuidado —advirtió la gerente del hotel mientras se sentaba a desayunar—. Haré que tres de los chicos vayan contigo —Amelia asintió, agradecida por la ayuda.
—Que mantengan sus conexiones ocultas, no quiero alertar al Oscuro —Amelia sacó su teléfono y envió una dirección a Elizabeth —diles que me vean ahí al mediodía.
Sin decir más, Amelia finalmente salió del hotel y se dirigió a la preparatoria Maple Grove High. Nada más llegar al lugar se dio cuenta de que el lugar apenas podía considerarse una escuela. De hecho, esa palabra le quedaba demasiado grande. El recinto era un viejo edificio totalmente maltratado y con la pintura opaca. Había varias ventanas con cristales agrietados; la puerta principal era un portón oxidado y pesado. Su apariencia exterior era completamente deplorable. Amelia pensó con sarcasmo que una buena capa de pintura lo arreglaría. Quitando la apariencia del edificio, Amelia podía escuchar a varios estudiantes hablar desde donde estaba.
—¿Lo probaste? —preguntó uno de los jóvenes. Tenía cabello negro enmarañado y grasiento, y vestía ropa y zapatos desgastados.
—¡Mierda, sí! Ese sí que fue un viaje —dijo su amigo. También tenía el cabello negro, pero este parecía haberse arreglado un poco más—. ¿Dónde consigues estas cosas?
—Con Sebastián. Ese tipo siempre tiene buena mercancía —respondió el otro. Amelia pudo notar que el primer muchacho, además de su apariencia sucia, también tenía los dientes amarillos y varias ojeras—. Lo mejor es que la vende a muy buen precio —Amelia supo de inmediato que estos dos jóvenes se drogaban.
La atención de Amelia cambió a otro par de estudiantes; estos caminaban a paso resuelto y parecían estar riéndose, eran dos chicos y una chica. Uno de los chicos era alto, de cabello castaño oscuro y con algunos kilos de sobra. El otro de los chicos era todo lo contrario: cabello pelirrojo, pecas en la cara, muy delgado y con cero músculos. La chica, por su lado, era una joven delgada, de cabello rubio y ojos claros; parecía ser la líder del grupo.
—Se lo merecía —dijo uno de los chicos—. Ojalá vuelva al lugar de donde vino.
—Y ojalá pierda a ese pequeño terrorista que lleva en el vientre —Amelia se asustó al escuchar aquello.
—Ya, chicos —la voz de la chica era suave y melodiosa, como el canto de una sirena—. No digan nada o nos meteremos en problemas —instó la joven mientras entraban a la escuela.
Mientras los tres chicos desaparecían adentro, Amelia por fin reparó en el trozo de tela que sostenía la chica. Amelia se sintió preocupada, sobre todo por las palabras de los tres chicos. Finalmente, los tres Iluminados que Elizabeth había enviado aparecieron. Dos mujeres y un hombre. Todos con una clara experiencia en el campo. Amelia instó a una de las mujeres a ir en la dirección por donde habían llegado los chicos de hace rato, explicó que podría haber una mujer embarazada herida y esto fue suficiente para convencer a su compañera de ir a revisar. A los otros dos, les dijo que se pusieran en posición mientras ella buscaba la forma de entrar sin ser vista.
Dado el estado tan precario del edificio, Amelia dudaba que tuvieran cámaras de seguridad activas, pero no quería confiarse y entrar por la puerta principal; tendría que encontrar otra forma de ingresar al recinto. Fue entonces que se encontró con dos estudiantes saltando una cerca que había junto a la entrada.
—Bingo.
La joven corrió a la cerca y saltó sin esfuerzo, ingresando al recinto escolar. Ahora estaba en una especie de pasillo de hierba que daba a un estacionamiento pequeño, lugar donde había también un montón de niños con edades que parecían rondar entre los 6 y 11 años, pero esos niños estaban lejos de ser angelitos. Los niños de los grados más avanzados, los que estaban entre quinto y sexto grado, se acercaban a sus compañeras por detrás y se aseguraban de azotar sus traseros, jalar el cabello de las niñas o simplemente empujarlas. Todo a la vista de los profesores, quienes no hacían nada y continuaban conversando, como si los niños no existieran.
Amelia, al ver esto, resistió las ganas de ir y darles una buena reprimenda; por muy indignante que fuera aquella situación, no era su objetivo y había cosas más importantes que un montón de niños con pocos valores y escasa disciplina. Lo que sí llamó la atención de la joven es que el pequeño edificio donde estaban los niños tenía el mismo logo de la preparatoria. La joven peliblanca supo que la escuela permitía cursar la primaria y la secundaria, aunque el nivel de la educación administrada dejaba mucho que desear. Amelia siguió su camino por el pasillo de hierba y llegó a un patio donde se encontraban los estudiantes de secundaria.
Aquí también se llevó una gran sorpresa. Amelia se aseguró de llegar a la escuela al mediodía, pues quería abordar a Jessica durante su descanso; el resto del tiempo lo pasó hablando con la familia Simons y coordinando un plan de acción. Sin embargo, a los Iluminados que la acompañarían se les había hecho algo tarde. La joven pensó que no podría hablar con Jessica durante el descanso para almorzar, pero al ver a todos aquellos estudiantes fumando hierba, acosando a las chicas y a los maestros sin hacer nada, supo que todavía tenía tiempo de sobra.
Otra cosa llamó su atención: todos los estudiantes habían formado grupos, pero una joven permanecía totalmente sola, aislada del resto. Jessica se encontraba acostada en el césped, usaba su bolso como almohada y escuchaba música con sus AirPods. La chica estaba totalmente desprotegida, pero nadie se acercaba. Amelia había investigado más a fondo a la joven; descubrió que había estado involucrada en más peleas aparte de las que Malcolm le informó. Jessica Anderson era toda una luchadora; había numerosos estudiantes que terminaron en el hospital por lesiones ocasionadas por ella. Lesiones que iban desde un tobillo torcido hasta huesos gravemente fracturados. Según lo que Amelia pudo averiguar, la chica había mandado al hospital a más de veinte estudiantes en solo dos años.
Ahora, ¿cómo es que no se involucraron las autoridades? ¿cómo era posible que Jessica siguiera en la escuela como si nada? Amelia desconocía la respuesta. De los veinte estudiantes que fueron enviados al hospital por Jessica, solo los padres de seis de ellos habían presentado una queja al director de la escuela, el cual tampoco hizo nada para corregir a Jessica. En cuanto al resto de estudiantes, la mayoría no había dicho nada a sus padres y los pocos que lo hicieron fueron ignorados.
Amelia entendió que la preparatoria Maple Grove High era una selva donde solo los más fuertes y astutos sobrevivían y Jessica era la más fuerte del lugar. La joven peliblanca se acercó a la joven pelirroja, quien se encontraba totalmente absorta escuchando "Judas" de Lady Gaga. Algo bastante irónico, considerando que su madre fanática siempre la trató como un demonio y la canción hablaba sobre el mayor traidor de la historia. Uno podría pensar que la joven solo la escuchaba por ser rebelde y oponerse a su madre, pero no, solo disfrutaba de la música y la ironía. Sin embargo, su paz se vio interrumpida cuando una figura le tapó la luz del sol. Al abrir los ojos, encontró una melena albina alzándose sobre ella.
—Hola, Roja.