Los héroes salvaron a todos del apocalipsis cuando el dragón devoró la luna, pero para muchos aquello fue el peor de los resultados.
Surgieron consecuencias que afectaron a almas inocentes; Ness fue uno de ellos.
Una vez más, él estaba atrapado en el mismo sueño. El sonido de las llamas no apagaba los gritos que salían desde los hogares.
Mientras sentía un agobiante miedo, su pequeña mano fue tomada por su padre para escapar al exterior. Lo que vio ahí afuera no le regaló ningún alivio, pues seguía viendo un color rojo que no provenía de las llamas, sino del cuerpo de las personas.
—Ness...
Al escuchar la voz de su madre, sus ojos por fin vieron la luz. Justo con el sol pegando en el rostro.
Con la espalda descansando sobre el pasto de aquella llanura, su primer saludo fue el del Ruined Titan, un supuesto monumento gigante. Incluso con ojos no expertos, se podía intuir que parecía un robot humanoide petrificado.
Ness, al mirarlo, siempre sentía cierta inquietud, como si esa cosa tan colosal no perteneciera a ese lugar ni a ese tiempo, pero se fusionó tan bien con el ecosistema que se volvió su punto de referencia preferido entre todos los que había encontrado en sus viajes familiares.
—Buenos días… ¿Estás bien? Parecías muy tenso mientras dormías —dijo, mientras se agachaba para acariciar la frente de su hijo—. No es la primera vez que pasa en estos días.
Lizz vestía un vestido delgado de un color azul oscuro, junto con unas botas largas que impedían que el pasto le molestara. Su cabello negro de lana, largo y esponjoso, junto a sus ojos de color lapislázuli, hacían que su piel ligeramente morena destacara con gran belleza.
—No lo sé, nunca recuerdo lo que sueño —se puso de pie, evitando chocar con los gruesos cuernos de su madre—. Así que al despertar estoy totalmente bien, no te preocupes. Debe ser porque estoy nervioso por la fiesta.
Satisfecha con la respuesta, sonrió de oreja a oreja como un sol, solo para después abrazarlo con tanta fuerza que casi le expulsó todo el aire del cuerpo.
—¡Cierto!, la fiesta. Mi pequeño ya casi es oficialmente adulto. Cuando hagas el ritual de madurez, por fin serás libre.
—Estás muy emocionada...
Aunque le costara respirar, no alejaría a su madre hasta acabar con su muestra de cariño. Él sabía muy bien que en unos días ya no tendría muchos momentos así.
—Aún hueles como el amanecer... —dejó de apretarlo tanto, solo acercó su rostro al pecho.
—¿Cómo se supone que algo así tenga olor?
—Yo supe esa respuesta la primera vez que estuviste en mis brazos —terminó el abrazo, solo para acto seguido darle algo en la mano—. Aquí está la lista de las cosas para tu ritual. Ya estás listo, mi sol.
Sin contener la emoción, ahora él fue quien abrazó a su madre, levantándola del suelo. Ese acto dejó innecesarias más palabras que decir, solo un último beso en la mejilla por su parte.
Ness corrió en una dirección, dejando a su madre despidiéndose de él con un movimiento de mano.
—Ese niño de verdad se parece tanto a ti, Rex —suspiró mientras tocaba su mejilla.
Duró algunos minutos en llegar a las afueras de la ciudad. Allí, todo presentaba una estética neogótica: la mayoría de los edificios exhibían vitrales de colores vibrantes, arquitectura con detalles de hierro forjado y torres altísimas impulsadas por mecanismos preindustriales.
Todos esos sistemas metálicos hacían que la ciudad brillara como un bello mecanismo de reloj; cada movimiento tenía una razón de ser, tan exacto como un par de manecillas.
Era común ver a las personas vestidas con telas pesadas: terciopelo, lana, lino grueso. Incluso no era raro ver cuero en la ropa, así como en las botas y guantes largos.
Pero lo que captaba la atención del joven eran las mujeres con vestidos largos, corsés decorados con detalles metálicos y esas botas oscuras.
Había tantos estilos diferentes en cómo usaban los mismos tipos de ropa, todo debido a la variedad de especies de minotauros. Son una raza humanoide con características de animales bóvidos, como cuernos, cola o lana en lugar de cabello.
La madre de Ness pertenece a esta raza, pero su padre no. Por eso, aún no tiene cuernos ni cola a pesar de su edad.
Luego de distraer su mirada, finalmente llegó a lo que parecía ser la carpa de un circo con las típicas franjas rojas y blancas. Estaba rodeada por carteles de madera pintados a mano, con un arte bellísimo que anunciaba cada uno de los espectáculos del lugar.
Al entrar, observó a varias personas contemplando a las criaturas dentro de jaulas: mariposas gigantes, serpientes de rubí, cangrejos de aire. Animales de fantasía rebosaban vida en sus pequeños hábitats creados para ellas.
Avanzó con dificultad entre tantas personas. Allí, en medio de la multitud, Ness estiró la mano, entregando la lista al único encargado del lugar que vio. Era una joven con un atuendo algo parecido al de un arlequín, con colores iguales a los de la carpa del circo.
—Disculpe, tengo una cita de domesticación.
Antes de recibir una respuesta, los ojos rosas de la joven brillaron, y acto seguido, silbó con tal volumen que todos los presentes voltearon a ver.
—¡Todos atentos! ¡Todos escuchen! Este joven se atreverá a enfrentarse al ave chirriante, ¡sí, al ave asesina! —exclamó, apretando su nariz rosa de payaso, emitiendo un último ruido molesto.
Todo el mundo entró en euforia colectiva; todos aplaudieron al joven y otros más atrevidos lo molestaron, despeinándolo y empujándolo sin ser demasiado abusivos.
—Debes estar en tu prueba de madurez, chico. Ir por una bestia así por primera vez, ¡es una locura!
—Tus padres deben estar muy orgullosos de ti. Incluso mi hijo fue por una bestia más fácil. Es una lástima que no podrás verlos hasta el último día de la prueba.
—Escuché que esa ave se comió a los últimos cinco retadores.
No logró decir ni una sola palabra al ser abrumado por tantas personas. Ness terminó por intentar escapar, pero antes de lograrlo, su mano fue tomada por la arlequín, llevándolo a otra zona del circo, alejada de la multitud.
—¡El asombroso circo de Didi patrocina todo el evento en vivo! Busquen a sus familias y aparten sus asientos.
Terminaron en el almacén, rodeados por cajas de madera. Todo allí era algo estrecho y con poca iluminación, pero perfecto para tener una plática privada.
—¡Espera! Sé que estos eventos les encantan a todos, pero no pedí que organizaras a tantas personas. Lo normal son veinte o treinta, pero causarás una cifra mucho mayor —dijo, mientras su mano temblaba.
La emocionada arlequín detuvo en seco sus pasos y, usando ambas manos para tomar la de su contrario, agachó la cabeza.
—Esto… fue tu madre quien me lo pidió. Ella parecía muy segura de sus palabras. Lo siento si no fue muy buena idea al final. Lamento no haberte preguntado antes si querías hacerlo de esa manera —inclinó aún más la cabeza.
Al escuchar esas palabras, soltó un gran suspiro, cerró los ojos un momento para tomar una buena bocanada de aire y luego soltarla.
—Pero… yo estoy tomando este trabajo para mejorarme a mí mismo. Tú harás esta prueba por eso mismo, ¿no? Pero puedo hacerlo más fácil para ti, si eso deseas.
—No… Si ella cree que soy capaz de hacerlo, ¡entonces soy capaz de hacerlo! —ahora él es quien se agacha, tomando las manos de la chica con las suyas—. Gracias, tus palabras me ayudaron a recordar eso.
—¡No!... Yo soy la que está agradecida por tu comprensión.
Cuando los dos levantaron la mirada, un momento de silencio se creó cuando ambas se cruzaron. Avergonzados, soltaron la mano del otro y rieron momentos después al darse cuenta de que aún les queda camino por recorrer para mejorar en algunas cosas.
—Entonces, espero que des el mejor espectáculo de todos. Las luces del escenario te harán la estrella de hoy. Usa este lugar como vestidor, prepárate y, cuando estés listo, avísame. Estaré en la habitación de al lado.
Pasó una hora. Ness estaba casi listo para dar el espectáculo más importante de su vida hasta ahora.
Se vistió con la ropa que su madre había preparado junto con los encargados del lugar y otros preparativos. Llevaba puesto un abrigo largo con capucha, botas altas de cuero, un chaleco ajustado debajo, guantes de cuero y pantalones ceñidos, todo en tonos negros y rojos. Una gran prenda cubría su media melena oscura y sus ojos color vino.
No parecían materiales que ofrecieran mucha protección, pero no debían serlo. La ropa que portaba era la típica que usaría a partir de ahora en su vida adulta; por eso, cuanto menos resultara dañada en la batalla, mayor demostración de habilidad daría.
—Estoy listo —dijo, tocando la puerta de la otra habitación.
Minutos después, los tambores, flautas y demás instrumentos comenzaron con una música circense dramática, haciendo eco por todo el lugar. Las mariposas del tamaño de una mano volaron e iluminaron toda la zona.
—Es hijo de Rex, el último pequeño gigante, y de Lizz, el milagro oscuro. Aunque él no posea un segundo nombre, hoy todos, junto a su hermosa presentadora, seremos testigos de cómo el niño se convierte en hombre. Por lo tanto, les pregunto… ¿Están listos? —exclamó desde un pequeño balcón cerca del escenario.
Usando una guadaña como micrófono, se movía y jugaba con movimientos divertidos para el público, haciendo trucos impresionantes con la herramienta. Incluso se atrevió a ponerse de cabeza, colocándose sobre el peligroso filo, haciendo girar la guadaña al mismo tiempo.
Alrededor de cien personas se levantaron de los bancos, tirando comida al suelo, aumentando aún más el olor a mantequilla. Todos gritaban por el inicio del evento.
—¡Ahí está Ness! —al decirlo, encendió un cañón de confeti.
Llovieron colores sobre todas las personas y, en medio de toda la escena, Ness entró al lugar, provocando aún más euforia por parte del público al levantar su lanza en mano.
—¡Pero! ¿Será capaz de vencer a su oponente? —cortó una cuerda usando la guadaña.
Entonces se abrió una jaula y el primer sonido que se escuchó fue el rugido de un trueno, el cual provocó un silencio total en el lugar. Todos guardaron respeto ante la bestia.
Salió volando de su encierro un ave azul tan grande como un oso polar. Extendió sus plumas afiladas como navajas de energía; algunas caían en forma de pequeños relámpagos que desaparecían en el aire.
Al moverse hacia Ness, dejó rastros luminosos como estelas eléctricas. La electricidad que recorría su cuerpo azulado dejaba en claro sus intenciones de matar.
—¡El ave del terror, señores y señoritas! —con solo esas palabras, provocó el resurgimiento de todas las voces—. Recuerden, está muy enojada, pues alguien desconocido mató a toda su parvada.
Por parte de Ness, empezaba a sudar en frío. Por primera vez en mucho tiempo recordó su sueño.
Decenas de rayos cayendo sobre todas las construcciones y personas, creando un olor a carne quemada que, con solo recordarlo, le revolvía el estómago. Un trauma de su infancia volvió: cómo todo un pueblo fue borrado por una invasión de wyverns.
Las personas más afortunadas ese día murieron al instante por los rayos, y las menos afortunadas fueron levantadas del suelo para ser comidas en ese mismo instante.
El miedo al fuego y al sonido de los truenos nació ese día. Esta prueba, desde el inicio, fue creada para enfrentar esos miedos, pues al vencerlos, el niño asustado dentro de él sabrá que ahora hay también un adulto capaz de ayudarlo.
Pero ese recuerdo se interrumpió cuando escuchó unos gritos provenientes de los niños traídos por sus padres para ver el espectáculo.
—Delante de mí hay un niño muy aterrado por una monstruosa ave, y soy el único capaz de ayudarle —logró volver en sí mismo al golpear su propio rostro.
Tomó con fuerza su lanza, apuntó esta misma hacia el frente, corriendo para impactar directo contra su adversario; da inicio su ritual de camino a la adultez.
—¡Aquí y ahora declaro mi propia victoria! ¡No hay nada que temer!
Los gritos de miedo ahora se volvieron de apoyo hacia él por parte de los niños; ahora gritaban su nombre.
Desde el exterior del circo, se puede escuchar la feroz batalla a muerte entre el cazador y la presa. ¿Pero quién tomó el papel del cazador?
Aun así, hubo cierto individuo que no mostraba un mínimo interés en todo eso, incluso estando cerca del lugar.
—Repite lo que dijiste; los animales de granja nunca saben cuándo callarse —ajustaba el transmisor en su oreja.
Ese individuo portaba una capucha blanca, con guanteletes y botas metálico-plateados, los cuales tenían grabados parecidos a una luna. Como toque final, llevaba una máscara que solo cubría la parte de sus ojos, con un grabado en forma de pica.
—Escucha, tu deber es encontrar a Lizz, el Milagro Oscuro, y a Rex, el Último Gigante. Ellos deben tener alguna información mínimamente útil sobre dónde está el poder de uno de los héroes que mataron al dragón que devoró la luna.
—¡Qué misión más inútil para alguien con mis habilidades! Me desperdician a mí y a mis talentos. Sería mucho mejor solo matar a quien la tenga cuando algún inútil lo encuentre —usó su puño para estamparlo contra la pared a su lado, creando un gran cráter.
—Esta misión debes hacerla completamente tú en soledad; no recibirás ayuda alguna. Después de todo, si quieres que dejemos de tratarte como a un niño, esta es tu oportunidad. No lo arruines.
—¿Cómo dos animales de ganado podrían significar alguna dificultad? Yo soy usuario del poder de los héroes. Ellos acabaron con el primer apocalipsis; yo estoy al nivel de esas leyendas —una sonrisa increíblemente amplia se dibujó en su rostro.
La razón por la cual, incluso luego de tal alboroto provocado, nadie intenta interactuar con él, hasta el grado en que ni siquiera los guardias se le acercan por ahora, es que está sentado sobre ella. Un montículo de aves del trueno descansaba muerto bajo sus pies.
—Disculpe... señor... ¿cuál fue su petición?
La anciana minotauro frente al masacrador de las aves rezaba en su interior para no ser otra de las víctimas frente a ella.
—Ocupo algo de dinero. Esta es una carnicería, así que cómprame toda esta carne al precio que yo te diga —arrojó uno de los cadáveres muy cerca de la anciana, destruyendo parte de su local.
En veinticuatro horas, los autoproclamados hijos de los héroes atacaron, y no les importó si los gritos de los inocentes ahogaban las calles.